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Authors: Anselm Audley

Tags: #Fantástico

Inquisición (50 page)

»Los magos que causaron tantas catástrofes obtenían su poder de los otros elementos, que en opinión de algunos tienen sus propios dioses, y citan a esos magos como prueba de su existencia y fuerza. Pero, dado que las capacidades de éstos dependen de las fuerzas primarias sin combinar que llevan dentro, no pueden ocasionar más que destrucción. Esos magos son superados por la crudeza de su propia magia, que turba sus mentes. Ellos no pueden construir ni proteger, sólo destruir. El poder que alcanzaron era mayor que su habilidad para controlarlo, y por eso se produjeron guerras interminables, una era de caos en la que nadie y nada estaba seguro.

Escuchamos en silencio cómo Sarhaddon le contaba a la multitud la falseada versión de la historia pergeñada por el Dominio con todos sus inquietantes detalles. Una historia que la gente ya conocía pero que Sarhaddon y su compañero subrayaron durante más de una hora. En cierto modo era nauseabundo, ya que estaban empleando la lógica y la razón en lugar del fervor. Muchos de los que había allí debían de conocer los relatos de la Historia, la real. Unos pocos, de hecho, la habrían leído, aunque la sola posesión de un ejemplar implicaba una sentencia de muerte.

Sarhaddon y su compañero, hombres inteligentes y oradores persuasivos, mantuvieron a toda la plaza en silencio con sus palabras. Yo mismo no pude dejar de prestarles atención, y lo mismo sucedió con todos los que estaban a mi lado. Escuchamos la historia que nos contaban, los argumentos que utilizaban, y sentí las semillas de la duda comenzando a germinar en mi mente. Si la historia auténtica de Thetia era tan diferente, entonces ¿por qué incluso sus habitantes la habían olvidado? Los líderes de los clanes debían de haber leído a lo largo de los siglos el libro que les ofrecía la posibilidad de vengar la mancha que pendía sobre su pasado, pero jamás habían aprovechado esa oportunidad. Sólo quedaba su enraizado odio por la Sombra y por la gente de Tuonetar, y eso era también parte de la historia del Dominio.

Los discursos no me habrían afectado tanto de no haber sido por mis encuentros con Orosius. Aetius, Carausius y Tiberius sólo eran héroes en la Historia y en los escritos del Continuador, ya que ellos y la mayor parte de sus fieles seguidores eran los que habían redactado esos libros. Como tantas veces, pensé en los que los habían sucedido a lo largo de los siglos y me pregunté cómo era posible que los vieran de ese modo.

¡Las descripciones que habían hecho Sarhaddon y su compañero podían aplicarse con tanta propiedad a Orosius y Landressa! Quizá Aetius fuera un dirigente competente, pero también demasiado generoso al sacrificar vidas contra un enemigo ni de lejos tan poderoso como la Historia lo había retratado. Cientos y cientos de personas habían muerto en sus batallas, y había matado y torturado prisioneros sin piedad para hacer que el enemigo lo temiese. Y, al final, en aquellos últimos meses, había despojado con deliberación a Selerian Alastre de la mayor parte de su guarnición. La Historia nunca había explicado por qué la ciudad estaba tan desprotegida cuando se produjo el ataque de Tuonetar, pero, pese al horror que implicaban, las palabras de Sarhaddon parecían tener sentido.

— Aetius utilizó su propia capital y a su propia gente como señuelos para atraer a las legiones y a la flota de Tuonetar y alejarlas del norte —continuó Sarhaddon— Así fue como las tropas de Tuonetar descendieron sobre la ciudad a miles, la incendiaron y mataron o esclavizaron a todos sus habitantes. La ciudad que conocemos hoy fue reconstruida más tarde, a pesar de su destrucción. Mientras sus ejércitos estaban ocupados, el hermano de Aetius condujo a su propia flota hacia el norte, hacia el hogar de la gente de Tuonetar, donde hoy todo sigue tan arrasado que nada puede sobrevivir allí. Vengaron entonces una atrocidad que jamás debió haber sucedido, pero durante la lucha, por fin, un anónimo soldado enemigo acabó con el emperador y con su reinado de terror.

»Sin duda habéis oído decir que los habitantes de Tuonetar se dispersaron, que se aislaron porque su capital había desaparecido. Eso es verdad sólo a medias. Es cierto que se marcharon, pero porque Carausius, para vengar la muerte de su hermano, lanzó contra ellos la fuerza de los elementos y arrojó a Aran Cthun a las tinieblas. Carausius empleó la destrucción de los talismanes de la ciudad sagrada para desatar una matanza en todo el mundo. Una magia tan poderosa que, a pesar de su éxito, acabó por dejarlo tullido a él mismo. »Recordad que hablamos de un hombre que admitió haber causado la muerte de miles de personas con su magia primitiva porque eran enemigos. ¿Quién más tenía el poder de desatar las mareas, los tornados, las inundaciones que costaron tantas vidas a los dos bandos? El hundimiento de tantas tierras en aquel entonces es un hecho histórico. Las tormentas lo empeoraron, pero ¿podrían haberlo logrado por sí solos los habitantes de Tuonetar? ¿Eran capaces de tanto? Su magia era perversa, pero era Sombra. Preguntaos a vosotros mismos quién más pudo haber sido. Todos los que creéis en esta historia, decidme, ¿quién más tenía poder para emplear el mar como arma?

»Llegamos por fin a la usurpación, que los que siguen a la sombra de ese libro consideran el fin de la libertad y el comienzo del terror, exactamente lo opuesto a lo que sucedió en realidad.

»Dos primos, uno hijo de Aetius y el otro de Carausius, habían combatido y liderado durante la guerra, siendo testigos de la sangre derramada, las masacres, los tormentos. Uno de sus padres estaba muerto, el otro tullido, pero la guerra había concluido. Los habitantes de Tuonetar habían sido exterminados como pueblo y como raza: los pocos sobrevivientes fueron capturados, asesinados, esclavizados o exiliados a los confines más miserables de la tierra. La capital estaba en ruinas debido a la estrategia de sus padres (plan en el que Tiberius había colaborado), y los recursos de su país agotados. Los magos que habían provocado tanto sufrimiento y terror durante la guerra seguían libres y sus poderes no había sido mitigados.

»Comenzaron entonces a reconstruirla, es cierto, pero sobre los viejos cimientos. Tiberius, que reverenciaba la memoria de su padre, le dedicó monumentos en la nueva ciudad y creó legiones para mantener la paz en las tierras que su padre había conquistado. Miles y miles de personas fueron embarcadas a la fuerza para devolver a Selerian Alastre su antiguo esplendor, trabajando sin obtener recompensa de un tesoro menguado sólo para que Tiberius pudiese tener su palacio, su ciudad, un rincón de belleza mientras el mundo estaba en ruinas.

»Nadie sabe con certeza cuánta gente murió a causa de las tormentas, cuya furia había sido aumentada por la magia de los tiranos, que no pensaron en construir ningún campo de éter para proteger a su gente de ellas. Los magos fueron recompensados luego, obtuvieron puestos de poder e influencia y se convirtieron en funcionarios leales a los tiranos, a expensas de su propio país. Sabían lo que sucedería si era tomada Selerian Alastre, pero no abrieron la boca para protestar.

»Con todo, en la nueva generación hubo quienes renegaron de lo que habían hecho sus mayores. Valdur despreciaba a su padre por lo que había sido en realidad, y reunió a su alrededor a personas que pensaban del mismo modo, muchas de las cuales habían perdido a sus seres queridos durante la guerra. Muchas, también, habían participado incluso en el conflicto, pero aborrecían su recuerdo y querían encontrar la manera de evitar que volviese a suceder algo semejante, intentando que no se creara un orden similar al que había generado tanto horror. Así que le enseñaron a Valdur, que antes sólo conocía el poder salvaje de los otros elementos, la verdadera magia del fuego. Ranthas se dirigió a él y Valdur lo escuchó, algo que el resto de su familia se había negado a hacer. »Fue entonces cuando decidió cometer un crimen para prevenir otro aún peor. Usurpar un trono es una cosa terrible, y sin embargo la vida del mismo Valdur corría peligro debido a su relación con los que se oponían a la magia. Gente que les había jurado lealtad a él, a sus amigos y a sus familiares lo amenazaba ahora porque había visto la luz donde los demás no habían visto nada. Ellos eran los desleales, los que habían violado y asesinado sin piedad durante la guerra y habían tomado parte activa en sus horrores con plena conciencia.

»Y ellos eran los únicos que debían sufrir, pues sus actos los condenaban a ojos de Ranthas y de los hombres. Toda Thetia aclamó a Valdur, y todo el imperio condenó a los que tanto lo habían perjudicado. Por fin Thetia tenía un líder dispuesto a enfrentarse a los horrores pasados cometidos por su propia familia y a juzgar todo lo que se le había hecho. Por primera vez, los hombres fueron conscientes de sus pecados, pero, por muy graves que fuesen, Ranthas les permitió arrepentirse y les garantizó que serían absueltos por intermedio de sus sacerdotes, que pudieron hablar desde entonces con una libertad que jamás habían conocido.

»Los asesinos y los cómplices de los tiranos fueron perseguidos y conducidos ante la justicia. Los perversos magos fueron ejecutados, pues estaban más allá de cualquier redención. El suyo es un camino que corrompe la mente poco a poco; la magia se vuelve contra ellos según van haciendo más y más uso de ella, y finalmente se convierten en meras envolturas, meros transmisores del poder salvaje que canalizan. Algunos eran jóvenes y pudieron ser salvados, pero muchos no pudieron serlo.

»El Continuador dice que esa etapa fue un «baño de sangre», un reino del terror, pero no menciona que ellos fueron los artífices de la guerra, la ruina y las hambrunas, y que muchos asesinaron a un número de personas mayor del que ellos mismos sumaban. Desde entonces, el mundo ha permanecido estable, mientras los imperios van y vienen sin destruir el equilibrio como antes habían hecho esos magos. Toda esa violencia cesó, y a partir de aquel momento la propia Thetia ha conocido una paz interna y una tranquilidad inconcebibles hasta entonces.

»Pero existe el desacuerdo de una pequeña minoría, y a ésta he venido a intentar convencer esta tarde sobre todo. Según he dicho antes, las palabras son poderosas, tanto si son habladas como si son escritas, y han guiado a mucha gente por caminos que de otro modo no hubiesen cogido. Y éstas, manipuladas por la autoridad, apoyadas en el peso de la llamada «historia», pueden llegar a ser sumamente persuasivas.

»La tradición es lo que proporciona peso a las palabras, pero no la tradición de generaciones sucesivas examinando y comprendiendo el legado de sus antepasados. Me refiero al seguimiento ciego de la tradición, de lo que nos dijeron nuestros mayores y que ellos jamás han comprendido. La doctrina del Dominio ha cambiado a lo largo de los siglos, en la medida en que hemos descubierto nuevos aspectos de Ranthas, nuevos modos de verlo, aportados por nuestros estudios del pasado y del presente. No hemos repetido de forma obediente como loros lo que nos dijeron los viejos monjes en los seminarios: ellos nos hicieron comprender por qué las cosas son como son.

»Los que siguen ese libro no han vivido una evolución similar de sus ideas. Los jóvenes aprenden lo que los ancianos creen con todo su corazón, pues así se lo enseñaron en su propia juventud, y así durante generaciones. Podríais decirme que si la Historia es tan falsa y está tan equivocada como digo, ¿cómo es que tanta gente cree en ella? ¿Por qué creyeron en ella desde el principio? ¿Por qué si ya tenemos una verdadera compilación de los acontecimientos, existe también esa otra versión?

»La respuesta se encuentra en la lealtad, pueblo de Qalathar. La lealtad es una de las fuerzas más poderosas que une el mundo. Pero los que han sido corrompidos y rehusan cambiar pueden no ver la auténtica naturaleza de los que les han influido negativamente. Después de todo lo ocurrido, cuando el mundo conoció los horrores del campo de batalla con absoluto detalle al acabar la guerra, unos pocos continuaron al lado de los tiranos. Gente cuyos crímenes quedaron a la luz, pero cuya maña y astucia les permitieron escapar del castigo que afrontaron sus compañeros.

»Para el Continuador, que vio a los tiranos como héroes a pesar de los ríos de sangre y espanto que habían causado, existía la desperanza de que algunos magos y oficiales de la flota hubiesen huido hacia el sur desde Thetia rumbo a Desolación. Y rezaba esperando que algunos hubiesen sobrevivido.

»Eso nunca lo sabremos, pero lo que es seguro es que otros no fueron tan lejos, sino que lograron conservar su influencia y respeto entre los que sólo conocían la guerra de segunda mano. El Archipiélago fue la zona del mundo menos afectada por el conflicto y rara vez sufrió el desembarco de uno u otro bando. Entonces, como ahora, su población era fuerte pero escasa y no lo bastante numerosa para ser reclutada.

»La gente que huía de la justicia dio media vuelta al llegar a los límites del mundo conocido y no se aventuró en el océano para desafiar a la muerte como sus camaradas. En cambio, fundaron en el sur de las diez mil islas del Archipiélago, que la vieja magia ocultó a los ojos del mundo. Existe allí una inmensa franja de océano donde esconderse.

»Y esos refugiados se establecieron y ocasionalmente se dieron a conocer por medio de métodos secretos, reclutando en todos los puntos del planeta a los que, en menor medida, creían aún en lo que decían de los tiranos. Aquéllos les enseñaron una versión distorsionada de la historia, que luego fue transmitida también a sus hijos. Los confundieron los criminales, los asesinos, los lacayos de los tiranos, y, a medida que los hombres y mujeres murieron y el mundo siguió su marcha, los que habían huido fueron olvidados y, generación tras generación, todos creyeron con inocencia las mentiras que les habían contado.

»Vivimos en el presente, y los problemas del presente siempre son más inmediatos que los del pasado. Así es que, a lo largo de los años, en las mentes de los que habían sido (y todavía están) engañados, el Dominio ha pasado a representar el mal, un mal que ya destruyó el mundo en una ocasión. Nuestros abuelos siempre rememoran los tiempos dorados de su juventud, y fue así como generaciones de herejes han sido alejadas de la verdadera senda. Consideran que hemos destruido un mundo que jamás existió, que ensombrecimos los nombres de los que fueron, en realidad, tiranos y asesinos.

»Con demasiada frecuencia esa versión ha sido combatida con intolerancia, recelo y una desenfrenada persecución. Luchamos contra el mal en todas sus manifestaciones y olvidamos que siempre existen líderes y seguidores. Nos remontamos a los relatos de una era de odio y terror, y juzgamos a los que han imitado sus costumbres. No es común que nos preguntemos por qué esas costumbres han persistido durante tanto tiempo, ni por qué esas voces del pasado tienen aún seguidores.

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