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Authors: Kerstin Gier

Esmeralda (46 page)

—¡En el oncólogo! —le expliqué—. Hemos tratado de hacerle ver a la tía Glenda con mucho tacto que también podía haber otras razones para el malestar, la cara verdosa, el malhumor y los terribles dolores de cabeza de Charlotte; pero la resaca no entra dentro de los esquemas de mi tía, especialmente cuando se está hablando de su perfecta hija. Está absolutamente convencida de que Charlotte tiene leucemia o un tumor cerebral. Y esta mañana tampoco estaba dispuesta a creer en una curación milagrosa, a pesar de que le había pasado discretamente un folleto sobre los adolescentes y el alcohol.

Leslie rió entre dientes.

—Sé que no debería sentirme así, pero supongo que una también puede alegrarse un poco de las desgracias de los demás sin acumular enseguida un mal karma, ¿no? Solo un poco. Solo por hoy. A partir de mañana seremos muy amables con Charlotte. Tal vez podríamos presentársela a mi primo…

—Sí, si quieres ir al infierno, puedes hacerlo tranquilamente.

Estiré el cuello para mirar hacia el nicho de James por encima de las cabezas de los alumnos. Estaba vacío. Aunque era lo que esperaba, sentí una punzada en el corazón.

Leslie me apretó la mano.

—No está, ¿verdad?

Sacudí la cabeza.

—Supongo que eso significa que el plan ha funcionado. Gideon se convertirá en un buen médico —dijo Leslie.

—Ahora no te pondrás a llorar por ese zopenco esnob, ¿no? —Xemerius dio una voltereta en el aire sobre mi cabeza—. Gracias a ti podrá disfrutar de una vida larga y plena, en la que sin duda volverá locas a un montón de personas.

—Sí, lo sé —dije, y me froté disimuladamente la nariz. Leslie me tendió un pañuelo. Vio a Raphael y le hizo señas con la mano.

—Y, además, aún sigues teniéndome a mí para el resto de la eternidad. —Xemerius me rozó con una especie de beso húmedo—. Yo soy mucho más interesante. Y más peligroso. Y más útil. Y seguirás teniéndome a tu lado aun en el caso de que tu inmortal novio, dentro de doscientos o trescientos años, cambie de idea y empiece a sonreírle a una nueva. Yo soy el más fiel, el más bello y el más inteligente acompañante que se pueda desear.

—Sí, lo sé —dije de nuevo mientras observaba al pasar cómo Raphael y Leslie se saludaban dándose los tres besitos de rigor en las mejillas a la manera francesa. De algún modo consiguieron que sus cabezas chocaran durante la maniobra.

Xemerius sonrió con picardía.

—Pero si de todos modos te sientes sola, ¿qué te parecería tener un gato?

—Más tarde tal vez —dije—. Cuando ya no viva en casa y tú te portes… —me interrumpí a media frase. Ante mí, saliendo directamente de la pared de la clase de mistress Counter, se había materializado una figura oscura. De un raído manto de terciopelo sobresalía un cuello delgado y reseco, y por encima me miraban con fijeza los ojos negros, cargados de odio, del conde di Madrone, alias Darth Vader, que inmediatamente empezó a declamar con su voz ronca:

—¡Por fin os he encontrado, demonio de los ojos de zafiro! Sin descanso he recorrido los siglos, y en todas partes os busqué a vos y a vuestros semejantes, pues juré que os daría muerte y un Madrone siempre cumple su palabra.

—¿Un amigo tuyo? —me preguntó Xemerius mientras yo seguía petrificada de espanto.

—Aaargh. —El fantasma emitió un bramido, y acto seguido desenvainó la espada y se dirigió hacia mí tambaleándose—. ¡Vuestra sangre empapará la tierra, demonio! Las espadas de la Alianza Florentina perforarán vuestra carne…

Levantó la espada para descargar un golpe que me hubiera cercenado el brazo si no hubiera sido una espada fantasma. Pero, aun así, me estremecí del susto.

—Eh, eh, amiguito, tómatelo con calma ¿quieres? —dijo Xemerius, y aterrizó a mis pies—. Está claro que no tienes ni la más remota idea de lo que es un demonio y lo que no. Esta de aquí es una persona (aunque una persona bastante especial) y tu estúpida espada fantasma no puede hacerle absolutamente nada. Pero si quieres matar daimones, estaré encantado de que pruebes suerte conmigo.

Por un instante Darth Vader pareció desconcertado, pero enseguida se recuperó y anunció jadeando en tono decidido:

—No me apartaré del lado de esta criatura demoníaca hasta que haya cumplido con mi deber. Estaré siempre junto a ella para maldecir el aire que respira.

Suspiré. Qué idea más espantosa. Ya estaba viendo a Darth Vader tambaleándose junto a mí y escupiendo amenazas terroríficas por el resto de mi vida. Suspendería los exámenes porque él estaría roncándome cosas al oído todo el rato, me fastidiaría el baile de fin de estudios y mi boda y…

Por lo visto, Xemerius estaba pensando algo parecido, porque me miró desde abajo con cara de inocencia y me dijo:

—Por favor, ¿me lo puedo comer?

Le sonreí.

—¡Ya que me lo preguntas tan amablemente, me siento incapaz de decir que no!

Extracto de la
Gaceta Social
de Londres

Diario de lady Danbury

24 de abril de 1785

Lord y lady Pimplebotton han dado a conocer este fin de semana el compromiso de su hijo mayor James Pimplebottom con miss Amelia, la hija menor del vizconde Mountbatton, una noticia que de todos modos no ha sido una sorpresa para nadie, ya que desde hace meses algunos observadores habían hecho alusión a la existencia de una relación de afecto entre ambos jóvenes y, según ciertos rumores, recientemente habían sido vistos en el baile de Claridge (como ya informamos) dándose las manos, muy acaramelados, en el jardín.

James Pimplebotton, que no destaca solo por su agradable aspecto y sus impecables modales entre el por desgracia escaso número de gentlemen de buena posición de edad casadera, es además un destacado jinete y espadachín, mientras que su futura esposa se caracteriza por su exquisito gusto en el vestir y su loable inclinación por las causas benéficas.

La boda de la pareja se celebrará en julio en la residencia campestre de los Pimplebotton.

Epílogo

14 de enero de 1919

—Precioso, querida. Estos tonos discretos resultan elegantes y cálidos al mismo tiempo. Ha valido la pena traer la tela de cortina de Italia, ¿no te parece?

Lady Tilney, que se había paseado por el salón examinándolo todo, se acercó a la ancha chimenea y rectificó la posición de las fotografías colocadas en marcos de plata. Lucy rezó para que no se le ocurriera pasar su enguantado índice por la repisa y luego le reprochara que no vigilaba con bastante atención a la criada. Lo que definitivamente era el caso.

—Bien, debo decir que la decoración realmente tiene estilo —continuó lady Tilney—. El salón es la tarjeta de visita de un hogar, y aquí se ve enseguida que la señora de la casa es una mujer de gusto.

Paul intercambió una mirada divertida con Lucy y obsequió a lady Tilney con uno de sus abrazos de oso.

—Vamos, Margret —dijo sonriendo—, ahora no hagas como si todo esto fuera obra de Lucy. En realidad fuiste tú la que eligió personalmente cada lámpara y cada cojín. Por no hablar de las broncas que le dedicaste al tapicero. Y nosotros ni siquiera podemos tomarnos la revancha ayudándote a montar una estantería de Ikea.

Lady Tilney arrugó la frente.

—Mis disculpas, jefa.

Paul se inclinó y colocó otro tronco en el fuego crepitante.

—¡Lo malo es que esa horrible pintura distorsionada estropea todo el efecto de mi composición! —Lady Tilney señaló el cuadro que adornaba la pared de enfrente—. ¿No podríais al menos colocarlo en otra habitación…?

—Margret, eso es un auténtico Modigliani —dijo Paul pacientemente—. Dentro de cien años valdrá una fortuna. Lucy estuvo lanzando chillidos media hora seguida cuando lo descubrió en París.

—Eso no es verdad. Como máximo un minuto —le contradijo Lucy—. En todo caso, con él quedará asegurado el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos. Con él y con el Chagall que cuelga en la escalera.

—Como si tuvierais necesidad de esas cosas —dijo lady Tilney—. Seguro que tu libro se convertirá en un best-seller, Paul, y sé que los servicios secretos os pagan un sueldo impresionante por vuestros servicios. Algo que, por otra parte, está más que justificado si se piensa en todo lo que llegáis a hacer. —Sacudió la cabeza—. Aunque no puedo aprobar que Lucy ejerza este oficio tan peligroso. Sueño con el día en que por fin lleve una vida un poco más casera. Lo que, gracias a Dios, de hecho no tardará en ocurrir.

—Yo, por mi parte, apenas puedo esperar a que por fin se invente la calefacción central. —Lucy se dejó caer, temblando de frío, en uno de los sillones junto a la chimenea—. Por no hablar de otras cosas. —Miró hacia el reloj de la repisa—. Estarán aquí dentro de diez minutos —dijo nerviosa—. Luisa podría ir empezando a poner la mesa. —Miró a Paul—. ¿Tú qué piensas, Paul? ¿Cómo crees que recibirá Gwendolyn la noticia de que va a tener un hermanito? Quiero decir que debe de ser una sensación extraña, ¿no? —Se pasó la mano por el vientre, ligeramente abombado—. Cuando nuestro hijo tenga hijos, estos se habrán hecho mayores antes de que Gwenny haya nacido siquiera. Y también es posible que esté celosa. Al fin y al cabo, la abandonamos siendo un bebé, y si ahora ve…

—Seguro que se alegrará —dijo Paul interrumpiendo el torrente de palabras. Le puso una mano en el hombro y la besó con ternura en la mejilla—. Gwendolyn es una persona tan generosa y encantadora como tú. Y como Grace. —Se aclaró la garganta para disimular su repentino enternecimiento—. Me da mucho más miedo el momento en que Gwendolyn y el pequeño granuja me comuniquen que voy a ser abuelo —dijo a continuación—. Espero que aún se tomen unos años de tiempo.

—¡Perdón! —Era la doncella—. ¡Me había olvidado! ¿Debo poner la mesa en el comedor o aquí, mistress Bernhard?

Antes de que Lucy pudiera responder, lady Tilney cogió aire indignada y le dijo en tono severo:

—En primer lugar, debe usted llamar a la puerta. En segundo lugar, debe esperar a que le digan «Adelante». En tercer lugar, no debería presentarse ante sus señores con el cabello revuelto. Y en cuarto lugar, no se dice mister y mistress Bernhard, sino «Ma’am y sir». ¿Lo ha comprendido?

—Sí, Ma'am —respondió la doncella amedrentada—. Si le parece, voy a traer el pastel.

Lucy la miró mientras se alejaba.

—Creo que nunca conseguiré acostumbrarme a este nombre —dijo suspirando.

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