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Authors: Brandon Sanderson

Tags: #Fantástico

El Héroe de las Eras (19 page)

Elend asintió:

—Mientras que nosotros tenemos todos los suministros que encontramos en los depósitos de almacenaje. Si bloqueamos la carretera y nos hacemos con el canal, ellos tendrán que rendir la ciudad tarde o temprano. Aunque hayan encontrado el depósito, cosa que dudo, podremos superarlos.

Ham frunció el ceño:

—Supongo…

—Además —añadió Elend—, si las cosas se ponen feas, tenemos unos veinte mil koloss a los que podemos recurrir.

Ham arqueó una ceja, aunque no dijo nada. La implicación quedó clara.
¿Volverías a los koloss contra otras personas?

—Hay un elemento más —dijo Sazed en voz baja—. Algo que hasta ahora no hemos discutido.

Varias personas se volvieron, como si hubieran olvidado que estaba allí.

—Las brumas —dijo Sazed—. Ciudad Fadrex se encuentra más allá del perímetro de las brumas, emperador Venture. ¿Someterás a tu ejército a un quince por ciento de bajas antes de poder llegar siquiera a la ciudad?

Elend guardó silencio. Hasta ahora, había conseguido mantener a la mayor parte de sus soldados fuera de las brumas. A Vin no le parecía bien que su ejército se hubiera protegido de la enfermedad, mientras que los aldeanos habían sido obligados a internarse en las brumas. Y sin embargo, donde estaban acampados, había aún una cantidad significativa de luz diurna sin bruma, y también tenían suficientes tiendas para albergar a los soldados, algo de lo que carecían cuando trasladaban a los aldeanos.

Las brumas rara vez penetraban en las edificaciones, incluso en las de lona. No había habido ningún motivo para arriesgarse a matar a algunos de los soldados, ya que habían podido evitarlo. A Vin le parecía hipócrita, pero hasta ahora había tenido sentido.

Elend miró a Sazed a los ojos.

—Es un buen argumento —dijo—. No podemos proteger eternamente a los soldados. Obligué a los aldeanos de Vetitan a inmunizarse; y sospecho que tendré que hacer lo mismo con el ejército, por los mismos motivos.

Vin continuó callada. A menudo anhelaba los días en que no tenía nada que ver con la toma de decisiones… o, mejor todavía, los días en que Elend no se veía obligado a tomarlas.

—Marcharemos hacia Fadrex —repitió Elend, volviéndose. Señaló el mapa—: Si vamos a superar esto, y me refiero a todos los habitantes del Nuevo Imperio, vamos a tener que agruparnos y concentrar nuestras poblaciones cerca de la Dominación Central. Será el único lugar donde podrá cultivarse comida este verano, y necesitaremos toda la mano de obra que podamos encontrar para despejar ceniza y preparar los campos. Eso significa tomar bajo nuestra protección a la gente de Fadrex.

—También significa —añadió, señalando la sección noreste del mapa— que tendremos que reprimir la rebelión en Urteau. La ciudad no sólo contiene un depósito de almacenaje, con grano que necesitamos desesperadamente para una segunda plantación en la Dominación Central, sino que los nuevos legisladores de la ciudad están formando un ejército. Urteau está peligrosamente cerca de Luthadel, como descubrimos cuando nos atacó mi padre. No consentiré que eso se repita.

—No tenemos suficientes soldados para marchar sobre ambos frentes a la vez, El —protestó Ham.

Elend asintió:

—Lo sé. De hecho, prefiero evitar marchar sobre Urteau. Era la sede de mi padre… la gente tenía buenos motivos para rebelarse contra él. Demoux, ¿informe?

Demoux se levantó:

—Tenemos un mensaje inscrito en acero de Fantasma mientras Su Majestad estaba fuera. El muchacho dice que la facción que controla Urteau está compuesta por rebeldes skaa.

—Eso parece prometedor —advirtió Brisa—. Nuestro tipo de gente.

—Son… algo rudos con los nobles, Lord Brisa —explicó Demoux—. E incluyen en ese grupo a todo el que tenga parientes nobles.

—Un poco extremista, creo yo —dijo Ham.

—Mucha más gente pensaba que Kelsier era extremista —repuso Brisa—. Estoy seguro de que podremos hacer entrar en razón a esos rebeldes.

—Bien —concluyó Elend—, porque cuento contigo y con Sazed para tener a Urteau bajo control sin hacer uso de la fuerza. Sólo hay cinco depósitos, y no podemos permitirnos perder uno. Quién sabe qué descubriremos en Fadrex… puede que tengamos que volver a los otros depósitos para encontrar algo que pasamos por alto.

Se volvió y miró primero a Brisa, luego a Sazed.

—No podemos sacar la comida de Urteau —advirtió—. Si la rebelión de esa ciudad se extiende, todo el imperio se haría añicos. Tenemos que poner a esa gente de nuestro lado.

Los miembros del consejo asintieron, igual que Vin. Sabían por experiencia personal cuánto poder podía ejercer contra un imperio una pequeña rebelión.

—El asedio de Fadrex podría llevarnos algún tiempo —dijo Elend—. Mucho antes de que llegue el verano, quiero que hayáis asegurado ese depósito del norte y sometido la rebelión. Enviad las semillas a la Dominación Central para plantarlas.

—No te preocupes —señaló Brisa—. He visto el tipo de gobiernos que emplazan los skaa… para cuando lleguemos, la ciudad estará ya al borde del colapso de todas formas. ¡Es posible que se sientan aliviados al recibir una oferta para unirse al Nuevo Imperio!

—Sed cautelosos —sugirió Elend—. Los informes de Fantasma han sido escasos, pero parece que las tensiones en la ciudad son extremas. Enviaremos unos pocos cientos de soldados con vosotros como protección.

Miró de nuevo el mapa, entornando levemente los ojos:

—Cinco depósitos, cinco ciudades. De algún modo, Urteau forma parte de todo esto. No podemos permitirnos perderla.

—Majestad, ¿es necesaria mi presencia en ese viaje? —preguntó Sazed.

Elend frunció el ceño y lo miró:

—¿Tienes algo mejor que hacer, Sazed?

—Hay estudios que quisiera realizar.

—Como siempre, respeto tus deseos —recordó Elend—. Si crees que esos estudios son importantes…

—Son de naturaleza personal, majestad.

—¿Podrías hacerlos mientras ayudas en Urteau? —propuso Elend—. Eres terrisano, y eso te concede una credibilidad que ninguno de nosotros puede reclamar. Además, la gente te respeta y confía en ti, Sazed… con buenos motivos. Brisa, por otro lado, tiene una especie de… reputación.

—Trabajé duro para labrármela, ya sabes —dijo Brisa.

—Me gustaría tenerte al frente de ese equipo, Sazed. No se me ocurre un embajador mejor que el Sagrado Testigo.

Fue imposible leer la expresión de Sazed.

—Muy bien —dijo por fin—. Haré lo que pueda.

—Bien —asintió Elend, volviéndose para mirar al resto del grupo—. Entonces hay una última cosa que tengo que pediros a todos.

—¿Cuál? —preguntó Cett.

Elend vaciló unos instantes, mirando por encima de sus cabezas, con aspecto pensativo.

—Quiero que me habléis del Superviviente —dijo por fin.

—Era el señor de las brumas —respondió Demoux de inmediato.

—No me vengáis con retórica —protestó Elend—. Que alguien me hable del hombre, Kelsier. No llegué a conocerlo, lo sabéis. Lo vi una vez, justo antes de que muriera, pero no lo conocí.

—¿Y qué sentido tiene? —preguntó Cett—. Todos hemos oído las historias. Es prácticamente un dios, si haces caso a los skaa.

—Haced lo que os pido.

La tienda permaneció unos instantes en silencio. Finalmente, Ham intervino:

—Kell era… grandioso. No era sólo un hombre, era mucho más. Todo lo que hacía era grande: sus sueños, su forma de hablar, su manera de pensar…

—Y no era falso —añadió Brisa—. Noto cuándo un hombre es falso. En realidad, por eso empecé a trabajar con Kelsier. Entre tanta gente falsa, él era auténtico. Todos querían ser el mejor. Kelsier lo era.

—Era un hombre —dijo Vin en voz baja—. Sólo un hombre. Sin embargo, siempre se sabía que iba a tener éxito. Te hacía ser lo que quería que fueras.

—Para así poder usarte —repuso Brisa.

—Pero eras mejor cuando acababa contigo —añadió Ham.

Elend asintió lentamente:

—Ojalá lo hubiera conocido. Al principio de mi carrera, siempre me comparaba con él. Cuando oí hablar de Kelsier, él ya se estaba convirtiendo en una leyenda. Era injusto obligarme a intentar ser él, pero me preocupaba de todas formas. Bueno, los que lo conocisteis, tal vez podáis contestarme a otra pregunta. ¿Qué creéis que diría, si nos viera ahora?

—Estaría orgulloso —dijo Ham al momento—. Quiero decir, derrotamos al Lord Legislador y construimos un gobierno skaa.

—¿Y si nos viera en esta reunión?

Volvieron a guardar silencio. Cuando alguien dijo en voz alta lo que todos estaban pensando, fue quien Vin menos esperaba.

—Nos diría que riéramos más —susurró Sazed.

Brisa se echó a reír:

—Estaba completamente loco, ¿sabes? Cuanto peores se volvían las cosas, más se reía. Recuerdo lo alegre que estaba el día después de una de nuestras peores derrotas, cuando perdimos la mayor parte de nuestro ejército de skaa ante ese necio de Yeden. Kell entró, con paso vivo, y soltó uno de sus chistes tontos.

—Parece insensible —dijo Allrianne.

Ham negó con la cabeza:

—No. Sólo era decidido. Siempre decía que la risa era algo que el Lord Legislador jamás podría arrebatarle. Planeó y llevó a cabo el derrocamiento de un imperio de mil años, y lo hizo como una especie de… penitencia por dejar que su esposa muriera pensando que la odiaba. Pero lo hizo todo con una sonrisa en los labios. Como si cada chiste fuera su forma de abofetear al destino en la cara.

—Necesitamos lo que él tenía —dijo Elend.

Todos volvieron los ojos hacia él.

—No podemos seguir haciendo esto —dijo Elend—. Discutimos entre nosotros, nos desanimamos, viendo caer la ceniza, convencidos de que estamos condenados.

Brisa se echó a reír.

—No sé si notaste el terremoto de hace unos minutos, mi querido amigo, pero el mundo parece estar llegando a su fin. Es un hecho indiscutiblemente deprimente.

Elend negó con la cabeza:

—Podemos sobrevivir a esto. Pero la única forma en que sucederá es si nuestra gente no se rinde. Necesitan líderes que rían, líderes que sientan que esta batalla se puede ganar. Así que esto es lo que os pido. No me importa si sois optimistas o pesimistas, no me importa si os preocupáis en secreto o si pensáis que todos estaremos muertos antes de que acabe el mes. Por fuera, quiero veros sonriendo. Hacedlo de forma desafiante, si es necesario. Y si llega el final, quiero que este grupo se enfrente a ese final sonriendo. Como nos enseñó el Superviviente.

Lentamente, los miembros de la antigua banda asintieron. Incluso Sazed, aunque su rostro parecía preocupado.

Cett simplemente sacudió la cabeza:

—Estáis locos. Nunca sabré cómo he acabado con vosotros.

Brisa se rio:

—Eso es mentira, Cett. Sabes exactamente cómo acabaste uniéndote a nosotros. ¡Amenazamos con matarte si no lo hacías!

Elend miraba a Vin. Ella lo miró a los ojos, y asintió. Había sido un buen discurso. No estaba segura de que sus palabras fueran a cambiar nada: la banda nunca volvería a ser lo que había sido, riendo cada noche a sus anchas en torno a la mesa de Clubs. Sin embargo, tal vez si recordaban la sonrisa de Kelsier, sería menos probable que olvidaran por qué seguían luchando.

—Muy bien, gente —culminó Elend—. Empecemos los preparativos. Brisa, Sazed, Allrianne… necesito que habléis con los escribas para calcular los suministros de vuestro viaje. Ham, envía un mensajero a Luthadel y dile a Penrod que ponga a sus estudiosos a trabajar en plantas de cultivo que puedan crecer con muy poca luz. Demoux, transmite la noticia a los hombres. Partimos mañana.

Capítulo 13

Debido a su conexión con la sangre, se llama hemalurgia. No es una coincidencia, creo yo, que la muerte esté siempre implicada en el traspaso de poder a través de la hemalurgia. Marsh lo describió una vez como un proceso «sucio». Tampoco es el adjetivo que yo habría elegido. No es lo bastante preocupante.

Me estoy perdiendo algo
, pensó Marsh.

Estaba sentado en el campamento de koloss. No se había movido durante horas. La ceniza lo cubría como si fuera una estatua. Últimamente, la atención de Ruina estaba centrada en otra parte, y Marsh se había quedado cada vez con más tiempo para sí mismo.

Sin embargo, no se debatía. Debatirse tan sólo atraería la atención de Ruina.

¿No es eso lo que quiero?
, pensó.
¿Ser controlado?
Cuando Ruina lo obligaba a ver las cosas a su modo, el mundo agonizante parecía maravilloso. Esa dicha era muy superior al temor que sentía mientras estaba sentado en este tocón, consumiéndose lentamente en la ceniza.

No. ¡No, no es eso lo que quiero!
Era dicha, cierto, pero era falsa. Igual que una vez se debatió contra Ruina, ahora se debatía contra su propia sensación de inevitabilidad.

¿Qué me estoy perdiendo?
, pensó de nuevo, distrayéndose. El ejército de koloss, trescientas mil criaturas, no se había movido desde hacía semanas. Sus miembros se mataban entre sí lenta, pero implacablemente. Parecía un despilfarro de recursos dejar que el ejército se anquilosara, aunque al parecer las criaturas podían comer incluso las plantas muertas que había entre las cenizas para así sobrevivir.

No podrán vivir mucho tiempo a base de eso, ¿no?
No sabía mucho de los koloss, a pesar de haber pasado casi un año con ellos. Parecían capaces de comer casi cualquier cosa, como si sólo llenar sus estómagos fuera más importante que la nutrición real.

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