El beso de la mujer araña (9 page)

neros gritan que es favorable y va a zarpar el velero, y ella baja por el muelle hasta la arena, y levanta la flor que es hermosa, fingida en terciopelo. Y canta.

—¿Qué dice?

—Andá a saber…, porque no traducían las canciones. Pero era triste, como de persona que ha perdido su gran amor y quiere resignarse pero no puede, y que se deja llevar por el destino. Sí, debía ser eso, porque ella cuando le dicen que el viento es favorable se sonríe muy triste, porque la lleve donde la lleve el viento ya le da igual. Y así cantando se vuelve al velero, que poco a poco va saliendo por un costado del escenario, con ella en la popa que sigue con la mirada perdida detrás de las palmeras, que es donde empieza lo más negro de la selva.

—Ella siempre termina con la mirada perdida.

—Pero vos no sabés los ojos que tiene esa mujer, muy negros, sobre esa piel tan blanca. Y me olvidaba lo mejor: cuando ya aparece al final en la popa del velero, se ha puesto la flor de terciopelo en el cabello, a un costado, y no se sabe qué es más suave, si el terciopelo de la orquídea o el cutis de ella, que es como de pétalo de alguna flor, de una magnolia pienso yo. Y después siguen aplausos y escenas cortas de ellos dos que son muy felices, de tarde en las carreras de caballos, ella toda de blanco con una capelina transparente y él con galera, y después brindando en un yate que corre por el río Sena, y después él de smoking que en el reservado de una boite rusa apaga los candelabros y en la penumbra abre un estuche y saca un collar de perlas que no se sabe cómo pero aunque esté oscuro brilla bárbaramente, por trucos del cine. Bueno, y después ya viene una escena en que ella se está desayunando en su cama, cuando la mucama le viene a anunciar que está abajo esperándola un pariente, que acaba de llegar de Alsacia. Y que está con otro señor más. Ella baja con un déshabillé de satén a franjas negras y blancas, es en la casa de ella la escena. El muchachito es un primo joven, vestido muy sencillo, pero el que está con él es… el rengo.

—¿Qué rengo?

—Aquel que pisó con el auto a la corista. Y empiezan a hablar y el primo le dice que le han pedido un gran favor, que es hablarle a ella, como francesa, para ayudarlos en una misión. Ella pregunta qué misión, y le contestan que la que había empezado la corista rubia, y que se negó a terminar. Porque ellos son del maquis. Ella se muere de miedo pero consigue disimular. Le piden que revele un importante secreto, que averigüe dónde está un gran arsenal de armas de los alemanes ahí en Francia, para que los enemigos de los nazis puedan bombardearlos. Y la rubia corista estaba en esa misión, porque era del maquis, pero después de entrar en relaciones con el teniente se enamoró y no cumplió con la misión, que fue por lo que la mataron, antes de que los denunciara a las autoridades de ahí de la ocupación. Entonces el rengo le dice que ella debe ayudarlos, y ella dice que tiene que pensarlo, que ella no sabe nada de esas cosas. Entonces el rengo le dice «es mentira», porque el jefe del contraespionaje alemán está enamorado de ella, y entonces no le costaría nada sacarle los datos. Ella se arma de valor y le dice al rengo que no, definitivamente, porque no tiene temperamento para esas cosas. Entonces el rengo le dice que si ella no se presta… se van a ver obligados a tomar represalias. Ella entonces ve que el primo está con la vista baja, que le tiemblan las mandíbulas, y tiene la frente perlada de sudor. ¡Y es que lo han traído de rehén! Entonces el rengo le aclara que el pobre muchacho no ha hecho nada, que su único delito es ser pariente de ella. Porque los sinvergüenzas se fueron hasta el pueblo en Alsacia donde estaba el pobre muchachito y se lo trajeron, qué sé yo, bajo falsas excusas. La cuestión es que si ella no los ayuda, ellos, los maquis, lo matan al muchachito que es inocente de todo. Entonces ella promete que va a hacer lo posible. Y así es. La próxima vez que se encuentran ella y el oficial alemán, en la casa de él empieza a revisar cajones, pero todo con un miedo bárbaro porque está el mayordomo que desde el primer momento la miró mal a ella, y parece que no le pierde pisada. Pero hay una escena en que ella está almorzando en el jardín con el oficial y otros más, y el mayordomo, que es alemán, recibe la orden del oficial de ir a la bodega a buscar un vino rarísimo, ¡ah!, me olvidaba decirte, porque ella es la que se lo pide, un vino que el mayordomo solamente sabe donde está. Entonces cuando el tipo se va, ella se sienta al piano de cola blanco que hay en un salón de esos que ya te conté, y se la ve detrás de una cortina de encaje blanco. Ella misma se acompaña al piano porque él le ha pedido que les cante. Pero ella ya ha preparado un truco, y pone un disco de ella, también acompañada al piano, y mientras, se mete en el gabinete privado de él, y empieza a buscar papeles. Pero el mayordomo resulta que se ha olvidado las llaves, cuando llega a la puerta del sótano donde está la bodega, y se vuelve a buscarlas, y al pasar por esa balaustrada donde empieza el jardín mira por el ventanal y a través de la cortina de encaje no se alcanza a ver si ella está sentada al piano o no. A todo esto el oficial está en el jardín, se ha quedado conversando con otros jerarcas, que es un jardín francés, con canteros sin flores, pero con ligustros todos cortados con formas muy raras, como obeliscos.

—Eso es un jardín alemán, de Sajonia más exactamente.

—¿Cómo sabés?

—Porque los jardines franceses tienen flores, y las líneas son geométricas, pero tienden un poco al firulete. Ese jardín es alemán, y la película se ve que fue hecha en Alemania.

—¿Y vos cómo sabés esas cosas? Esas cosas son de mujer…

—Se estudian en arquitectura.

—¿Y vos estudiaste arquitectura?

—Sí.

—¿Y te recibiste?

—Sí.

—¿Y recién ahora me lo decís?

—No venía al caso.

—¿No era que habías estudiado ciencias de la política?

—Sí, ciencias políticas. Pero seguí con la película, otro día te cuento. Y el arte no es cosa de mujer.

—Un día de estos se va a descubrir que sos más loca que yo.

—Puede ser. Pero ahora seguí con la película.

—Bueno, entonces el mayordomo oye que ella canta pero que no está en el piano, y se mete a ver dónde está ella. Y ella justo está en el gabinete revolviendo todos los papeles, ¡ah!, porque antes se consiguió la llavecita del escritorio, se la sacó al oficial, y encuentra el plano de la zona donde están todos los armamentos escondidos, el arsenal alemán, y en eso oye pisadas y se alcanza a esconder en el balcón adonde da el gabinete, ¡pero que está a la vista de los jerarcas reunidos en el jardín! Así que está entre dos fuegos, porque si los del jardín miran la van a ver. El mayordomo entra al gabinete y mira, ella contiene la respiración, y está nerviosísima porque sabe que el disco se va a terminar, y en esa época sabés que los discos eran de una canción no más, no había longplay. Pero el mayordomo sale y ella al instante también, que justo está por terminar la canción. Y todos los jerarcas la están escuchando encantados, y cuando termina el disco se levantan a aplaudirla y ella ya está sentada al piano y todos se creen que no era el disco, que era ella la que cantaba. Y lo que sigue es el encuentro de ella con el rengo y el muchachito, para darles los planos de los alemanes. La cita es en un museo, fantástico de grande, con animales antediluvianos, y todos unos cristales enormes que sirven de pared, y dan al río Sena, y cuando se encuentran ella le dice al rengo que ya tiene la información, y el rengo que se siente triunfante le empieza a decir que ése será el primero de los trabajos que ella haga para los maquis, porque la que entra de espía ya no puede salir más, entonces ella está por no decirle el dato, pero lo mira al muchachito que tiembla, y se lo dice, un nombre de una región de Francia y la aldea exacta donde está el arsenal. Entonces el rengo que es un sádico le empieza a decir que el oficial alemán la odiará con toda su alma cuando se entere de la traición de ella. Y no me acuerdo cuántas cosas más. Entonces el muchachito ve a Leni que se desespera, que se pone lívida de indignación, entonces el muchachito mira por el ventanal, que ellos están bien al lado del vidrio, y en un quinto o sexto piso de ese museo inmenso, y antes de que el rengo atine a nada el muchachito lo agarra y lo empuja para que el rengo rompa el cristal y caiga al vacío, pero el rengo se resiste y el muchachito entonces se sacrifica y se tira junto con el rengo, pagando con la propia vida. Ella se mezcla entre la gente que corre a ver qué pasó y como está con un sombrero con velo nadie la reconoce. Qué bueno el muchachito, ¿verdad?

—Bueno con ella, pero traidor a su país.

—Pero el pibe se daba cuenta que los maquis eran unos ma- fiosos, tenés que ver las cosas que se saben más adelante en la película.

—¿Vos sabés lo que eran los maquis?

—Sí, ya sé que eran los patriotas, pero en la película no. Vos dejame seguir. Entonces… ¿qué era lo que seguía?

—Yo no te entiendo.

—Es que la película era divina, y para mí la película es lo que me importa, porque total mientras estoy acá encerrado no puedo hacer otra cosa que pensar en cosas lindas, para no volverme loco, ¿no?… Contestame.

—¿Qué querés que te conteste?

—Que me dejes un poco que me escape de la realidad, ¿para qué me voy a desesperar más todavía?, ¿querés que me vuelva loco? Porque loca ya soy.

—No, en serio, está bien, es cierto que acá te podés llegar a volver loco, pero te podés volver loco no sólo desesperándote… sino también alienándote, como hacés vos. Ese modo tuyo de pensar en cosas lindas, como decís, puede ser peligroso.

—¿Por qué?, no es cierto.

—Puede ser un vicio escaparse así de la realidad, es como una droga. Porque escuchame, tu realidad,
tu realidad,
no es solamente esta celda. Si estás leyendo algo, estudiando algo, ya trascendés la celda, ¿me entendés? Yo por eso leo y estudio todo el día.

—Política… Así va el mundo, con los políticos…

—No hables como una señora de antes, porque no sos ni señora… ni de antes; y contame un poco más de la película, ¿falta mucho para terminar?

—¿Por qué?, ¿te aburre?

—No me gusta, pero estoy intrigado.

—Si no te gusta, entonces no te cuento más.

—Como quieras, Molina.

—Claro que terminarla esta noche sería imposible, falta mucho, casi como la mitad.

—Me interesa como material de propaganda, nada más. Es un documento en cierta forma.

—De una vez, ¿te la sigo o no te la sigo?

—Seguí un poco.

—Ahora suena como si me hicieras vos un favor a mí. Acor- date que fuiste vos el que me pidió que no tenías sueño y te contara algo.

—Y te lo agradezco mucho, Molina.

—Pero ahora me desvelé yo, me embromaste bien.

—Entonces contame un poco más y nos va a venir el sueño a los dos, si Dios quiere.

—Los ateos no hacen más que nombrar a Dios todo el tiempo.

—Es un modo de decir. Vamos, contá.

—Bueno, ella sin decir nada de lo que pasó le pide al oficial alemán que la cobije en su casa, porque ella está aterrada de miedo a los maquis. Mirá, esa escena es bárbara, porque yo no te dije que él toca el piano también, está con una robe de chambre de brocato que no te digo lo que era, ¡y cómo le quedaba!, con un pañuelo de seda blanco en el cuello. Y con la luz de los candelabros él está tocando algo un poco triste, porque me olvidé de decirte que ella está llegando tarde a la cita. Y él cree que ella no vuelve más. Ah, porque no te dije que ella del museo sale cuando no la ven y empieza a caminar como loca por todo París, porque está toda confundida, con la muerte del pobre muchachito, el primo joven al que quería tanto. Y se le va haciendo de noche, y sigue caminando por todos los lugares de París, por la torre Eiffel, y por las subidas y bajadas de los barrios bohemios, y la miran los pintores que pintan en la calle, y la miran las parejas bajo los faroles de las riberas del río Sena, porque ella va caminando como una pobre loca, como una sonámbula con el velo del sombrero levantado, ya no le importa que la reconozcan. Mientras tanto el muchacho está dando las órdenes de la cena para dos, con candelabros, y después se ve que las velas ya están consumidas por la mitad, y él está tocando el piano, esa especie de vals lento muy triste. Y es cuando ella entra. Él no se levanta a saludarla, sigue tocando en el piano un vals maravilloso que de muy triste se va haciendo más y más alegre, romántico que más no se puede pedir, pero bien bien alegre. Y ahí termina la escena, sin que él diga nada, se le ve la sonrisa de felicidad y se oye la música. Mirá… no te podés imaginar lo que es esa escena.

—¿Y después?

—Ella se despierta en una cama maravillosa, toda de raso claro, me imagino que sería entre rosa viejo y verdoso, capitoné, con sábanas de satén. Qué lástima da que algunas películas no sean en colores, ¿verdad?, y cortinas de tul a los lados del dosel, ¿me entendés?, y se levanta toda enamorada y mira por la ventana, y cae una garúa, va al teléfono, levanta el tubo y oye sin querer que él está hablando con alguien. Que están discutiendo qué castigo van a darle a unos acaparadores y mañosos. Y ella no puede creer sus oídos cuando él dice que les den pena de muerte, entonces ella espera que terminen de hablar y cuando cuelgan, ella también cuelga el aparato, para que no se den cuenta de que los ha estado escuchando. En eso él se aparece en el dormitorio y le dice que van a desayunar juntos. Ella está divina, reflejada en el cristal de la ventana todo mojado por la garúa, y le pregunta a él, si en realidad no le tiene miedo a nadie, como debe ser el soldado de la nueva Alemania, el héroe de que él le habló. Él le dice que si es por su patria, se atreve a cualquier desafío. Ella le pregunta entonces si no es por miedo que se mata a un enemigo indefenso, por miedo de que en algún momento se inviertan los papeles y haya que hacerle frente, mano a mano tal vez. Él le contesta que no comprende lo que ella dice. Entonces ella cambia de tema. Pero cuando ese día queda sola, llama al número de teléfono del rengo para ponerse en contacto con alguien del maquis, y dar el secreto del arsenal. Porque al haber oído que él es capaz de condenar a muerte a alguien, se le ha venido abajo como hombre. Y ya va al encuentro de uno del maquis, con cita en el teatro de ella donde están ensayando, para disimular y ella ve al hombre que se le acerca y él le hace la seña convenida, cuando llega alguien por el pasillo del teatro vacío y llama a la señora Leni. Y es que traen un telegrama de Berlín que ella es invitada a filmar una gran película en los estudios mejores de Alemania, y ahí mismo el que trae la invitación es un oficial del gobierno de ocupación y ella no le puede decir nada al maquis, y tiene que empezar inmediatamente los preparativos para irse a Berlín. ¿Te gusta?

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