Read El beso de la mujer araña Online
Authors: Manuel Puig
—¿No te cansás de leer?
—No. ¿Cómo te sentís?
—Me está viniendo una depresión bárbara.
—Vamos, vamos, no sea flojo compañero.
—¿No te cansás de leer con esta luz tan jodida?
—No, ya estoy acostumbrado. Pero de la barriga, ¿cómo te sentís?
—Un poco mejor. Contame qué estás leyendo.
—¿Cómo te voy a contar?, es filosofía, un libro sobre el poder político.
—Pero algo dirá, ¿no?
—Dice que el hombre honesto no puede abordar el poder político, porque su concepto de la responsabilidad se lo impide.
—Y tiene razón, porque todos los políticos son unos ladrones.
—Para mí es todo lo contrario, quien no actúa políticamente es porque tiene un falso concepto de la responsabilidad. Ante todo mi responsabilidad es que no siga muriendo gente de hambre, y por eso voy a luchar.
—Carne de cañón. Eso es lo que sos.
—Si no entendés nada calíate la boca.
—No te gusta que te digan la verdad…
—¡Qué ignorante! si no sabés no hables.
—Por algo te da tanta rabia…
—¡Basta! Dejame leer.
—Está bien. Algún día que vos estés mal yo te voy a hacer lo mismo.
—¡Molina, calíate de una vez!
—Está bien, en otro momento te voy a decir alguna cosa que otra.
—De acuerdo. Hasta luego.
—Hasta luego.
—explicación de la solterona, permiso para que la sirvienta se quede en la casa si no tiene donde ir a parar, la tristeza de la solterona y la tristeza de la sirvientita, suma de dos tristezas, mejor solas que reflejadas la una en la otra, si bien otras veces mejor juntas para compartir una lata de sopa que trae dos raciones. Invierno crudísimo, nieve por doquier, silencio profundo que trae la nieve, amortiguado por el manto blanco el ruido de un motor que se detiene allí frente a la casa, las ventanas empañadas por dentro y semicubiertas de nieve por fuera, el puño de la sirvienta frota un redondel en el vidrio, el muchacho de espaldas cerrando el coche, alegría de la sirvienta, ¿por qué?, pasos rápidos hasta la puerta, ¡voy volando a abrirle la puerta a ese muchacho tan alegre y buen mozo y que se venga acá con la novia mala!…, «¡¡ajjjü!, ¡perdóneme!», vergüenza de la sirvienta porque no piído contener un gesto de asco, mirada torva del pobre muchacho, su rostro de aviador sin miedo ahora cruzado por una cicatriz horrible. La conversación del muchacho con la solterona, el relato del accidente y de su actual colapso nervioso, la imposibilidad de volver al frente, la propuesta de alquilar la casa él solo, la pena de la solterona al verlo, la amargura del muchacho, las palabras secas a la sirvientita, las órdenes secas, «tráigame lo que le pido y déjeme solo, no haga ruido que estoy muy nervioso», la cara linda y alegre del muchacho en el recuerdo de la sirvientita y me digo yo: ¿qué es lo que la hace linda a una cara?, ¿por qué dan tantas ganas de acariciarla a una cara linda?, ¿por qué me dan ganas ele siempre tenerla cerca a una cara linda, de acariciarla, y de darle besos?, una cara linda tiene que tener una nariz chica, pero a veces las narices grandes también tienen gracia, y los ojos grandes, o que sean ojos chicos pero que sonríen, ojitos de bueno… Una cicatriz desde la punta de la frente que corta una ceja, corta el párpado, tajea la nariz y se hunde en el cachete del lado contrario, una tachadura encima de una cara, una mirada torva, mirada de malo, estaba leyendo un libro de filosofía y porque le hice una pregunta me echó una mirada torva, qué feo que alguien te eche una mirada torva, ¿qué es peor, que te echen una mirada torva, o que no te miren nunca?, mamá no me echó una mirada torva, me condenaron a ocho años por meterme con un menor de edad pero mamá no me echó una mirada torva, pero por culpa mía mamá se puede morir, el corazón cansado de una mujer que ha sufrido mucho, un corazón cansado, ¿de tanto perdonar?, tantos disgustos toda la vicia al lado de un marido que no la entendió, y después el disgusto de un hijo hundido en el vicio, y el juez no me perdonó ni un día, y delante de ella dijo que yo era de todo, lo peor, un puto asqueroso, para que no se me acercara ningún chico por eso me condenaba a ni un día menos de lo que decía la ley, y después que dijo todo eso mamá tenía los ojos fijos en el juez, llenos de lágrimas como si alguien se le hubiese muerto, pero cuando se dio vuelta y me miró me hizo una sonrisa, «los años pasan pronto y si Dios me ayuda yo voy a estar viva» y todo va a ser como si nada fuera, y cada minuto que pasa el corazón le late, ¿cada vez más débil?, qué miedo que el corazón se le canse y ya no le pueda más latir, pero yo no le dije ni una palabra a este hijo de puta, de mami ni una palabra le conté jamás, porque si se anima a decir una palabra tonta lo mato a este hijo de puta, ¿qué sabe él lo que es sentimientos?, ¿qué sabe lo que es morirse de pena?, ¿qué sabe él lo que es tener la culpa de que mi mami enferma se ponga cada vez más grave?, ¿mi mami está grave?, ¿se muere mi mami?, ¿no me va a esperar siete años hasta que yo salga?, ¿cumple la promesa el director de la penitenciaría?, ¿será cierto lo que me promete?, ¿indulto?, ¿reducción de pena?, un día ¡a visita de los padres del aviador herido, el aviador encerrado en su cuarto de la planta alta, «dígales a mis padres que no quiero verlos», la insistencia de los padres, una pareja de ricos copetudos y fríos cual témpano, la retirada de los padres, la llegada de la novia, «dígale a mi novia que no quiero verla», el ruego de la novia desde la escalera, «dejame querido que te vea porque te lo juro que no me importa nada de tu accidente», la hipócrita voz de la novia, la falsedad de todo lo que habla, la retirada brusca de la novia, el paso de los días, los dibujos que hace el muchacho encerrado en su estudio, la vista del bosque nevado desde la ventana, los primeros anuncios de la primavera, los brotes muy tiernos y verdes, algunos dibujos de árboles y nubes hechos al aire libre, la llegada de la sirvienta al bosque con café caliente y algunas rosquillas, una ocurrencia de la sirvienta sobre el dibujo colocado en el atrilcito, la sorpresa del muchacho herido, ¿qué era lo que le decía la chica sobre ese dibujo?, ¿por qué se da cuenta el muchacho en ese momento que la sirvientita tiene un alma fina?, ¿qué pasa que a veces alguien dice algo y conquista para siempre a otra persona?, ¿qué era lo que le decía la sirvientita sobre ese dibujo?, ¿cómo consiguió que él se diera cuenta de que ella era algo más que una sirvienta fea? Cómo me gustaría acordarme de esas palabras, ¿qué será que dijo?, nada me acuerdo de esa escena, y después otra escena importante, el encuentro de él con el ciego, el relato ¿iel ciego de como poco a poco se fue resignando a haber perdido la vista, y una noche la proposición de él á la chica, «los dos estamos solos y no esperamos más nada de la vida, ni amor, ni alegría, por eso es posible que nos podamos ayudar el uno al otro, yo tengo un poco de dinero que para usted puede ser una protección, y usted puede cuidarme un poco, que mi salud cada vez va peor, y no quiero cerca a nadie que me tenga lástima, y usted no me puede tener lástima porque usted está tan sola y triste como yo, y entonces podemos unirnos pero sin que eso sea más que un contrato, un arreglo entre nada más que amigos». ¿Habrá sido el ciego que Le dio la idea?, ¿qué es lo que le habrá dicho que no me acuerdo?, a veces una palabra puede obrar milagros. La iglesia de madera, el ciego y la solterona están de testigos, algunas velas encendidas en el altar sin flores, los bancos vacíos, los rostros graves, vacíos el asiento para el organista y la plataforma para los coristas, las palabras del cura, la bendición, el retumbar de los pasos en la nave vacía al salir los novios, la tarde que cae, la vuelta a la casa en silencio, las ventanas abiertas para que entre el tibio aire del verano, la cama de él trasladada a su estudio, el dormitorio de la sirvienta trasladado al dormitorio de él, al ex dormitorio de él, la cena de bodas ya preparada por la solterona, la mesa con dos cubiertos en la sala de estar junto al ventanal, el candelabro entre ambos platos, las buenas noches de la solterona, su escepticismo ante un simulacro de amor, el rictus amargo en su boca, la pareja en total silencio, la botella de vino añejo, el brindis sin palabras, la imposibilidad de mirarse en los ojos, el cricri de los grillos ahí en el jardín, el leve rumor —nunca oído hasta entonces— de la fronda del bosque que hamaca la brisa, el resplandor extraño —nunca visto hasta entonces— de los candelabros, el resplandor más y más extraño, el contorno esfumado de todas las cosas, del rostro tan feo de ella, del rostro desfigurado de ¿l, la música casi imperceptible y muy dulce que no se sabe de dónde proviene, la cara de ella y toda su figura envuelta en bruma y luz blanca, sólo perceptible el brillo de sus ojos, la bruma poco a poco que se va esfumando, una agradable cara de mujer, la misma cara de la sirvientita pero embellecida, sus burdas cejas transformadas en líneas de lápiz, iluminados por dentro sus ojos, alargadas en arco sus pestañas, su cutis una porcelana, su boca desplegada en sonrisa de dientes perfectos, su pelo ondulado en bucles sedosos, ¿y el simple vestido en percal?, un elegante soirée de encaje, ¿y él?, imposible distinguir sus rasgos, la visión distorsionada por reflejos de los candelabros o también como a través de ojos cargados de lágrimas, la cara de él vista por ojos cargados de lágrimas, las lágrimas se secan, la cara de él vista con toda claridad, una cara de muchacho alegre y buen mozo que más imposible, pero de manos temblorosas, no, ella de manos temblorosas, el acercamiento de una mano de él a una mano de ella, ¿zumbidos del viento en la fronda del bosque o violines y harpas?, la mirada en los ojos el uno del otro, el convencimiento de que ambos oyen violines y arpas que trae la brisa perfumada por las araucarias, la unión de las manos, labios que se acercan, el primer y húmedo beso, el latido de los corazones… al unísono, la noche cuajada de estrellas, no están ya en la mesa, …las mesas vacías en el restaurant, los mozos sentados esperando clientes, las horas lentas y calmas de la madrugada, el cigarrillo apenas encendido a un Lado de su boca, la comisura izquierda o derecha de sus labios, su saliva con gusto a tabaco, a tabaco negro, la mirada triste perdida a lo lejos, por la ventana el paso de autos mojados de la lluvia, un auto tras otro, ¿se acuerda de mí?, ¿por qué nunca me vino a ver?, ¿no podría cambiar un día el turno con otro compañero?, ¿habrá ido a ver al médico por el dolor de oído?, lo iba dejando de un día para otro, a la noche a veces dolores terribles, según él entonces juraba que al día siguiente iba a hacerse ver, al otro día el dolor pasaba y se olvidaba de ir al doctor, y ala noche seguro que en el momento de esperar los clientes de la madrugada en el restaurant se acuerda y piensa y dice que mañana me viene a ver, y mira por el vidrio que pasan los autos, y lo más triste de todo es si en el restaurant los vidrios del frente quedaron mojados de lluvia, como si el restaurant se hubiese puesto a llorar, porque él nunca afloja, se aguanta porque es hombre y no suelta las lágrimas, y cuando yo pienso muy fuerte en alguien veo en mi recuerdo la cara reflejada, sobre un vidrio transparente y mojado por la lluvia, la cara esfumada que veo en mi recuerdo, la cara de mami y la cara de él, seguro que se acuerda, y ojalá viniera, ojalá viniera, primero un domingo, y después todo en la vida es cuestión de costumbre, viene otro día, y otro, y cuando el indulto él me espera en la esquina de la penitenciaría, tomamos un taxi, la unión de las manos, el beso primero es tímido y seco, los labios cerrados son secos, los labios ya entreabiertos son algo más húmedos, ¿la saliva con gusto a tabaco?, y si me muero antes de salir de esta cárcel no voy a saber qué gusto tiene la saliva de él, ¿qué pasó esa noche?, al despertar el miedo de que fuera todo un sueño, con miedo infinito una mirada del uno al otro a la luz del día, en aquella casa viven una chica linda y un muchacho buen mozo que más no se puede. Y se esconden de la solterona, que nunca los vea, tienen miedo de que les diga algo y así todo se eche a perder, y salen al bosque a la madrugada, cuando no hay nadie, a ver la salida del sol que ilumina sus caras tan lindas y siempre tan cerca una de la otra, al alcance de darse los besos que quieren, pero que nadie los llegue a ver, porque pueden pasar cosas raras, ¡pasos en el bosque esa madrugada!, imposible ocultarse puesto que los troncos no son tan inmensos, pasos lentos de un hombre que con sus pies va hollando el rocío del pasto, y detrás un perro… ¡es tan sólo el ciego! qué alivio, porque no Los ve, pero saluda porque ha oído sus respiraciones, el saludo cordial y sincero, la intuición del ciego de que algo ha cambiado, los tres de regreso a la casa del encantamiento, el apetito de la mañanita, el desayuno a la americana, la chica encargada de preparar todo, quedan un momento el ciego y el muchacho solos, el ciego pregunta qué pasa, el relato, alegría del ciego, de golpe un negro relámpago de miedo en la retina blanca del ciego al oír esta simple frase: «¿sabe una cosa?, voy a llamar a mis padres para que vengan a verme a mi y a mi esposa amada», el esfuerzo del ciego para disimular sus grandes temores, el anuncio de la llegada de los padres de él que han aceptado la invitación, el muchacho y la chica esperando a los padres sin animarse a bajar de su dormitorio, la solterona abajo esperando, el auto que llega, la charla de los padres con la solterona, la felicidad de los padres porque les ha escrito que se ha curado, la aparición del muchacho y la chica en lo alto de la escalera, la amarga decepción de los padres, feroz cicatriz le cruza la cara al muchacho, su novia una pobre sirvienta de cara muy fea y modales torpes, la imposibilidad de fingir agrado, tras breves momentos sospecha el muchacho, ¿habrá sido todo un engaño?, ¿será que no hemos cambiado?, la mirada a la solterona esperando que lo encuentre buen mozo como antes, el rictus amargo en la boca de la solterona, la corrida de la chica hasta un espejo, la cruel realidad, el muchacho al lado de ella ahí en el espejo, la cicatriz infame, el refugio de la oscuridad, el terror de mirarse el uno al otro, el ruido del motor del auto de los padres, el ruido del motor ya lejos rumbo a la ciudad, la chica refugiada en su antiguo cuarto de cuando sirvienta, la desesperación de él, la destrucción del autorretrato de él abrazado a la chica, manotones dementes hasta reducir el retrato a jirones, la llamada de la solterona al ciego, la visita del ciego un atardecer de otoño, la conversación con el muchacho enfermo y la chica fea, las luces apagadas para evitar verse, tres ciegos reunidos a la hora más triste del día, la solterona escuchando detrás de la puerta, «¿no se dan cuenta de lo que les pasa?, por favor después de que yo les hable vuelvan a mirarse en la cara como antes, sé que no lo han hecho en todos estos días, que se han ocultado el uno del otro, y es tan simple explicar el encantamiento de este hermoso verano que acaban de pasar felices, simplemente… ustedes son hermosos el uno para el otro, porque se quieren y ya no se ven sino el alma, ¿es tan difícil de comprender acaso?, yo no les pido que se miren ya, pero cuando yo me vaya… sí, sin el menor miedo, porque el amor que late en las piedras viejas de esta casa ha hecho un milagro más: el de permitir que, como si fueran ciegos, no se vieran el cuerpo sino sólo el alma». La partida del ciego con los últimos reflejos rojizos del atardecer, la subida del muchacho a prepararse para la cena, la mesa puesta por la chica, el miedo de la chica de enfrentarse al espejo para arreglarse y peinarse, los pasos seguros de la solterona entrando a la pieza de la sirvientita, los ojos perdidos en lontananza de la solterona, sus palabras
de aliento, la imposibilidad de peinarse de la chica dado el temblor de sus manos, las palabras de la solterona que la va peinando, «yo escuché lo que les dijo el ciego y le doy toda la razón, esta casa esperaba cobijar a dos seres amantes desde que mi novio no pudo volver de las crueles trincheras de Francia, y ustedes dos son los elegidos; y el amor es así, embellece a quien logra amar sin nada esperar a cambio. Y yo estoy segura de que si mi novio hoy volviera desde el más allá me encontraría bonita y joven como yo era entonces, sí que estoy segura, porque se murió queriéndome», la mesa puesta junto al ventanal, la muchacha de pie mirando a través de los vidrios el bosque sumido en la oscuridad, los pasos de él, el temor de darse vuelta y mirarlo, la mano de él que le toma la mano, le quita el anillo y escribe en el vidrio sus nombres, la caricia de él en el pelo sedoso de ella, la caricia de él en un cutis que es de porcelana, la sonrisa de él que más buen mozo no podría ser, la sonrisa de ella de dientes perfectos, el beso húmedo de la felicidad, el fin del relato del ciego, los primeros acordes del dulce concierto, la llegada en puntas de pie de otros dos invitados, que son el muchacho y la chica, se los ve de espaldas, están elegantes, pero de espaldas no se ve si las caras son lindas o feas, y nadie se da cuenta que son los protagonistas de la historia que acaban de oír, y a mamá le gustó con locura, y a mí también, por suerte no se la conté a este hijo de puta, ni una palabra más le voy a contar de cosas que me gusten, que se ría no más que soy blando, vamos a ver si él nunca afloja, no le voy a contar más ninguna película de las que más me gustan, ésas son para mi solo, en mi recuerdo, que no me las toquen con palabras sucias, este hijo de puta y su puta mierda de revolución.