Las miradas se cruzaron. El Señor escupió al suelo las semillas; las ágiles manos de Guzmán hurgaron en la cabellera sedosa y delgada del amo, a veces los dedos encontraron lo que buscaban, apretaron los piojos, los hicieron tronar contra la uña y los arrojaron, como el amo las semillas del melón, al piso de baldosas frescas.
El palacio
: Patios se añadirían a los patios, y aposentos para los monjes, para la servidumbre y para la tropa, a las recámaras del cuadrilátero fundador. Un cuadrilátero de granito, tan profundo como largo, sería el centro del palacio, concebido como un campo romano, severo y simétrico, o como la parrilla que conoció el suplicio de San Lorenzo, y en ese centro se levantaría la gran basílica, por fuera un probo castillo con ángulos de bastión, por dentro una sola nave, inmensa, vacía; y el todo sería rodeado por una cintura de manera que el palacio, visto desde lejos, aparecería como una fortaleza de líneas rectas y perdidas en el llano y el horizonte infinitos, sin una sola concesión al capricho, tallado como una sola pieza de granito gris plantado sobre un tablero de losas blancas y pulidas cuyo albo contraste daría un aire aun más sombrío a la construcción.
Ella lo preveía, desde la ventana de doble cerradura que alguna vez debería mirar hacia el jardín del palacio, pero que, por ahora, sólo contemplaba la llanura extensa, densa y profunda, ceñida por las sierras graníticas que se blanqueaban como huesos de toro bajo la doble embestida de la tala y el sol; como la sierra, así era el palacio de la sierra arrancado. Y al preverlo, ella sólo repetía lo que el Señor había dicho una sola vez, sin necesidad de repetir nunca más las palabras de esa concepción: construyase a toda prisa un palacio y monasterio que sea, a la vez, Fortaleza del Santísimo Sacramento de la Eucaristía y Necrópolis de los Príncipes. Ninguna gala, ninguna gula, ningún desvarío para ese proyecto implacablemente austero. Él lo pensó; ahora el ejército de trabajadores ejecutaba su pensamiento.
La Señora, al mirar la tediosa llanura desde su apartamento, imaginaba con alarma que la voluntad de su esposo acabaría por cumplirse y confesaba que ella, en secreto, siempre había creído que por ser el mundo lo que es, algún accidente, el imprevisible capricho o el muy previsible desfallecimiento de la voluntad introducirían en el plan maestro del Señor algunas, no muchas, pero por escasas más delectables, concesiones al placer de los sentidos.
—¿Pueden, Señor, venir los pastores debajo de mis ventanas a trasquilar sus ovejas y quizás a cantarme unas canciones?
—Aquí no es feria, sino un perpetuo servicio de muertos que habrá de durar hasta la consumación de los tiempos.
—Unos baños, entonces, Señor...
—El baño es costumbre de árabes y no tendrá cabida en mi palacio. Toma ejemplo de mi abuela, que jamás mudó de calzado y al morir hubieron de arrancárselo con espátula.
—Señor: el más grande de los reyes católicos, Carlomagno, aceptó del infiel califa Harún-al-Rachid, sin mengua de su fe cristiana, obsequios de sedas, candelabros, perfumes, esclavos, bálsamos, un ajedrez de marfil, una colosal tienda de campaña con cortinas multicolores y una clepsidra que marcaba las horas dejando caer pelotillas de bronce en una jofaina...
—Pues aquí no habrá más tesoros que las reliquias de Nuestro Salvador que he mandado traer: un cabello de su santísima cabeza o quizás de su barba dentro de una rica bugeta, que si Él dice se enamoró de uno nuestro, qué mucho muramos por otro suyo ; y once espinas de su corona, tesoro que enriqueciera once mundos, prendas que traspasan el alma aun con sólo oírlo, ¡qué hará el verlas!; bondad de Dios, que sufrió por mí de espinas y yo ni aun una por Él; y un pedazo de la soga con que tuvo atadas o las manos o la garganta aquel inocentísimo Cordero.
—Señor: no imagino poder sin lujo, y mal recordaríamos a la corte de Bizancio si no fuera por sus leones artificiales, sus trinantes pájaros mecánicos y su trono que se elevaba en los aires; y en nada fue impío el emperador Federico al aceptar del sultán de Damasco un regalo de cuerpos astrales enjoyados, movidos por mecanismos ocultos, que describían su curso sobre un fondo de terciopelo negro...
—Por allí se empieza, Señora, y se acaba como el Papa Juan, convirtiendo el palacio pontificio en burdel, castrando a un cardenal, bebiendo a la salud del Diablo e invocando la ayuda de Júpiter y Venus mientras se pasa la noche jugando a los dados.
—Un gran Señor siempre quiere ser la maravilla del mundo.
—Mi ascetismo será el estupor de este tiempo, Señora, y también de los venideros, pues una vez muertos nosotros, este palacio será dedicado, por los siglos de los siglos, a una perpetua misa de difuntos v continuamente habrá dos frailes frente al sacratísimo Sacramento del altar rogando a Dios por mi ánima y las de mis finados, de noche y de día, dos frailes distintos durante dos horas cada día, veinticuatro t railes diarios ejecutando una tarea tan sabrosa como la oración no es carga pesada. Así lo dispondrá mi testamento. ¿Estupor del mundo, Señora? Aquel famoso príncipe de los Macabeos, Simón, quiso eternizar la memoria de su difunto hermano el príncipe Jonatás; para ello mandó construir en las orillas del mar un túmulo tan eminente, que pudiesen ver sus fúnebres trofeos todos los navegantes, pareciéndolé que todo lo que podía decirse de sus excelentes virtudes, sería menos de lo que los extraños conociesen o de lo que aquel mausoleo mudamente predicase. Así yo, Señora; sólo que no verán este túmulo fúnebre los navegantes, sino los peregrinos que hasta nuestra alta meseta se aventuren; y constantemente, desde el cielo. Dios y sus ángeles. No otro testimonio prefiero o pido.
—Hablas de los muertos; yo sólo te pido un pequeño adorno para mí...para los vivos...
—El único adorno de esta casa será la esfera con la cruz, símbolo del cristianismo y de su triunfo sobre los paganos estilos. Nuestra fe está por encima de cualquier estilo. Todo parejo. Todo sobrio. Que de este lugar se diga: Visto un pilar, vistos todos.
—Señor, Señor, por piedad, no me reproches mi anhelo de belleza, desde niña soñé con poseer una partecita de esa belleza de árboles, fuentes, piedras de colores y recreadas vistas que en esta su tierra dejaron los pobladores árabes en otro tiempo.
—Bien se ve que eres inglesa, Isabel, o no cederías así ante tentaciones infieles. Aquí nos hemos desangrado reconquistando nuestra tierra española.
—Era de ellos, Señor, los árabes la llenaron de jardines y surtidores y mezquitas donde antes nada había; conquistasteis lo ajeno, Señor...
—Calla, mujer, no sabes lo que dices y niegas la ordenanza de nuestro destino, que es purificar a España de toda plaga infiel, extirparla, mutilar sus miembros, quedarnos solos con nuestros huesos mortificados pero puros. ¿Quieres conocer el único solaz concedido a los sentidos pecadores en esta fortaleza? Mira entonces a lo alto de esta máquina que construyo, octava maravilla del mundo, y mírala coronada por bolas de oro: así rememoro, como lo hiciesen mis antepasados al reconquistar las ciudades de moros, nuestras victorias de la fe: ve en esas bolas las cabezas de los infieles expuestas a la inclemencia de Dios.
La .Señora miró con tristeza al atardecer. Luego olió una ofensa intolerable; la ofensa se convirtió en una sospecha aun más intolerable: olió carne, uñas, pelo de hombre, quemados.
El cuadro
: Jesús, lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto y tentado allí por el diablo durante cuarenta días. No comió nada en aquellos días, y pasados, tuvo hambre. Díjole el diablo: Si eres hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le respondió: “No sólo de pan vive el hombre.”
¿Qué pasa afuera?, preguntó el Señor, con las manos apoyadas contra las sienes. Nada, contestó Guzmán; un desventurado mozo de veinticuatro años traía este verano ruines tratos con dos muchachos de trece años, aquí mismo, en los jarales, debajo de vuestra cocina y ahora está siendo quemado junto a la caballeriza por su crimen nefando. Ayer mismo demostró gran arrepentimiento y pesar; dijo que incluso los ángeles debían llorar para hacerse perdonar sus pecados y que el suyo era pecado de ángeles, pues otro era su pecado diabólico, y ese jamás lo confesaría. Lo dijo, Señor, como si quisiera desafiar tanto el castigo como la curiosidad de los jueces, de manera que fue condenado así por lo sabido como por lo ignorado. Usted mismo firmó la sentencia de muerte, ¿no lo recuerda?
El cuadro
: Pilato, convocando a los príncipes de los sacerdotes, a los magistrados y al pueblo, les dijo: Me habéis traído a este hombre como alborotador del pueblo, y habiéndole interrogado yo ante vosotros, no hallé en él delito alguno de los que alegáis contra él. Nada, pues, ha hecho digno de muerte. Le corregiré y le soltaré. Tenía que soltarles uno por la fiesta. Pero todos a uno comenzaron a gritar, diciendo: Quítale y suéltanos a Barrabás, el cual había sido encarcelado por un motín ocurrido en la ciudad y por un homicidio. De nuevo Pilato se dirigió a ellos, queriendo librar a Jesús. Pero ellos gritaban diciendo: ¡Crucifícale, crucifícale! Viendo Pilato que nada conseguía, sino que el tumulto crecía cada vez más, tomó agua y se lavó las manos delante de la muchedumbre, diciendo: Yo soy inocente de esta sangre; allá ustedes. Y todo el pueblo contestó diciendo: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
El Señor se miró los dedos endurecidos, cerró los ojos y dijo con la voz un poco mejorada que el mozo tenía razón; sí, los santos, los propios elegidos de Dios, clamaban, porque ellos sabían que ni los ángeles se pueden hacer perdonar los pecados sin lágrimas y sin penitencia; sin duda Dios tiene sus particulares escalas para juzgar y hacer expiar las trasgresiones de cuanto a Él es inferior, y unos son los crímenes y los castigos de los hombres, y otros los de los ángeles, cuyos códigos desconocemos; pero algo es cierto: sólo Dios es libre; luego todo lo inferior a Él, no siendo libre, peca, incluso un trono o un serafín; pecan, sí, por mera imperfección.
Se hundió todavía más en la cama y dijo que el clamor de los santos se escuchaba y decía: contra Ti solo he pecado y frente a Ti he hecho el mal; no hay, por ello, crimen secreto; Dios es testigo del mal, aunque éste sólo se esboce en pensamiento; Dios está borracho de pecados, pues todo lo que no es Dios es imperfección culpable. De allí, Guzmán, que todos hayamos pecado ante Dios; de allí que todos seamos culpables ante el tribunal divino; tú me dirás: ¿quién no ha pensado el mal? y comprobarás parcialmente mi aserto; yo te contestaré: ¿qué cosa viviente no es culpable por el hecho mismo de existir? y lo comprobaré plenamente. ¿Es justo que en la tierra sólo seamos inocentes quienes no hemos sido sorprendidos por la ley y juzgados por la justicia? He sufrido en mis gemidos y todas las noches he bañado mi lecho en lágrimas, añadió el Señor, con la cabeza colgada; por Ti repasaré todos mis años y todos mis pecados en la amargura solitaria de mi alma. Todos mis años. Todos mis pecados.
Quiso levantarse de la cama. El dolor del pie hinchado se lo impidió.
—Guzmán...¿Estoy a tiempo para perdonarle?
El servidor negó con la cabeza. Era demasiado tarde. El cuerpo del muchacho era consumido por las llamas.
—Cierto es, Señor; todos pecamos contra Dios; pero sólo a Dios toca juzgar el crimen de pensamiento o, si así os place, el crimen de existencia. La razón del poder es juzgar el crimen de acción.
Todos mis pecados, murmuró el hombre clavado en el lecho. Mañana estaré mejor, se dijo, mañana estaré mejor.
—¿Debo recordarle qué día es mañana?
El Señor negó con la cabeza y despidió con una mano al vasallo.
—Dios sea alabado.
—Dios sea glorificado.
El palacio
: A lo largo de la única nave de la capilla, interrumpido un muro por la puerta que conduce a la recámara del Señor y el otro por la labrada celosía del coro de las monjas, esperan las tumbas abiertas, las filas de féretros de pórfido, mármol y jaspe, abiertos, con las pesadas losas reposando apoyadas contra las laudas y los basamentos piramidales, cada una con el nombre inscrito de un antepasado del Señor, un Ordoño, un Ramiro, los Alfonsos y las Urracas, el Pedro y el Jaime, las Blancas y las Leonores, los Sanchos y los Fernandos, cada losa y cada lauda marcadas con la singular advertencia debajo del nombre y las fechas de nacimiento y muerte, una advertencia para cada cuerpo, muchos cuerpos reproducidos en marmórea efigie yacente y todas las advertencias ligadas por un pensamiento único, pecado y contrición, pecado y muerte, NO HIZO EL BIEN QUE DESEO E HIZO EL MAL QUE NO QUISO,
Manifiestas fueron las obras de su carne que fueron la fornicación, la inmundicia y la lujuria
, Peccatum non Tollitur Nisi Lacrymis et Paenitentia; Nec Angelus Potest, Nec Arcangelus;
En sus miembros vio otra ley que luchaba contra la ley de su razón; Prisionera fue de la ley del pecado que estaba en sus miembros
; el que toda su felicidad ponía en la música y cantos vanos y lascivos, en andanzas, en juegos, en cazas, en galas, en riquezas, en mandos, en venganzas, en estimación ajena, vedle ahora: aquel gustillo breve convertido en rabia eterna, irremediable, implacable polvo; DESGRACIADA REINA LA MUERTE LIBRÓLA DE SU CUERPO DE MUERTE;
Los Pecados del Solio Nunca son Solos y Así Tienen Más Dificultoso Indulto
; OH DIOS QUE QUITAS PARA MEJORAR; exemplo fue de las malas costumbres, hábitos o siniestros avisos, de que se visten las almas de los miserables hombres, que por su soberbia son leones, por venganza, tigres, por lujuria, mulos, caballos, puercos, por tiranía, peces, por vanagloria, pavones, por sagacidad y mañas diabólicas, raposas; por gula, simios y lobos; por insensibilidad y malicia, asnos, por simplicidad bruta, ovejas, por travesura, cabritos: gloria vana y breve; CORRIÓ LA MUERTE TRAS LAS HOJAS DE SUS ESPERANZAS PARA HACER DE ELLAS sus CENIZAS. Y al fondo de la nave ascendían los peldaños interminables e interminados que conducían al llano, pues por esa ancha escalera debían bajar a sus sepulcros eternos todos los cuerpos que en ese instante avanzaban hacia ellos entre las poblaciones en duelo, a lo largo de ciudades y catedrales, escoltados por clérigos, conventos enteros y capítulos de todas las órdenes. Y sólo al llegar aquí y reposar en sus tumbas, sobre ellas caerían las losas; y el ingreso del 11 ano a la escalera, sólo para esta ceremonia prevista, sería sellado, junto con la cripta, el coro monjil, el altar de jaspes y doradas columnas, el cuadro traído (decían) de Orvieto y la recámara del Señor, para siempre.