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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (23 page)

—Ah, estupendo. Esperaba poder encontrar un momento para hablar contigo a solas.

Aprieto los labios y contengo el arrollador impulso de abalanzarme sobre ella y aplastar todos sus chacras, aunque solo sea para averiguar de una vez por todas de qué lado está. Pero no lo hago. No hago nada. Me quedo donde estoy y espero a que empiece a hablar.

—Tenías razón con respecto a mí, ¿sabes? —Asiente, se apoya sobre el tocador de Romy y cruza las piernas a la altura de los tobillos, aunque deja los brazos a los costados—. Huí con el elixir. Y dejé a Damen indefenso y vulnerable. Eso no se puede negar.

La observo con detenimiento. Mi corazón late a mil por hora, aunque no me ha dicho nada nuevo. Damen ya me lo ha contado todo, pero es toda una experiencia escuchar cómo lo admite.

—Pero no debes llegar a conclusiones apresuradas, porque me temo que la historia es algo más complicada. A pesar de lo que puedas pensar, nunca me confabulé con Roman. No era su compañera, ni su amiga, ni trabajaba con él en ningún sentido. Vino a que le echara las cartas una vez, sí, al principio, cuando empecé en esto. Y, si te soy sincera, su energía me resultó tan… desconcertante… que lo mandé a paseo con mis bendiciones. Pero la razón por la que hice lo que hice… la razón por la que dejé de cuidar de Damen es… bueno, bastante complicada.

—Seguro que sí. —Arqueo una ceja y sacudo la cabeza. No pienso darle ni un respiro, ni dejar que se vaya por las ramas con explicaciones enrevesadas.

Asiente con la cabeza, decidida a pasar por alto la pulla. Tal y como acostumbra a hacer, se queda tan tranquila.

—Admito que al principio me quedé algo enganchada con todas las posibilidades que ofrece Summerland, con todos los maravillosos dones que ese lugar pone a tu disposición. Tienes que entender que me las he apañado sola durante toda mi vida, que he salido adelante sin la ayuda de nadie y que he trabajado muy duro para conseguir todo lo que tengo. Aunque la mayoría de las veces, apenas tenía para subsistir…

—¿De verdad esperas que sienta lástima por ti? Porque si es así… no sigas. En serio, no va a funcionar. —Hago un gesto negativo con la cabeza y pongo los ojos en blanco.

—Solo intentaba ponerte en antecedentes. —Se encoge de hombros, enlaza las manos por delante y flexiona los dedos—. No espero que me compadezcas, te lo aseguro. Responsabilizarme de mi propia vida me hizo aprender una importante lección. Solo trataba de explicarte mi reacción inicial ante Summerland, lo mucho que me entusiasmaba poder manifestar cualquier cosa material que pudiera desear. Ahora me doy cuenta de que se me fue de las manos, y sé que eso te molestó muchísimo. Sin embargo, después de un tiempo comprendí que podría construirme una mansión llena de tesoros en Summerland, pero que eso no me haría más feliz… ni allí ni aquí, en el plano terrestre. Y fue en ese instante cuando decidí profundizar un poco más, intentar mejorar de formas que antes nunca me había planteado. Tenía mi espacio sagrado y la meditación, sí, pero una vez que me fijé como objetivo conseguir el acceso a los Grandes Templos del Conocimiento… bueno, fue entonces cuando me vi obligada a dejar atrás todas las charlas que llevaba años soltándole a la gente. Y así… renuncié a todo lo demás y me concentré solo en eso. Y tan pronto como lo conseguí, no volví a mirar atrás.

La observo con los ojos entornados, y lo único que pienso es: Bien, estupendo, Ava. Me alegro por ti.

—Sé lo que eres, Ever, y lo que es Damen también. Y aunque no estoy precisamente de acuerdo con esa condición, considero que no debo interferir.

—¿Por eso intentaste que lo mataran? ¿Es así como actúas con las cosas que no apruebas? A eso yo lo llamo interferir. —La fulmino con la mirada mientras hundo todo lo que puedo la punta del pie en la alfombra.

Ella hace un gesto negativo y me mira a los ojos antes de responder con voz calma:

—No sabía nada de esto cuando dejé a Damen solo ese día. En aquel entonces creía de verdad que todo cambiaría… igual que tú. Regresarías a tiempo y Damen también volvería atrás. Y aunque no sabía muy bien qué era el elixir, albergaba ciertas sospechas y pensé en beberlo también, pero… luego, por algún motivo, cuando estaba a punto de hacerlo… me detuve. No pude seguir adelante. Supongo que comprendí la magnitud de lo que iba a hacer… la magnitud que supone vivir para siempre. —Me mira con expresión reservada—. Es un asunto muy serio, ¿no crees?

Me encojo de hombros y miro hacia el techo. Hasta ahora no ha dicho nada que me haga cambiar de opinión sobre ella, y aún no me creo del todo que no bebiera el elixir, ya puestos.

—Así que, al final, lo tiré, creé el portal hacia Summerland y empecé a buscar respuestas… para la paz.

—¿Y encontraste alguna? —le pregunto con un tono de voz que deja claro que en realidad me da igual cuál sea la respuesta.

—Sí. —Sonríe—. Mi paz reside en el conocimiento de que todos tenemos que realizar nuestro propio viaje… nuestro propio destino que cumplir. Y ahora, por fin conozco el mío. —Su rostro se ilumina cuando añade—: Estoy aquí para utilizar mis dones y ayudar a aquellos que lo necesitan, para vivir sin miedo, para creer que siempre tendré lo suficiente para seguir adelante y para terminar de criar a las gemelas, algo que no conseguí hacer con anterioridad. —Me mira de una forma que refleja que desea acercarse y abrazarme, pero por suerte se contenta con atusarse el pelo y quedarse donde está—. Siento lo que ha ocurrido, Ever. Nunca creí que las cosas acabarían así. Y aunque no apruebe lo que sois Damen y tú, no estoy en posición ^e juzgaros. Vosotros debéis seguir vuestro propio camino.

—¿Sí? ¿Y qué camino es ese? —Me sorprende el anhelo que muestra mi voz. Espero de verdad que ella tenga alguna pista de por qué estoy aquí, porque lo cierto es que yo no tengo ni idea.

Sin embargo, Ava se encoge despreocupadamente de hombros y me contempla con un brillo extraño en los ojos.

—Ay, no… —Sonríe y sacude la cabeza—. Me temo que eso tendrás que descubrirlo tú sola. Pero, créeme, Ever, tengo la certeza de que será algo grande.

Capítulo veinticuatro

C
uando llego a casa, ya es muy tarde. Y aunque Damen se ofrece a llevar todos mis regalos arriba a mi habitación, aunque una parte de mí siente la tentación de dejar que lo haga, le doy un beso en la mejilla y subo sola. Lo único que me apetece es hundirme en el suave refugio de mi cama y disfrutar de la última hora del día de mi cumpleaños a solas.

Subo las escaleras en silencio y sigilosamente. Se ve luz bajo la puerta de Sabine, y no quiero que se entere de que estoy en casa. Sin embargo, no he hecho más que dejar los regalos sobre el escritorio cuando oigo pasos por el pasillo y la veo entrar en mi habitación.

—Feliz cumpleaños. —Sonríe. Lleva puesta una bata de color crema tan esponjosa que parece un helado de nata montada. Echa un vistazo al reloj de mi mesilla y añade—: Aún es tu cumpleaños, ¿verdad?

—Diecisiete. —Asiento con la cabeza—. Ni un día más.

Mi tía se adentra en el dormitorio y se sienta en el borde de la cama antes de observar con los ojos desorbitados el montón de regalos: un par de libros de metafísica que me ha regalado Ava, y que «leí» en el momento que los toqué; una geoda de amatista, de Jude; una camiseta con un estampado que dice NUNCA INVOQUES NADA QUE NO PUEDAS DESTERRAR DESPUÉS (ja, ja), de Rayne, y Otra con una espiral de colores que me ha regalado Romy, quien probablemente la consiguió en la misma tienda de Wicca; también hay una tarjeta de regalo de iTunes, de Honor, que al dármela me dijo en un susurro: «Humm… me parece que te gusta mucho la música. Ya sabes, siempre llevas los auriculares puestos…». Ah, y también hay un montón de floreros llenos de tulipanes rojos que Damen debió de manifestar cuando se alejaba en coche.

—Tienes un verdadero botín ahí… —dice Sabine.

Lo observo todo e intento verlo igual que ella, más como una celebración de mi existencia que como un recordatorio de los que faltan.

Me desplomo sobre la silla del escritorio y me quito las sandalias con los pies. Noto que ha venido con algún propósito en mente, y espero que lo suelte de una vez y podamos acabar lo antes posible.

—No te entretendré mucho… Es tarde, y seguro que estás cansada —dice. Por lo visto, ha interpretado a la perfección mi estado de ánimo.

Y aunque intento protestar, aunque solo sea para mostrar buenos modales, no llego muy lejos. Porque por más agradable que sea su visita, a pesar de que la he visto muy poco estos días, desearía poder posponer esta pequeña charla hasta mañana. No estoy de humor para una de sus largas conversaciones.

Pero, por supuesto, ella no sabe nada, así que me mira con los ojos entrecerrados y dice:

—Bueno, ¿cómo te va todo? ¿Qué tal el trabajo? ¿Qué tal con… Damen? Apenas lo he visto estos días.

Asiento con la cabeza y le aseguro que todo me va bien. Le doy un poco de energía a mis palabras con la esperanza de que eso sirva para convencerla.

Mi tía hace un gesto afirmativo, y su expresión parece algo más aliviada cuando añade:

—Bueno, tienes mejor aspecto. Adelgazaste tanto que por un momento llegué a pensar… —Sacude la cabeza, y un vestigio de la preocupación que la embargaba nubla su mirada—. Pero parece que has recuperado tu peso normal. Tu piel también parece mucho mejor, y eso me alegra… —Aprieta los labios, como si estuviera pensando qué decir a continuación. Y luego va al grano—: ¿Sabes, Ever? Cuando te dije que quería que trabajaras este verano, no pretendía que te lo tomaras tan en serio. Me refería más bien a un trabajillo de media jornada, algo que te mantuviera ocupada unas horas al día. —Se queda callada un instante y sacude la cabeza—. Bueno, estoy casi segura de que trabajas más horas que yo. Y ahora que faltan pocas semanas para que empiecen las clases… creo que deberías considerar la posibilidad de dejarlo y disfrutar de la playa, de pasar más tiempo con tus amigos.

—¿Qué amigos? —Me encojo de hombros y siento un escozor en los ojos, una opresión en el estómago. Pero lo he dicho. He admitido una verdad tan dolorosa que mi tía se remueve con incomodidad y baja la mirada al suelo.

Se toma un momento para recomponerse antes de mirarme a los ojos y señalar la pila de regalos.

—Bueno, perdona que te lo diga, pero las evidencias dicen lo contrario.

Cierro los párpados y niego con la cabeza. Me froto las mejillas y me giro a toda prisa mientras pienso en la única amiga que no ha estado conmigo hoy, que seguramente no vuelva a estarlo por culpa del monstruo que habitaba en mi interior.

—Oye… ¿Estás bien? —Estira el brazo hacia mí. Solo quiere consolarme, pero lo aparta con rapidez al recordar lo poco que me gusta que me toquen.

Respiro hondo y asiento. Sé lo mucho que se preocupa por mí y desearía no haberla arrastrado a esto. Porque lo cierto es que estoy bien. Tal y como ella ha dicho, la ropa ya no me queda holgada, los granos han desaparecido, mi relación con Damen va por el buen camino y esa horrible bestia, esas extrañas palpitaciones que me controlaban, no han vuelto a dar señales de vida desde aquella noche en la playa. Y aunque siempre sentiré el enorme vacío que ha dejado mi familia, aunque tendré que despedirme de Sabine algún día, Damen siempre estará a mi lado. Si algo me ha demostrado este último año es que su compromiso conmigo, con nuestra relación, es total. Sin importar lo mal que se pongan las cosas, él nunca se rendirá. Y al final, eso es lo único que me importa. El resto de las cosas… bueno, son como son.

Miro a Sabine y asiento con más firmeza esta vez, como si lo creyera de verdad. Tomé una decisión hace meses: elegí la inmortalidad, y ahora no hay vuelta atrás… tan solo un camino infinito hacia delante.

—Es solo un pequeño arrebato de tristeza cumpleañera, supongo. —La miro a los ojos antes de continuar—: Seguro que sabes lo que duele hacerse mayor, ¿a que sí? —Esbozo una de esas sonrisas que empiezan en los labios y llegan hasta los ojos… una sonrisa que la anima a sonreír también.

—Te entiendo a la perfección. —Se echa a reír—. Aunque tendrás muchos más motivos para estar así cuando cumplas los cuarenta. —Se levanta de la cama para acercarse a la puerta y entierra las manos en los bolsillos de la bata—. Ah, casi lo olvido. Te he dejado unas cuantas cosas en el vestidor. —Señala con la cabeza en esa dirección—. Lo mío… bueno, creo que te sorprenderá cuando lo veas. A mí me sorprendió, aunque lo cierto es que espero que puedas encontrar un hueco en tu apretada agenda para salir conmigo de compras y almorzar.

Hago un gesto afirmativo.

—Eso me gustaría —le digo. Y justo después de decirlo, me doy cuenta de que es cierto. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me divertí haciendo cosas de chicas.

—Ah, y el otro… la tarjeta… —Se encoge de hombros—, ha llegado hoy. La he encontrado bajo la puerta cuando he llegado a casa. No tengo ni la menor idea de quién la envía, pero está dirigida a ti.

Echo un vistazo al vestidor y me fijo en un paquete rectangular que hay al lado de un enorme sobre rosa que casi parece… «resplandecer», pero de una manera peligrosa y amenazante.

—En fin, solo quería felicitarte por tu cumpleaños. —Mira el reloj de la mesilla—. Solo te quedan unos minutos, así que ¡disfrútalos!

En cuanto la puerta se cierra, me dirijo al vestidor y cojo la caja. Visualizo su contenido nada más tocarla.

Rompo el envoltorio lo más deprisa que puedo y arrojo los trozos de papel al suelo antes de levantar la tapa para dejar al descubierto un delgado álbum de fotos morado que contiene todas las fotografías que Riley tomó en aquel fatídico viaje al lago… incluida la que vi en Summerland. Y mientras las hojeo, no puedo evitar preguntarme S1 mi hermana ha arreglado esto de algún modo… si puede verlo, si Puede verme. Sin embargo, no la llamo, ya que nunca consigo nada con eso. Me limito a enjugarme las lágrimas y a darle las gracias en silencio. Dejo el álbum en la mesilla de noche para tenerlo cerca para poder verlo siempre que quiera. Luego cojo el sobre en el que aparece mi nombre escrito con una letra formal, y contengo el aliento al ver que brilla entre mis manos. Y por la forma en que mi cuerpo se enfría al tocarlo, sé que es de él.

Meto la uña bajo la solapa, decidida a acabar rápido con esto, y echo un vistazo al papel rosa brillante del sobre antes de abrirlo. La tarjeta tiene uno de esos mensajes estereotipados pero, en la esquina inferior izquierda, Roman ha escrito una nota que dice:

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