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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (26 page)

—Aun así… —asiente, ya que escucha mis pensamientos alto y claro—, no creo que debas considerar esa idea todavía. La vida ya es bastante corta, ¿sabes? Incluso los días en que parece muy, muy larga. Cuando todo se acabe, te parecerá un parpadeo, un efímero instante de la eternidad, créeme.

—Quizá sea así para ti, pero no para mí —replico al tiempo que lo miro a los ojos de una forma tan abierta y sincera que es evidente que le estoy dando permiso para entrar en mi cabeza. Estoy dispuesta a confesar, a contarle toda la sórdida historia, a poner las cartas sobre la mesa e informarle de todo lo que me he callado hasta ahora. Lo único que debe hacer es preguntar—. Te aseguro que para mí no será nunca un parpadeo.

Se frota la barbilla y arruga la frente. Es obvio que intenta encontrarle sentido a mis palabras.

No hace falta nada más que su deseo de comprender para que lo desembuche todo: una cascada arrolladora de palabras pronunciadas con tal rapidez que se mezclan unas con otras, que se remontan al primer día, al momento del accidente, cuando Damen me dio el elixir y me convirtió en lo que soy ahora, y que llegan hasta la actualidad, hasta la verdad sobre Roman, la verdad sobre quién es y sobre cómo se ha asegurado de que Damen y yo jamás podamos estar juntos; sobre Ava, las gemelas y la extraña relación que las une; sobre los chacras y la posibilidad de eliminarnos golpeando el más débil, y, por supuesto, la verdad sobre Shadowland, sobre el abismo eterno en el que acaban todos los inmortales… lo único que me mantiene a este lado del puente. Las palabras salen de mis labios a tal velocidad que no puedo contenerlas y ni siquiera lo intento. Me siento aliviada al soltar la carga que me pesa, y me animan sus esfuerzos por mantener la calma, por no dejarse llevar por el pánico, por permitirme decir lo que quiero decir.

Y cuando llego a la parte sobre Roman, a la horrible atracción que siento por él, al fuego que me consume las entrañas y a la repugnante situación de la que he escapado a duras penas, Jude me mira y dice:

—Ever, por favor, cálmate. Apenas logro entender lo que dices.

Asiento con la cabeza. Tengo el corazón acelerado y las mejillas sonrosadas. Me rodeo la cintura con los brazos. Mi cabello cuelga en mechones húmedos por delante de mis mejillas, de los hombros y por la espalda, empapado por gruesas y redondas gotas de rocío que caen sin cesar. Veo un coro de recién llegados impacientes por seguir su camino hacia el otro lado. El puente se comba y se balancea mientras ellos caminan hacia delante inundados de una luz radiante y milagrosa.

—Escucha… ¿Te importa… que vayamos a otro sitio? —Señala con la cabeza la fila de gente, tan larga que me pregunto si habrá sucedido alguna catástrofe—. Esto me pone los pelos de punta, la verdad.

—Has sido tú quien ha decidido venir aquí. —Me encojo de hombros. Por alguna extraña razón, siento la necesidad de ponerme a la defensiva… Noto el remordimiento típico del que acaba de confesar. Acabo de contarle una historia secreta y prohibida con todo lujo de detalles, y lo único que se le ocurre decirme es que me calme y que nos vayamos de aquí… Sacudo la cabeza y pongo los ojos en blanco. Esa no es la clase de reacción que esperaba—. Yo no te he invitado a reunirte conmigo. Has aparecido aquí sin más.

Sin acobardarse por mi cambio de humor, Jude sonríe y dice:

—Bueno, no ha sido así exactamente…

Lo miro y me pregunto qué quiere decir.

—He oído tu llamada de auxilio y he venido a investigar. Te buscaba a ti, no este… lugar.

Lo miro con los ojos entornados y estoy a punto de negarlo cuando me viene a la memoria mi primer encuentro con las gemelas, un encuentro que se desarrolló casi de la misma manera.

—No iba a cruzar —aseguro con las mejillas ruborizadas por la vergüenza—. Bueno, tal vez por un segundo pensara hacerlo, pero no iba en serio. De verdad, solo sentía curiosidad… eso es todo. Conozco a unas cuantas personas que viven al otro lado a las que a veces echo de menos…

—¿Y se te ha ocurrido hacerles una visita rápida? —Su tono es frívolo, pero la pregunta es mucho más seria de lo que se cree.

Sacudo la cabeza y bajo la vista al suelo cubierto de barro.

—¿No? ¿De qué se trata entonces? ¿Qué es lo que te detuvo, Ever? ¿Yo?

Respiro hondo una vez, y luego otra. Necesito tomarme un momento antes de volver a mirarlo a los ojos.

—Yo… no iba a cruzar. Sí, es cierto que me he sentido tentada, pero me habría detenido… con o sin tu ayuda. —Me encojo de hombros—. En parte porque no está bien dejar tantas cosas por hacer… Dejar que otra gente solucione mis errores. Y en parte porque sé lo que sé sobre las almas de los inmortales y dónde acaban, y aunque pueda pensar que me lo merezco, no quiero apresurarme a llegar a ese final. He visto el otro lado, o al menos el que me espera a mí. Y siento decirte que no es el lugar en el que se encuentra mi familia. Me temo que si quiero volver a verla, tendré mucha más suerte probando contigo que cruzando ese puente, por no mencionar que…

Jude me mira, a la espera de que continúe.

Suspiro y doy una patada al suelo, decidida a confesar la principal razón sin tener en cuenta el daño que pueda hacerle. Lo miro a los ojos y yergo los hombros.

—Por no mencionar que jamás le haría algo así a Damen. —Mantengo la mirada un instante antes de apartarla—. Nunca lo abandonaría así… no después de… —Hago una pausa para tragar saliva, a pesar del nudo en mi garganta—. No después de todo lo que él ha hecho por mí. —Me froto los brazos en busca de calidez, aunque en realidad no tengo frío, solo me siento incómoda y torpe.

Jude asiente con la cabeza y me asegura que todo saldrá bien. Me coloca la mano en la parte baja de la espalda mientras me aleja del puente, de la fila de almas que se dirigen animadamente al otro lado, y regresamos al plano terrestre.

Capítulo veintisiete

—V
ale, esto es lo que vas a hacer… —Deja el motor en punto muerto y se gira hacia mí—. Primero, vas a entrar para asearte. —Levanta el dedo índice para hacerme callar cuando abro la boca para hablar—. Luego te sentarás y se lo contarás todo… sin dejarte nada. Porque, a pesar de las experiencias anteriores que puedas haber tenido con ella, por lo que yo he visto y he descubierto, estás en buenas manos. De verdad, es más inteligente de lo que piensas, y lleva haciendo este tipo de cosas varias vidas. Por no mencionar que es la única persona que se me ocurre que puede ayudarte de forma imparcial.

—¿Cómo sabes lo de sus vidas anteriores? —Un súbito escalofrío me recorre la piel—. Sin tener en cuenta todo lo que te he contado, quiero decir.

Jude me mira y alarga el silencio durante tanto tiempo que estoy a punto de romperlo.

—He estado en los Grandes Templos del Conocimiento —dice al final—. Ahora lo sé casi todo.

Hago un gesto afirmativo mientras trago saliva. Intento no asustarme. Porque aunque acabo de hacerle lo que podría tomarse por la madre de todas las confesiones, lo cierto es que no le he contado todo.

No obstante, Jude se encoge de hombros.

—Y luego, cuando acabes de aquí, debes ir a casa de Damen. Me da igual lo que le digas, eso es cosa tuya. Pero últimamente le has hecho sudar la gota gorda, y sin importar lo que yo sienta por él, eso es… —Se detiene y niega con la cabeza—. Bueno, hazlo y ya está, ¿vale? Aún no te has recuperado… eso lo has comprobado esta noche, y necesitas a Damen a tu lado para que te ayude a superarlo. Es lo más correcto. Y, ya puestos, tómate unos días libres en el trabajo. En serio, me las apañaré sin ti. Además, Honor se ha ofrecido a ocupar el puesto, así que tal vez le dé una oportunidad.

Asiento con la cabeza. Me impresiona que actúe de una forma tan noble, que se comporte como un caballero y me empuje a los brazos del que ha sido su rival durante los últimos siglos. Me aferró a la manilla de la puerta, segura de que la conversación se ha acabado. Estoy a punto de salir del coche cuando Jude pone la mano sobre mi pierna y dice:

—Hay más.

Me giro y veo que se ha puesto muy serio. Los dedos que me aprietan la rodilla están fríos.

—Aunque te prometo que no interferiré en tu relación con Damen, no estoy dispuesto a rendirme. Estos días no estoy llevando muy bien eso de perder a la chica de mis sueños durante cuatrocientos años.

—¿Tú… lo sabías? —Me llevo la mano al cuello mientras mi voz se apaga.

—¿Te refieres a si conocía la existencia del chico de los establos parisino, el conde británico, el párroco de Nueva Inglaterra o el artista también conocido como Bastiaan de Kool? —Sus ojos son como dos estanques de color aguamarina que brillan con un deseo acumulado durante cientos de años—. Sí. —Hace un gesto afirmativo—. Sé todo eso… y más. —Sacudo la cabeza, sin saber qué decir ni qué hacer. Aparta la mano de mi rodilla para acariciarme la mejilla—. No me digas que tú no lo sientes… porque sé que es así. Puedo verlo en tu mirada, en la forma en que respondes a mis caricias. Por Dios, lo he visto incluso en tu forma de reaccionar cuando me viste con Honor antes… —Echa un vistazo a su muñeca, pero como no lleva reloj, se encoge de hombros—. Da igual. No me gusta Honor, no como tú te piensas. Es una relación profesor-alumna, sin más. Solo amistad. —Inclina la cabeza mientras desliza sus suaves dedos por mi mejilla en una caricia tan delicada, tan tentadora, que no podría haberme apartado ni aunque hubiera querido hacerlo—. No me interesa ninguna otra chica. Siempre has sido tú. Y aunque puede que ahora no sientas lo mismo, quiero que sepas que no hay nada que nos separe. Nada salvo tú, claro. Al final, tú eres la que decide. —Cuando aparta la mano, aún siento su caricia en mi piel. Me mira con expresión ardiente—. Pero, sea lo que sea lo que decidas, no puedes negar que esto… —se inclina de nuevo hacia mí— está presente.

Y cuando me mira con la cabeza ladeada de esa forma que hace que el cabello caiga sobre su cara y sus hombros… cuando alza la ceja partida… cuando su sonrisa hace aparecer sus hoyuelos… cuando me mira así… es un desafío que no puedo negar.

Sí, siento algo cuando nos tocamos. Sí, es sin duda muy mono y muy atractivo, y alguien con quien puedo contar. Sí, en más de una ocasión me he sentido atraída por él. Pero aun sumando todo eso, el sentimiento no llega ni de lejos a lo que siento por Damen. Nunca lo ha hecho y nunca lo hará. Damen es el único para mí. Y si algo he logrado en este horrible día es ser sincera con Jude, por más que eso le pueda doler…

—Jude… —empiezo a decirle, pero él me coloca un dedo sobre los labios para impedir que diga nada más.

—Entra en la casa, Ever. —Asiente antes de apartarme un mechón de la cara y metérmelo detrás de la oreja. Sus dedos se demoran unos segundos demasiado largos, reacios a apartarse—. Arregla las cosas, revierte el hechizo, encuentra un antídoto para el antídoto… haz lo que tengas que hacer. Porque da igual lo que sientas por mí, da igual la decisión que tomes. Al fin y al cabo, yo solo quiero que seas feliz. Pero también quiero que sepas que no me he rendido… y que no pienso hacerlo por ahora. Llevo cuatrocientos años sin hacerlo, así que bien puedo aguantar un poco más. Y aunque puede que en los últimos siglos la batalla no haya sido muy justa, ahora al menos cuento con la ayuda de Summerland y estoy un poco mejor equipado. Puede que no sea inmortal (lo más probable es que jamás elija ese camino), pero oye… según dicen, el conocimiento es poder, ¿no? Ahora, gracias a ti y al Gran Templo del Conocimiento, lo tengo a raudales.

Tomo una honda bocanada de aire y salgo del coche. Entro en la casa sin llamar siquiera. Y aunque no he avisado de que iba a venir, aunque las manillas del reloj marcan una hora nada apropiada para hacer visitas, no me sorprende lo más mínimo encontrar a Ava en la cocina preparando una jarra de té.

—Hola, Ever —dice con una sonrisa—, te estaba esperando. Me alegra ver que lo has conseguido.

Capítulo veintiocho

E
mpuja el plato de galletas hacia mí sin pensarlo, más por costumbre que por otra cosa. Cuando se da cuenta, sacude la cabeza y se echa a reír por lo bajo. Intenta apartarlo, pero estiro la mano y se lo arrebato. De color beige cremoso, redonditas, esponjosas y decoradas con gruesos cristales de azúcar… Cojo una galleta, muerdo un trozo y me lo coloco sobre la lengua. Recuerdo que antes eran mis favoritas, y desearía poder disfrutar como antes de su sabor dulce… del sabor de cualquier comida, en realidad.

—No tienes que comértelas por mí —dice al tiempo que se lleva la taza a los labios. Sopla el té un par de veces antes de dar un sorbo—. Créeme, a las gemelas les gustan más que a nosotras dos juntas, así que no me ofenderé si no pruebas bocado.

Me encojo de hombros. Me entran ganas de explicarle que, en ocasiones, cuando echo de menos ser normal, como, bebo y voy de compras en lugar de manifestar las cosas, solo para demostrar que aún puedo hacerlo. Pero ese anhelo dura poco tiempo, y últimamente solo aparece cuando es tarde, estoy agotada y bastante perdida, como ahora. Otras veces ni siquiera quiero imaginarme tener que volver a hacer algo tan ordinario.

Sin embargo, no le cuento nada de eso.

—Bueno, ¿cómo están las gemelas? —Muerdo otro trozo de galleta mientras recuerdo su sabor dulce y delicioso… Ahora me sabe a cartón, pero soy yo la que ha cambiado, no la receta.

—Es curioso, ¿sabes? —Deja la taza sobre la mesa, se inclina hacia mí y empieza a pasar los dedos por el salvamantel verde, como si quisiera plancharlo con las manos—. Nos hemos acoplado muy bien y muy rápido, como si el tiempo no hubiera pasado. ¿Quién iba a imaginarlo? —Esboza una sonrisa y sacude la cabeza asombrada—. Sé que la reencarnación está relacionada con el karma y con los asuntos pendientes de nuestro pasado, pero jamás pensé que pudiera aplicarse de un modo tan… literal… en mi caso.

—¿Y su magia? ¿La han recuperado ya?

Ava respira lenta y profundamente antes de volver a coger la taza. Aferra el asa con los dedos sin levantarla.

—No. Todavía no. Pero tal vez no sea algo tan malo. —Se encoge de hombros.

No entiendo muy bien qué ha querido decir.

—Bueno, a ti no te ha ido muy bien con eso hasta ahora, ¿no?

Bajo las manos hasta el regazo y empiezo a retorcerme los dedos. Está claro que verme encogida y nerviosa basta para que Ava obtenga las respuestas que necesita.

—Y aunque yo también practicaba la hechicería antes… bueno, es obvio. —Saca la lengua hacia un lado y levanta la mano para imitar la posición del lazo corredizo de la horca. Luego se echa a reír y me señala con el dedo al ver que la miro con la boca abierta—. Ay, venga, anímate. —Sonríe y me muestra sus dientes blancos—. No tiene sentido llorar por un pasado que no puedo cambiar. Cada paso nos lleva al siguiente, y resulta que el siguiente está justo aquí. —Da una palmada sobre la mesa—. Porque gracias a mis experiencias en mis vidas pasadas, gracias a que me ayudaste a acceder a Summerland, donde al final pude entrar en los Grandes Templos del Conocimiento, ahora soy capaz de entender cosas que antes solo podía intuir.

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