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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (11 page)

Pero de camino hacia allí, paso por la de Roman. Y solo me hace falta echar un vistazo al escaparate… un vistazo al cartel de lo alto que reza: ¡RENACIMIENTO!… un vistazo a la puerta abierta que me conduce hasta él… para que, de repente, la magia de Summerland desaparezca y las inexplicables palpitaciones, esas horribles intrusas, regresen de nuevo.

Me obligo a avanzar, a reunir toda mi fuerza de voluntad para pasar de largo. Pero mis piernas pesan demasiado y se niegan a cooperar, y mi respiración se vuelve rápida y superficial.

Es como si hubiera echado raíces. No puedo moverme. Me veo derrotada por una espantosa necesidad de encontrarlo… de verlo… de estar con él. El terrible invasor se apodera de mí como si esa tarde encantada en Summerland jamás hubiera tenido lugar. Como si nunca hubiera estado en paz.

La bestia se ha despertado y exige que la alimenten. Y a pesar de todos mis esfuerzos por alejarme de este lugar antes de que sea demasiado tarde… ya es demasiado tarde. Roman ha salido a mi encuentro.

—Vaya, qué extraño encontrarte aquí.

Se apoya contra el marco de la puerta, todo pelo dorado y dientes brillantes. Sus ojos azul oscuro están clavados en mí.

—Pareces bastante… irritada. ¿Va todo bien? —Su falso acento británico hace que su voz se eleve de una forma que por lo general me pone de los nervios, pero que ahora… ahora me parece tan encantadora que no puedo moverme de donde estoy. Debo seguir luchando la batalla épica que se libra en mi interior… la batalla en la que nos enfrentamos el monstruo de las palpitaciones extrañas y yo.

Roman suelta una carcajada y echa la cabeza hacia atrás de tal forma que el tatuaje del uróboros de su cuello queda a la vista: la serpiente que se enrolla y se desliza, con unos ojos redondos que buscan los míos mientras su lengua fina y larguirucha me anima a acercarme.

Y aunque lo sé todo sobre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, los inmortales y los renegados, doy un paso hacia delante. Avanzo un pequeño paso hacia la derrota rápidamente seguido de otro. Y de otro. Miro fijamente a Roman… al espléndido y deslumbrante Roman. Es lo único que veo. Lo único que necesito. Apenas soy consciente de ese pequeño reflejo de mi persona que sigue dentro de mí en alguna parte (esforzándose, gritando, exigiendo que escuche), pero que no tiene ninguna oportunidad. Y, tan solo un momento después, esa parte de mí queda silenciada por los latidos de mi interior… concentrados en un solo propósito.

Su nombre brota de mis labios cuando me sitúo frente a él, tan cerca que puedo distinguir todas y cada una de las motas violeta de sus ojos y sentir el frescor que emana de su piel. El mismo frío que antes encontraba abominable y repulsivo, pero ya no. Ahora me parece el hechizante canto de una sirena que me anima a regresar a casa.

—Sabía que al final te rendirías. —Sonríe y me recorre con la mirada mientras hunde los dedos en mi cabello—. Bienvenida al lado oscuro, Ever. Creo que aquí serás bastante feliz. —Ríe con ganas, y el sonido me envuelve como un delicioso abrazo de escarcha—. No me extraña que te hayas librado de ese carcamal de Damen. Sabía que te hartarías de él. De la espera, de la angustia, de la horrible búsqueda de las almas… por no hablar de la «bondad». —Sacude la cabeza y hace una mueca, como si la misma idea le doliera—. No sé cómo has aguantado tanto, ni por qué, la verdad. Porque, siento ser yo quien te lo diga, cariño, pero no hay recompensas futuras cuando el futuro está justo aquí. —Estampa un pie contra el suelo—. Una maldita pérdida de tiempo, eso es lo que es. No tiene sentido demorar el placer cuando la gratificación instantánea es mucho mejor. Pero, por suerte para ti, soy de los que perdonan. Estoy más que dispuesto a servirte de guía. Así que, dime, ¿dónde quieres que empecemos, cariño? ¿En tu casa o en la mía?

Desliza los dedos por mi garganta, por mi hombro, hasta el cuello holgado de la camiseta. Y aunque su contacto es gélido en todos los sentidos de la palabra, no puedo evitar inclinarme hacia delante, no puedo evitar cerrar los ojos y abandonarme a los sentidos que me provoca. Lo animo a bajar aún más, a explorar terrenos desconocidos, más que dispuesta a ir allí donde quiera llevarme…

—¿Ever? ¿Eres tú? Joder, ¿estás de coña o qué?

Abro los ojos y me encuentro a Haven justo detrás de nosotros. Tiene los párpados entornados y nos mira a Roman y a mí con expresión asesina. Y no deja de hacerlo cuando Roman se echa a reír, me aleja de un empujón y se deshace de mí sin remilgos, como si no significara nada para él.

—Ya te dije que volvería, nena. —Roman desliza la mirada por mi cuerpo, tembloroso y cubierto de sudor, tan lleno de ese anhelo indeseado que me duele ver cómo rodea a Haven con el brazo. Ambos me dan la espalda y se adentran en la tienda mientras él añade—: Ya sabes cómo es Ever. No es capaz de mantenerse alejada.

Capítulo once

E
cho a correr.

Y dejo atrás los edificios en cuestión de segundos. Para todo aquel que me vea, soy como una sombra borrosa que se mueve a toda velocidad, pero me da igual. Me da igual lo que piensen… lo que vean. Solo me importa una cosa: librarme de este repulsivo intruso, de este invasor místico, para que la antigua yo pueda regresar.

Atravieso la puerta como una exhalación justo en el momento en que Jude se dispone a cerrarla, y a punto estoy de arrojarlo al suelo, a pesar de que él se aparta de un salto de mi camino.

—Necesito ayuda. —Me quedo de pie delante de él, jadeante, resollante, destrozada sin remedio—. Yo… no tengo otro lugar adonde ir.

Me mira con los ojos entornados y una expresión ceñuda y preocupada antes de guiarme hasta el cuarto trasero, donde aparta una silla con el pie y me indica que me siente.

—Tranquila —ronronea—. Respira hondo. En serio, Ever. No sé qué pasa, pero seguro que se puede arreglar.

Sacudo la cabeza y me inclino hacia él aferrada a los brazos de la silla, luchando para quedarme quieta y no volver junto a Roman.

—¿Y si te equivocas? —le pregunto con los ojos desorbitados, las mejillas sonrojadas y la voz estridente y trémula—. ¿Y si no puede arreglarse? ¿Y si estoy… y si estoy perdida sin remisión?

Rodea el escritorio y se deja caer en su silla. Se mece adelante y atrás mientras me observa con una expresión tranquila y plácida, imposible de interpretar. Sin embargo, algo en el movimiento, en ese tranquilo balanceo constante, me calma al instante. Me permite reclinarme en la silla, respirar más despacio y concentrarme en el modo en que su cabello cae sobre el dibujo de Ganesa estampado en su camiseta.

—Mira —le digo al final. Empiezo a sentirme mejor, casi humana otra vez—. Yo… siento mucho haber aparecido aquí así. En realidad, venía de camino para darte esto. —Cojo el bolso, saco el pequeño paquete blanco y se lo entrego. Lo observo mientras revisa el contenido y le digo—: Es tu receta. La cogí antes para dejártela en el escritorio, pero me había olvidado hasta hace un rato.

Asiente en silencio mientras me estudia con atención durante un instante.

—Ever, ¿de qué va en realidad todo esto? —pregunta—. Está claro que no has venido aquí a hablar de medicamentos. —Aparta las pastillas a un lado con el brazo en cabestrillo y me mira a los ojos antes de añadir—: Créeme, no pienso tomármelas. Los calmantes y yo… no combinamos bien. Seguro que ya te has dado cuenta.

Y al mirarlo, comprendo que recuerda todo, cada palabra, la confesión que me hizo.

Aprieto los labios, bajo la mirada y empiezo a juguetear con el dobladillo del vestido. Sé que estoy a punto de hacer lo correcto cuando le digo:

—Bueno, por lo menos deberías tomarte los antibióticos… para evitar las infecciones y todo lo demás.

Jude se reclina en la silla y apoya los pies sobre el escritorio antes de cruzar las piernas a la altura de los tobillos. Sus impresionantes ojos verdes se clavan en mí.

—¿Qué te parece si vamos al grano? ¿Qué es lo que te ocurre?

Tomo una profunda bocanada de aire y me aliso el vestido sobre las rodillas antes de hacer frente a su mirada.

—He venido aquí a traerte los fármacos, la verdad. Pero de camino… me ha ocurrido algo… y… —Sé que debo ir al grano, soltarlo todo, antes de que pierda la paciencia—. Creo que he vinculado a Roman conmigo de forma accidental.

Jude me mira y hace un esfuerzo enorme por no cabrearse, aunque no lo consigue del todo.

—Mejor dicho, me he vinculado a Roman. Pero no a propósito… fue un accidente. Yo quería hacer justo lo contrario, pero al final, cuando intenté deshacerlo, solo empeoré las cosas. Y aunque es evidente que no tienes ningún motivo para ayudarme… lo creas o no, no sé a quién más acudir.

—¿No tienes a nadie? ¿Estás segura de eso? —Alza la ceja partida.

Busco las palabras adecuadas para explicárselo, con la esperanza de poder convencerlo. Suelto un largo suspiro y empiezo a hablar:

—Sé lo que estás pensando, pero ya puedes olvidarlo. No puedo contárselo a Damen… él nunca debe enterarse de lo que he hecho. No lleva bien lo de la hechicería, no confía en esas cosas… así que en realidad no puede hacer nada para ayudarme. Le haría daño y lo decepcionaría sin ninguna necesidad. Contigo… las cosas son diferentes. Tú sabes mucho sobre hechizos. Y puesto que necesito la ayuda de alguien que esté familiarizado con ese tipo de asuntos… bueno, he pensado que tú podrías ayudarme a solucionar mi problema.

—Me da la sensación de que has depositado demasiada confianza en mí. —Se coloca el cabello sobre el hombro y apoya los brazos en el regazo.

—Tal vez. —Me encojo de hombros—. Pero creo que no me equivoco. Ahora que he demostrado que no eres de los malos… —Señalo sus brazos con un gesto de la cabeza. Verlos así me da una idea, una idea que podría sacar a colación en algún momento, algo que puede resultar una vía perfecta para hacerlo cambiar de opinión… pero en el futuro, no ahora. Primero necesito solucionar esto. Trago saliva con fuerza y bajo la mirada. Me horroriza tener que admitir esto, decir las palabras en voz alta, pero sé que es la única manera—. Es como si estuviera obsesionada con Roman. —Lo miro de reojo y veo que su rostro empalidece, pero agradezco sus esfuerzos por contenerse—. Estoy totalmente cegada con él. Solo pienso en él. Solo sueño con él. Y no puedo evitarlo, por más que me esfuerce.

Jude asiente y mueve la cabeza despacio, como si estuviera meditando, como si estuviera repasando su libro mental antihechizos en busca de un remedio.

—Esta sí que es buena, Ever. —Respira hondo y me mira a los ojos—. Es… complicado.

Afirmo con la cabeza y enlazo las manos sobre los muslos, consciente de la situación.

—Los hechizos vinculantes… —Se frota la barbilla con la escayola—. Bueno, no siempre pueden deshacerse.

Me inclino hacia delante y lucho por conservar la calma, por decir algo a pesar de lo mucho que me cuesta respirar.

—Pero… creía que todo podía deshacerse… que solo había que realizar el hechizo correcto en el momento… adecuado.

Sus hombros suben y bajan en un gesto tan definitivo que se me hace un nudo en el estómago.

—Lo siento —dice mirándome a los ojos—, solo te cuento lo que he aprendido a lo largo de años de estudio y prácticas. Pero tienes el
Libro de las sombras
, y conoces ese supuesto código que descifra el otro código… así que tú me dirás.

Suspiro, me apoyo en el respaldo de la silla y empiezo a toquetear de nuevo el dobladillo del vestido.

—El
Libro
no ha sido de mucha ayuda. Hice casi exactamente lo que Romy y Rayne me dijeron… utilicé casi los mismos elementos y…

Jude me mira con atención.

—¿Los mismos elementos?

—Bueno, sí. —Alzo los hombros—. En su mayoría. Para revertir el hechizo… es necesario repetir los mismos pasos… eso pone en el libro, y Romy y Rayne me lo confirmaron.

Jude asiente sin decir una palabra. Sin embargo, es evidente que se está conteniendo.

—Así que no entiendo qué ha salido mal. Al principio creí que lo tenía controlado, pero luego… se me fue por completo de las manos y empezó a revertirse por sí solo de nuevo, con lo que se repitió la misma secuencia de sucesos que antes.

—Ever, sé que repetiste los pasos, pero ¿lo hiciste también con las mismas herramientas? ¿Las mismas hierbas, los mismos cristales y todo lo demás?

—Algunas cosas nuevas, y otras viejas. —Vuelvo a encogerme de hombros, sin saber adonde quiere ir a parar.

—¿Cuál fue la herramienta principal que utilizaste… la que en realidad hizo que el hechizo funcionara?

—Bueno, después del baño… —Entorno los párpados para concentrarme y veo la respuesta al instante—: El
athame
. —Lo miro y me queda claro que ambos lo sabemos: ese es el grave error que cometí—. Lo utilicé… para… para el intercambio de sangre y…

Sus ojos se abren de par en par, sus mejillas se empalidecen y su aura comienza a estremecerse de un modo bastante aterrador.

—¿Y ese fue el
athame
que utilizaste conmigo? —pregunta con una voz cargada de preocupación.

Sacudo la cabeza y veo que su rostro se llena de alivio.

—No, el que utilicé contigo fue una réplica que hice aparecer en ese mismo momento. El de verdad está en casa.

Jude asiente. Está claro que se alegra de oír eso, pero también que desea seguir adelante.

—Bueno, odio tener que decirte esto, pero el
athame
es lo único que debías renovar. Hay que ofrecerle a la diosa algo nuevo, puro y sin utilizar. No puedes honrarla con los mismos elementos mancillados que utilizaste con la reina del inframundo.

Vaya…

Me mira con expresión triste.

—Me encantaría ayudarte, de verdad que sí, pero todo esto está fuera de mi alcance. Quizá deberías consultarlo con Romy y Rayne; ellas parecen saber muy bien lo que se hacen.

—Pero ¿lo saben en realidad? —Lo miro con los ojos entornados, sin saber muy bien adonde quiero ir a parar. En realidad, solo pienso en voz alta cuando le digo—: Porque la cosa es que les presté atención. Hice lo que me dijeron. Vale, no les gustaba el
athame
, y me dijeron que lo había hecho todo mal y que debían fundirlo, pero aun así, cuando me negué a hacerlo, no pusieron ninguna objeción. No me dijeron ni una sola vez que no podía utilizarlo de nuevo, o que debía usar elementos nuevos para poder revertir el hechizo. Por alguna razón, olvidaron compartir esa información conmigo.

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