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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (12 page)

Nuestros ojos interrogantes se encuentran. ¿Por qué harían algo así? ¿Había sido a propósito? ¿Tan mal les caía? Jude descarta esa idea mucho más rápido que yo. No obstante, no conoce nuestra historia. Una historia tan compleja e inestable que no puedo descartar ninguna posibilidad.

—Escucha, ellas quieren muchísimo a Damen… tanto como me odian a mí. En serio. —Asiento con la cabeza, a sabiendas de que no es ninguna exageración, sino la verdad—. Y aunque se supone que son brujas buenas, creo que serían capaces de hacer algo así para… no sé… para darme una lección, o quizá para intentar alejarme de Damen. ¿Quién sabe lo que han planeado? De cualquier forma, aunque no fuera intencionado, aunque no lo supieran, ahora no puedo acudir a ellas. Porque si lo hicieron adrede, se lo contarán a Damen… y él no debe enterarse de esto bajo ningún concepto… No quiero herirlo gratuitamente. Y si no lo hicieron a propósito, bueno, entonces esta situación no será más que una pieza de munición más en su arsenal de cosas con las que pueden ridiculizarme.

Jude se inclina hacia mí con expresión decidida.

—Ever, entiendo tu dilema, te lo aseguro. Pero ¿no crees que últimamente estás un poco paranoica?

Lo miro con recelo y vuelvo a reclinarme en la silla, preguntándome si ha escuchado algo de lo que le he dicho.

—Primero me acusaste de ser un renegado, algo que, por cierto, no tengo ni la menor idea de lo que es. Lo único que sé es que tiene que ver con Roman… quien, según tú, no solo dirige su propia tropa de malhechores, sino que también se ha granjeado a un tiempo tu desprecio y tu lujuria gracias a un supuesto hechizo que salió mal. Y aunque no estás segura, es bastante posible, al menos en tu cabeza, que Romy y Rayne quieran vengarse de ti, razón por la cual han olvidado mencionar a propósito una información crucial de las instrucciones para que las cosas te salieran mal y poder así apartarte de Damen. Y a propósito de Damen, también estás convencida de que jamás te perdonaría que te hayas metido en este embrollo… y… —Sacude la cabeza—. ¿Entiendes lo que quiero decir?

Frunzo el ceño, me cruzo de brazos y entorno los párpados. Me niego a reconocer nada de eso… y, además, no es tan sencillo. Es mucho más complicado.

—Ever, por favor… Quiero ayudarte, deberías saberlo ya, pero también quiero hacer lo correcto. Deberías contarle esto a Damen. Estoy seguro de que lo entenderá y…

—Ya te lo he explicado —le digo—. Él no cree en la hechicería, y ya me advirtió que no la utilizase. No podría soportar que descubriera que no le hice caso, que se enterara de lo bajo que he caído.

Jude vuelve a apoyarse en el respaldo de su asiento y me observa con detenimiento.

Ya, pero no te supone un problema que yo lo sepa, ¿verdad? Pregunta con un suspiro. Esboza una sonrisa que apenas se dibuja en su rostro.

Respiro hondo, decidida a decir las cosas con tanta sinceridad como pueda.

—Créeme, a mí tampoco me resulta fácil hablar de esto, pero no tengo a nadie más a quien acudir. De todas formas, si no quieres involucrarte, solo tienes que decirlo y…

Me aferró a los brazos de la silla y me pongo en pie, dispuesta a marcharme. Pero sus hechizantes ojos aguamarina me detienen y me animan a volver a sentarme. Abre un cajón, rebusca entre el contenido y me dice:

—Me da la impresión de que ya estoy involucrado. Veamos qué podemos hacer.

Capítulo doce

—¡Y
yo que pensaba que me iría a Florencia sin despedirme de ti! —Miles tira de mí para darme lo que solo puede describirse como un abrazo de oso. Mira a Damen por encima de mi hombro y susurra—: Me alegra ver que estáis juntos otra vez.

Me aparto y lo miro con recelo. Recuerdo la última vez que lo vi, en la fiesta de despedida que celebré para él la semana anterior, y lo mucho que me animó a pasar de Damen y a encontrar la felicidad con Jude.

Miles me lee el pensamiento y esboza una sonrisa.

—Quería verte feliz, ¿tan malo es eso? —Se da la vuelta y le hace a Damen un gesto con la mano antes de añadir—: Qué demonios, quiero que todo el mundo sea feliz… y por eso deberíais evitar todas las estancias de esta casa salvo esta. Y eso incluye el patio de atrás.

Los brazos de Damen me aprietan arrastrándome a un abrazo protector. Su voz está teñida de preocupación cuando dice:

—¿Quieres decir que hay alguien en la lista de invitados que podría hacernos infelices?

Los miro a los dos, aunque ya conozco la respuesta. Lo supe en el instante en que salimos del coche y nos acercamos a la puerta. En el instante en que esas extrañas palpitaciones despertaron en mi interior y me alertaron de lo único que necesitaba saber: que Roman se encuentra aquí.

Lo demás son insignificancias.

Miles tuerce la boca a un lado y se pasa los dedos por su oscuro y corto cabello.

—Bueno, no, no hay invitados… tan solo un grupo de gente que se ha pasado por aquí a mediodía y todavía no se ha marchado. Y, para vuestra información, lo sé todo sobre Haven, así que…

—¿Cómo dices? —Lo observo con atención. Examino su aura y veo que su habitual tono amarillo amistoso tiene matices grises en conflicto.

Miles me mira, frunce los labios y sacude la cabeza.

—Escucha, lo sé todo. Ella me lo ha contado. Y aunque me gustaría quedarme por aquí y ayudaros a solucionarlo…

—¿Qué te ha contado? ¿Cuáles han sido sus palabras exactas? —inquiero sin apartar la vista de mi amigo. Damen me aprieta la cintura con más fuerza. Ambos estamos en alerta roja.

Miles sacude la cabeza y finge cerrar una cremallera sobre su boca.

—Ay, no, no sigas por ahí. En serio, Ever, ni lo intentes. Lo único que sé es que ya no os habláis. Y del resto… soy Suiza. Totalmente neutral. Me niego a involucrarme en esto. Porque lo cierto es que en realidad me alegro de no tener que quedarme por aquí para solucionarlo. Solo pretendía ser amable. Estoy impaciente por largarme a Florencia y dejar que lo arregléis vosotros solitos. Y será mejor que os esforcéis, porque no pienso dejar que me obliguéis a elegir entre un bando y otro cuando regrese. Bueno, tú tienes algo de ventaja porque eres la que me lleva en coche al instituto, pero conozco a Haven desde hace más tiempo, y eso también cuenta, ¿no? —Cierra los ojos y sacude la cabeza, como si le costara un esfuerzo enorme digerir todo ese lío.

—Miles, todo eso está muy bien, pero me temo que es imperativo que sepamos exactamente lo que Haven te ha contado. —La voz de Damen suena seria y apremiante. Deja claro, o al menos a mí, que si Miles no confiesa, romperá su promesa de no espiar los pensamientos privados de nuestros amigos y se adentrará en su mente para descubrirlo por sí mismo—. No se lo diré, si eso es lo que te preocupa, pero me temo que debemos saberlo.

Miles lo mira, suelta un suspiro dramático y pone los ojos en blanco.

—¿Tú también, Damen? —inquiere. Nos mira a los dos, irritado al verse tan presionado—. Está bien, os lo contaré, pero solo porque mañana a estas horas ya no estaré aquí… estaré navegando entre las nubes a nueve mil metros de altura, viendo películas que ya he visto y engullendo alimentos con alto contenido en sodio que me dejarán inflado. Pero, cuando las cosas se pongan feas, recordad que vosotros lo habéis querido. —Vuelve a mirarnos, hace una pausa dramática y se pone serio antes de añadir—: Me ha dicho que vosotros dos estáis empeñados en mantenerla alejada de Roman porque (y no olvidéis que estas son sus palabras y que no se debe matar al mensajero) piensa que tú estás celosa, Ever. Cree que tienes celos porque (y cito literalmente de nuevo)… —Se aclara la garganta a fin de conseguir una voz lo bastante ronca y parecida a la de Haven—: «Al final he conseguido destacar y Ever no puede soportar el hecho de no ser la única especial». —Pone los ojos en blanco una vez más y sacude la cabeza. Aunque me siento bastante mal por haberlo obligado a repetirio, también me alegra que no fuera lo que pensaba. Puede que Haven me odie, pero no ha dado a conocer su condición de inmortal… al menos por el momento.

Damen asiente con calma, pero sé que también se siente aliviado. Miro a Miles y me encojo de hombros.

—Vaya… siento mucho oír eso.

Pero la verdad es que ya casi lo he olvidado. Ese extraño pulso mágico que me recorre por dentro, que me acelera el corazón y me llena las palmas de sudor… esa sensación de hormigueo constante ha regresado de nuevo. Y lo único que quiero es salir de aquí lo antes posible para buscarlo. Para encontrar a Roman. Siento un deseo incontrolable que debo satisfacer, sin importar el precio que mis amigos o yo tengamos que pagar.

Trago saliva con fuerza y respiro hondo en un intento por calmarme. Me aferró al atisbo de cordura que he conseguido mantener a pesar de la furiosa batalla que se ha desatado en mi interior.

—Bueno, pues eso es todo. La clásica y ridícula pelea de chicas. —Miles alza los hombros—. Es una lástima que no me vayan esas cosas… Aunque a ti tal vez te gusten.

Señala a Damen, que se apresura a negarlo.

—Te aseguro que dejé atrás este tipo de asuntos hace mucho tiempo. —Un breve destello de pesar atraviesa su rostro, un recuerdo de la lucha entre Drina y yo que desaparece en un abrir y cerrar de ojos.

Miles asiente, nos mira y dice:

—Aunque Haven tiene razón en una cosa…

Damen cambia ligeramente de posición, atento a lo que pueda decir, mientras yo permanezco a su lado nerviosa, inquieta, deseando que Roman venga a mí.

—Es cierto que tiene mucho mejor aspecto últimamente. No sé si es su nuevo look postapocalíptico de gitana rocanrolera o qué, pero parece que por fin se ha encontrado a sí misma y ha conseguido destacar, como ella dice. Y después de estar perdida durante tanto tiempo, debe de resultar maravilloso encontrar un poco de aplomo, así que intentad no ser demasiado duros con ella, ¿vale? Cambiará de opinión con el tiempo. Por ahora, creo que deberíamos mantenernos apartados e intentar nO tomárnoslo como algo personal. Sobre todo vosotros, chicos, porque yo… me voy a Florencia… ¿os lo había dicho ya?

Asiento de manera automática como un robot. Compongo una expresión relajada, o eso espero. Espero que todo en mí parezca agradable, amistoso y tranquilo, porque por dentro estoy ardiendo, y no pienso dejar que Haven consiga lo que quiere si eso implica quedarse con Roman.

Ni hablar.

De ninguna manera.

Pero no lo digo. No abro la boca. Solo me encojo de hombros, como si no me importara, y empiezo a examinar la habitación. Cuento los segundos que pasan hasta que mi chico favorito de ojos azules y pelo rubio aparezca.

—Supongo que lo que intento decir es que, sin importar lo que ocurra entre vosotros, chicos, no pienso elegir entre ningún bando. Y eso significa que también vosotros sois bienvenidos aquí. Aunque lo cierto es que no he invitado a su séquito… Haven ha traído a sus amigos por cuenta propia. Para ser sincero, y os pido que no se lo digáis a ella, Roman me parece un poco… —Frunce el ceño y mantiene la mirada perdida mientras busca la palabra adecuada. Al final sacude la cabeza y empieza de nuevo—. Bueno, lo que sea… Digamos que hay algo en él… extraño. No sé cómo explicarlo, pero cuando estoy cerca de él siento lo mismo que sentía cuando estaba Drina.

Nos mira en busca de una confirmación, pero si bien mi mente está en otro lugar, Damen y yo estamos unidos en esto, el uno al lado del otro: somos un muro de despreocupación que Miles no puede atravesar.

—Da igual —dice con un gesto de indiferencia—. El la hace feliz, y eso es lo único que importa. Además, no podemos hacer nada por evitarlo, ¿verdad?

Ja… no tienes ni idea. Lo miro con los ojos entornados y los labios apretados, esforzándome por no decir nada.

—Venga, en serio…

Miles sigue parloteando y yo aprovecho la oportunidad para colarme en su cabeza. Realizo un examen superficial y echo un vistazo general. Percibo el entusiasmo que le provoca el viaje, la ansiedad que siente al dejar a Holt… y un desconocimiento total de la existencia de los inmortales, los renegados y cualquier cosa relacionada con el tema.

—… así que tenéis unas ocho semanas, dos meses enteros, para aclararlo todo. Cuento contigo, Ever, ya que todos sabemos lo cabezota que puede llegar a ser Haven. La quiero mucho, pero, afrontémoslo, a ella le encanta tener siempre razón más que a nadie que conozca… y luchará hasta la muerte para defender su postura… aunque esté equivocada.

Hago un gesto afirmativo, puesto que ya he salido de su mente y he renovado mi promesa de no volver a leerle el pensamiento nunca. Veo que Damen se mete la mano en el bolsillo y saca un trozo de papel plegado en un pequeño cuadrado… una nota que a buen seguro ha manifestado hace apenas un segundo.

—Te he traído la lista de la que hablamos. —En respuesta a la mirada interrogante de Miles, añade—: La lista de lugares que deberías visitar en Florencia… sitios que no deberías perderte. Es bastante larga. —Se encoge de hombros—. Te mantendrá ocupado las próximas semanas. —Mira a Miles a los ojos de esa forma relajada, plácida, carente de motivos ulteriores, que está destinada a convencer a la gente. Pero yo sé que lo que pretende es mantenerlo alejado de los lugares que le recomendó Roman hace unas semanas. Lo que no sé es por qué.

La última vez que se lo pregunté, se cerró en banda y se negó a hablar del tema. Lo único que sé es que Roman ha animado a Miles a visitar algunos lugares apartados en los que encontrará antigüedades peculiares, y eso es lo que le preocupa a Damen. Aunque no entiendo el motivo, ya que todos sus cuadros desaparecieron en el incendio que él mismo originó hace cuatrocientos años. Un incendio que destruyó toda su colección… y también a él, a todos los efectos.

Miles echa un vistazo a la nota y luego la dobla para guardársela en el bolsillo de la camisa.

—Créeme, después de ver la extenuante agenda que me enviaron ayer, tendré suerte si tengo tiempo para dormir. Se han tomado muy en serio lo de hacernos aprovechar todo el tiempo posible para mejorar nuestra destreza interpretativa, ya sabes; será como un auténtico campamento de actores, y no las despreocupadas vacaciones en Italia que yo me esperaba.

Damen asiente y un efímero destello de alivio recorre su rostro, aunque desaparece en lo que dura un parpadeo. Pero yo no he parpadeado. Y lo he visto. Y si no estuviera tan preocupada pensando eri Roman, lo interrogaría al respecto en cuanto estuviéramos a solas. No obstante, me quedo donde estoy, incapaz de ignorar que el hormigueo cálido que siento en su presencia ha quedado aniquilado por el pulso que ahora palpita en mi interior.

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