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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Tentación (9 page)

Pero cuando Haven me mira enarcando una ceja, como si hubiera oído lo que pienso y viera lo que intento en realidad, me entra el pánico. Un pánico íntimo y silencioso. Hasta que recuerdo que mi escudo está en su lugar. Da igual lo poderosa que se haya vuelto: si Damen no puede oírme, ella tampoco.

—Escucha, Ever… ya hemos hablado de esto, te estás repitiendo. Te escuché la primera vez, y también esta. Y, por si no lo recuerdas, concluimos que no estábamos de acuerdo. Además, ¿cómo vas a conseguir lo que quieres si no me llevo bien con él? —Nos mira con los ojos entornados, como una gata—. Confía en mí: Roman no es ninguna amenaza; al menos, no para mí. Es increíblemente dulce, amable y cariñoso… No es para nada como tú crees. Así que si queréis estar juntos —nos señala con el dedo a Damen y a mí—, tendréis que poneros de mi parte. Hasta donde yo sé, soy vuestra única baza en este asunto… ¿no?

Damen da un paso hacia delante. Sus ojos tienen un brillo furioso y su voz suena amenazante y grave cuando responde:

—Estás jugando a un juego muy peligroso. Comprendo que te entusiasmen las perspectivas, que te emocione el nuevo poder que ruge dentro de ti, pero es muy fácil perder la cabeza. Lo sé porque una vez fui como tú. De hecho, yo fui el primero. Y aunque eso fue hace mucho tiempo, lo recuerdo como si fuera ayer. También recuerdo la larga lista de errores que cometí, los muchos arrepentimientos que fui acumulando cuando mi sed de poder superó todo sentido de la decencia humana. No seas como yo, Haven. No cometas el mismo error. Y no se te ocurra amenazarnos a Ever o a mí… ni lo intentes. Tenemos muchas opciones, muchos medios, y no te necesitamos para…

—¡Basta ya! —Haven sacude la cabeza y nos mira—. Estoy harta de oíros hablarme así. ¿Os habéis parado a pensar que quizá pueda enseñaros un par de cosas sobre cómo utilizar todo este poder? —Pone los ojos en blanco y frunce el ceño. Responde a su propia pregunta al añadir—: ¡Por supuesto que no! Solo es: «Haz esto, Haven. Haz aquello, Haven. Te racionamos el elixir porque no confiamos en ti, Haven». Venga ya… Si no confiáis en mí, ¿cómo queréis que confíe en vosotros?

—No se trata de que no confiemos en ti —intervengo, en un intento de calmar las cosas antes de que se estropeen más—. Es en Roman en quien no confiamos. Y sé que no quieres verlo, pero él te está utilizando. No eres más que un peón en su retorcido juego. Conoce todas tus debilidades y las utiliza para manejarte como si fueras una marioneta.

—¿Y qué debilidades son esas? —Vuelve a tamborilear con los dedos sobre la caja de cartón, y aprieta los labios hasta formar una fina línea.

No obstante, antes de que la cosa vaya a más, antes de que nos arrepintamos, Damen levanta una mano para intervenir.

—No vamos a pelearnos contigo, Haven. Solo intentamos protegerte. Solo queremos lo mejor para ti.

—¿Y por qué necesito protección? ¿Porque soy demasiado estúpida como para entender las cosas sin ayuda? —Pasea la mirada entre nosotros, y al ver que Damen suelta un suspiro de frustración, sus ojos se vuelven fríos. Asiente con la cabeza, agarra la caja con fuerza y se pone en pie—. Ojalá pudiera creeros, pero lo cierto es que no puedo. Porque tú me ocultas algo, Ever… lo percibo. Y aunque no tengo ni idea de lo que es, hay algo que está muy claro: estás celosa. —Sus labios se curvan cuando añade—: Sí, aunque parezca una locura, la perfecta Ever Bloom tiene envidia de mí… la insignificante Haven Turner. —Sacude la cabeza—. ¿Qué tal llevas ese giro de los acontecimientos?

Mi cuerpo se pone rígido, pero no digo ni una palabra.

—Estás acostumbrada a ser la cabecilla del grupo. La más lista, la más guapa, la más perfecta en todo… y la que tiene el novio más sexy, perfecto y listo de todos. —Sonríe a Damen, pero se limita a encogerse de hombros al ver que él no le devuelve el gesto—. Y ahora que soy inmortal como tú, solo es cuestión de tiempo que te alcance… que también llegue a ser perfecta. Y parece que no puedes soportarlo. No quieres ni imaginártelo. Lo más curioso, lo más irónico de todo es que, al fin y al cabo, la culpa es tuya, ya que fuiste tú quien me convirtió. Y aunque me aseguras que si la oportunidad se presentara de nuevo volverías a tomar la misma decisión, me da la impresión de que te caía mucho mejor antes, cuando era una chica patética necesitada de atención… la fracasada que comía demasiadas magdalenas y que se inventaba cosas en las reuniones anónimas. —Vuelve a encogerse de hombros con aplomo y arrogancia, dejando claro que ya no queda nada de aquella chica—. No te molestes en negarlo. Sé que son esas las debilidades a las que te refieres. Es evidente que siempre te has sentido superior a Miles y a mí. Como si te resignaras a salir con nosotros hasta que encontraras algo mejor…

—Eso no es cierto. Sois mis mejores amigos… Sois…

—Por favor… —Pone los ojos en blanco y chasquea la lengua igual que lo hace Roman—. Ahórrame tus sinceras excusas. En el momento en que apareció el semental italiano —señala a Damen con cabeza—, pasamos a verte solo durante el almuerzo, y a veces ni siquiera entonces, ya que la parejita perfecta estaba demasiado ocupada viviendo su vida perfecta y su amor perfecto como para salir con nos gilipollas imperfectos como nosotros. Solo éramos los marginados a quienes mantenías cerca… por si acaso nos necesitabas algún ia. Pero ahora parece que vas a pasar un largo verano sola, porque Miles se va a Florencia y yo tengo nuevos amigos que no se sienten nada intimidados por mi nueva forma de ser.

—Haven… ¡Esto es una locura! ¿Cómo puedes decir esas cosas? —La miro de arriba abajo, fijándome en todo. Aunque sé que es tan minúscula como siempre, aunque sé que no ha crecido ni un centímetro, me da la sensación de que su diminuta estatura se ha pronunciado de algún modo: está más tonificada, más fibrosa, como si fuera una pequeña pantera con mallas de cuero negro, camiseta de encaje negro y botas negras con tacón de aguja. Y aunque ya me ha cabreado antes, esta vez es diferente… Ella es diferente. Ahora es petrosa y lo sabe. Y le gusta.

—¿Que cómo puedo decirlas? —se burla antes de entornar los párpados—. Pues porque no son más que la verdad, por eso. —Arroja la caja a Damen, dando por hecho que la cogerá, y se dirige a la puerta. Echa un vistazo por encima del hombro y añade—: Podéis quedaros con vuestro elixir. Ya tengo quien me lo proporcione. Y, creedme, él me enseñará con mucho gusto todo aquello que no queréis que sepa.

Capítulo ocho

D
amen se vuelve hacia mí, y la preocupación se transmite de su mente a la mía.

Sin embargo, yo me quedo de pie, tan aturdida que ni siquiera sé qué hacer.

—Sabía que esa chica sería un problema. —Sacude la cabeza y se deja caer en el sofá—. Es demasiado frágil, demasiado volátil. No será capaz de manejar todo esto. El poder la consumirá dentro de poco, ya lo verás.

—¿Que ya lo veré? —Me siento en el brazo del sofá, a su lado—. ¿Hablas en serio? ¿Qué es lo que veré? ¿De verdad crees que las cosas pueden ponerse peor?

Asiente con la cabeza y realiza un gran esfuerzo para no soltarme el «te lo dije» que refleja su mirada. Pero eso no es lo que importa. Ambos sabemos que soy la única responsable de este lío.

Suelto un suspiro y me deslizo por el brazo del sofá para sentarme en su regazo. Sé que tengo que hacer algo, que debo tomar el control de la situación antes de que las cosas se pongan peor, pero no sé el qué. Todas las decisiones que he tomado hasta ahora solo han logrado empeorarlas. Y estoy tan cansada… tan agotada… que lo único que quiero es dormir en paz sin que Roman se meta en mis sueños.

Roman.

El nombre resuena desde mi mente hasta la suya, y cuando Damen me mira, me doy cuenta de que ya es demasiado tarde… Sé que lo ha percibido.

—¿Por qué has cambiado de opinión? —Me observa con detenimiento, buscando la verdad que se esconde en mis ojos, en las palabras que tengo en la punta de la lengua—. ¿Por qué le pediste a Haven que se mantuviera alejada de él?

—Porque tenías razón —murmuro. Detesto tener que mentirle, pero no me queda otro remedio—: Fui una egoísta al colocarla en esa situación de peligro con la única intención de beneficiarnos… —Sacudo la cabeza y dejo que mi cabello oculte la expresión de mi rostro.

Porque la verdad es que me preocupa no haberlo hecho por ella.

Me preocupa que mi intención fuera alejarla de Roman para así tener más espacio para mí.

Me quedo así, con la cara oculta tras el pelo, mientras me esfuerzo por recomponerme, por recuperar algún destello de la persona que era antes. Al final, levanto la cabeza y descubro que Damen me mira con la frente llena de arrugas de preocupación. Me da un apretón en la rodilla.

—Oye, tómatelo con calma —dice con voz suave y calmada— No seas tan dura contigo misma. Tenemos un problemilla técnico, sí, pero lo superaremos. Todavía nos tenemos el uno al otro, ¿no? Eso es lo único que importa. Todo lo demás… encontraremos la forma de solucionarlo, te lo prometo.

—¿De veras? —Lo miro, y mis ojos se abren de par en par al darme cuenta de lo que acabo de decir. La pregunta iba referida a la parte sobre encontrar una solución, no a la parte de que nos tenemos el uno al otro.

Damen me mira, asombrado por mis palabras.

—Eso lo daba por sentado. ¿Me equivoco?

Trago saliva con fuerza y busco su mano. Observo el finísimo velo de energía que vibra entre su palma y la mía, y contengo las palabras hasta que siento que puedo volver a confiar en mi voz.

—No, no te equivocas —susurro—. Eres lo mejor de mi vida… lo único que de verdad me importa. —Repito las palabras porque sé con seguridad que son ciertas, pero desearía poder sentirlas como antes.

Sin embargo, Damen no se lo cree. Me conoce demasiado bien. Ha presenciado un millón de veces los cambios de humor de la gente, ha escuchado un trillón de veces los diferentes matices de voz y técnicas evasivas a lo largo de los últimos cuatrocientos años… y mucho más las mías.

—¿Qué es lo que ocurre, Ever? Te comportas de manera extraña desde que…

—¿Desde que te obligué a beber ese elixir que hizo que tocarnos fuera letal? —lo interrumpo con voz cortante y seca.

Damen niega con la cabeza.

—¿Desde que convertí a Haven en inmortal?

Vuelve a sacudir la cabeza, aunque esta vez aprieta el dedo índice contra mis labios para silenciarme.

—No me refiero a nada de eso. Tomaste la mejor decisión posible dadas las circunstancias. No tengo ningún derecho a culparte por ello. Lo que iba a decir es que te comportas de manera extraña desde que empezaste con la hechicería. Pareces preocupada, distraída, como si estuvieras ausente. Y eso me inquieta; me pregunto qué se cuece en tu cabeza y si puedo hacer algo para ayudarte.

Lo miro a los ojos y veo tal grado de esperanza y ternura que soy incapaz de confesar lo que siento por Roman. La sola idea me resulta demasiado horrible.

—Admito que me he enganchado un poco, aunque preferiría no entrar en detalles por el momento. Romy y Rayne me enseñaron cómo deshacerlo, y todo ha ido… bien. Tienes que confiar en mí.

Damen me mira más preocupado que antes, pero asiente y dice:

—Si me pides que confíe en ti, lo haré. Pero si hay algo que pueda hacer para ayudarte, avísame.

Estiro la mano hacia él… Mi novio, mi alma gemela, mi compañero eterno. Sé que así es como debe ser… que todo lo que siento ahora no es más que un horrible paréntesis, una dificultad técnica, un breve parpadeo en la pantalla de nuestras vidas infinitas. Consciente del espantoso zumbido, de esas palpitaciones que siempre escucho de fondo y que amenazan con salir a la superficie, lo miro a los ojos para decirle:

—¿Te parece bien que salgamos de aquí? La expresión de Damen se suaviza y sus ojos se iluminan. Siempre está de humor para una buena aventura.

—¿Quieres ir a algún lugar en particular? —pregunta, sin tener ni idea de lo que tengo en mente.

Hago un gesto de asentimiento con la cabeza, le aprieto la mano y lo animo en silencio a cerrar los ojos.

—Sígueme —susurro.

Capítulo nueve

E
n el segundo en que aterrizamos el uno junto al otro sobre la hierba, me siento mejor. Un millón… no, un trillón… no, un cuatrillón de veces mejor. Me pongo en pie de un salto y corro por el prado, libre por fin de la horrible transgresión de energía… de esas extrañas palpitaciones y de los pensamientos que me provoca Roman. Todo queda reducido a un recuerdo vago y distante mientras la hierba pujante se estira bajo mis pies y las flores perfumadas se estremecen al contacto con la yema de mis dedos. Echo un vistazo por encima del hombro para animar a Damen a reunirse conmigo mientras una sonrisa genuina ilumina mi rostro por primera vez en muchos días.

Me siento regenerada, renovada, capaz de empezar otra vez.

Damen se acerca a mí, pero se detiene justo fuera de mi alcance antes de cerrar los ojos para transformar los vastos y fragantes campos de Summerland en una réplica exacta del Cháteau de Versátiles, el castillo de Versalles. Nos sitúa en medio de un vestíbulo tan enorme y lujoso que me deja sin aliento.

Los suelos son del más suave y brillante parquet, y las paredes e color crema resplandecen gracias al uso indiscriminado de pan de oro. Y los techos, esos techos demencialmente altos cuajados de intrincados frescos, están adornados con una sucesión de esplendorosas lámparas de araña cuyos cristales tallados refulgen y destellan gracias a las llamas de las velas, que llenan la estancia con un caleidoscopio de luces suaves. Y justo cuando pienso que el lugar no puede ser más hermoso, empiezan a escucharse los majestuosos sonidos de una sinfonía y Damen se inclina ante mí para ofrecerme su mano.

Bajo la mirada para realizar una breve reverencia y aprovecho la oportunidad para contemplar mi vestido: el corpino es ceñido y escotado, y se abre hacia los pliegues suaves de unas faldas de seda azul brillante que se arrastran por el suelo. Cuando levanto la vista, veo que está sacando una pequeña cajita de terciopelo de su chaqueta, y ahogo una exclamación cuando la abre para dejar al descubierto un exquisito collar de zafiros y diamantes que me coloca en el cuello.

Me doy la vuelta para contemplar la larga hilera de espejos que llenan ambos lados del vestíbulo y nos observo: él con las calzas, la chaqueta y las botas; yo con mi lujoso vestido y el pelo recogido en el moño más complicado que he visto nunca… Y es en ese momento cuando entiendo con exactitud lo que está haciendo Damen, lo que pretende hacer: me está dando el final feliz que Drina siempre me ha arrebatado.

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