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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

Preludio a la fundación (21 page)

BOOK: Preludio a la fundación
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A Seldon no le quedó mucho para contemplar el panorama. Dors anunció:

–Por aquí es por donde vamos a bajar -anunció Dors, poniéndose en pie; luego, sus fuertes dedos agarraron el brazo de Hari. Ya estaban fuera del expreso, con los pies en tierra firme, mientras Dors estudiaba los postes indicadores. Las señales eran discretas y no había muchas. A Seldon se le cayó el alma a los pies. La mayoría eran pictografías e iniciales, indudablemente claras para los trantorianos, pero indescifrables para él.

–Por aquí -indicó Dors.

–¿Por qué? ¿Cómo lo sabes?

–¿Lo ves? Dos alas y una flecha.

–¿Dos alas? Ah. – Había creído ver una «W» vuelta al revés, grande y chata, pero ahora comprendía que se trataba de las alas estilizadas de un pájaro.

–¿Por qué no emplean palabras? – comentó, malhumorado.

–Porque las palabras varían de un mundo a otro. Lo que aquí es un jet podría significar «volar» en Cinna o una «arremetida», en otros mundos. Las dos alas y la flecha son un símbolo galáctico para una nave y los símbolos se comprenden en todas partes. ¿No los tenéis en Helicón?

–Pocos. Helicón es un mundo bastante homogéneo, culturalmente hablando, y tendemos a mantener nuestros modos particulares con firmeza, ya que estamos dominados por nuestros vecinos.

–¿Ves? Aquí es donde tu psicohistoria vendría bien. Podrías demostrar que, incluso con dialectos distintos, el uso de los símbolos, extendido por toda la Galaxia, es una fuerza unificadora.

–No serviría de nada. – Iba siguiéndola a través de una avenida vacía y poco iluminada, y parte de su mente se preguntaba cuántos crímenes se cometerían en Trantor, y si ésa sería un área de alta delincuencia-. Puede haber un millón de leyes, cada una cubriendo un solo fenómeno, y no sacar ninguna generalización de ellas. Esto es lo que se quiere significar cuando se dice que un sistema sólo puede ser interpretado por un modelo tan complejo como él. Dors, ¿nos dirigimos hacia un jet?

Ella se detuvo y se volvió a mirarle con expresión divertida.

–Si seguimos los símbolos de los jets, ¿crees que vamos a un campo de golf? ¿Te dan miedo los jets, como a tantos trantorianos?

–No, no. En Helicón volamos libremente y yo suelo utilizarlos con frecuencia. Lo que ocurre es que cuando Hummin me llevó a la Universidad, evitó los vuelos comerciales, pues pensó que dejaríamos un rastro demasiado claro.

–En primer lugar, porque sabían dónde te encontrabas, Hari, y ya andaban tras de ti. En este momento, puede que no sepan dónde estás, así que vamos a utilizar un puerto desconocido y un jet particular.

–¿Quién hará de piloto?

–Un amigo de Hummin, me figuro.

–¿Crees que es de confianza?

–Tratándose de un amigo de Hummin, seguro que sí.

–Tienes una gran opinión de él -murmuró Seldon algo fastidiado.

–Y con razón -confesó Dors sin timidez-. Es el mejor.

El descontento de Seldon no se mitigó.

–Allí está el jet -anunció Dors.

Era una nave muy pequeña con unas alas de curiosa forma. Junto a él había un hombre, vestido con los habituales colores vibrantes de Trantor.

–Somos «psico» -anunció Dors.

–Y yo, «historia» -contestó el piloto.

Entonces lo siguieron hasta el interior.

–¿De quién fue la idea de las contraseñas? – preguntó Seldon.

–De Hummin.

El respingo de Seldon fue significativo.

–No sé por qué pensé que Hummin carecía de sentido del humor. Es tan solemne.

Dors se limitó a sonreír.

8. El amo del sol

Amo del Sol Catorce. – … Un dirigente del Sector Mycogenio del antiguo Trantor… Como ocurre con todos los dirigentes de este Sector congénito, se sabe muy poco de él. El hecho de que aparezca en esta historia se debe enteramente a su interrelación con Hari Seldon en el curso de La Huida…

Enciclopedia Galáctica

35

Sólo había dos asientos detrás del compartimiento del piloto y cuando Seldon se acomodó sobre el tapizado, que cedió bajo su peso, de debajo surgió un tejido elástico que le envolvió las piernas, cintura y pecho, al tiempo que un capuchón caía sobre su frente y oídos. Se sintió aprisionado y cuando se volvió hacia su izquierda con enorme dificultad, pudo ver que Dors estaba envuelta de igual forma.

El piloto ocupó su asiento y comprobó sus instrumentos.

–Soy Endor Levanian, para servirles -les comunicó-. Están envueltos así porque habrá una enorme aceleración al despegar. Una vez arriba, y en vuelo, quedarán libres. No necesitan decirme sus nombres. No es cosa mía.

Se volvió en el asiento para sonreírles y su rostro de gnomo se arrugó al distender los labios.

–¿Alguna dificultad psicológica, jóvenes? – preguntó.

–Soy del Mundo Exterior y estoy acostumbrada a volar -contestó Dors.

–Lo mismo que yo -dijo Seldon con cierta altivez.

–Excelente, jóvenes. Desde luego, éste no es un jet ordinario y puede que no estén acostumbrados a volar de noche, pero confío en que sabrán soportarlo.

También él se hallaba sujeto por un envoltorio, pero Seldon se dio cuenta de que tenía los brazos enteramente libres.

Un ronroneo apagado resonó en el interior del jet, aumentando en intensidad hasta terminar en un zumbido estridente. Sin que resultara desagradable, por el momento, amenazaba con serlo, y Seldon hizo un gesto como sacudiendo la cabeza para apartar el ruido de sus oídos, pero un mero intento no hizo más que tensar la red que le sujetaba la cabeza.

El jet dio un salto (fue la única palabra que Seldon pudo encontrar para describir el momento) en el aire y se sintió empujado con fuerza contra el respaldo y el asiento de su butaca.

A través del parabrisas que el piloto tenía delante, Seldon vio, estremecido de horror, la superficie plana de una pared… y, después, una abertura redonda en esa misma pared. Era similar a la que se había abierto para el aero-taxi el día en que él y Hummin habían abandonado el Sector Imperial, pero aunque ésta era lo suficiente ancha para el cuerpo del jet, resultaba obvio que no dejaba espacio para las alas.

Seldon volvió la cabeza cuanto pudo hacia la derecha y lo hizo a tiempo de ver cómo el ala de su lado se encogía y desaparecía.

El jet penetró en la abertura, fue atraído por el campo electromagnético y lanzado después a lo largo de un túnel iluminado. La aceleración era constante y se percibían chasquidos ocasionales que Seldon imaginó podían producirse al paso de imanes individuales.

Después, en menos de diez minutos, el jet fue proyectado de cabeza a la atmósfera y a la súbita y envolvente oscuridad de la noche.

El aparato desaceleró al salir del campo magnético y Seldon volvió a sentirse aplastado contra su envoltura por espacio de unos segundos en que se quedó sin aliento.

Luego, la presión cedió y la envoltura desapareció por completo.

–¿Cómo estáis, jóvenes? – preguntó la animada voz del piloto.

–No lo sé -confesó Seldon, y se volvió hacia Dors-. ¿Estás bien?

–Por supuesto. Creo que Mr. Levanian ha exagerado un poco para ver si éramos realmente del Mundo Exterior. ¿No es así, Mr. Levanian?

–Hay personas a quienes les gusta lo excitante -comentó Levanian-. ¿Y a ustedes?

–Hasta cierto punto -respondió Dors.

Y Seldon, asintiendo, añadió:

–Como diría cualquier persona sensata: habría sido menos divertido para usted, señor, si hubiera arrancado las alas del jet.

–Imposible que ocurriera. Ya les dije que éste no era un jet corriente. Las alas están totalmente computarizadas. Cambian de longitud, anchura, curvatura y forma para adaptarse a la velocidad del jet, a la velocidad y dirección del viento, a la temperatura, y a media docena de variantes más. Las alas no se desprenderían a menos que el propio jet estuviera sometido a tal presión que se partiera.

Hubo una rociada de agua contra la ventanilla de Seldon y éste observó:

–Está lloviendo.

–Ocurre con frecuencia -contestó el piloto.

Seldon miró hacia fuera. En Helicón o en cualquier otro mundo se hubieran visto luces…, la iluminada obra del hombre. Sólo Trantor estaba a oscuras.

… Aunque no del todo. En un punto distante vislumbró el destello de la luz de un faro. Quizá los salientes más altos de
Arriba
tenían luces de aviso.

Como siempre, Dors se fijó en la inquietud de Seldon y le cogió la mano.

–Estoy segura de que el piloto sabe lo que hace, Hari -dijo.

–También yo intento estar seguro de ello, Dors, pero me gustaría que compartiera sus conocimientos con nosotros. – Seldon lo dijo en voz lo bastante alta para que el otro lo oyera.

–No me importa compartirlos -admitió el piloto-. En primer lugar, estamos subiendo y dentro de unos minutos nos encontraremos por encima del banco de nubes. Una vez allí, no habrá lluvia y podremos ver las estrellas.

Había calculado la respuesta perfectamente porque unas estrellas empezaron a brillar por entre los jirones de nubes que aún quedaban; luego, el resto, deslumbrante, apareció, mientras el piloto apagaba las luces del interior de la cabina. Sólo la tenue iluminación de su consola permanecía para competir, y el cielo resplandecía.

–Es la primera vez, después de dos años, que veo las estrellas. ¿No son maravillosas? Brillan de tal modo, ¡y hay tantas!

–Trantor es el que se encuentra más cerca del centro de la Galaxia, más que la mayoría de los mundos -aclaró el piloto.

Dado que Helicón estaba en un rincón de la Galaxia y su campo estelar era débil y poco impresionante, Seldon se encontró sin palabras.

–Qué silencioso se ha vuelto el vuelo -observó Dors.

–Oh, sí -asintió Seldon-. ¿Qué fuerza mueve al jet, Mr. Levanian?

–Un motor de microfusión y un ligero chorro de gas caliente.

–Ignoraba que tuviéramos motores de microfusión en los jets. Se hablaba de ello, pero…

–Hay unos pocos, pequeños, como éste. Hasta el momento, sólo los tenemos en Trantor y únicamente son utilizados por altos cargos del Gobierno.

–Los precios para estos viajes deben ser muy elevados.

–Muy elevados, señor.

–¿Cuánto le cobra, pues a Mr. Hummin?

–No se le cobra nada por este vuelo. Mr. Hummin es un buen amigo de la compañía propietaria de estos jets.

–¿Por qué no hay más jets de microfusión? – siguió preguntando Seldon.

–En primer lugar, porque son demasiado caros y con los existentes se cubren las demandas.

–¿No habría mayor demanda si fueran mayores?

–Tal vez sí, pero la compañía no ha conseguido fabricar motores de microfusión lo bastante resistentes para los grandes jets.

Seldon recordó a Hummin quejándose de que la innovación tecnológica había llegado a muy bajo nivel. «Decadencia», murmuró.

–¿Cómo dices? – preguntó Dors.

–Nada. Estaba recordando algo que Hummin me comentó una vez.

Miró hacia las estrellas y prosiguió:

–¿Nos dirigimos hacia el Oeste, Mr. Levanian?

–Sí, ¿cómo lo ha adivinado?

–Porque he pensado que si nos dirigíamos hacia el Este tendríamos que empezar a ver el amanecer.

Pero el alba, persiguiendo al planeta, acabó alcanzándoles y la luz del sol, verdadera luz solar, iluminó las paredes de la cabina. Aunque duró poco, ya que el jet giró hacia abajo y se metió entre las nubes. El oro y el azul desaparecieron y fueron sustituidos por un gris opaco. Tanto Seldon como Dors protestaron, decepcionados, al verse privados de aquellos pocos segundos de verdadera luz solar.

Cuando estuvieron debajo de las nubes,
Arriba
apareció inmediatamente a sus pies y su superficie, por lo menos en aquel punto, era una mezcla de grutas, bosques y manchones de hierba: lo que Clowzia había contado a Seldon que podía encontrarse
Arriba
.

Pero tampoco tuvieron demasiado tiempo para observarlo. Debajo de ellos apareció una abertura, bordeada por letras que decían MYCOGEN.

Se lanzaron dentro.

36

Aterrizaron en un jetpuerto que parecía desierto a los ojos asombrados de Seldon. El piloto, cumplida su misión, estrechó las manos de Hari y de Dors, y se elevó como un chorro metiéndose en el agujero que se abrió para él.

Parecía como si no tuvieran otra cosa que hacer más que esperar. Había bancos donde podían sentarse cien personas quizá, pero Seldon y Dors Venabili eran las dos únicas allí. El puerto, rectangular, estaba rodeado de muros en los que debía haber muchos túneles que podían abrirse para recibir o devolver jets, pero ninguno salió después de que el suyo hubo partido ni tampoco llegó mientras esperaban.

No había gente que viajara, ni indicio alguno de vida; el propio latir de Trantor había enmudecido.

A Seldon se le hizo opresiva aquella soledad. Se volvió a Dors y preguntó:

–¿Qué es lo que debemos hacer aquí? – preguntó-. ¿Tienes alguna idea?

–Hummin me dijo que el Amo del Sol Catorce vendría a esperarnos. Es lo único que sé.

–¿Amo del Sol Catorce? ¿Qué será eso?

–Un ser humano, supongo. Sin embargo, por el nombre no puedo imaginar si será hombre o mujer.

–Un nombre curioso.

–Lo curioso se encuentra en la mente del que lo oye. A veces, los que no me conocen, suponen que soy un hombre.

–¡Qué idiotas! – observó Seldon, sonriendo.

–Nada de esto. Si juzgan por mi nombre, tienen razón. Parece ser que en muchos mundos es un nombre de varón.

–Nunca lo había oído.

–Porque no eres un gran viajero galáctico. El nombre «Hari» es bastante corriente en todas partes, aunque una vez conocí a una mujer llamada «Haré», pronunciado como tu nombre pero escrito con e final. Creo recordar que en Mycogen los nombres particulares son para las familias…, y están numerados.

–Pero, Amo del Sol parece excesivo.

–¿Qué importancia tiene presumir un poco? En Cinna, «Dors» procede de una antigua expresión local que significa «regalo de primavera».

–¿Por qué naciste en primavera?

–No. Vi la luz del día en pleno verano de Cinna, pero a mi familia les pareció un nombre simpático, prescindiendo de la tradición y de su ya olvidado significado.

–En tal caso, quizás Amo del Sol…

Una voz profunda y severa anunció:

–Ése es mi nombre, miembros de la tribu.

Seldon, sobresaltado, miró a su izquierda. Sin que ellos se dieran cuenta un coche descubierto se les había acercado. Era cuadrado y arcaico, con aspecto de furgoneta de reparto. Sentado ante los controles se hallaba un hombre alto y viejo, vigoroso al parecer, a pesar de la edad. Altivo y majestuoso, bajó del coche.

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