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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

Preludio a la fundación (19 page)

–Sin embargo -insistió Hummin, que parecía dispuesto a rebatir cualquier sugerencia que se le hiciera-, si aquella nave te buscaba, los que iban a bordo debían estar enterados de que te encontrabas allí. ¿Cómo podían saberlo…, excepto por Leggen?

–El hombre de quien yo sospecho es un joven psicólogo llamado Lisung Randa -repuso Seldon.

–¿Randa? – terció Dors-. No puedo creerlo. Lo conozco. Simplemente, no creo que trabajara para el Emperador. Se trata de un antiimperialista convencido.

–Puede fingir que lo es. En realidad, tendría que ser abierta, violenta y extremadamente antiimperialista si trata de ocultar el hecho de ser un agente imperial.

–Pues es precisamente todo lo contrario -insistió Dors-, ni violento ni extremado en nada. Es plácido, goza de buen carácter y siempre expresa sus opiniones con tranquilidad, casi con timidez. Estoy convencida de que es sincero.

–No obstante, Dors, él fue el primero que me habló del proyecto meteorológico, quien insistió para que subiera a
Arriba
y quien persuadió a Leggen de que me permitiera acompañarle, exagerando mis proezas matemáticas. Y uno se pregunta por qué tenía tanto empeño en hacerme subir, por qué se esforzaba tanto.

–Por tu propio bien, quizás, Hari. Se interesaba por ti, y debió pensar que la meteorología podía servirte para tu psicohistoria. ¿No lo crees posible?

–Estudiemos otro punto -cortó Hummin sin excitarse-. Transcurrió un tiempo considerable entre el momento en que Randa te habló del proyecto meteorológico y el momento en que subiste. Si Randa es inocente de estar llevando a cabo un doble juego, no tendría motivos para guardar silencio. Si se trata de una persona amistosa y gregaria…

–Lo es -afirmó Dors.

–… podría haberlo comentado con varios amigos. En ese caso, sería imposible que supiéramos con seguridad quién pueda ser el informador. Supongamos ahora que Randa es un antiimperialista real. Eso no significa, necesariamente, que no se trate de un agente. Entonces, cabría preguntarnos: ¿de quién es agente? ¿En beneficio de quién trabaja?

Seldon se quedó estupefacto.

–¿Para quién puede trabajar si no es para el Imperio? ¿Para quién excepto para Demerzel?

Hummin alzó una mano.

–Estás muy lejos de entender toda la complejidad de la política de Trantor, Seldon -le interrumpió, y, volviéndose a Dors, pidió-: Dime otra vez, ¿cuáles eran los cuatro Sectores que el doctor Leggen mencionó como posibles orígenes de la nave meteorológica?

–Hestelonia, Wye, Ziggoreth y Damiano del Norte.

–¿Y no le hiciste la pregunta de forma directa? Quiero decir: ¿no le preguntaste de qué Sector determinado podía ser originario?

–En absoluto. Me limité a preguntarle si podía suponer de dónde procedía la nave.

–Y tú -dijo Hummin, volviéndose hacia Seldon-, ¿no distinguiste alguna marca, distintivo o insignia en el
mini-jet
?

Seldon hubiera querido responder acaloradamente que casi no podía distinguir la nave a través de las nubes, que aparecía fugazmente, que él no pensaba en buscarle distintivos en esos momentos, sólo en huir…, mas se contuvo. Hummin lo sabía de sobra, estaba seguro.

–Me temo que no -se limitó a responder.

–Si la nave iba en misión de secuestro -observó Dors-, ¿no habría llevado las insignias camufladas?

–Es una suposición razonable, y tal vez fuera así -continuó Hummin-, pero en esta Galaxia, no siempre triunfa la razón. No obstante, como Seldon no parece haberse fijado en ningún detalle de la nave, sólo podemos especular. Estoy pensando en Wye.

–¿Por qué?[1] -exclamó Seldon-. Supongo que querían llevarme porque quienquiera que estuviera en la nave me buscaba por mi conocimiento de la psicohistoria

[1][Wye=sector] y [Why =¿por qué?], se pronuncian casi igual, de ahí la confusión de Seldon.

–No, no -protestó Hummin alzando la mano como si reprendiera a un joven estudiante-. Wye es el nombre de un Sector de Trantor. Un Sector muy especial. Ha sido gobernado por una dinastía de alcaldes desde hace unos tres mil años. Ha sido una dinastía continua, una sola dinastía. Hubo un tiempo, quinientos años atrás, en que dos emperadores y una emperatriz de la Casa de Wye se sentaron en el trono imperial. Fue un período relativamente corto y ninguno de los gobernantes de Wye fue especialmente distinguido o afortunado, pero los alcaldes de Wye jamás han olvidado este pasado imperial

»No se han mostrado desleales hacia las casas reinantes que les sucedieron, pero tampoco han hecho nada por ellas. Durante los ocasionales períodos de guerra civil, mantuvieron una especie de neutralidad, haciendo ciertas tentativas que más parecían estar calculadas para prolongar la guerra civil y hacer que se pensara en la necesidad de volverse hacia Wye para encontrar una solución de compromiso. Nunca consiguieron nada, sin embargo, tampoco dejaron de intentarlo.

»El actual alcalde de Wye está muy capacitado para gobernar. Ya es viejo, pero su ambición no se ha enfriado. Si le ocurriera algo a Cleon, de muerte natural, incluso, el alcalde tendría una oportunidad de sucesión por encima del propio, y demasiado joven, hijo de Cleon. El público galáctico se mostraría siempre un poco más parcial hacia un pretendiente con pasado imperial.

»Por consiguiente, si el alcalde de Wye ha oído hablar de ti, podrías servirle de útil profeta científico en beneficio de su casa. Habría motivos para que Wye tratara de organizar un final conveniente para Cleon, suponiendo que tú predijeras la inevitable sucesión de Wye y la paz y prosperidad durante los mil años siguientes. Como es natural, una vez el alcalde de Wye se sentase en el trono y no te necesitara más, podría ser que siguieras a Cleon a la tumba.

Seldon quebró el siniestro silencio que siguió a esas palabras:

–Pero no sabemos que sea el alcalde de Wye quien ande tras de mí.

–No, no lo sabemos. O quién te persiga en este momento. El
mini-jet
podía ser, después de todo, una nave de pruebas meteorológica, como Leggen ha sugerido. De todos modos, como la noticia relativa a la psicohistoria y su potencial se extienda, y lo hará, más y más poderosos o medio-poderosos de Trantor, o para el caso, de otras partes, querrán utilizar tus servicios.

–¿Qué vamos a hacer entonces? – preguntó Dors.

–He aquí la cuestión. – Hummin reflexionó un instante, luego dijo-: Tal vez fue un error venir aquí. Para un profesor, lo lógico es que el escondrijo elegido sea una Universidad. Streeling es una entre varias, pero de las mayores y más libres, así que no pasaría mucho tiempo antes de que largos tentáculos de aquí y de allí, empezaran a tantear a ciegas su camino hacia aquí. Creo que tan pronto como nos sea posible, quizás hoy mismo, Seldon debe ser trasladado a otro escondrijo mejor. Pero…

–¿Pero? – repitió Seldon.

–Pero no sé adonde.

–Busca en la pantalla de la computadora y elige un punto al azar -sugirió Seldon.

–De ningún modo -exclamó Hummin-. Si lo hiciéramos así, tanto podemos encontrar algo más seguro que mucho menos seguro. No, este asunto debe ser estudiado y razonado…, aunque, no sé cómo.

32

Los tres permanecieron reunidos en la habitación de Seldon hasta después del almuerzo. Durante ese tiempo, Hari y Dors hablaron de vez en cuando, tranquilamente, sobre diferentes temas, pero Hummin se mantuvo casi en completo silencio. Permaneció sentado, erguido; comió poco, y su expresión grave (que, en opinión de Seldon, le hacía parecer más viejo de lo que era) le mantuvo encerrado en sí mismo.

Seldon le imaginaba repasando la inmensa geografía de Trantor, buscando, mentalmente, un rincón que fuera ideal. Resultaba obvio que no era una tarea fácil.

El propio Helicón de Seldon era algo mayor, en escaso porcentaje, que Trantor y tenía un océano más pequeño. La superficie del planeta heliconiano era, tal vez, un 10% mayor que la de Trantor. Pero Helicón estaba poco poblado, de ahí su superficie salpicada de ciudades; Trantor era todo ciudad. Donde Helicón estaba dividido en veinte Sectores administrativos, Trantor contaba más de ochocientos y cada uno de éstos era, en sí, un complejo de subdivisiones.

Por fin Seldon, desesperado, sugirió:

–Quizá fuera mejor, Hummin, elegir qué candidato a mis supuestas habilidades es el más bondadoso, entregarme a él, y asegurarnos de que me defendiera de los demás.

Hummin levantó la mirada.

–No va a ser necesario -dijo con extrema seriedad-. Conozco al candidato que va a ser más bondadoso y que ya te tiene.

Seldon sonrió.

–¿Te colocas al mismo nivel que el alcalde de Wye y que el Emperador de toda la Galaxia?

–Desde el punto de vista de la posición, no. Pero en cuanto al deseo de controlarte, rivalizo con ambos. Sin embargo, ellos y cualquier otro que se me ocurra que pueda desear tenerte lo hará a fin de reforzar su propio poder y su riqueza, mientras que yo no tengo más ambición que el bien de la Galaxia.

–Sospecho -observó Seldon secamente- que cada uno de tus rivales, si se les interrogara, insistiría en que él también pensaba sólo en el bien de la Galaxia.

–Estoy seguro de que así sería; sin embargo, hasta ahora, el único de mis rivales, como tú les llamas, que tú conozcas, es el Emperador y se interesaba porque le adelantaras supuestas predicciones que pudieran estabilizar su dinastía. Yo no te pido nada parecido. Lo único que deseo es que perfecciones tu técnica psicohistórica de forma que tus predicciones, aunque sólo sean de naturaleza estadística, resulten matemáticamente válidas.

–Cierto. Por lo menos hasta ahora -asintió Seldon, con una media sonrisa.

–Por lo tanto, puedo preguntarte: ¿Qué tal se presenta tu tarea? ¿Has progresado?

Seldon dudó si echarse a reír o enfurecerse. Después de una pausa, no hizo ni una cosa ni otra, sino que logró responder con calma:

–¿Progresado? ¿En menos de dos meses? Hummin, esto es algo que puede llegar a ocupar toda mi vida y las vidas de las docenas de los que me sigan e incluso…, acabar fracasando.

–No te estoy hablando de nada tan definitivo como una solución, ni siquiera como la esperanza de un principio de solución. Has declarado infinidad de veces que una psicohistoria útil es posible pero no práctica. Lo único que te estoy pidiendo es si te parece que existe alguna esperanza de que pueda hacerse práctica.

–Con toda franqueza, no.

–Perdonadme -intervino Dors-. No soy matemática, así que deseo que mi pregunta no os parezca una idiotez. ¿Cómo podéis saber que algo es, a la vez, posible pero no práctico? Te he oído decir, Hari, que, en teoría, podrías intentar visitar y saludar a toda la gente del Imperio, pero que no sería práctico porque no vivirías lo bastante para llevarlo a cabo. Pero, ¿cómo puedes decir que la psicohistoria es algo de este tipo?

Seldon miró a Dors con incredulidad.

–¿Quieres que te lo explique?

–Sí -contestó ella sacudiendo vigorosamente la cabeza de modo que sus rizos se agitaron.

–A decir verdad -interpuso Hummin-, también yo.

–¿Prescindiendo de las matemáticas? – preguntó Seldon sonriendo.

–Por favor -rogó Hummin.

–Bien… -Seldon se concentró para elegir un método de presentación. Luego dijo-: Si deseáis comprender algún aspecto del Universo, os ayudará a hacerlo simplificando todo aquello que podáis e incluyendo sólo aquellas propiedades y características esenciales para la comprensión. Si queréis determinar cómo cae un objeto, debéis dejar de pensar en si es viejo o nuevo, rojo o verde, si huele o no. Elimináis aspectos como ésos y así no os complicaréis de manera innecesaria. La simplificación la podéis llamar modelo, o simulación, y podréis presentarla como una auténtica representación en una pantalla de computadora o como una relación matemática. Si pensáis en la primitiva teoría de la gravitación no relativista…

Dors le interrumpió al momento:

–Prometiste que no habría matemáticas. No trates de introducirlas llamándolas «primitivas»…

–No, no. Me refiero a «primitiva» porque ha sido conocida hasta donde nuestros archivos alcanzan, y su descubrimiento está envuelto en las brumas de la antigüedad, como la rueda y el fuego. En todo caso, las ecuaciones para dicha teoría gravitacional contienen, en sí, una descripción de movimientos de un sistema planetario, de una doble estrella, de mareas, y de muchos otros detalles. Sirviéndonos de tales ecuaciones, podemos incluso presentar una simulación pictórica y poner a un planeta girando alrededor de una estrella, o dos estrellas rodeándose una a otra en una pantalla bidimensional o montar un sistema más complicado en una holografía tridimensional. Estas simulaciones simplificadas facilitan la comprensión de cualquier fenómeno, mucho más que si tuviéramos que estudiar el fenómeno en sí. En realidad, sin las ecuaciones gravitacionales, nuestros conocimientos de los movimientos planetarios y de la mecánica celeste serían escasísimos en verdad.

»Ahora bien, a medida que se desea saber más y más sobre cualquier fenómeno, o cuando el fenómeno se hace más complejo, se necesitan ecuaciones más y más elaboradas, una programación más y más detallada y se acaba en una simulación computarizada que es más difícil de entender cada vez.

–¿No puedes conseguir una simulación de la simulación? – preguntó Hummin-. Así pasarías a otro grado.

–En ese caso, habría que eliminar ciertas características del fenómeno, características que es preciso incluir, y tu simulación resultaría inútil. La MSP, es decir, la «Menor Simulación Posible», gana en complejidad más que el objeto que está siendo simulado y, con el tiempo, la simulación alcanza el fenómeno. Así, hace millares de años se estableció que el Universo como un todo, en toda su complejidad, no puede ser representado mediante una simulación menor que él.

»En otras palabras, es imposible conseguir una imagen del Universo como un todo si no se estudia el Universo entero. También se ha demostrado que si uno intenta sustituir simulaciones de una pequeña parte del Universo, luego de otra pequeña parte, y otra pequeña parte después, y así sucesivamente, con la intención de juntarlas todas para formar la imagen total del Universo, nos encontraríamos con que hay un número infinito de partes semejantes simuladas. Por lo tanto, llevaría un tiempo infinito comprender del todo el Universo y eso es otro modo de decir que resulta imposible obtener todos los conocimientos que existen.

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