—Ninguna raza viva puede recordar que haya ocurrido algo así —dijo asombrada la Gran Examinadora—. Las razas pupilas han tenido innumerables Ceremonias de Elevación durante los últimos mil millones de años. Han pasado por distintos niveles y han elegido a sus consortes de Elevación para que los ayudasen. Algunos han utilizado incluso la ocasión para solicitar el final de la Elevación, para volver a ser lo que eran antes…
La opacidad tomó la forma de un óvalo. Y dentro iban surgiendo gradualmente unas figuras, como si salieran de una niebla muy espesa.
—… pero sólo en las antiguas sagas se habla de nuevas especies que avancen por si solas, sorprendiendo a toda la sociedad galáctica y exigiendo el derecho a elegir a sus propios tutores.
Fiben oyó un gemido y, al mirar hacia abajo, descubrió a Puño de Hierro que empezaba a incorporarse, temblando, sobre sus codos. Una capa de polvo teñido de sangre lo cubría desde la cabeza hasta los pies.
Conseguirá salir de esto. Tiene aguante.
Entonces pensó que él no debía de tener mejor aspecto.
Levantó el pie. Sería tan fácil… Miró hacia a un lado y vio que Gailet lo estaba observando.
Puño de Hierro rodó sobre su espalda, levantó la vista y miró a Fiben con expresión resignada.
¡Qué diablos!
Alargó la mano y se la tendió a su antiguo enemigo.
No sé por qué estamos luchando. Y, además, han sido otros los que han conseguido el premio.
Un gemido de sorpresa se extendió entre la multitud. Los
gubru
soltaron chirriantes lamentos de consternación. Fiben terminó de ayudar a Puño de Hierro a ponerse de pie y luego miró para ver qué era lo que habían hecho los gorilas para causar aquel desánimo.
Era el rostro de un
thenanio
. Gigantesca y clara, la imagen que flotaba en el foco de la derivación hiperespacial se parecía tanto a Kault que podía ser la de su hermano.
Qué expresión tan seria, comedida, grave
, pensó Fiben.
Típicamente thenania.
Unos pocos galácticos parlotearon asombrados, pero la mayoría parecía haber quedado congelada en su sitio. Todos excepto Uthacalthing, cuya satisfecha sorpresa centelleaba en todas direcciones como una antorcha romana.
Z'wurtin's'taita…
He estado trabajando para esto y nunca lo supe.
La titánica imagen del
thenanio
derivó hacia atrás en el óvalo lácteo. Todos pudieron ver el grueso y ranurado cuello de la criatura y su poderoso torso. Pero cuando aparecieron los brazos, se hizo patente que había dos figuras junto a él que lo tomaban de las manos.
—Correctamente resuelto —dijo la Gran Examinadora a sus ayudantes—. La innominada especie de pupilos en la Etapa Uno, provisionalmente llamados
garthianos
, han elegido como tutores a los
thenanios
. Y como consortes y protectores han elegido conjuntamente a los neo-chimpancés y a los humanos de la Tierra.
Robert Oneagle gritó. Cordwainer Appelbe cayó de rodillas conmocionado. El griterío de los
gubru
era ensordecedor.
Fiben notó que una mano se deslizaba en la suya. Gailet lo miró y en la expresión conmovida de sus ojos se había mezclado ahora el orgullo.
—Oh, bueno —suspiró—. Tampoco nos hubieran dejado quedarnos con ellos. Al menos, de esta forma, tendremos derecho a visitarlos. Y he oído decir que, para ser ETs, los
thenanios
no son demasiado malos. ¿Conocías la existencia de estas criaturas y no me lo habías dicho?— agregó después de una pausa.
—Se suponía que era un secreto —Fiben se encogió de hombros—. Y tú estabas muy ocupada, no quería importunarte con detalles sin importancia. Lo olvidé.
Mea culpa
. No me pegues, por favor.
Por unos breves instantes los ojos de Gailet parecieron centellear, luego volvió a suspirar y miró a la cima del monte.
—No tardarán mucho tiempo en descubrir que no son
garthianos
auténticos sino criaturas de la Tierra.
—¿Y qué sucederá entonces?
—Nada, supongo —ahora le tocaba a ella encogerse de hombros—. Vengan de donde vengan, están preparados para la Elevación. Los humanos firmaron un tratado, por más injusto que sea, que prohíbe al clan de la Tierra elevarlos, así que supongo que eso es lo que prevalecerá.
Fait accompli
. Al menos nosotros jugaremos un papel, vigilar para que sean elevados correctamente.
El zumbido del suelo había empezado a disminuir. Pero lo sustituía el creciente sonido de los estridentes gritos de los
gubru
. Sin embargo, la Gran Examinadora se mostraba impasible. Estaba atareada con sus ayudantes, ordenándoles que reunieran todas las grabaciones, detallando los exámenes que tenían que realizarse y dictando mensajes urgentes para la sede central del Instituto.
—Y también tenemos que ayudar a Kault a que se ponga en contacto con su clan —continuó Gailet—. Sin duda se quedarán muy sorprendidos.
Fiben vio al Suzerano de Rayo y Garra montar en un vehículo volador
gubru
y partir a toda prisa. El movimiento del aire desplazado infló las plumas de los restantes pajaroides.
De pronto, Fiben se encontró con la mirada del Suzerano de la Idoneidad que lo observaba desde su percha solitaria. El alienígena estaba ahora más erecto. Ignoraba el parloteo de los suyos y miraba a Fiben con un ojo amarillo que no parpadeaba nunca.
Fiben le hizo una reverencia. Al cabo de un momento, el alienígena inclinó cortésmente la cabeza como respuesta.
Sobre el pináculo, y sobre los cantarines gorilas ya oficialmente consagrados como los ciudadanos más jóvenes de la Civilización de las Cinco Galaxias, el óvalo opalescente retrocedió hacia el interior del túnel que cada vez se hacía más estrecho. Disminuyó pero no sin antes obsequiar a los presentes con una visión nueva para ellos, y que probablemente nunca más volverían a ver.
En el cielo, las imágenes del
thenanio
, el chimp y la humana se miraban unas a otras. Entonces el
thenanio
echó la cabeza hacia atrás y rió de verdad.
Compartió la poderosa y profunda hilaridad con sus diminutos compañeros. La figura correosa bramaba de risa, rugía.
Entre los maravillados observadores, sólo Uthacalthing y Robert Oneagle se unieron a la diversión de la fantasmagórica figura del cielo que hacía lo que nunca los
thenanios
habían sabido hacer. Kault continuó riendo mientras su imagen se desvanecía poco a poco, hasta que fue tragada por el agujero del espacio que se cerró para dar paso nuevamente a las estrellas.
CIUDADANOS
Soy como un ratero de poca monta, hostil al olfato y a la vista; un simio de torso azulado que salta sobre los árboles del Paraíso.
Robert Louis Stevenson
. «Un retrato»
—¡Existen! ¡Tienen sustancia! ¡Son!
Los dignatarios y oficiales
gubru
reunidos inclinaron sus cabezas y gritaron al unísono.
—
¡Zooon!
—El premio se nos ha negado, el honor se ha dejado de lado, la ocasión abandonada, y todo en nombre de los mezquinos, avarientos contadores de monedas. Ahora el coste será mucho mayor, se multiplicará, se potenciará.
El Suzerano de Costes y Prevención permanecía abatido escuchando en un rincón, rodeado de un pequeño grupo de ayudantes leales, mientras que de todos lados le llegaban reprimendas. Se estremecía cada vez que el cónclave se volvía hacia él y cantaba su reproche.
El Suzerano de la Idoneidad permanecía erguido en su percha, ahuecando las plumas para que se viera mejor el nuevo color que empezaba a aparecer bajo ellas debido al proceso de muda. Los
gubru y kwackoo
allí reunidos reaccionaron ante ese color con gritos de apasionada devoción.
—Y ahora un recalcitrante, obstinado y vencido frena nuestra Muda y nuestro consenso, que nos permitirían ganar algo del terreno perdido. Ganar honor y aliados. ¡Ganar la paz!
El Suzerano hablaba del colega no presente, el jefe militar, que al parecer no se atrevía a enfrentarse con el nuevo color y la nueva supremacía de la Idoneidad.
Un cuadrúpedo
kwackoo
se dirigió a toda prisa hacia la percha de su líder, se inclinó ante éste y le entregó un mensaje. Casi como si se tratase de una idea de último momento, entregó una copia al Suzerano de Costes y Prevención.
Las noticias que llegaban del punto de transferencia Pourmin no resultaban sorprendentes… se habían oído ecos de enormes naves espaciales que se dirigían a Garth en gran número. Después de aquel fiasco en la Ceremonia de Elevación, era de esperar que se produjesen tales reacciones.
—¿Y bien? —el Suzerano de la Idoneidad interrogó a los oficiales militares presentes—. ¿Planea el Suzerano de Rayo y Garra un plan de defensa de este mundo contra todo consejo, toda sabiduría y todo honor?
Los oficiales, naturalmente, no lo sabían. Habían abandonado a su líder guerrero cuando la confusa y desdichada Muda había cambiado de repente de dirección.
El Suzerano de la Idoneidad ejecutó una danza de impaciencia.
—No me hacéis ningún bien, no hacéis ningún bien al clan, demorando nuestra integración en la equidad. Regresad, elegid, volved a vuestros destacamentos. Cumplid con vuestro deber de obedecer sus órdenes, pero mantenedme informado de lo que él planea y hace.
La utilización del pronombre masculino fue intencionada. Aunque la Muda aún no se había completado, cualquiera podía decir sin que se le cayeran las plumas hacia donde soplaba el viento.
Los oficiales hicieron las acostumbradas reverencias y salieron todos a una del pabellón.
El Montículo Ceremonial, ahora tranquilo, estaba cubierto de deshechos. Los fuertes vientos de levante peinaban las laderas plantadas de césped y arrastraban sucios desperdicios procedentes de las lejanas montañas.
En las terrazas más bajas los chimps de la ciudad revolvían entre la basura a la búsqueda de
souvenirs
.
En lo alto, sólo quedaban en pie unos pocos pabellones. Junto a ellos, varias docenas de siluetas negras y grandes se rascaban perezosamente las unas a las otras y parloteaban con las manos, como si nunca se hubieran preocupado de nada más trascendente que la duda de quién sería pareja de quién y qué comerían en su siguiente colación.
A Robert le parecía que los gorilas estaban muy satisfechos de la vida.
Los envidio
, pensó. En su caso, ni siquiera una gran victoria conseguiría acabar con sus preocupaciones. La situación en Garth era aún muy peligrosa.
Tal vez más, incluso, que hacía dos noches, cuando el destino y la casualidad intervinieron para sorprenderlos a todos. La vida a veces era problemática. De hecho, siempre lo era.
Robert volvió su atención a su depósito de datos y a la carta que los oficiales del Instituto de Elevación le habían transmitido una hora antes.
«… Naturalmente, esto resulta muy duro para una mujer mayor, en especial para quien, como yo, ha vivido siguiendo sus propios criterios, pero sé que debo reconocer cuan equivocada estaba respecto a mi propio hijo. Te he juzgado injustamente, y lo siento.
»En mi defensa sólo puedo decir que las apariencias externas pueden ser engañosas, y tú, superficialmente, eras un muchacho tan exasperante… Supongo que tendría que haber sido capaz de ver el interior, esa fortaleza que has demostrado durante estos meses de crisis. Pero nunca se me ocurrió. Tal vez tenía miedo de examinar con demasiada atención mis propios sentimientos.
»En cualquier caso, ya tendremos mucho tiempo para hablar de todo esto cuando llegue la paz. Dejémoslo de momento diciendo que me siento muy orgullosa de ti.
»Tu país y tu clan están en deuda contigo, al igual que tu agradecida madre.
Con afecto,
Megan.»
Qué extraño
, pensó Robert. Después de tantos años de haber perdido la esperanza de ganar alguna vez su beneplácito, no sabía que hacer con él ahora que lo había conseguido. Irónicamente, sintió simpatía hacia su madre; era obvio que para una persona como ella decir aquellas cosas tenía que resultar muy difícil. Se sintió indulgente con el frío tono de sus palabras.
Todo Garth consideraba a Megan Oneagle una dama benevolente y una justa administradora. Sólo sus maridos errantes y el propio Robert conocían su otro extremo, ése tan absolutamente aterrorizado por las obligaciones permanentes y los dilemas de lealtad privada. Que Robert recordara, era la primera vez en su vida que ella se disculpaba por algo realmente importante, algo relacionado con la familia y las emociones intensas.
Las letras de la pantalla se hicieron borrosas y cerró los ojos. Robert achacó esos síntomas a los campos periféricos de una nave al despegar, el sonido de cuyos motores podía oírse procedente del cosmódromo. Se frotó las mejillas y contempló el gran vehículo de travesía, plateado y casi angelical en su serena belleza, que se elevaba y cruzaba el cielo en su tranquilo viaje hacia el espacio.
—Un grupo más de ratas que vuelan —murmuró.
Uthacalthing no se molestó en volverse para mirar. Yacía boca abajo, apoyado sobre los codos, contemplando las grises aguas.
—Los visitantes galácticos tuvieron mucha más diversión de la que esperaban, Robert. Esa Ceremonia de Elevación fue una maravilla. Para muchos de ellos, la posibilidad de una batalla espacial y un asedio resultaba bastante menos agradable.
—Con uno de cada uno, yo ya he tenido bastante —añadió Fiben Bolger sin abrir los ojos.
Estaba tumbado un poco más abajo, con la cabeza en el regazo de Gailet Jones. Por el momento, ella tampoco tenía mucho que decir y se concentraba en deshacerle enredos del pelo, poniendo especial cuidado en sus aún lívidamente amoratadas contusiones. Mientras tanto, Jo-Jo le rascaba a Fiben una pierna.
Bueno, se lo ha ganado
, pensó Robert. Aunque la Ceremonia de Elevación hubiera sido adquirida por los gorilas, las puntuaciones en los exámenes que había realizado el Instituto seguían teniendo validez. Si la Humanidad conseguía superar los problemas actuales y podía afrontar el gasto de una nueva ceremonia, dos sencillos colonos de Garth iniciarían la próxima procesión a la cabeza de todos los refinados chimps de la Tierra. Si bien Fiben no parecía interesado en tal honor, Robert se sentía orgulloso de su amigo.