Wallander dio un sorbo al café hirviendo.
—Estuve hablando con Nyberg —prosiguió Rydberg—. Según él, el arma puede coincidir con la utilizada en los asesinatos de las hermanas Eberhardsson y de Holm. Por cierto, han encontrado el coche de Holm. Estaba estacionado en una calle del centro de Sjöbo Lo más probable es que el propio Nyman lo dejase allí.
—En fin, hemos resuelto una parte —atajó Wallander—. Pero aún no tenemos ni idea de lo que se oculta tras todo este asunto.
Rydberg no tenía, desde luego, ninguna respuesta que ofrecer.
Aún tardarían varias semanas en comprender la totalidad del misterio. Sin embargo, cuando Nyman empezó a hablar, la policía descubrió una organización bien articulada que se dedicaba a introducir en Suecia grandes cantidades de estupefacientes. Las hermanas Eberhardsson habían sido un excelente camuflaje para Nyman. Ellas se encargaban de preparar la vía de receptores en España, donde la droga, originaria de Centroamérica y Asia, entraba oculta en embarcaciones pesqueras. Holm era el camello de Nyman. En algún momento que nunca llegaron a determinar, Holm y las hermanas Eberhardsson decidieron unirse en su codicia y retar a Nyman. En cuanto éste comprendió lo que sucedía, se vengó. Al mismo tiempo, se produjo el accidente del avión. La droga se había transportado hasta el norte de Alemania desde Marbella. Después, los vuelos nocturnos comenzaron a partir de una pista de aterrizaje privada situada en Kiel. Allí volvía siempre la aeronave, salvo en aquella última ocasión, en que se estrelló. La comisión que investigaba el siniestro no logró establecer con exactitud la causa real del accidente. Pero había múltiples indicios de que el mal estado del aparato había hecho intervenir varios factores a un tiempo.
Wallander dirigió personalmente el primer interrogatorio de Nyman, pero se vio obligado a dejarlo cuando dos nuevos asesinatos lo reclamaron en su puesto de investigador. Pese a todo, él había comprendido desde el principio que Nyman no era, en modo alguno, la cima de la pirámide que él había plasmado en su bloc. También Nyman tenía jefes, patrocinadores, hombres invisibles que, tras la fachada de ciudadanos intachables, trabajaban para que el flujo de narcóticos que entraba en Suecia no se viese interrumpido.
Wallander pensaba a menudo en las pirámides. Y en la cima a la que su padre había intentado trepar. Y creía que aquel afán por alcanzar la cima también podía ser un símbolo de su trabajo. Nunca lograba llegar. Siempre había gente que se encontraba tan por encima, tan inaccesible, que jamás le daban alcance.
Pero aquella mañana, la del 7 de enero, Wallander no sentía más que un profundo agotamiento.
A las cinco y media de la madrugada no pudo más y, sin despedirse más que de Rydberg, se marchó al apartamento de la calle de Mariagatan. Se dio una ducha y se metió en la cama, aunque no pudo conciliar el sueño hasta después de haberse tomado un somnífero que halló en un viejo frasco guardado en el armario del baño. Pero entonces no despertó hasta las dos de la tarde.
El resto del día lo pasó en la comisaría y en el hospital. Björk apareció y felicitó a Wallander por su intervención, pero el inspector no respondió. A su juicio, la mayor parte de lo que había hecho estaba mal. Había sido su suerte y no su habilidad lo que, en última instancia, les había permitido atrapar a Rolf Nyman.
Después, celebró su primera entrevista con Nyman en el hospital. El herido estaba pálido, pero conservaba la entereza. Wallander esperaba que se negase a hablar, sin embargo, respondió a buena parte de las preguntas que le hizo.
—¿Y las hermanas Eberhardsson? —preguntó antes de concluir el interrogatorio.
Rolf Nyman sonrió.
—Dos viejas avariciosas —definió Nyman—. Atraídas por la circunstancia de que, un día, alguien entró cabalgando en sus insulsas vidas y las perfumó de aventura.
—Eso no parece muy probable —objetó Wallander—. Es un paso demasiado grande.
—Bueno, Anna Eberhardsson había llevado una vida bastante disoluta en su juventud. Emilia era la que la mantenía a raya. Pero tal vez ella, en el fondo, habría querido hacer lo mismo. ¿Qué sabemos de las personas, en realidad? Salvo que tienen puntos débiles, que son los que debemos localizar.
—Y ¿cómo las conociste?
La respuesta sorprendió al inspector.
—Un día que fui a comprar una cremallera. Fue una época de mi vida en la que me arreglaba la ropa yo mismo. Al verlas, tuve aquella idea descabellada: ellas podrían serme útiles, como un escudo.
—¿Y después?
—Empecé a acudir a la mercería a comprar bobinas y les hablaba de mis viajes por todo el mundo. Y de lo fácil que podía ser ganar dinero. Y de lo corta que era la vida... Pero que nunca era demasiado tarde, claro. Y noté que me prestaban atención.
—¿Y qué más?
Rolf Nyman se encogió de hombros.
—Un buen día, les hice una propuesta, como suele decirse, irresistible.
Wallander deseaba seguir preguntando, pero, de pronto, Nyman ya no estaba tan dispuesto a contestar.
El inspector cambió de tema.
—¿Y Holm?
—Tan codicioso como ellas. Y débil. Demasiado necio para comprender que jamás lograría engañarme.
—¿Cómo supiste que planeaban hacerlo?
Rolf Nyman negó con vehemencia.
—Eso no pienso contártelo —sentenció terminante.
Wallander volvió paseando a la comisaría, donde se celebraba una rueda de prensa en la que, con gran alivio por su parte, no tuvo que participar. Cuando entró en su despacho, halló un paquete sobre la mesa. Alguien había dejado sobre él una nota en la que explicaba que llevaba varios días en recepción, por error.
Wallander vio que procedía de Sofía, capital de Bulgaria, y supo enseguida qué guardaba en su interior. Hacía ya varios meses había participado en un congreso de la policía en Copenhague en el que trabó amistad con un colega búlgaro que compartía su interés por la ópera. Wallander abrió el paquete, que contenía un disco: La Traviata, con Maria Callas.
Tras redactar un borrador de su primera entrevista con Rolf Nyman, se marchó a casa. Preparó algo de comer y se echó a dormir unas horas. Pensó que debería llamar a Linda, pero no lo hizo.
Por la noche, escuchó el disco que le había llegado desde Bulgaria, mientras pensaba que lo que más necesitaba en aquellos momentos era unos días de descanso.
Hacia las dos de la mañana, se fue a la cama y se durmió.
La llamada se registró en la comisaría de Ystad a las cinco y trece minutos del 8 de enero. La atendió un agente exhausto que había estado de guardia casi sin descanso desde la noche de fin de año. El agente escuchó la voz balbuciente mientras pensaba que se trataría sin duda de un anciano perturbado. Pero algo llamó, pese a todo, su atención y empezó a hacer preguntas. Una vez concluida la conversación, no se lo pensó demasiado antes de marcar un número que conocía de memoria.
Cuando el teléfono arrancó a Wallander de su sueño, éste se encontraba disfrutando de una ensoñación erótica.
Miró el reloj al tiempo que descolgaba el auricular. «Un accidente de coche», pensó. «El coche patinó y alguien conducía demasiado deprisa. Algunos muertos. O bien alguna bronca con los inmigrantes que entran en el transbordador matutino de Polonia.»
Finalmente, tuvo que incorporarse para poder responder. Al pegar el auricular contra la mejilla, sintió la barba como alfileres.
—¡Wallander! —respondió.
—Espero no haberte despertado.
—No, estaba despierto.
«¿Por qué mentimos?», se preguntó. «¿Por qué no le habré dicho la verdad? ¿Que lo que más deseo en estos momentos es volver al sueño para dar alcance a la imagen huidiza de una mujer desnuda?»
—Verás, pensé que debía llamarte. Un agricultor llamado Nyström, de Lenarp, acaba de llamar. Según me dijo, ha encontrado a una mujer amarrada y tendida en el suelo, y también había un cadáver.
Wallander intentó recordar dónde estaba Lenarp: no muy lejos de Marsvinsholm, en una zona demasiado abrupta para el paisaje habitual en Escania.
—Parecía serio. Y pensé que sería mejor llamarte.
—¿Quién está disponible en estos momentos?
—Peters y Norén están buscando a un sujeto que ha roto una de las cristaleras del hotel Continental. ¿Quieres que los llame?
—Diles que se dirijan al cruce situado entre Kadesjö y Katslösa y que me esperen allí. Dales la dirección a ellos. ¿Cuándo recibiste la llamada?
—Hace escasos minutos.
—¿Y estás seguro de que no era un borracho?
—No me lo pareció.
Wallander se levantó y se vistió. El reposo que tanto necesitaba parecía no concedérsele, por ahora.
Ya en su vehículo, pasó por delante del nuevo hipermercado de muebles que se alzaba junto a uno de los accesos a la ciudad y adivinó la negrura del mar al otro lado. El cielo aparecía cargado de nubes.
«Pronto vendrán las tormentas de nieve», auguró.
«Tarde o temprano, se nos vendrán encima.»
Después intentó concentrarse en el espectáculo que lo aguardaba.
El coche de policía lo esperaba junto al desvío hacia Kadesjö. Aún no había amanecido.
[1]
Excelente actor sueco que ha encamado al inspector Wallander en las adaptaciones que de la serie policiaca de Mankell se han hecho tanto para el cine de producción sueca como para la televisión.
[2]
En sueco, «la espina».
[3]
Vilhelm Moberg (Småland, 1898-1973), periodista y prosista sueco célebre por sus relatos de épica social en que narra y caracteriza las condiciones de la vida rural sueca de principios del siglo XX.
[4]
En Suecia, el tuteo entre personas desconocidas es habitual. Así pues, mantenernos este rasgo en la traducción, pese a que puede resultar llamativo para el lector de habla hispana.
[5]
Plato elaborado a base de patatas, carne, cebolla y embutidos, todo ello cortado en dados y sofrito. Tiene su origen en épocas de rigor económico en que, por lo general los lunes, se añadían patatas a los restos de la semana. En la actualidad es un plato típico sueco muy apreciado.
[6]
Se trata del 30 de abril, día en que se celebra la llegada de la primavera, y que constituye una fiesta de gran raigambre en el norte de Europa.
[7]
Bello palacio situado en Helsingborg (Malmö), una de las residencias de verano de la casa real sueca desde su construcción, iniciada en 1864 por el rey Oskar II, que, en 1905, lo donó como regalo de bodas a su nieto Gustav VI Adolf (1882—1973) y a su esposa Margareta, que convirtió sus jardines en una de las, hasta hoy, más completas y famosas colecciones de rododendros de Europa.
[8]
Significa «viajes por tierra».
[9]
Únicos establecimientos comerciales suecos con licencia para la venta de bebidas alcohólicas.
[10]
Se trata del 13 de diciembre, festividad de Santa Lucía, muy celebrada en Suecia. Significa el comienzo de la Navidad y la fusión de la celebración pagana de la llegada de la claridad que trae la nieve con la fiesta de la santa ciega, portadora de la luz. Durante todo el día y, en especial, la noche, se celebran procesiones presididas por una joven que representa a santa Lucía, tocada con una corona de velas, bien de cera, bien eléctricas.
[11]
El vocablo sueco karing significa «vieja», aunque se usa normalmente en tono despectivo con el sentido de bruja, arpía. La calle en cuestión podría ser, pues, calle de las Viejas.
[12]
Central de valores sueca, sujeta a inspección del Ministerio de Economía y que, en forma de sociedad anónima, es propiedad del Estado en un cincuenta por ciento y de los administradores de los fondos en el cincuenta por ciento restante.
[13]
Última mujer ejecutada en Suecia. Para acallar los rumores de sus relaciones incestuosas con su hijo, Per Nilsson, Anna Månsdotter obligó al joven a contraer matrimonio con Hanna Johansdotter, de veintidós años, a la que, cegada por los celos, terminó ahorcando la noche del 27 de marzo de 1889. Inducido por su madre, Per Nilsson se declaró culpable en un primer momento, pero Anna Månsdotter reconoció ante el tribunal tanto su autoría del asesinato como el incesto continuado cometido con su hijo (que no cesó durante los cinco años de matrimonio de los jóvenes), crímenes por los que fue decapitada en 1890.
[14]
Salomón Auguste Andrée (1854—1897). Explorador y pionero sueco que se convirtió en leyenda a raíz de su última expedición al Polo Norte, realizada a bordo de un globo aerostático en 1897, cuyo trágico final no se conoció hasta tres décadas más tarde.
[15]
Plato elaborado a base de patatas, carne, cebolla y embutidos, todo ello cortado en dados y sofrito. Tiene su origen en épocas de rigor económico en que, por lo general los lunes, se añadían patatas a los restos de la semana. En la actualidad es un plato típico sueco muy apreciado.
[16]
Jarl Kulle (Rebbelberga 1927-Estocolmo 1997), célebre y excelente actor sueco, teatral y cinematográfico. Entre las películas que protagonizó se encuentran títulos tan exitosos como Fanny y Alexander (1982), de Ingmar Bergman, El telegrafista (1993), dirigida por Erik Gustavson y basada en la obra del Nobel de literatura noruego Knut Hamsun, o Miss y Mrs. Sweden (1969), del director sueco Göran Gentele, con guión del novelista y dramaturgo Lars Forssell.