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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Inglaterra (17 page)

Pero el difunto Brian dejó como legado una Irlanda libre del dominio vikingo. Los vikingos que se quedaron se asentaron y mezclaron con la población.

Podemos preguntarnos si Canuto no habría hecho algún intento de conquistar Irlanda, si hubiese vivido lo suficiente. Quizá no, pues su imperio era inestable. Ya en vida de Canuto, Noruega se rebeló, y, cuando Canuto murió, en 1035, a los cuarenta años, aproximadamente, y después de un reinado de sólo dieciocho años, Noruega se independizó de inmediato y los breves días del Imperio Danés llegaron a su fin.

7. El reinado final

Eduardo el Confesor

Había varias elecciones posibles para el trono de Inglaterra después de la muerte de Canuto. El viejo rey Ethelred había tenido dos hijos con Ema. Mientras ella estuvo en Inglaterra como reina de Canuto, los hijos, Eduardo y Alfredo, estuvieron en Normandía con su tío, Ricardo II.

AL comienzo del reinado de Canuto, Ricardo había pedido el trono de Inglaterra para Eduardo, el hijo mayor, pero no había ninguna posibilidad de lograr esto mientras Canuto viviese, por supuesto. Los jóvenes príncipes, pues, llegaron a la edad adulta en Normandía; ya eran medio normandos por ascendencia, y se hicieron normandos del todo en cuanto a pensamiento y sentimientos.

Edmundo el Valiente, el hijo mayor de Ethelred con su anterior mujer cuyo reinado fue tan breve, también había tenido dos hijos, Edmundo y Eduardo. Estos fueron sacados apresuradamente del país después de la muerte de su padre y estaban ahora en la lejana Hungría, viviendo en paz.

Además, había dos hijos de Canuto. Uno de ellos era hijo ilegitimo, Haroldo Pie de Liebre (así llamado quizás a causa de su rapidez). El otro era Hardicanuto, hijo de Ema. A la muerte de Canuto, Ema, como es de suponer, hizo lo que pudo para que fuese elegido rey el hijo tenido con Canuto, y en esto fue apoyada por el poderoso Earl Godwin de Wessex. Pero la nobleza del Norte no deseaba que Godwin se hiciese demasiado poderoso y se declaró partidaria de Haroldo Pie de Liebre. Hardicanuto estaba en Dinamarca por la época de la muerte de Canuto. Tenia que asegurarse el trono de Dinamarca y esto retrasó su llegada a Inglaterra. Esto, a su vez, permitió triunfar al partido de Haroldo, que estaba allí. Fue elegido rey por el Witenagemot en 1037 con el nombre de Haroldo I. Ema fue exiliada.

Pero Haroldo murió en 1040 y Hardicanuto se convirtió en rey de Inglaterra, además de rey de Dinamarca, pero también murió, en 1042. De todos modos, ambos hijos eran incompetentes y pronto se hicieron impopulares. Con ellos terminó la dinastía danesa en Inglaterra, menos de treinta años después de la triunfal invasión de Sven Barba Bifurcada.

Nuevamente, se planteó el problema de la sucesión. El número de posibilidades había disminuido. Ni Haroldo ni Hardicanuto dejaron descendientes, y miembros más distantes de la familia real danesa eran inaceptables. Los príncipes de Hungría estaban demasiado lejos. Pero, ¿qué ocurría con los príncipes de Normandía?

Ricardo II, su protector, había muerto en 1028, pero su hijo, Roberto I de Normandía, no era ningún debilucho. En verdad, por su crueldad y autoritarismo fue llamado Roberto el Diablo. Los príncipes ingleses eran sus primos carnales y presionó para lograr su acceso al trono (como había hecho su padre) cuando Canuto aún vivía.

Pero, cuando Roberto I murió, en 1035, hubo en Normandía un período de semianarquía. El hecho de que esto ocurriese justamente cuando Canuto murió fue un golpe de suerte para Inglaterra. El estado de confusión por la sucesión y los dos breves reinados daneses hacían posible cualquier cosa para un vigoroso duque normando, si hubiese existido alguno por entonces.

El más joven de los dos príncipes que estaban en Normandía, Alfredo, estaba ansioso por ocupar el trono de su padre, Ethelred II, aunque por el momento Normandía no estaba en condiciones de prestarle ayuda. Demasiado ansioso, quizá. Poco después de subir al trono Haroldo I, según se cree, le llegó a Alfredo una carta urgiéndole a ir a Inglaterra y derrocar al monarca danés.

Tal vez fue una genuina llamada de nacionalistas sajones que planeaban un levantamiento o quizá fue un señuelo lanzado deliberadamente para hacer caer en la trampa a un príncipe que podía causar problemas. Si fue esto último, dio resultado. Alfredo reunió una flota y navegó hasta Inglaterra. Avanzó tierra adentro y, según relatos, fue a su encuentro el Earl Godwin, quien lo saludó amistosamente, distribuyó calmamente al grupo invasor en una serie de casas y luego los capturó y los hizo matar. Alfredo fue llevado a Londres, donde también fue muerto.

Sólo quedaba Eduardo, un príncipe tranquilo, muy dado a la vida religiosa. En años posteriores, se lo llamó Eduardo el Confesor, por su escrupulosidad en cumplir con el deber de la confesión y otros ritos.

En 1041 fue invitado por Hardicanuto a retornar a Inglaterra. Hardicanuto (a diferencia de Haroldo) era medio hermano de Eduardo, pues tenían la misma madre. Además, Hardicanuto no tenia herederos y quizá no esperaba a ninguno, por lo que deseaba hacer de Eduardo su heredero. Eduardo, que ya era un maduro hombre de casi cuarenta años, fue recibido con respeto y amistad, y fue testigo de la muerte de Hardicanuto, al año siguiente.

El Earl Godwin usó su influencia a favor de Eduardo. Así, el hijo de Ethelred el No Preparado se convirtió en rey con el nombre de Eduardo III el Confesor, un cuarto de siglo después de la muerte de su padre. De este modo comenzó el último reinado de un rey sajón del linaje de Alfredo el Grande.

Eduardo no fue un rey fuerte; habría sido mejor como monje. De hecho, fue un monje en el trono.

El Earl Godwin fue el verdadero rey de Inglaterra durante la primera parte del reinado de Eduardo, pese al papel que le cupo en la muerte del hermano menor del rey, Alfredo. Eduardo no podía castigarlo por su actuación pues Godwin era demasiado poderoso. Además, Godwin estaba totalmente dispuesto a jurar que no había tenido nada que ver con el asesinato de Alfredo y podía hacer fácilmente que otros nobles diesen testimonio de ello.

Godwin mostró su poder obligando a Eduardo a casarse con un miembro de su familia. El rey se casó con la hija de Godwin, Edith, en 1045. Si de este modo Godwin esperaba tener un nieto que algún día fuese rey de Inglaterra, se equivocó. Eduardo había hecho voto de castidad, y lo cumplía. Edith fue su esposa sólo de nombre y no tuvieron hijos.

No parece haber dudas de que Eduardo abrigaba un serio rencor contra Godwin y su familia, o bien por la muerte de Alfredo, o bien por el modo arrogante en que el gran earl exhibía su poder. Ese rencor persistió hasta el día mismo de la muerte de Eduardo e iba a ser de gran importancia para el curso de la historia inglesa.

Eduardo también dejó perfectamente en claro que no sentía afecto por su madre, Ema. Guardaba resentimiento, muy razonablemente, por los años en que ella era reina de Inglaterra sin importarle, al parecer, que sus hijos mayores viviesen en el exilio. Tampoco puede haberle caído bien el hecho de que, después de la muerte de su segundo marido, hubiese tratado de hacer rey al hijo de este marido, con exclusión de sus hijos mayores, tenidos con su primer marido. Eduardo quizás hasta sospechaba que su madre había sido cómplice en la muerte de Alfredo. Sea como fuere, se adueñó de sus propiedades y la recluyó en un convento hasta la muerte de ella, en 1052.

El principal motivo de conflicto entre Eduardo el Confesor y los nobles sajones residía en el hecho de que los normandos adquiriesen una creciente importancia en el Reino. Desde nuestro punto de vista moderno, es casi automático experimentar cierta impaciencia con respecto a Eduardo. Sin duda, no era «patriótico» introducir a «extranjeros». En cambio, los señores sajones que se oponían a los normandos, parecen virtuosos nacionalistas.

Sin embargo, podemos también comprender el punto de vista de Eduardo. Los señores sajones eran orgullosos, pendencieros y codiciosos. El autoritario Earl Godwin y sus hijos dominaban prácticamente toda la Inglaterra meridional. Otro lord, Siward, dominaba el Norte. Otro aún, Leofric, dominaba las regiones intermedias, lo que antaño había sido Mercia.

Todos ellos eran autoritarios. Y ninguno era de confiar. Godwin, el más poderoso, habla pasado a primer plano como favorito de un rey danés y había hecho lo posible para asegurar una sucesión danesa, de modo que ¿cómo podía adoptar la pose de patriota sajón?

Por otro lado, Eduardo había sido criado en Normandía, había aprendido a hablar el francés normando y a preferir los modales más elegantes de Normandía a los de Inglaterra, más tosca. Seguramente, debe de haber envidiado el modo enérgico en que los duques Ricardo II y Roberto I habían gobernado y mantenido a la nobleza bajo su completo control.

Era muy natural que sintiese afecto hacia los normandos, que los considerase, un poco, como parte del único verdadero hogar que había conocido. Más aún, podía confiar en que los funcionarios normandos que había llevado consigo le serían fieles, pues sólo de él dependía su seguridad. Por todo ello, Eduardo introdujo en Inglaterra normandos y costumbres normandas, usó la escritura normanda y adoptó los modos de vestir normandos. También introdujo el cargo de «canciller», a la manera normanda, El canciller era el secretario del rey y tenía a su cargo los asuntos internos; en reinados posteriores, se convirtió en el más poderoso funcionario del país.

Naturalmente, hubo muchos cortesanos sajones que trataron de obtener el favor del rey imitando sus maneras normandas. Esto irritó cada vez más a los nacionalistas que odiaban las costumbres extranjeras y se aferraban a las tradiciones sajonas. Godwin se puso a la cabeza de ellos, por convicción o por un juego de poder.

Eduardo buscó cargos para sus normandos favoritos. No podía deponer a los terratenientes sajones y entregar su propiedad a los normandos. Esto habría provocado de inmediato una revuelta general. En cambio, siempre estaban disponibles los cargos eclesiásticos, y Eduardo empezó a nombrar normandos en ellos. Pero en 1051 fue demasiado lejos, cuando elevó a Roberto de Jumiege, un normando, al rango de trigésimo segundo arzobispo de Canterbury.

Ante esa medida, Godwin se lanzó a una rebelión abierta y reunió un ejército contra el rey. Eduardo no podía resistir contra Godwin sin apoyo, pero le fue fácil hallar tal apoyo. En un país donde unos pocos grandes nobles dominan el Estado, siempre hay celos entre ellos. Los más poderosos siempre se granjean la enemistad sumada de los restantes. Si Godwin derrotaba a Eduardo, podía fácilmente proclamarse rey, y, para impedir esto, los grandes nobles del Norte, Leofric y Siward, rápidamente avanzaron en apoyo de Eduardo.

Godwin y sus hijos fueron enviados al exilio, la reina Edith fue enviada a un monasterio y durante un momento Eduardo obtuvo el triunfo, tanto que desplegó abiertamente sus inclinaciones normandas invitando a visitarlo al joven duque de Normandía.

Guillermo el Bastardo

Para saber quién era ese joven duque, remontémonos a la época de Roberto el Diablo de Normandía. Este no tuvo hijos legítimos, pero de una amante de humilde origen (la hija de un curtidor) tuvo un robusto muchacho al que llamó Guillermo.

En aquellos días, el hecho del nacimiento ilegítimo no siempre era tomado seriamente en relación con la realeza, pero el origen humilde de la madre daba lugar a actitudes soberbias por parte de la nobleza normanda, y Guillermo debe de haber recibido tempranamente desaires que no iba a olvidar pronto.

En 1034, Roberto decidió hacer una peregrinación a Jerusalén. Esas peregrinaciones eran populares en aquellos tiempos, pero también eran empresas peligrosas y la posibilidad de volver vivo no era grande. Además, si Roberto tardaba en volver, los nobles rápidamente supondrían que estaba muerto y aspirarían al ducado. Y lo mismo haría el rey francés.

Por ello, Roberto decidió asegurarse todo lo posible de que eso no ocurriría exigiendo a sus nobles fidelidad a su hijo ilegítimo, Guillermo, antes de iniciar la peregrinación. Los nobles juraron, como se les mandó, Roberto se marchó y nunca volvió, pues murió en el camino. Así, el nuevo duque era Guillermo, un niño de ocho años.

Los nobles habían jurado, de modo que el muchacho fue aceptado como duque, pero era un cero a la izquierda. La cuestión era quién ejercería el control real del Estado, y a este respecto los nobles normandos disputaron y se hicieron la guerra. Normandía fue el escenario de una total y desusada anarquía. No es sorprendente, pues, que muchos de ellos se marchasen a Inglaterra cuando Eduardo el Confesor llegó al poder.

El joven duque Guillermo pasó por una infancia muy peligrosa y agitada. Fue llevado tormentosamente de un lado a otro, pues los nobles rivalizaban por la riesgosa grandeza de ocupar el rango de Protector y gobernar el ducado en nombre de Guillermo. Tres de ellos fueron muertos, uno tras otro.

La salvación de Guillermo quizá fue el rey francés Enrique I. Este había pasado tiempos difíciles enfrentan. do a su propia nobleza, por lo que había cierto lazo de simpatía entre él y el joven Guillermo. Enrique tal vez haya pensado también que, como retribución por ayudar al joven, más tarde tendría en él a un aliado agradecido con el cual contar en sus propias luchas contra vasallos arrogantes. A fin de cuentas, ya había una tradición de amistad entre los duques normandos y los reyes franceses.

Finalmente, Guillermo era un muchacho precoz que, en el curso de su difícil juventud, se convirtió en un hombre duro y colérico que actuaba rápidamente y con vigor.

Con su capacidad y con la ayuda del rey francés, Guillermo llegó a dominar la situación. Por la época en que tenía veinte años, conducía un ejército contra el conjunto de los nobles disidentes. Con ayuda de Enrique, Guillermo aplastó a la nobleza díscola, y luego ayudó a Enrique a derrotar a un noble cuya tierra incorporó a Normandía.

En una ocasión, Guillermo tomó un castillo cuyos defensores le lanzaron pullas aludiendo a su humilde cuna, pero después hizo tal matanza entre ellos como retribución del insulto que ya nadie se ocupó de recordar quién era su madre. En verdad, la nobleza derrotada descubrió que Guillermo era un diablo más duro hasta de lo que había sido su padre.

Guillermo II despreciaba la simulación y mostró cierta arrogancia en hacer alarde de su origen. En sus papeles oficiales, firmaba «Guillermo el Bastardo», pero es seguro que nadie habría osado llamarlo así en su cara.

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