Como Carlomagno, Alfredo también creó escuelas en la corte donde los niños pudiesen aprender a leer y escribir.
Cuando Alfredo murió, en 899, después de un reinado de veintiocho años, Inglaterra estaba en ascenso. Era fuerte otra vez, cuando había estado casi muerta al comienzo de su reinado. Tenía un gobierno eficiente, mientras que antes había estado reducida casi a la anarquía; y el peligro del analfabetismo había desaparecido.
Alfredo fue enterrado en Winchester, llorado por la nación. Su benévolo gobierno le había ganado el genuino afecto de su pueblo, y fue recordado durante largo tiempo como el gran héroe sajón, durante los oscuros días que aún sobrevendrían.
A través del océano
Aunque la batalla de Edington marca el cambio de marea en lo que respecta al ataque vikingo contra Inglaterra, los vikingos no estaban terminados en otras parte. Francia, que no tenía un rey tan resuelto y capaz como Alfredo, tuvo que soportar un gran asedio de París entre 885 y 887, por la misma época en que Alfredo tomaba Londres para coronar su triunfo.
Los vikingos siguieron registrando triunfos de un carácter más admirable sobre las fuerzas impersonales de la naturaleza. Después de todo, no eran meros monstruo-voraces dedicados a la destrucción, la tortura y la muerte Muchos de ellos eran colonos que buscaban tierras. Y uno vez que los vikingos se asentaban, mostraban una rara capacidad para adaptarse rápidamente a las costumbres civilizadas y una notable aptitud para la creación de un gobierno eficiente. (Tampoco debemos olvidar que sus descendientes de las modernas Noruega, Suecia y Dinamarca han organizado sociedades que están, sin duda, entre las más civilizadas y razonables del mundo.)
Si sumamos la necesidad de tierras al hecho de que los vikingos fueron los más audaces exploradores de que se tenga noticia, no es sorprendente que, en sus pequeños barcos abiertos hayan desafiado a los mares septentrionales y comenzado a hallar nuevas tierras en un movimiento hacia el Oeste que el resto de Europa no iba a seguir hasta seis siglos más tarde.
Este movimiento hacia el Oeste fue estimulado por procesos políticos interiores. El caudillo noruego Haroldo el Rubio inició su gobierno alrededor del 860 y, de creer a las crónicas, permaneció en el poder por el increíble lapso de setenta años. Impuso su poder a muchos clanes vikingos y obligó a sus jefes a exiliarse.
Uno de esos exiliados, un jefe noruego llamado Ingolfur Arnarson, zarpó en 874 y desembarcó en Islandia, una isla situada a mil kilómetros al oeste de Noruega y a ochocientos al noroeste del extremo septentrional de Gran Bretaña.
No era una tierra totalmente nueva. Algunos han sostenido que Piteas de Marsella, el explorador griego de doce siglos antes, divisó la isla y la llamó Thule. Por supuesto, no es en modo alguno seguro que la tierra que Piteas llamó Thule fuese realmente Islandia. Tal vez circunnavegó Gran Bretaña y es mucho más probable que localizase las islas Shetland, a 200 kilómetros al noroeste de Gran Bretaña, y les diese ese nombre.
Estaremos en terreno más seguro si atribuimos el mérito inicial del descubrimiento a los irlandeses. Monjes celtas, en busca de nuevos lugares para la expansión misional después de su derrota en Inglaterra, parecen haber hallado las islas Feroe, a 400 kilómetros al norte de Gran Bretaña, no mucho después del Sínodo de Whitby.
Alrededor de 790, cuando la furia vikinga comenzaba a descargarse sobre Irlanda, otros monjes, posiblemente con base en las Feroe, llegaron a la misma Islandia, a sólo 480 kilómetros al noroeste de las Feroe.
Ni las Feroe ni Islandia son tierras fáciles para vivir, y los irlandeses no permanecieron mucho tiempo en ninguna de ellas. Unos murieron allí y otros se marcharon, y en el 800 no había en ellas habitantes humanos. Fueron los vikingos quienes las recolonizaron y los primeros en establecer asentamientos permanentes en ellas. Los habitantes de las modernas Feroe y de Islandia son los descendientes de esos antiguos pobladores.
Islandia fue usada como base para nuevas exploraciones. Los navegantes islandeses volvieron con relatos sobre una tierra situada al oeste y en 982 un islandés, Eric Thorvaldson, más conocido como Eric el Rojo, zarpó al Oeste en busca de ella. Por alguna razón había sido condenado al exilio y pensó que ésa sería una manera de pasar el tiempo tan buena como cualquier otra.
Así llegó a Groenlandia, que en su parte más cercana está a 320 kilómetros al noroeste de Islandia. Ciertamente, nunca antes los europeos habían llegado a Groenlandia (si se exceptúan fugaces visitas de anteriores islandeses).
Groenlandia es la isla más grande del mundo pero es un enorme páramo cubierto casi en su totalidad por un inmenso glaciar de varias millas de profundidad, una reliquia de la Edad del Hielo. Sólo la Antártida es más desolada que Groenlandia.
Eric trató de pasar por los hielos flotantes, de modo que navegó hacia el Sur, hacia el extremo de la isla, y luego se dirigió hacia la costa del sudoeste, que es la parte menos desolada de la isla. El clima septentrional generalmente era en ese siglo un poco más suave que ahora, y Eric juzgó que la parte meridional de la isla era habitable. En 985, retornó a Islandia para reunir colonos y les dirigió un discurso de propaganda que debe de haber sido muy similar al de los especuladores en bienes raíces de hoy. Hasta tuvo el increíble descaro de llamar a esa vasta expansión helada «Groenlandia» («tierra verde»), como manera de convencer a la gente de que estaba cubierta de vegetación. Y lleva ese ridículo nombre hasta hoy.
Eric reunió colonos y en 986 se dirigió al Oeste con veinticinco barcos. Llegaron catorce y se fundó una colonia en la costa sudoccidental, cerca de la punta de la isla. En realidad, su latitud era un poco más meridional que la de Islandia, pero mientras que a Islandia llega el final de la corriente del Golfo, a Groenlandia llega la helada corriente del Labrador. Sin embargo, por increíble que parezca, los colonos vikingos se quedaron tercamente allí durante muchas generaciones.
En verdad, Groenlandia fue una base para nuevas exploraciones. En el 1000, el hijo de Eric, Leif Ericsson (también llamado Leif el Afortunado), retornó a Groenlandia. Trató de llegar a la punta meridional de la isla, pero el tiempo estaba brumoso y se perdió. Siguió navegando y llegó a una tierra que llamó Vinland. Luego volvió a Groenlandia.
Este breve viaje exploratorio dio origen a muchos relatos y especulaciones. Parece casi seguro que Leif llegó al Continente Norteamericano. No puede haber evitado llegar a él, si navegó suficientemente lejos, pues a novecientos sesenta kilómetros de Groenlandia está Norteamérica, y este continente es demasiado grande para no dar con él.
Por supuesto, Leif dijo que vio viñas en la nueve tierra, por lo que la llamó Vinland («tierra del vino»). Pero derecho hacia el oeste de Groenlandia está el Labrador, en cuyas heladas costas ciertamente no podían crecer vides. Por esta razón, muchos suponen que Leif exploró la costa meridional, y en algunas especulaciones, se lo ha llevado a Leif tan al sur como Nueva jersey.
No hay indicios de que los groenlandeses fundasen colonias en Norteamérica ni de que se efectuasen exploraciones por el interior. Aquí y allá se han descubierto algunas reliquias que algunos han atribuido a los vikingos, todas son dudosas. El hallazgo más notable es la llamada «Piedra con Runas de Kensington», descubierta. cerca del poblado de Kensington, en Minnesota, por un, granjero nacido en Suecia, en 1898. Tenla inscripciones, en runas (es decir, el tipo de alfabeto usado por los primitivos escandinavos), fechada en 1362 y alude a una pequeña partida exploratoria de treinta personas que hallaron la muerte, presumiblemente a manos de los indio, Por desgracia, los expertos en este campo parecen estar casi seguros de que se trata de un fraude.
Más importante es el hecho de que en 1965 se anunciase que un mapa basado en las exploraciones nórdicas parece ser genuino. Muestra una isla que tiene indiscutiblemente la forma de Groenlandia y al oeste otra isla con dos brazos de mar que presenta a primera vista la forma de la parte meridional del Labrador. Lo más interesante de la cuestión es que el mapa parece ser del siglo XV, y de un período suficientemente temprano de este siglo como para hacer posible que Colón lo haya visto Si es así, las exploraciones vikingas pueden haber tenido una influencia directa en el posterior descubrimiento y la colonización europea permanente de las Américas. (Pero esto en modo alguno está fuera de toda discusión.)
Para completar la historia de Groenlandia, el asentamiento vikingo duró cuatro siglos después de la época de Leif Ericsson. Pero el clima se hizo cada vez más helado, y la vida fue casi imposible. Después de 1400, aproximadamente, ya no se oye hablar de los groenlandeses. Cuando en 1578 el explorador inglés Martin Frobisher redescubrió Groenlandia, ya no había europeos. Sólo pequeñas bandas de esquimales pasaban el verano en la isla.
Los relatos sobre Leif Ericsson periódicamente han despertado controversias sobre quién descubrió «realmente» América. Esto depende de lo que se quiera significar con «descubrir». Puede argüirse que el mero hecho de ver una nueva tierra o de explorarla es ineficaz y carece de importancia si la noticia no se publica y no sigue al hecho una colonización permanente (suponiendo que la tierra sea habitable). Según esta norma, el efectivo descubrimiento de América se realizó en el viaje de 1492 de Cristóbal Colón, y esto es indiscutible.
Pero, ¿fue Leif Ericsson el primero en ver las Américas, aunque el hecho no tuviera consecuencias? También hay controversia sobre este punto.
Por ejemplo, hay una leyenda sobre un monje irlandés llamado Brendan que navegó hacia el Oeste adentrándose en el Atlántico alrededor del 570, más de cuatro siglos antes del viaje de Leif, y descubrió una tierra. El cuento de la «isla de San Brendan» circuló hasta que los exploradores no dejaron sin conocer ninguna región del Atlántico. Esto ha sido la base para que algunos sostuviesen que monjes irlandeses descubrieron América. Pero es mucho más probable que el cuento de Brendan sea una deformación del descubrimiento de Islandia por los irlandeses (descubrimiento inefectivo, pues la colonización no fue permanente y esa tierra fue olvidada nuevamente).
Asimismo, una vieja inscripción en caracteres fenicios fue descubierta en Brasil en 1872; en ella se habla de un barco fenicio que quedó separado de otros con los que iba circunnavegando África. El barco llegó a la parte más saliente de Brasil (que está a dos mil seiscientos kilómetros de la parte más cercana de África), y la inscripción pretende relatarnos el suceso. Esta pronto fue descartada como un engaño, pero en 1968 el profesor Cyrus H. Gordos de la Universidad de Brandeis afirmó que podía ser genuina. En tal caso, los navegantes fenicios habrían visto las Américas al menos mil años antes que el legendario Brendan.
Pero todo esto constituye un racismo inconsciente, pues lo que siempre se discute es cuál fue el primer hombre blanco que descubrió las Américas, mientras se ignora convenientemente a los nativos del Continente. El verdadero descubridor de América, a fin de cuentas, fue algún siberiano desconocido que llegó allí hace doce mil años, durante la Edad del Hielo. Siberia Oriental y Alaska estaban relativamente libres de hielos a la sazón y el bajo nivel del mar (gracias a las grandes cantidades de agua acumulada en los glaciares) dejó un puente de tierras entre ambas, puente que ahora está sumergido bajo el Estrecho de Behring.
El emprendedor siberiano atravesó ese puente. Otros fueron con él y descubrieron América. Más aún, fue un, descubrimiento efectivo, pues los continentes fueron colonizados permanentemente de un extremo a otro y los descendientes de loa primitivos siberianos fueron loa «indios», que estaban allí para saludar a todos los europeos que llegasen, desde los fenicios en adelante. Y descendientes posteriores de ellos habitan los continentes hasta hoy.
El hijo de Alfredo
Volvamos a Inglaterra, a la muerte de Alfredo. Hubo un problema de sucesión. Alfredo había sido precedido en el trono por Ethelred, su hermano mayor, y Ethelred había tenido hijos. Estos fueron dejados de lado porque eran niños, pero ahora al menos uno de esos hijos, Ethelwald, era un adulto. Como hijo del hermano mayor, sostenía que tenla más derecho al trono que el hijo de Alfredo, Eduardo.
Según normas modernas, tenia razón. Pero sólo siglos más tarde surgió la noción de «legitimidad». En los reinos germánicos de la época de Alfredo, todos los miembros de la familia real estaban cualificados como posibles candidatos al trono, y los nobles del reino elegían (en teoría) el miembro particular de esa familia que, según pensaban seria mejor rey.
En este caso, nadie pone en duda la grandeza de Alfredo, y su gloria se reflejó sobre su hijo. El voto de la nobleza, pues, hizo rey a Eduardo.
Más tarde habría otros reyes sajones del mismo nombre, de modo que éste debería ser llamado Eduardo I. Pero el hábito de numerar a loa reyes del mismo nombre sólo surgió más tarde. En tiempos sajones, los reyes eran conocidos en crónicas posteriores por algún adjetivo descriptivo que se consideraba apropiado. Así, Eduardo, como primer rey de este nombre, fue llamado «Eduardo el Viejo». Aquí seguiré esta costumbre, que tiene la virtud de ser pintoresca. Sin embargo, también es confusa, ya que es fácil olvidar cuál Eduardo fue posterior a otro, de modo que también usaré números romanos allí donde esto sea útil. (Pero en el caso de los Eduardos el uso de los números romanos plantea dificultades particulares, pues hubo otros Eduardos en la Inglaterra post-sajona que fueron numerados. Así, «Eduardo I» de ordinario se refiere, no a Eduardo el Viejo, que inició su reinado en 899, sino a otro rey de Inglaterra que subió al trono en 1272, casi cuatro siglos más tarde).
Sea como fuere, Ethelwald, por resentimiento (o quizá pera hacerle justicia, a causa de un razonable temor por su libertad y su vida) huyó al Danelaw. Aquí se dedicó, como a menudo hacen esos exiliados, a tratar de persuadir a jefes daneses a que invadieran territorios sajones en su nombre y lo pusiesen en el trono. Presumiblemente, convino en reinar como vasallo danés, de modo que los daneses ganarían con ello.
En 902, logró que los daneses de Anglia Oriental entrasen en su juego. Pero en la invasión que sobrevino, fue muerto en batalla. Así quedó roto el viejo tratado de Alfredo y comenzó un nuevo ciclo de guerras con los daneses.