El agresivo paganismo de los vikingos empeoraba aún más las cosas. La cultura de Irlanda fue borrada, su Edad de Oro aniquilada y fue sumida en una barbarie que no iba a superar totalmente durante mil años. Los restos de la Iglesia Céltica del sur se extinguieron, y cuando el cristianismo volviera a florecer en la Isla seria bajo su forma romana. Sólo en Escocia subsistieron los últimos restos de la Iglesia Céltica.
En 838, los nórdicos se adueñaron de una parte de la costa central occidental de Irlanda, y Dublín (ahora la capital de la República de Irlanda) fue fundada en 840 como puesto militar vikingo. También se apoderaron de Waterford en el sur y de Limerick en el oeste.
Los vikingos expandieron sus posesiones y gradualmente se asentaron hasta convertirse en parte permanente del escenario irlandés. Fue la primera invasión con éxito de Irlanda en tiempos históricos, y aun así sólo afectó a las costas. El interior de Irlanda, aunque dañado y reducido casi a la anarquía, siguió siendo totalmente irlandés.
En cuanto a Escocia, su respuesta a las incursiones vikingas fue la unión. Kenneth MacAlpin, que ejercía la supremacía sobre los escotos, en 844 fue aceptado también por los pictos, y se convirtió en el rey Kenneth I de una Escocia unida.
Kenneth fue coronado en Scone (inmediatamente al norte de la moderna ciudad de Perth). Era la vieja capita! de los pictos, y Kenneth la usó para hacer más digerible a los pictos su origen escocés. Además, llevó a Scone una piedra que, según la leyenda, había sido la piedra que sirvió de almohada a Jacob en su viaje al norte, a Siria. Fue mientras Jacob dormía con la cabeza apoyada en esa piedra cuando tuvo el sueño donde aparecían ángeles que marchaban ida y vuelta del cielo a la tierra. Kenneth I fue coronado sentado en la Piedra de Scone, y todos los posteriores reyes escoceses fueron coronados de igual manera, hasta que la piedra fue quitada por un conquistador inglés, cuatro siglos y medio más tarde.
El núcleo primitivo del Reino de Escocia era pequeño y débil. Al norte había provincias e islas ocupadas por los vikingos; al sur estaba Northumbria, que se extendía profundamente dentro de territorios que hoy consideramos escoceses. Sin embargo, fue el comienzo de un reino que iba a durar siete siglos y medio, resistiendo todos los intentos ingleses de conquista, hasta que, cuando la isla de Gran Bretaña finalmente fue unida, lo fue en paz y con un rey escocés, no inglés, en el trono unido.
El ascenso de Wessex
La más rica presa de las Islas Británicas era Inglaterra, por supuesto, y ella era vulnerable. Después de la muerte de Offa, el vigor de Mercia se disipó rápidamente. Diversos aspirantes al trono lucharon entre sí, y los otros reinos de la Heptarquía, que se habían sometido calladamente a Offa, rápidamente se independizaron.
Como resultado de esto, los intentos de Offa para hacer de Inglaterra una gran potencia, reconocida por los francos y el papado, quedaron en la nada. En 802, el papa León III abolió el arzobispado de Lichfield e hizo del de Canterbury la autoridad suprema sobre toda Inglaterra nuevamente. En 808, Carlomagno, que se había visto obligado antaño a tratar con Offa en un pie de igualdad, pudo ahora extender una especie de protectorado sobre los reinos ingleses, obligando a Northumbria a hacer volver a un rey al que se había exiliado.
Mientras tanto, los invasores vikingos hacían un cauteloso reconocimiento de la costa inglesa. En 794, el viejo monasterio northumbrio de Jarrow, donde Beda había trabajado dichosamente casi un siglo antes, fue saqueado y destruido. Alrededor del 800, barcos vikingos amarraron en Dorset, sobre las costas meridionales de Wessex e hicieron una matanza.
Pero, afortunadamente para Inglaterra, Wessex estaba surgiendo como nuevo adalid. Kent, Northumbria y Mercia, por turno, tuvieron la supremacía y todos habían declinado. Ahora fue el turno de Wessex. Era, quizá, geográficamente razonable que fuese así. Las incursiones vikingas fueron más intensas en aquellas partes de la Isla que estaban frente a Escandinavia: el norte y el este. Wessex, el más sudoccidental de los reinos anglosajones era el que se hallaba más alejado de la amenaza y el que tenía más probabilidades de sobrevivir a la embestida inicial de un gran ataque y de llevar a cabo un contraataque.
Wessex, que había sido fundado alrededor del 500 y que se había expandido como resultado de trabajosas victorias sobre los galeses, era el más vigoroso de los tres reinos sajones. Nunca aceptó la soberanía de ninguno de los otros reinos de la Heptarquía sin dura lucha. Combatió con éxito contra Ethelberto de Kent, en 568, y contra Penda de Mercia, con menos éxito, casi un siglo antes, después de convertirse al cristianismo.
Pese a su derrota por Penda, Wessex continuó expandiéndose a expensas de los galeses. Por el tiempo en que Ine se convirtió en rey de Wessex, en 688, dominaba todo el territorio situado al sur del Támesis desde las cercanías de Londres hasta el límite con Cornualles.
Ine estabilizó la estructura interna de Wessex y ordenó la preparación del primer código legislativo escrito. (Esto es particularmente importante porque el sistema jurídico de la Inglaterra moderna y, por ende, de la América moderna desciende del de Wessex.) También organizó Wessex en obispados, uno de los cuales estaba en su capital, Winchester, que está en la Inglaterra central meridional, a noventa y seis kilómetros al sudoeste de Londres.
En 726, Ine abdicó para visitar Roma y terminar sus días en olor de santidad. Murió casi inmediatamente, por lo que no pudo vivir para presenciar la supremacía de Mercia. Essex se resistió a ella y, como ya dijimos, Cuthred de Wessex derrotó a Ethelbaldo de Mercia.
Después de la muerte de Offa de Mercia, una nuevo personalidad surgió en Wessex. Era Egberto, hijo de un rey de Kent, y también miembro de la casa real de Wessex.
Offa lo había expulsado de Wessex, prefiriendo otro miembro probablemente más tratable de la casa real como gobernante del Reino. Egberto buscó refugio entre los francos y estuvo al servicio de Carlomagno durante tres años. Luego, en 802, cuando el rey de Wessex murió, volvió apresuradamente y, como único vástago restante de la familia real, fue proclamado rey.
Bajo Egberto, Wessex empezó a expandirse nuevamente. Empujó a los galeses en Cornualles hasta el límite y se anexó prácticamente todo su territorio, dejándoles solamente unas pocas fortalezas aisladas cuya caída no era más que cuestión de tiempo. Los pequeños reinos meridionales, Kent, Sussex y Essex cayeron a sus pies sin lucha, mientras Anglia Oriental pidió su ayuda en la guerra que sostenía contra Mercia.
Egberto derrotó al ejército de Mercia en 823; para el 829, había invadido toda Mercia y obligado a Northumbria a aceptar su soberanía. Durante un tiempo, en el apogeo de su poder, fue prácticamente amo de toda Inglaterra.
Pero ese apogeo no se mantuvo. El rey de Mercia logró recuperar al menos la parte septentrional de sus dominios y Northumbria sólo le rindió un homenaje verbal, pero aún así Egberto dominaba firmemente toda Inglaterra meridional, y en adelante la supremacía de Wessex sobre la Heptarquía se mantuvo.
Pero esa soberanía era vacía, pues la pesadilla vikinga se estaba intensificando y la cuestión no era qué reino gobernaría Inglaterra, sino ¿habría una Inglaterra para gobernar?
En 835, los éxitos vikingos en Escocia e Irlanda habían envalentonado a los invasores hasta el punto de que cayeron violentamente sobre la misma Inglaterra. Su objetivo fue una isla situada en la desembocadura del río Támesis, donde reunieron un buen botín, sin hallar prácticamente resistencia, y se marcharon triunfalmente en sus barcos. Al año siguiente, una incursión aún mayor en la desembocadura de otro río fue afrontada por soldados de Wessex, quienes, sin embargo, huyeron ante el primer ataque de los salvajes bárbaros, de yelmos con cuernos y que lanzaban grandes gritos y mostraban una furia enloquecida.
Egberto, humillado, convocó una reunión de sus principales subordinados en Londres y concertó con enojo medidas para la defensa. Era de esperar otro ataque de los vikingos, y éste no tardó en producirse. Esta vez los vikingos desembarcaron en la costa de Cornualles, donde la población galesa de la región, llena de rencor a causa de su derrota por Egberto, estaba muy deseosa de unirse a los paganos en un ataque contra Wessex.
Nuevamente, fuerzas de Wessex enfrentaron a los vikingos, pero esta vez estaba allí el rey en persona. Los vikingos hallaron una vigorosa resistencia, fueron derrotados y obligados a huir en sus barcos. Egberto demostró que los vikingos eran seres humanos, a fin de cuentas, y podían ser vencidos. Murió poco después, en 839, no antes de haber afirmado la grandeza de Wessex.
El éxito de Egberto frenó a los vikingos y proporcionó un alivio a Wessex. Pero esto sólo significó que los invasores se dirigieron a otras regiones, y las costas orientales de Inglaterra sufrieron lo más recio de su ataque.
El éxito de Egberto fue también una tragedia para los francos, pues los vikingos, al apartarse de Inglaterra, dedicaron su atención por primera vez a la línea costera franca. Ciudades como Hamburgo, Utrecht, París y Burdeos fueron pilladas sangrientamente. Los vikingos siguieron la línea costera atlántica hasta España, donde saquearon Sevilla y penetraron en el Mediterráneo. Europa sangraba por todas partes en sus bordes.
Con el tiempo, los vikingos recobraron su seguridad, aun con respecto a Wessex. Egberto había muerto y es taba en el trono su hijo Ethelwulf. Este era un hombre piadoso que no parecía tener nada de guerrero. Por consiguiente, en 851 los vikingos atacaron. Trescientos cincuenta barcos repletos de guerreros se acercaron a la desembocadura del Támesis y empezaron a remontar la corriente. Se detuvieron para saquear Canterbury, y, cuando llegaron a Londres, la saquearon también. El rey de Mercia trató de detenerlos, pero sus fuerzas fueron destrozadas y él tuvo que huir ignominiosamente.
Los vikingos se dirigieron al sur, donde los esperaban las fuerzas de Wessex a cuyo mando estaba el mismo Ethelwulf. Una vez más, como una docena de años antes, los hombres de Wessex, bajo los ojos de su monarca, derrotaron a los vikingos y los hicieron huir dando alaridos de dolor. Se cree que esta batalla fue la peor derrota que sufrieron los vikingos en todo el curso de sus correrías.
Es curioso, en efecto, que el pequeño Reino de Wessex (pequeño en comparación con los grandes reinos continentales) fuese el único en toda Europa que se enfrentó resueltamente con los vikingos en los más fieros tiempos de sus incursiones y les infligiese una serie de grandes derrotas en batallas campales.
Ethelwulf ganó gran prestigio como resultado de su victoria y se afirmó la supremacía de Wessex sobre la Heptarquía. Ethelwulf, que tenla más de sacerdote que de guerrero en el fondo de su corazón, aprovechó la ocasión que le brindó el respiro obtenido con su victoria para realizar la ambición de su vida. Deseaba visitar Roma. Llevó consigo a su cuarto hijo, Alfredo, y dejó a su hijo mayor, Ethelbaldo, como regente en su lugar.
A su vuelta de Roma, visitó la corte de Carlos el Calvo, un nieto de Carlomagno que reinaba sobre la mitad occidental del Imperio Franco de su abuelo, es decir, sobre Francia. Prueba adicional del prestigio de Ethelwulf es que Carlos el Calvo, que había fracasado notoriamente en sus intentos de rechazar a los vikingos, deseaba dar en matrimonio al rey inglés la mano de su hija Judith.
Cuando Ethelwulf volvió a su patria, sin embargo, halló que su hijo Ethelbaldo tenía tal firme dominio del trono que, para no precipitar una guerra civil que ciertamente hubiese puesto a Inglaterra en manos de los vikingos, se retiró y se contentó con gobernar los reinos orientales de Essex, Kent y Sussex, dejando a su hijo como rey de Wessex. Murió en 858.
Cada uno de los cuatro hijos de Ethelwulf gobernó luego a Wessex por turno, mientras las nubes seguían acumulándose sobre Inglaterra. En 860, una banda de vikingos desembarcó en la costa de Wessex, tomó de sorpresa a Winchester y la saqueó, pero fue luego derrotada por una fuerza apresuradamente reunida. Ethelbaldo murió ese año y el segundo hijo de Ethelwulf, Ethelberto, subió al trono y reinó hasta 865.
Durante su reinado, una partida de pillaje vikinga desembarcó en Thanet, en el extremo de Kent (el lugar que había sufrido la primera de tales incursiones tres cuartos de siglo antes). El pueblo de Kent, aterrorizado, ofreció un soborno para que los vikingos se marchasen. Estos aceptaron y pidieron una elevada suma, que los hombrea de Kent trataron desesperadamente de reunir. Después de recibir el dinero, los vikingos rieron bonachonamente y procedieron a saquear y asolar el este de Kent por si podían encontrar algo más.
En 865, cuando Ethelred, tercer hijo de Ethelwulf, subió al trono, las correrías vikingas llegaron a su culminación. En realidad, ya no eran incursiones, sino una invasión con todas las de la ley.
La historia comienza con Ragnar Lodbrok, el primer invasor vikingo cuyo nombre conocemos, persona cuya vida está envuelta en la leyenda y sobre la cual se han hecho tantos relatos contradictorios que es imposible saber lo que hay de verdad en ellos, si es que hay algo.
Se supone que fue rey de Dinamarca que, en el curso de una correría por Northumbria, fue capturado y muerto de alguna espantosa manera. (Según una versión, fue arrojado a un pozo con serpientes venenosas.) Sus últimas palabras fueron que los «cachorros del oso» lo vengarían.
Esos cachorros eran sus hijos, Ivar y Ubba. De vuelta en Dinamarca, tuvieron noticia de la muerte de su padre y juraron venganza. Reunieron una gran fuerza y desembarcaron en Anglia Oriental en 865. No hallaron resistencia e invernaron allí, a la espera de refuerzos.
Esos refuerzos llegaron en 866, y por primera vez hubo en Inglaterra un gran ejército vikingo, y no ya sólo una banda depredadora. (Pero al llegar a este punto ya no es necesario hablar de vikingos. Antes, las bandas que efectuaban incursiones provenían de puntos que no es posible discernir con claridad, y es difícil saber si eran daneses o noruegos. En este caso, en cambio, se trataba definidamente de un ejército danés, y así lo llamaremos.)
Los daneses abandonaron Anglia Oriental, marcharon hacia el Norte y tomaron la ciudad de York. El ejército de Northumbria había sido derrotado y su rey capturado y muerto mediante atroces torturas. Fue el fin del Reino de Northumbria.