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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de Inglaterra (19 page)

En realidad, Jacobo era un individuo físicamente sucio y de horribles hábitos; era mucho más probable que su toque causara enfermedades, no que las curase.

Haroldo de Wessex

Los últimos trece años del reinado de Eduardo estuvieron totalmente dominados por Haroldo, el hijo mayor sobreviviente de Godwin. Tenía treinta y un años cuando su padre murió. Heredó el título de Earl de Wessex y Kent y luchó denodadamente para adueñarse del resto de Inglaterra, en su propio nombre o en el de uno u otro de sus hermanos.

Siward, Earl de Northumbria, y su hijo, murieron en la expedición contra Macbeth, o poco después, y se otorgó el earldom al hermano de Haroldo, Tostig.

Los herederos de Leofric de Mercia fueron dejados de lado con uno u otro pretexto, y sus tierras se las repartieron los otros hermanos de Haroldo. Cuando algunos de los lores depuestos buscaron la alianza de los galeses, Haroldo y Tostig se unieron para marchar contra ellos en 1063 y los redujeron nuevamente a un hosco silencio.

Mientras tanto, Eduardo estaba en los sesenta y tantos años, avanzada edad para aquellos días, y no tenía hijos. La cuestión de la sucesión estaba en la atmósfera. Sin duda, Eduardo favorecía a Guillermo de Normandía, pero en esos momentos de supremacía de Haroldo no osaba proponerlo abiertamente.

En cuanto a la familia real de Wessex, los únicos que quedaban eran los descendientes de Edmundo el Valiente, quienes vivían en la lejana Hungría. Eran dos hijos, en un principio, cuando Edmundo el Valiente murió, Edgar y Eduardo, sobrinos de Eduardo el Confesor. Edgar luego murió, pero aún quedaba Eduardo.

Además, Eduardo se había casado con la hija del emperador alemán Enrique II (un buen matrimonio para un príncipe exiliado y sin tierras) y tuvo de ella varios hijos, entre ellos un hijo, Edgar, y una hija, Margaret.

Eduardo tenía que ser la solución. Seguramente sería popular. A fin de cuentas, era un descendiente del gran Alfredo y también hijo de Edmundo el Valiente, a quien la distancia en el tiempo había convertido en un gran héroe a los ojos de los ingleses. Había combatido a Canuto bravamente, salvando la mitad del reino, y de no haber sido por su repentina y prematura muerte, podía haber conquistado el resto. Probablemente, los ingleses estaban seguros de que lo habría hecho. Añádase a estos antepasados la aureola personal de un exilio trágicamente romántico; ¿qué más se podía pedir de un heredero?

Así, en 1064, el rey Eduardo hace ir a Inglaterra a su sobrino, el joven Eduardo (llamado «Edward Atheling», esto es, el «Príncipe Eduardo», pues «Atheling» era el título dado al heredero). Esta resultó ser una medida popular. Eduardo Atheling llegó a Inglaterra inmediatamente con su mujer y sus hijos y fue recibido con delirante alegría.

Sin embargo, Eduardo el Confesor no le dio audiencia enseguida. Quizá la preferencia secreta del rey por Guillermo de Normandía como heredero dio origen a esa renuncia a conceder su bendición formal a Eduardo Atheling. O tal vez Haroldo, que no quería a Guillermo ni a Eduardo Atheling, maniobró para impedir que el príncipe apareciera en la corte. Es difícil saberlo.

La situación estaba a punto de entrar en crisis, pero Eduardo Atheling resolvió el problema muriendo casi inmediatamente después de llegar a Londres. Se sospechó posteriormente que Haroldo provocó esa muerte, porque ciertamente convenía a su ambición, pero no hay ninguna prueba de ello y la muerte natural repentina era muy común en aquellos tiempos.

Sólo quedaba el hijo de Eduardo, que ahora era Edgar Atheling, pero era un jovencito de quizá trece años por la época de la muerte de su padre, y no estaban los tiempos para sentar en el trono inglés a un muchacho.

El siguiente rey tenía que ser un adulto, y sólo había dos suficientemente fuertes y enérgicos como para apoderarse del trono, aunque ninguno de ellos era miembro de la familia real: Haroldo de Wessex y Guillermo de Normandía. ¿Cuál sería?

Hay relatos sobre un famoso suceso que tal vez nunca haya ocurrido. Es decir, tenemos referencias de él por fuentes normandas, y puesto que servía para dar a Guillermo cierto derecho para pretender el trono de Inglaterra, puede que no haya sido más que propaganda normanda.

Según esos relatos, Haroldo, en 1064, se embarcó por alguna razón y fue arrastrado por una repentina tormenta a la costa de Francia. (Según otras versiones, fue deliberadamente a Francia para llevar un recado, pero fue apartado de su curso por la tempestad y naufragó.) En cualquier caso, fue capturado por un noble local del lugar de la costa al que llegó.

De acuerdo con las costumbres de la época, los náufragos podían ser aprisionados y retenidos para pedir un rescate por ellos, y Haroldo era una presa de primer rango. Guillermo de Normandía, al recibir la noticia, obligó al señor a que le entregase su cautivo, en parte mediante amenazas y en parte mediante soborno, y pronto Haroldo se encontró en Ruán, la capital de Guillermo.

Allí fue tratado con la mayor deferencia y respeto, y Guillermo, de la manera más amistosa, pidió a Haroldo que usase su influencia para ayudarle a obtener la sucesión al trono. En condiciones normales, Haroldo difícilmente habría pensado en hacer nada semejante, pero estaba rodeado de normandos y el implacable duque Guillermo le sonreía fríamente.

Haroldo tuvo que aceptar. Luego Guillermo quiso que repitiese la promesa ante una asamblea de sus nobles. Se exigió a Haroldo que pusiese su mano sobre una Biblia y jurase, lo cual hizo. La Biblia luego fue quitada de la mesa donde yacía, también se retiró la cubierta de la mesa y debajo se vio un gran recipiente lleno de huesos, de santos y otras reliquias. Se suponía que esto hacía el juramento más obligatorio, en lo concerniente a su cumplimiento.

Luego se permitió a Haroldo retornar a Inglaterra.

El relato del juramento, como dije antes, sólo se encuentra en fuentes normandas, de modo que su veracidad es incierta. Pero aunque hubiese sido verdadero, un juramento arrancado bajo coacción no podía ser considerado obligatorio.

Pero ahora las cosas empezaron a volverse contra Haroldo. Los northumbrios habían estado bajo 1a dominación del hermano de Haroldo, Tostig, durante un tiempo, pero no tuvieron ningún motivo para estar contentos de él. Se dice que fue cruel y rapaz, y los northumbrios se levantaron contra él en 1065 y lo expulsaron. Decidieron elegir ellos mismos un earl y su elección recayó en Morcar, un hijo del viejo Leofric de Mercia.

En años anteriores, Haroldo y Tostig hablan actuado juntos en fraternal amistad, pero el momento era decisivo. Evidentemente, Eduardo el Confesor estaba en sus Últimos meses de vida, y Haroldo sabía que pronto tendría que hacer frente a Guillermo de Normandía. No quería tener a un conjunto de northumbrios desafectos a sus espaldas.

Por ello, decidió apaciguarlos a expensas de Tostig. Aceptó a Morcar como nuevo earl. Tostig estaba furioso. Se sintió traicionado y decidió vengarse. Abandonó el país, pero como lo demostraron los acontecimientos, no por mucho tiempo, y Haroldo iba a terminar en la misma situación para evitar la cual había sacrificado a Tostig.

Eduardo el Confesor estaba agonizando, y no se sabe cuáles fueron sus últimos deseos, si es que expresó algunos. Los normandos posteriormente declararon que Eduardo, en su lecho de muerte, insistió en que el duque Guillermo era su heredero; los sajones sostenían que bahía nombrado a Haroldo. Examinando la situación imparcialmente, parece mucho más probable que Eduardo hubiese elegido a Guillermo, no a Haroldo, pero esto, en realidad, importa poco. La decisión no la iban a dar los palabras de Eduardo, sino la fuerza, y para empezar, Haroldo estaba allí.

8. La conquista normanda

La batalla de Stamford Bridge

Eduardo murió el 5 de enero de 1066, y así comenzó el año más importante de la historia inglesa. Eduardo había gobernado Inglaterra durante veinticuatro años. En una gran parte de ese tiempo, no había sido más que una figura inoperante que ocupaba el trono, mientras otros disputaban a lo largo de años para controlar el reino y decidir sobre la sucesión.

Con todo, fueron años de paz y si bien Inglaterra quedó en retraso en el plano cultural, materialmente se hizo próspera. Londres había crecido hasta convertirse en un importante centro comercial y por entonces era la ciudad más importante del país; mantendría en forma permanente la supremacía. Se calcula que la población total de Inglaterra a la sazón era de 1.500.000 habitantes.

Haroldo se proclamó rey inmediatamente con el nombre de Haroldo II, por lo que potencialmente empezó una nueva dinastía. Era claro, sin embargo, que el comienzo de su reinado sería muy turbulento, pues el duque Guillermo, al recibir la noticia de la muerte de Eduardo y la subida al trono de Haroldo, inició de inmediato los preparativos de una invasión.

A fin de cuentas, era sobrino del viejo rey, mientras que Haroldo no tenía ningún parentesco con él. Guillermo también se sentía seguro de que el viejo rey había tomado la decisión personal de elegirlo como heredero. Y si es cierta la historia de que Haroldo juró ayudarlo a convertirse en rey, podía considerarlo como un blasfemo que había roto su juramento.

Pero probablemente importaba poco a quién asistía el derecho. El duque Guillermo ofreció a los voluntarios una buena paga y la oportunidad de un buen combate, además de la promesa de gloria, botín y tierras. Los hombres acudieron a él y Guillermo los aceptó a todos.

Todo empezó bien para Guillermo. Quienes tenían interés en oponerse a él se hallaban impotentes. Así, el rey Enrique I de Francia había muerto en 1060 y había dejado el trono francés en manos de un niño, Felipe I. En 1066, Felipe sólo tenía catorce años y Francia estaba sumida en la confusión. No había ningún poder central que ejerciera presión sobre Guillermo o amenazase con ocupar Normandía si la expedición de Guillermo fracasaba. (Si lo hubiese habido, Guillermo habría preferido no correr el riesgo de una invasión allende el mar.) De hecho, en ese momento un tal Balduino de Flandes era regente de Francia. El era quien controlaba al joven rey y constituía el gobierno central existente; ese mismo Balduino era suegro de Guillermo y estaba bien dispuesto hacia él.

Además, el Condado de Anjou, que se hallaba inmediatamente al sur de Normandía y estaba en estado de guerra crónica con ésta, se encontraba paralizado por las luchas internas. Habría deseado impedir la realización del proyecto de Guillermo, pero en ese momento no podía.

Por otro lado, Guillermo tenía un aliado importante en el Papa. El papado, aún guiado por Hildebrando, estaba amargamente ofendido por el nombramiento de Stigand como arzobispo de Canterbury. Había pedido una vez más la destitución de Stigand, pero Haroldo se habla negado firmemente. Por ello, el Papa Alejandro II dio la bendición pontificia al proyecto de Guillermo. Esto alentó mucho a los hombres que seguían a Guillermo y mejoró las posibilidades de reclutar a otros.

La excitación del momento se refleja en un largo tapiz (del que aún existen unos 77 metros) de cincuenta centímetros de ancho. Se conservó en la catedral de Bayeux, ciudad de la costa normanda, en tiempos medievales, por lo que es llamado «el Tapiz de Bayeux». Según la tradición, fue tejido por Matilde, esposa de Guillermo y duquesa de Normandía, para conmemorar el gran suceso.

Comienza con el viaje de Haroldo a Francia y el juramento sobre las reliquias de ayudar a Guillermo a obtener el Reino. Es también notable porque muestra a hombres contemplando maravillados un cometa. En efecto, en ese decisivo año de 1066 apareció un cometa, el mismo que más adelante sería llamado cometa de Halley. (El astrónomo inglés Edmund Halley demostró en 1705 que es un miembro periódico del Sistema Solar; vuelve a la vecindad de la Tierra y, por ende, es visible cada setenta y seis años.)

En tiempos antiguos, estaba difundida la creencia de que, puesto que las estrellas y los planetas en general influyen en los sucesos terrestres, la repentina aparición de un objeto celeste no común sólo podía tener como finalidad indicar que algún suceso no habitual o catastrófico se produciría en la Tierra. Y como todos los años había catástrofes en la Tierra, la profecía nunca fallaba.

En ese año particular, era claro que Haroldo o Guillermo perderían o ganarían un reino, de modo que para uno de ellos las cosas serían catastróficas. En el Tapiz de Bayeux, se muestra a un cortesano apresurándose a informar a Haroldo de la aparición del cometa, y a Haroldo se lo ve perturbado. Evidentemente, la postura oficial normanda era que el cometa presagiaba el desastre para Haroldo, el que había roto su juramento.

Es fácil para nosotros reírnos ahora de esas insensateces astrológicas, pero no debemos subestimar el efecto de esas cuestiones por entonces. Si los normandos creían que el cometa era un seguro indicio de que Haroldo estaba condenado, su moral se fortalecería y combatirían más duramente. Si se podía convencer a los sajones de que su rey había roto un juramento y con ello se había atraído la cólera de Dios, su ánimo decaería. Creyese Guillermo o no en tales cosas, indudablemente le convenía explotar a fondo el cometa.

Hasta podía decirse, pues, con verdad literal, que el curso de las estrellas favorecía a Guillermo.

Pero Haroldo no era ningún débil o cobarde. Era un renombrado guerrero que había pasado su vida en los campos de batalla. Conocía los preparativos de Guillermo y tomó medidas contra ellos. Reunió un ejército en el sur y mantuvo preparada una flota en el canal. Estaba totalmente listo para hacer frente a toda eventualidad… en el sur.

Desgraciadamente, no pudo permanecer en el sur. Su hermano Tostig (seguramente, el villano del año, desde el punto de vista sajón) aún anhelaba venganza a toda costa por la disposición de Haroldo a permitir que lo expulsasen de Northumbria. Había estado buscando a alguien que lo ayudase a montar una invasión para recobrar Northumbria y, finalmente, halló al hombre que necesitaba en Haroldo Hardrada, o «Gobernante Duro», de Noruega.

Haroldo Hardrada tuvo una vida que fue una especie de novela histórica. Para empezar, era medio hermano del rey Olaf II de Noruega, que gobernó en tiempos de Canuto. En 1030, Olaf II fue derrotado por Canuto, Noruega pasó por breve tiempo a formar parte del imperio danés y Haroldo Hardrada tuvo que huir.

Se dirigió a Rusia y sirvió al Gran Duque Yaroslav, quien por entonces gobernaba sobre vastas tierras orientales. Haroldo era un hombre hermoso y de elevada estatura, y se cree que la hija del Gran Duque se enamoró de él. Esto fastidió a Yaroslav y Haroldo Hardrada juzgó aconsejable abandonar el país a toda prisa. Se marchó. hacia el sur, a Constantinopla, la capital del Imperio Bizantino (los restos en decadencia del viejo Imperio Romano) que pasaba entonces por sus últimos días de grandeza.

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