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Authors: Gena Showalter

Tags: #Fantástico, Infantil y juvenil

Entrelazados (35 page)

—Cada vez que me obligas a algo te odio más.

Él entrecerró los ojos.

—Es inútil que te resistas a mí, princesa.

—En realidad, no. Cualquier cosa que me mantenga apartada de ti es muy útil.

—Es por ese chico, ¿verdad? —le preguntó Dmitri con ira.

Victoria elevó la barbilla para ocultar un temblor de miedo.

—Es porque no quiero tener nada que ver contigo.

Más rápidamente de lo que los ojos hubieran podido detectar, él se acercó y se inclinó sobre ella.

—Yo soy todo lo que tú necesitas. Soy fuerte y poderoso.

—Tú eres igual que mi padre —dijo ella—. Ves el temple de los demás como una amenaza para tus habilidades. Riges con un puño de hierro y castigas indiscriminada-mente.

—Sin orden habría caos.

—¿Y qué tiene de malo?

—¿Es eso lo que te ofrece ese chico? ¿El caos? No soy tan tonto como piensas. Sé que lo deseas —dijo Dmitri. La agarró por los antebrazos y la sacudió ligeramente—. No vas a volver a esa escuela de los mortales, princesa. Te lo prohíbo.

—Eso no puedes decidirlo tú.

—Será así. Un día, será así.

—Pero por ahora no lo es. Tú todavía has de responder ante mi padre.

Él hizo un gesto de desprecio.

—Las cosas no van a ser siempre igual.

—Eso parece una amenaza, y ya sabes cuál es el castigo por ello. Incluso para ti, que también eres un príncipe.

Dmitri se quedó mirándola durante un largo rato. Finalmente dijo:

—Vete. Diviértete. Disfruta del caos. Terminará pronto, quieras o no.

Victoria se quedó inmóvil mientras él se alejaba, respirando profundamente para calmarse. Cuando Dmitri desapareció, ella echó a correr, con el pelo al viento, libre. Pasó como un bólido por delante de los edificios, y finalmente llegó al bosque. Siguió corriendo mientras las preocupaciones se desvanecían, mientras las hojas caían de las ramas. Los olores de la noche invadieron la nariz de Aden, rocío, tierra y animales.

Victoria sólo aminoró el paso cuando vio aparecer el Rancho D. y M. Allí estaba su ventana, abierta para ella. En el interior había dos corazones, y Victoria los reconoció a ambos. Eran el de Aden, que latía un poco más rápido de lo normal, y el de Shannon, con un pulso lento y constante. Uno estaba perdido en una visión, seguro, y el otro dormía plácidamente.

Casi había llegado…

Entró y le puso las manos en los hombros a Aden. Lo zarandeó, y él abrió los ojos. Se dio cuenta, con sorpresa y decepción, de que estaba en su cuarto. Aunque le aliviaba que la ceguera hubiera terminado, no quería salir de la cabeza de Victoria. Volvió a maravillarse de su fuerza. Había sobrevivido a todo aquello, no había cedido terreno ante Dmitri y no se había acobardado.

Aden había tenido ganas de saltar entre ellos, de arrojar al vampiro al suelo y de llevarse a Victoria.

—Aden —susurró ella.

Estaba sobre él, como la primera vez que la había visto, con el pelo cayendo en cascada alrededor de su rostro y encerrándoles entre unas cortinas oscuras. Él le acarició la mejilla, y ella cerró los ojos.

—Shannon está…

—Dormido —susurró Victoria.

Sí, Aden lo sabía. Porque a través de ella había sentido los latidos del corazón de su amigo durante un instante.

—Gracias por todo.

—¿Qué has visto?

—A ti, alimentándote. Y a ti, hablando con Dmitri.

—Entonces, lo has visto todo —dijo ella con un suspiro—. Seguramente te estarás preguntando cómo es posible.

Aden asintió.

—Cuando un vampiro ingiere sangre humana, entra en nuestro organismo y se transforma. Cobra vida con todo lo que nosotros somos. Con nuestro pensamiento, nuestras emociones, nuestra esencia. La pequeña cantidad que te di te curó las heridas, pero también te vinculó a mi mente.

—¿Voy a poder ver las cosas a través de tus ojos más veces?

—No lo sé —respondió Victoria. Le acarició, con la delicadeza de las alas de una mariposa, el ojo, ya curado. Aden notó el fuego de su piel, tan amado para él—. Aunque he oído decir que a algunos les ha ocurrido, yo nunca había compartido mi sangre con nadie. Bueno, doy gotas para curar las heridas de los mordiscos, pero como no es ingerida, los humanos nunca se vinculan conmigo.

Así que ella le había dado algo que nunca les había dado a otros. El amor que sentía por ella creció, se expandió.

—Es alguien a quien desprecio, alguien que… —entonces, sus orejas se irguieron, y Victoria se incorporó—. Ha llegado Riley. Su corazón late muy deprisa —añadió con el ceño fruncido—. Nos necesita.

Aden se levantó sin dudarlo y se miró. Llevaba la ropa de todo el día, arrugada y sucia por haber trabajado en el establo.

—Necesito cinco minutos.

—Muy bien. Riley dice que vamos a estar fuera todo el fin de semana, y que se ha asegurado de que nadie nos eche de menos —dijo Victoria—. Haz tu bolsa de viaje, y yo me ocuparé de Dan y de los otros chicos. No se darán cuenta de que te has ido. Nos vemos fuera —le dijo ella, y se marchó.

Él se duchó rápidamente, se vistió y metió un par de vaqueros, unas camisetas y el cepillo de dientes en la mochila.

Tal y como había prometido, Victoria estaba esperándolo fuera. Aden tenía el pelo mojado, y el aire fresco de la noche le dio escalofríos. Tuvo que pasarle un brazo por los hombros para entrar en calor.

Riley y Mary Ann tenían un coche nuevo, y seguramente robado, a medio kilómetro del rancho. Riley estaba junto a él, metiéndose una camisa por la cabeza cuando ellos salieron de entre las sombras.

—Entrad —dijo el hombre lobo—. Tenemos que hacer un largo viaje.

Se sentó detrás del volante, y Mary Ann se apoyó en él, aunque tenía la nariz metida en un cuaderno.

Aden y Victoria se acomodaron detrás. Victoria apoyó la cabeza en su hombro. No porque tuviera sueño, sino sólo para estar cerca de él. Aden se alegró. Una parte de él pensaba que podía perderla en cualquier momento, que alguien, tal vez Dmitri, se la llevaría, y que no volvería a verla nunca más. ¿Temía ella lo mismo?

—No nos vamos a separar —le aseguró él, y ella asintió.

«No permitiremos que suceda eso», dijo Julian.

Elijah suspiró.

«Como si pudierais evitarlo. Desde el principio te advertí de que ocurrirían cosas malas si seguías a Mary Ann».

Sí, era cierto. Pero de todos modos, Aden lo había hecho, y no se arrepentía.

—¿Adónde vamos? —preguntó.

—Que os lo cuente Mary Ann —respondió Riley.

Mary Ann murmuró algo entre dientes y siguió leyendo.

Aden dejó pasar el tema. No quería interrumpirla, al verla tan absorta. Sin embargo, pronto lamentó aquella decisión. Pasó un rato muy largo sin que Mary Ann levantara la vista del cuaderno, mientras Riley conducía y Victoria se perdía en sus pensamientos. Él sentía una gran curiosidad. Finalmente, cerró los ojos e intentó relajarse.

Después de un rato, Riley dijo suavemente:

—Tienes que contárselo, Vic.

—Lo sé. Voy a hacerlo —dijo ella en voz baja—. Y no me llames así.

¿Decirle qué? Aden esperó a que su conversación continuara, pero eso no sucedió.

—¿Qué está ocurriendo? —preguntó Aden, incorporándose.

Victoria se sobresaltó y se posó una mano sobre el corazón.

—Oh, Dios mío —dijo en aquel momento Mary Ann, e impidió que Riley y Victoria respondieran.

—¿Qué? —preguntaron los tres al unísono.

Mary Ann miró a Aden con los ojos enrojecidos.

—No vas a creerte esto. Nuestras madres… Espera. Será mejor que empiece por el principio. Si no, no me vas a creer. Lo primero es que llegaron nuestros certificados de nacimiento, y que yo tengo dos madres. La primera murió después del parto, y la segunda es quien me crió. Lo segundo es que… —entonces, le mostró a Aden los dos certificados, y el lugar donde habían nacido.

—¿Y qué significa?

—No lo sé, pero voy a averiguarlo. Lo que sí sé es que mi madre biológica podía viajar en el tiempo como tú, hasta que se quedó embarazada de mí, y que vivía en la casa de al lado de la tuya. Mira —dijo Mary Ann, y le señaló las direcciones—. La primera vez no lo vi porque estaba concentrada en nuestra fecha de nacimiento y en el nombre del hospital. En realidad, creo que no me hubiera dado cuenta de no ser por el diario de mi madre. En uno de los pasajes habla de su vecina Paula, que también estaba embarazada, pero de dos semanas más que ella. Dice que se sentía más calmada cuando estaba con Paula, después de un agobio inicial, según ella, así que convenció a mi padre para alquilar la casa de al lado. Sin embargo, a medida que avanzaba el embarazo de Paula, aquella sensación de angustia volvió, y dejaron de verse. Mi madre dice que era doloroso para ella estar cerca de aquella mujer. Aden, tu madre se llama Paula. Estaban embarazadas de nosotros.

¿Qué significaba que sus madres vivieran al lado y que se sintieran atraídas la una por la otra, tanto como para dar a luz el mismo día? ¿Y qué significaba que se hubiera hecho doloroso estar cerca?

«Así que vuestros padres eran vecinos, y nacisteis el mismo día», dijo Elijah. «En el mismo lugar». Su tono de voz tenía algo extraño, duro y suave al mismo tiempo, que Aden no supo identificar. «Y ahora, tú puedes hacer lo que podía hacer la madre de Mary Ann, lo que Mary Ann impidió que siguiera haciendo. Y es lo mismo que Mary Ann te impide hacer a ti».

Tal vez no.

—¿Qué estás diciendo? —le preguntó Aden.

Todos lo miraron con extrañeza.

—Dadme un minuto —les dijo. Ellos asintieron. Aden cerró los ojos y se concentró en la gente que estaba en su cabeza—. ¿Elijah?

«Piénsalo. Piensa en las similitudes».

Similitudes. La madre de Aden calmaba a la madre de Mary Ann. Mary Ann calmaba a Aden. Sin embargo, el hecho de que él poseyera esa misma habilidad… Dios santo.

Eve gimió.

«He encajado las piezas. ¿Estás diciendo que…?».

«Sí», respondió Elijah.

Aden se echó a temblar. Aquello era surrealista, salvaje, pero, ¿podía ser cierto?

—Tú te has sentido conectada a ella desde el principio, Eve —le dijo.

«Sí, es cierto, pero eso no significa lo que estás pensando».

—¿Y si de veras te absorbí en mi mente el día de mi nacimiento? Estamos de acuerdo en que sois almas humanas sin cuerpos propios. ¿Y si sois fantasmas? ¿Y si tú moriste el día en que yo nací, en el mismo hospital? ¿Y si tú, Eve, eres en realidad…?

«¡No puedo ser su madre! No puedo. Recordaría a mi propia hija».

—Si hubieras permanecido fuera de mi cuerpo, tal vez, pero no fue así. Tú fuiste absorbida por mí, o quizá tú misma entraras en mi mente por algún motivo, y tus recuerdos desaparecieron. Seguramente porque yo era sólo un bebé, y mi mente no era capaz de contener ni procesar cuatro vidas enteras.

«No», dijo ella. «No. No es posible».

—Eso explicaría por qué quise abrazarla, y por qué ella quiso abrazarme a mí. Creo que os sentisteis la una a la otra a un nivel profundo.

—¿Qué estás diciendo, Aden? —le preguntó Mary Ann con la voz temblorosa.

Entonces, Aden se dio cuenta de otra cosa. Si en realidad, aquellas almas eran fantasmas confusos, entonces sólo tenía que ayudarlos a que fueran libres. Sólo tenía que ayudarlos a hacer algo que lamentaban no haber hecho. Y, como John, serían libres y se alejarían flotando, seguramente al más allá. No tendrían cuerpos, pero sí tendrían la paz.

Elijah ya lo había predicho. Uno de sus compañeros sería libre muy pronto, y eso significaba que iba a ver cumplido su último deseo. Eve era muy maternal, y su último deseo sería haber visto a su hija, hablar con ella, abrazarla. ¿No era eso lo que deseaba por encima de todo?

Sólo había una manera de averiguarlo.

—Para, Riley. Creo que ya es hora de que Mary Ann conozca a su madre.

En vez de hacer lo que le había pedido Aden, Riley siguió conduciendo hasta que llegó a un motel. Victoria les reservó una habitación, gratis, claro, y los cuatro entraron y se encerraron en ella. Nadie habló durante los veinte minutos que duró el proceso. Mary Ann lo agradeció. Tenía los nervios a flor de piel.

De todas las cosas que había aceptado en aquellos días, hombres lobo, vampiros, brujas, hadas, duendes y demonios, aquello podía ser lo más increíble. Su madre, a quien no había conocido, había estado atrapada en Aden todo aquel tiempo, tan cerca de ella, pero tan inalcanzable. No le parecía posible, pero eso era lo que había insinuado Aden. Y eso era lo que quería que creyera ella.

Temblando, se puso en el umbral de la habitación y observó a su alrededor. Había una cómoda, una mesilla con una televisión y dos camas. Aden se sentó en una de ellas. Estaba tan pálido como Victoria, que se colocó a su lado.

Riley se sentó en la otra cama y le hizo un gesto a Mary Ann para que se sentara a su lado.

—Esto no puede ser verdad —dijo Riley finalmente—. No puede ser que una de las almas que están encerradas en ti sea la madre de Mary Ann.

—Se llama Eve —dijo Aden—, y ella dice que es imposible.

Mary Ann exhaló un suspiro.

—Bien, entonces no es mi madre. Además, mi madre se llamaba Anne, no Eve.

—Pero las almas no recuerdan su vida anterior. Claro que sus nombres son distintos. Además, yo les ayudé a elegirlos.

—¿Y por qué piensas que son fantasmas? Si uno de ellos es mi madre, tienen que ser fantasmas, ¿no? ¿Y por qué has absorbido tú a unos fantasmas en tu cabeza? Vamos a pensar en eso. Parece que mi capacidad para anular los poderes de otros funcionaba mientras yo estaba en el útero de mi madre, y ella no podía… viajar en el tiempo. Eso significa que tu habilidad se habría manifestado también durante el embarazo de tu madre.

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