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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

El uso de las armas (25 page)

BOOK: El uso de las armas
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–¡Vaya! –exclamó él deteniéndose de repente y cogiendo algo de un estante–. ¿Qué es esto?

–No lo entenderías –dijo Skaffen-Amtiskaw.

–¡Menuda preciosidad! –murmuró mientras sostenía aquel arma asombrosamente complicada en sus manos y le daba vueltas–. ¿Qué es? –jadeó.

–Sistema de Micro Armamentos, Rifle –le explicó la unidad–. Es… Oh, mira, Zakalwe, posee diez sistemas de armamento distintos, por no hablar del sistema de vigilancia semiconsciente, los componentes del campo reactivo, la unidad antigravitatoria o los acumuladores de energía controlables mediante frecuencias intermedias, y antes de que me lo preguntes te diré que todos los controles están en el lado equivocado porque se trata de una versión para zurdos, y el equilibrio es adaptable, al igual que ocurre con el peso y la inercia independiente variable. Se necesita medio año de adiestramiento para aprender a utilizarlo sin correr peligro, y no hablemos del tiempo que hace falta para aprender a utilizarlo de forma mínimamente competente, así que… No, no puedes llevarte uno.

–No quiero uno –dijo él acariciando el arma–. Pero… ¡Qué artefacto! –Volvió a dejarlo en el estante y miró a Sma–. Dizita, ya sé lo que piensa tu gente y supongo que respeto vuestras ideas, pero… Vuestra existencia no es la mía. Yo vivo en lugares peligrosos donde siempre hay algún tipo u otro de amenaza al acecho. Siempre lo he hecho y siempre lo haré. No tardaré mucho en morir, así que… ¿Por qué he de cargar con el peso adicional de ir envejeciendo, aunque sea muy despacio?

–No intentes ocultarte detrás de la necesidad, Zakalwe. Podrías haber cambiado de vida. No tienes por qué llevar ese tipo de existencia. Podrías haberte unido a la Cultura convirtiéndote en uno de nosotros. Podrías haber intentado vivir como nosotros, pero…

–¡Sma! –exclamó, y se volvió hacia ella–. Esa vida es para gente como tú, no para alguien como yo. Crees que obré mal al pediros que estabilizarais mi edad y consideras que la inmortalidad…, no, incluso el mero hecho de pensar en la inmortalidad es algo reprobable. De acuerdo, puedo entenderlo. En vuestra sociedad y teniendo en cuenta la existencia que lleváis me parece lógico. Vivís vuestros trescientos cincuenta o cuatrocientos años y sabéis que no habrá nada que os impida llegar al final de vuestra existencia. Morís sin llevar las botas puestas, pero yo… No funcionaría. Yo no poseo esa certidumbre. Yo disfruto contemplando el paisaje desde el borde del precipicio, Sma. Me gusta sentir la caricia del vendaval en mi rostro, y sé que moriré más pronto o más tarde, y lo más probable es que muera de una forma violenta. Puede que incluso de una forma estúpida, porque así es como suele ocurrir. Logras escapar a las bombas atómicas y a los asesinos más temibles…, y de repente te atragantas con una espina de pescado y mueres asfixiado, pero… ¿a quién le importa eso? Vuestra sociedad se basa en la ausencia de cambios y la mía…, la mía se basa en la edad. Pero los dos podemos estar seguros de una cosa, y es que ambos moriremos.

Sma clavó los ojos en el suelo y juntó las manos detrás de la espalda.

–De acuerdo –dijo–. Pero no olvides quién te ha proporcionado ese paisaje visto desde el borde del precipicio.

Él la miró y sonrió con cierta tristeza.

–Sí, no olvido que me habéis salvado la vida. Pero también me habéis mentido. Me enviasteis…, no, escucha y no me interrumpas…, me enviasteis a misiones condenadamente estúpidas en las que acabé descubriendo que me hallaba en el lado opuesto a aquel en que creía estar, me obligasteis a luchar por aristócratas incompetentes a los que me habría encantado estrangular en guerras donde no sabía que estabais apoyando a los dos bandos, me llenasteis las pelotas con semen alienígena que se suponía debía meter en el útero de una pobre hembra…, faltó muy poco para que me mataran…, hubo una docena de ocasiones o más en que escapé a la muerte por los pelos y…

–Nunca me has perdonado el que te regalara ese sombrero, ¿verdad? –preguntó Skaffen-Amtiskaw con un tono de amargura muy poco convincente.

–Oh, Cheradenine… –dijo Sma–. No intentes fingir que no te lo has pasado bien.

–Sma, no todo ha sido «diversión», créeme. –Se apoyó en un armario de cristal que contenía viejas armas de proyectiles y la miró–. Y lo peor de todo llega cuando se os ocurre dar la vuelta a los malditos mapas…

–¿Qué? –preguntó Sma, perpleja.

–Cuando dais la vuelta a los mapas –repitió él–. ¿Tienes idea de lo increíblemente molesto e irritante que resulta llegar a un sitio y descubrir que su sistema cartográfico no se rige por los principios que han sido utilizados al confeccionar los mapas de que dispones? Oh, la razón puede ser cualquier estupidez, como por ejemplo el que alguien crea que la aguja de una brújula apunta al cielo cuando otras personas creen que es más pesada y siempre apunta hacia abajo, o porque el mapa se ha hecho guiándose por el ángulo de inclinación respecto al plano galáctico, o… Comprendo que esto quizá te parezca trivial, pero te aseguro que puede ponerte muy nervioso.

–Zakalwe, no tenía ni idea de que… Permite que te ofrezca mis más sinceras disculpas y las de toda la Sección de Circunstancias Especiales…, no, las de todo Contacto y…, no, te pido disculpas en nombre de toda la Cultura y…, no, será mejor que te pida disculpas en nombre de todas las especies inteligentes y…

–Sma, zorra implacable, estoy intentando hablar en serio.

–No, no creo que estés intentando hablar en serio. Eso de los mapas…

–¡Pero te aseguro que es verdad! ¡Los mapas están del revés!

–Entonces debe de existir alguna razón para ello –dijo Diziet Sma.

–¿Cuál? –preguntó él.

–La psicología –dijeron Sma y la unidad al mismo tiempo.

–¿Dos trajes? –preguntó Sma un rato después.

Estaba observándole mientras terminaba de escoger el equipo que necesitaría. Seguían en la minibodega utilizada como armería, pero Skaffen-Amtiskaw les había abandonado diciendo que se le ocurrían formas de pasar el tiempo más interesantes que ver a un niño escogiendo juguetes.

Había hablado con un tonillo tan claramente acusatorio que el «niño» se quedó quieto y alzó los ojos hacia su rostro.

–Sí, dos trajes. ¿Qué pasa?

–Zakalwe, sé que ese tipo de trajes pueden utilizarse para mantener prisionero a alguien. No son una mera protección.

–Sma… Si tengo que sacar a ese tipo de un ambiente hostil sin contar con ayuda directa de vosotros porque tenéis que manteneros lo más lejos posible dando la impresión de pureza y nobles motivos habituales en la Cultura, por muy falsos que sean, me apresuro a añadir, necesitaré ciertas herramientas, y un par de auténticos trajes JTT son dos de las herramientas que necesitaré.

–Un traje –dijo Sma.

–Sma, ¿es que no confías en mí?

–Un traje –repitió Sma.

–¡De acuerdo, maldita sea!

Se inclinó sobre el montón de equipo que había ido escogiendo, cogió un traje y lo apartó de un manotazo.

–Cheradenine… –dijo Sma adoptando un tono de voz súbitamente conciliador–. Recuerda que necesitamos la…, la aquiescencia y el compromiso de Beychae, no su mera presencia física. Esa es la razón por la que no podíamos limitarnos a suplantarle o a manipular su mente y…

–Sma, creo que me estás enviando allí precisamente para que manipule su mente, ¿no?

–De acuerdo, tienes razón –dijo Sma en un tono de voz repentinamente nervioso. Hizo entrechocar sus manos dando una palmada casi inaudible y puso cara de sentirse incómoda–. Por cierto, Cheradenine… Eh… ¿Cuáles son tus planes? Sé que no debo pedirte un perfil de misión ni nada tan remotamente formal como eso, pero… ¿cómo piensas arreglártelas para llegar hasta Beychae?

–Haré que sea Beychae quien quiera llegar hasta mí –dijo él, y suspiró.

–¿Cómo?

–Me bastará con una palabra.

–¿Una palabra?

–Un nombre.

–¿Qué nombre? ¿El tuyo?

–No. Cuando trabajé como consejero de Beychae se suponía que mi nombre debía ser mantenido en secreto, pero a estas alturas supongo que ya se habrán producido muchas filtraciones. Resultaría demasiado peligroso, así que utilizaré otro nombre.

–Aja.

Sma le contempló con expresión francamente expectante, pero él no dijo nada más y volvió a concentrar su atención en la tarea de escoger el equipo que se llevaría consigo.

–Beychae se encuentra en esa universidad de la que me has hablado, ¿verdad? –preguntó sin mirarla.

–Sí. Se pasa la vida en los archivos, pero hay muchos archivos. Beychae se desplaza continuamente, y siempre hay centinelas a su alrededor.

–Muy bien –dijo él–. Si quieres hacer algo útil, intenta averiguar todo lo que puedas sobre cuáles son las necesidades y deseos de esa universidad.

Sma se encogió de hombros.

–Beychae vive en una sociedad capitalista. ¿Qué opinarías del dinero?

–Oh, te aseguro que de eso ya me encarga… –empezó a decir él, pero no terminó la frase callado. Alzó la cabeza y le lanzó una mirada impregnada de suspicacia–. Supongo que dispongo de la máxima capacidad de maniobra posible en cuanto respecta a gastar dinero, ¿verdad?

–Gastos ilimitados –dijo Sma asintiendo con la cabeza.

–Estupendo… –dijo él. Sonrió y la contempló en silencio durante unos momentos–. ¿Cuál será la fuente del dinero que voy a utilizar? ¿Una tonelada de platino? ¿Sacos de diamantes? ¿Mi propio banco particular?

–Bueno…, más o menos algo así como tu banco particular, sí –dijo Sma–. Después de la última guerra hemos estado construyendo algo llamado la Fundación Vanguardia. Es un imperio comercial comparativamente ético que se ha ido expandiendo con rapidez, pero de una forma bastante discreta. Tus gastos ilimitados serán financiados por esa entidad.

–Perfecto. Teniendo en cuenta que puedo gastar sin ninguna clase de limitaciones supongo que optaré por ponerme en contacto con esa universidad y le ofreceré montones de dinero, pero sería mejor disponer de alguna cosa más concreta con la que pudiéramos tentarles.

–De acuerdo –dijo Sma asintiendo con la cabeza. Frunció el ceño y movió una mano señalando el traje de combate–. Oye, ¿cómo llamaste antes a ese trasto?

–Oh –dijo por fin después de haberla contemplado durante unos momentos como si no supiera de qué le estaba hablando–. Es un traje JTT.

–Sí, un «auténtico traje JTT», eso es lo que dijiste…, pero creía conocer toda la nomenclatura y nunca había oído utilizar ese acrónimo. ¿Qué quiere decir?

–Quiere decir traje jódete-tú–también.

Zakalwe sonrió.

Sma chasqueó la lengua.

–No me lo digas… Tendría que habérmelo imaginado, ¿verdad?

Dos días después estaban en el hangar del
Xenófobo
. El piquete ultrarrápido había salido de la bodega del VGS el día anterior para poner rumbo hacia el sistema de Voerenhutz. Las velocidades que alcanzó habían sido muy considerables, por lo que la operación de frenado sería bastante drástica. Sabía que no le quedaba mucho tiempo, y ya había empezado a colocar todo el equipo que necesitaría dentro de la cápsula que le llevaría hasta la superficie del planeta donde se encontraba Tsoldrin Beychae. La primera etapa de su viaje por el interior del sistema se realizaría en un módulo rápido con capacidad para acoger a tres personas, que se estacionaría en la atmósfera de un gigante gaseoso cercano. El
Xenófobo
aguardaría en el espacio interestelar y estaría preparado para prestarle su ayuda si ésta llegaba a ser necesaria.

–¿Estás seguro de que no quieres que Skaffen-Amtiskaw vaya contigo? –le preguntó Sma.

–Estoy totalmente seguro. Puedes quedarte con ese gilipollas aerotransportado, y espero que disfrutes de su compañía.

–¿Quieres alguna otra unidad?

–No.

–¿Un proyectil cuchillo?

–¡Diziet, no! No quiero a Skaffen-Amtiskaw ni a ningún otro trasto que se crea capaz de pensar por sí mismo.

–Eh, tranquilo, puedes hablar de mí con toda libertad –murmuró Skaffen-Amtiskaw–. Como si no estuviera aquí…

–Ojalá no estuvieras aquí, unidad.

–Te aseguro que yo también adoro la soledad, y en cuanto a eso de que ojalá no estuvieras aquí lo suscribo con todo mi entusiasmo –dijo la máquina.

–Si yo fuera tu fábrica ya habría desguazado a todos los modelos de tu serie por defectuosos –replicó él mirando fijamente a la unidad.

–Francamente –dijo Skaffen-Amtiskaw con voz altiva–, nunca he entendido qué puede haber de tan maravilloso en algo con un ochenta por cien de agua.

–Bueno, bueno… –dijo Sma–. Ya conoces todos los datos relevantes para la misión, ¿verdad?

–Sí –dijo él poniendo cara de cansancio.

Se inclinó para colocar el rifle de plasma dentro de la cápsula y el gesto hizo ondular la esbelta musculatura de su cuerpo bronceado. Sólo llevaba puestos unos pantalones cortos. Sma vestía una túnica con capucha, y su cabellera aún estaba algo revuelta a causa de la almohada. Según el horario de la nave, era casi de madrugada.

–¿Sabes con qué personas has de ponerte en contacto? –preguntó Sma–. ¿Y recuerdas quién está a cargo de qué, y en qué bando…?

–¿Y lo que he de hacer si mi línea de crédito se corta de repente? Sí, lo sé todo y me acuerdo de todo.

–Si…, cuando entres en contacto con Beychae dirígete a…

–El encantador y soleado sistema de Impren –canturreó él–, donde hay montones de nativos amistosos que viven en una amplia gama de habitáculos ecológicamente irreprochables y que son de lo más neutral.

–Zakalwe… –dijo Sma. Le cogió el rostro entre las manos y le besó–. Espero que todo salga bien.

–Yo también, por extraño que pueda parecerte –dijo él.

Le devolvió el beso y fue Sma la que acabó apartándose. Meneó la cabeza, sonrió y fue recorriendo el cuerpo de la mujer con la mirada.

–Ah… Algún día, Diziet.

Sma meneó la cabeza e intentó sonreír, pero la sonrisa no le salió demasiado sincera.

–No a menos que esté inconsciente o muerta, Cheradenine.

–Oh. Entonces…, ¿puedo seguir albergando esperanzas?

Sma le dio una fuerte palmada en el trasero.

–En marcha, Zakalwe.

Se metió dentro del traje de combate blindado y los servomecanismos fueron cerrando los sellos a su alrededor. Alzó una mano y activó el casco.

Cuando miró a Sma su expresión se había vuelto muy seria.

–Asegúrate de que sabéis dónde…

–Sabemos dónde está –se apresuró a decir Sma.

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