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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

El uso de las armas (11 page)

–Sí, supongo que debe de ser muy divertido –dijo después de haber carraspeado para aclararse la garganta.

El joven volvió a estornudar.

–Tengo la impresión de que necesitan un permiso, ¿eh? –dijo Skaffen-Amtiskaw.

Sma le dio un codazo.

El joven tripulante se volvió hacia la máquina y la contempló con cara de perplejidad.

–Cabo e tener uno –respondió.

La puerta del ascensor empezó a abrirse y el joven volvió la cabeza hacia ella. Sma y Skaffen-Amtiskaw intercambiaron una rápida mirada y Sma bizqueó.

Entraron en un área de reuniones y diversión bastante grande cuyo techo y paredes estaban recubiertas por una madera de color rojo oscuro tan pulida y lustrosa que parecía brillar. El recinto contenía un gran número de sillones y sofás muy mullidos y unas cuantas mesitas bajas. El techo no era muy alto, pero estaba compuesto por ondulaciones de un material parecido al yeso que nacían de las paredes, y las linternas que lo adornaban hacían que resultara muy hermoso. El nivel de iluminación parecía indicar que estaban a principios de la mañana según el horario de la nave. Las personas que estaban sentadas alrededor de una mesa se pusieron en pie y fueron hacia ellos para darles la bienvenida.

–Sba –dijo el joven tripulante señalando a Sma con una mano.

Su voz parecía hacerse más pastosa e ininteligible a cada segundo que pasaba. El grupo de personas –la proporción de hombres y mujeres era similar–, la acogió con sonrisas y asentimientos de cabeza y empezó a presentarse. Sma asintió e intercambió unas cuantas palabras con ellas; la unidad se limitó a decirles hola.

Uno de los hombres se acercó a ella y le ofreció un bultito de pelos marrones y amarillos sosteniéndolo junto a su hombro como si fuera un bebé.

–Toma –dijo, y le pasó el animalito peludo.

Sma lo cogió con bastante reluctancia. Estaba caliente, poseía cuatro miembros colocados de la forma convencional, desprendía un olor bastante agradable y no se parecía a ninguna de las especies de animales que conocía. Tenía una cabeza muy grande con un par de orejas enormes, y apenas lo hubo cogido el animalito abrió unos ojos inmensos y la observó fijamente.

–Es la nave –dijo el hombre que había estado sosteniéndolo junto a su hombro.

–Hola –dijo el animalito.

Los ojos de Sma lo recorrieron de arriba abajo con cierta incredulidad.

–¿Eres el piquete ultrarrápido
Xenófobo
?

–Soy su representante. La parte con la que puedes hablar… Puedes llamarme Xenito. –El animalito sonrió y Sma pudo ver que sus dientes eran muy pequeños y redondeados–. Ya sé que la mayoría de naves utilizan un sensor o algún tipo de unidad remota, pero… –Volvió la cabeza hacia Skaffen-Amtiskaw–. Pueden llegar a ser un poco aburridos, ¿no te parece?

Sma sonrió y captó el rápido parpadeo del aura de Skaffen-Amtiskaw por el rabillo del ojo.

–Bueno… –dijo–. Sí, a veces pueden serlo.

–Oh, sí –dijo el animalito asintiendo con la cabeza–. Yo soy mucho más mono. –Se retorció entre sus dedos y puso cara de sentirse muy a gusto–. Bueno… –dijo, y se rió–. ¿Quieres que te enseñe tu camarote?

–Sí, buena idea –dijo Sma, y se puso el animalito encima del hombro.

Sma, la extraña unidad remota de la nave y Skaffen-Amtiskaw se dirigieron hacia la zona de camarotes y los tripulantes se despidieron de ellos diciendo que ya les verían después.

–Oooh… Qué suave y caliente eres –murmuró la diminuta criatura de color marrón y amarillo con voz soñolienta mientras se acurrucaba en la curva del cuello de Sma. Acababan de llegar al pasillo enmoquetado que llevaba a los aposentos de Sma. El animalito se removió y Sma se encontró dándole palmaditas en la espalda–. Por aquí–dijo en cuanto llegaron a una encrucijada–. Por cierto, esa pequeña sacudida significa que acabamos de abandonar nuestra órbita.

–Estupendo –dijo Sma.

–¿Me dejarás dormir contigo?

Sma se quedó inmóvil, apartó a la criatura de su hombro con una sola mano y la sostuvo delante de su cara.

–¿Qué has dicho?

–Oh, así nos conoceremos más pronto y nos haremos amigos enseguida –dijo el animalito parpadeando y bostezando como si estuviera a punto de quedarse dormido–. No creas que soy grosero. Dormir juntos es un sistema de crear lazos personales que siempre da resultados excelentes.

Sma era consciente de que Skaffen-Amtiskaw se encontraba detrás de ella y podía ver los reflejos de la bola roja en que se había convertido su campo. Acercó la criatura marrón y amarilla unos cuantos centímetros más a su cara.

–Escucha,
Xenófobo

–Xenito.

–De acuerdo, Xenito. Eres una nave estelar que pesa un millón de toneladas y, aparte de eso, eres una Unidad de Ofensiva Rápida de la Clase Torturador. Aun suponiendo que…

–¡Pero estoy desmilitarizada!

–Incluso sin tus sistemas básicos de armamento, apuesto a que si quisieras podrías destruir planetas enteros…

–Oh, vamos… ¡Hasta la UGC más tonta es capaz de hacer eso!

–Entonces, ¿a qué vienen todas estas gilipolleces?

Agitó a la unidad remota cubierta de pelos con tanta violencia que oyó castañetear sus dientes.

–¡Era una broma! –gritó la unidad–. Vamos, Sma, ¿es que no tienes sentido del humor? ¿No sabes apreciar una buena broma?

–No estoy muy segura. ¿Te gustaría que te mandara a la zona de reunión de una buena patada en el culo?

–¡Ooooh! Venga, señora…, ¿cuál es su problema? ¿Tiene algún prejuicio contra los animalitos peludos o qué? Oye, Sma, sé muy bien que soy una nave y hago cuanto se me pide que haga, incluido el llevarte a ese destino que, si he de serte franco, no me ha sido especificado con mucha claridad, y te aseguro que soy muy eficiente. Si hubiera el más leve conato de acción real y tuviera que empezar a comportarme como una nave de guerra, el artefacto que tienes entre las manos se convertiría en un bulto fláccido desprovisto de vida, y puedo prometerte que lucharía con todos los recursos de que dispongo y toda la ferocidad que se me inculcó durante mi adiestramiento. Hasta que llegue ese momento procuro obrar igual que mis colegas humanos e intento divertirme sin causar ningún daño a nadie. Si tanto odias mi apariencia actual… De acuerdo, la cambiaré. Seré un sensor remoto de lo más comente, o una voz sin cuerpo, o hablaré contigo a través del amigo Skaffen-Amtiskaw aquí presente o a través de tu terminal personal. Lo último que deseo es ofender a una invitada.

Sma frunció los labios, dio unas palmaditas en la cabeza de la criatura y suspiró.

–De acuerdo.

–¿Puedo conservar esta forma?

–Desde luego.

–¡Oh, qué bien! –El animalito se retorció de puro placer, abrió al máximo sus enormes ojos y la observó con expresión esperanzada–. Y ahora… ¿me haces unos cuantos mimos?

–Está bien.

Sma la acunó y le dio palmaditas en la espalda.

Cuando se dio la vuelta vio a Skaffen-Amtiskaw flotando con la parte delantera hacia arriba. Su campo de auras mostraba el naranja chillón utilizado por las unidades para indicar que habían sufrido alguna avería realmente grave o que se encontraban en una situación muy apurada.

Sma se despidió del animalito marrón y amarillo, vio como se alejaba por el pasillo que llevaba a la zona de reunión (el animalito se despidió de ella agitando una patita rechoncha), cerró la puerta del camarote y se aseguró de que el sistema de observación y seguimiento interno estaba desactivado.

–¿Cuánto tiempo tenemos que pasar a bordo de esta nave? –preguntó volviéndose hacia Skaffen-Amtiskaw.

–¿Treinta días? –sugirió Skaffen-Amtiskaw.

Sma apretó los dientes hasta hacerlos rechinar y contempló el recinto en el que se encontraban. El camarote era bastante cómodo, pero comparado con los espacios llenos de ecos de la central energética que había convertido en su casa resultaba más bien pequeño.

–Treinta días con una tripulación de masoquistas virales y una nave convencida de que es una especie de osito de peluche… –Meneó la cabeza y tomó asiento sobre el campo de la cama–. Unidad, me temo que la duración subjetiva de este viaje puede ser larguísima…

Sma se dejó caer de espaldas sobre la cama murmurando maldiciones ininteligibles.

Skaffen-Amtiskaw comprendió que no era el momento más adecuado para revelarle que Zakalwe había logrado escapar a la vigilancia.

–Bueno, creo que iré a dar un vistazo por ahí, si no te importa –dijo.

Fue hacia la puerta pasando por encima de la hilera de bultos y maletas que Sma había traído consigo como equipaje.

–Adelante.

Sma se despidió de la unidad con un lánguido agitar de brazo, se quijo la chaqueta y dejó que cayera sobre el suelo del camarote.

La unidad ya casi había llegado a la puerta cuando Sma se irguió bruscamente con el ceño fruncido.

–Espera un momento… –murmuró–. ¿A qué se refería la nave cuando dijo eso de que nuestro destino no estaba demasiado claro? Infiernos, ¿es que no sabe adonde hemos de ir?

«Oh, oh…», pensó Skaffen-Amtiskaw.

Giró sobre sí misma hasta que su banda sensora quedó apuntando hacia el rostro de Sma.

–Ah… –dijo.

Sma entrecerró los ojos.

–Vamos a recoger a Zakalwe, ¿verdad?

–Sí. Claro.

–Y no tenemos que hacer nada más, ¿verdad?

–Desde luego que no. Recogemos a Zakalwe, le explicamos lo que queremos de él y le llevamos a Voerenhutz…, es sencillísimo. Quizá nos pidan que nos quedemos un tiempo rondando por allí para ver qué tal va todo, pero eso aún no está confirmado.

–Sí, sí, ya me esperaba algo parecido, pero… ¿dónde está Zakalwe exactamente?

–¿Dónde está Zakalwe exactamente…? –repitió la unidad–. Bueno… Yo… Eso es… Quiero decir que…

–De acuerdo –dijo Sma con irritación–. Dame su situación aproximada.

–No hay problema –dijo Skaffen-Amtiskaw, y empezó a retroceder hacia la puerta.

–¿No hay problema? –exclamó Sma poniendo cara de perplejidad.

–Sí, no hay ningún problema. Te aseguro que lo sabemos. Sabemos dónde está.

–Estupendo. –Sma asintió con la cabeza–. ¿Y bien?

–Y bien ¿qué?

–Y bien… –repitió Sma en un tono de voz bastante más alto–. ¿Dónde está Zakalwe?

–Está en Crastalier.

–¿Cras…?

–Crastalier. Ése es nuestro destino.

Sma meneó la cabeza y bostezó.

–Nunca he oído hablar de ese sitio. –Volvió a dejarse caer sobre el campo de la cama y se estiró–. Crastalier… –Su bostezo se fue haciendo más profundo y acabó llevándose una mano a la boca–. Maldita sea… Bastaba con que lo dijeras cuando te lo pregunté por primera vez.

–Lo siento –dijo la unidad.

–Mmmm… Olvídalo. –Sma alzó un brazo y su mano se interpuso en la trayectoria del rayo emitido por el sistema de la cabecera que controlaba las luces del camarote. La intensidad de las luces empezó a disminuir y Sma volvió a bostezar–. Creo que voy a recuperar alguna de las horas de sueño de las que no pude disfrutar anoche. Quítame las botas, ¿quieres?

La unidad le quitó las botas con mucha delicadeza pero lo más deprisa posible, cogió su chaqueta con un campo y la colgó dentro de un armario empotrado, metió el equipaje dentro de ese mismo armario y salió del camarote sin hacer ningún ruido mientras Sma se daba la vuelta sobre el campo de la cama y sus ojos se iban cerrando lentamente.

–Por los pelos… –murmuró Skaffen-Amtiskaw antes de iniciar su inspección de la nave.

Sma había subido a bordo poco después de la hora del desayuno según el tiempo de la nave, y despertó a primera hora de la tarde. Estaba terminando de arreglarse mientras la unidad clasificaba sus ropas por clase de prenda y orden de color y las colgaba dentro del armario o las doblaba y las guardaba en los cajones, cuando oyó sonar el timbre de la puerta. Sma salió del diminuto cuarto de baño con la boca llena de pasta dentífrica. Sólo llevaba puestos unos pantalones cortos. Intentó ordenar a la puerta que se abriera, pero al parecer la pasta dentífrica impidió que el monitor de la habitación comprendiera su balbuceo, por lo que fue hacia la puerta y la abrió.

Sus ojos intentaron salirse de las órbitas, lanzó una mezcla de chillido y gorgoteo ahogado y retrocedió de un salto. Su cuello se tensó preparándose para el grito que no tardaría en salir de sus pulmones.

Un instante después de que sus pupilas se hubieran dilatado y el mensaje de saltar hacia atrás apartándose de la puerta hubiera recorrido la distancia que se interponía entre su cerebro y los músculos de sus piernas, algo se movió dentro del camarote a una velocidad tan elevada que casi resultaba invisible. El movimiento fue seguido por un retumbar ahogado y una mezcla de silbido y chisporroteo.

Los tres proyectiles cuchillo de que disponía la unidad estaban inmóviles entre ella y la puerta flotando a la altura de sus ojos, su esternón y su ingle. Sma los contempló en silencio a través del campo tembloroso que la máquina había desplegado delante de su cuerpo. El campo se esfumó un segundo después.

Los proyectiles cuchillo giraron perezosamente en el aire y desaparecieron en el interior de Skaffen-Amtiskaw con un leve chasquido metálico.

–No vuelvas a hacerme eso –murmuró la máquina, concentrando de nuevo su atención en la tarea de clasificar los calcetines de Sma.

Sma se limpió la boca y contempló al monstruo de tres metros de altura cubierto de pelos marrones y amarillos que parecía estar intentando fundirse con la pared metálica que había enfrente de la puerta de su camarote.

–Nave… Xenito, ¿qué infiernos estás haciendo?

–Lo siento –dijo aquella criatura colosal. Su voz seguía siendo casi tan estridente y aflautada como cuando tenía el tamaño de un bebé–. Me pareció que ibas a tener muchas dificultades para establecer una relación de cariño y proximidad con un animalito peludo, y pensé que una versión más grande de ese mismo animalito quizá…

–Mierda… –dijo Sma, y meneó la cabeza–. Entra –dijo mientras volvía al cuarto de baño–. ¿O es que sólo querías enseñarme lo mucho que has crecido?

Se enjuagó la boca para quitarse la pasta dentífrica, hizo unas cuantas gárgaras y escupió.

Xenito logró entrar por la puerta con ciertas dificultades, inclinó la cabeza para no chocar con el techo y acabó instalándose en un rincón del camarote.

–Siento lo ocurrido, Skaffen-Amtiskaw.

–No hay problema –replicó la otra máquina.

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