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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

El uso de las armas (12 page)

–Ah, sí que lo hay, Sma –dijo Xenito–. La verdad es que quería hablar contigo sobre…

Skaffen-Amtiskaw se quedó totalmente inmóvil durante una fracción de segundo. Ese brevísimo período de tiempo bastó para que la unidad y la Mente de la nave llevaran a cabo un intercambio de pareceres prolijo, detalladísimo y un tanto caldeado, pero Sma sólo se enteró de que Xenito tardó unos momentos en seguir hablando.

–… sobre el baile de disfraces en tu honor que se va a celebrar esta noche –improvisó la nave.

Sma le sonrió sin salir del cuarto de baño.

–Una idea encantadora, nave. Gracias, Xenito. Sí, ¿por qué no?

–Estupendo. Pensé que sería mejor que hablara contigo antes de poner en marcha los preparativos. ¿Tienes alguna sugerencia que hacerme sobre los disfraces?

Sma se rió.

–Sí. Creo que iré disfrazada de ti. Prepárame uno de esos trajes que llevas.

–Ja, ja… Sí, buena idea. De hecho creo que puede ser una elección bastante frecuente, pero impondremos la regla de que no puede haber dos personas con el mismo disfraz. Bien… Hablaré contigo más tarde.

Xenito abandonó el camarote y la puerta se cerró detrás de él. Sma salió del cuarto de baño y pareció algo sorprendida ante una marcha tan brusca, pero se limitó a encogerse de hombros.

–Ha sido una visita breve pero repleta de emociones –observó mientras hurgaba entre los calcetines que Skaffen-Amtiskaw acababa de ordenar cuidadosamente por orden cromático–. Esa máquina es bastante rara.

–¿Qué esperabas? –preguntó Skaffen-Amtiskaw–. Es una nave estelar.

Podrías haberme dicho que estás ocultándole el tamaño del objetivo hacia el que nos dirigimos, le comunicó la Mente de la nave a Skaffen-Amtiskaw.

Tengo la esperanza de que nuestros agentes ya habrán logrado averiguar dónde está el tipo al que buscamos y que nos darán una posición exacta –replicó la unidad–. En ese caso Sma no tiene por qué enterarse de que hemos tenido unos pequeños problemas de localización.

Desde luego, desde luego, pero… ¿no crees que deberías haber empezado no ocultándole nada?

¡Ja! ¡No conoces a Sma!

Oh… ¿Estás intentando decirme que tiene un temperamento tirando a fuerte?

¿Qué esperabas? ¡Es un ser humano!

La nave preparó un banquete a cuyas bebidas y viandas añadió toda la gama de sustancias capaces de alterar la química cerebral de los seres humanos que la buena educación permitía emplear sin que se considerara necesario poner avisos advirtiendo del peligro en cada cuenco, plato, copa o recipiente de líquido. Comunicó a la tripulación la hora en que empezaría la fiesta y alteró la disposición de la zona de reuniones distribuyendo una considerable cantidad de espejos y campos inversores por el recinto (aparte de ella misma, la lista final de invitados sólo incluía a veintidós personas, con lo que conseguir que el lugar tuviera un aspecto lo suficientemente abarrotado fue uno de los mayores obstáculos a los que se enfrentó en su intento de provocar la sensación de que el acontecimiento social a celebrar iba a ser lo bastante orgiástico y desenfrenado).

Sma desayunó, fue acompañada en una gira por la nave –aunque había muy poco que ver, pues la mayor parte del espacio estaba reservado a los sistemas motrices–, y pasó casi todo el resto del día refrescando sus conocimientos sobre la historia y la estructura política de Voerenhutz.

La nave envió una invitación formal a cada miembro de la tripulación donde se dejaba bien claro que estaba totalmente prohibido Hablar del Trabajo. Tenía la esperanza de que esa prohibición y la cantidad de narcóticos incluidos en las bebidas y viandas del banquete bastarían para que nadie abordara el tema de cuál era su destino exacto. Había jugueteado con la idea de limitarse a explicar que tenían un pequeño problema al respecto y pedirles que no hablaran del asunto, pero sospechaba que había por lo menos dos tripulantes que se tomarían dicho ruego como un desafío intolerable a su integridad personal y se sentirían obligados a tratar el tema en cuanto se presentara la más mínima ocasión de hacerlo. Momentos como ése siempre le hacían pensar en si sería conveniente convertirse en una nave sin tripulación, pero
Xenófobo
sabía que si les pedía que se marcharan acabaría echando de menos a los humanos. En circunstancias normales su compañía resultaba bastante divertida.

La nave puso la música a un volumen bastante alto, llenó las pantallas con los hologramas más interesantes que pudo encontrar en sus archivos, y rodeó la zona de reunión con un fabuloso holopaisaje de color verde y azul repleto de arbustos flotantes y árboles suspendidos entre el cielo y la tierra repletos de extraños pájaros con ocho alas que hacían piruetas y revoloteaban. El paisaje terminaba en una capa de neblina blanca de la que asomaban nubes con forma de naves parecidas, que hacían pensar en gigantescas masas de algodón pegadas a riscos de roca color pastel tan altos que contemplarlos suponía correr el riesgo de dislocarse el cuello. Los riscos estaban adornados con otro despliegue de nubecillas realzadas por centelleantes cascadas azul y oro, y coronados por ciudades fabulosas repletas de pináculos y esbeltos puentes. Los solidogramas de figuras históricas famosas que la nave había conseguido incorporar a sus bancos de datos se paseaban por entre los invitados reforzando la ilusión de que la fiesta estaba muy concurrida, y aprovechaban cualquier ocasión de charlar con los seres humanos disfrazados. Aparte de todo eso la nave había prometido más sorpresas y diversiones en cuanto la fiesta estuviera un poquito más avanzada y el ambiente se encontrara lo bastante caldeado.

Sma acudió disfrazada de Xenito, Skaffen-Amtiskaw se convirtió en un modelo a escala de la nave y la nave decidió utilizar otro sensor remoto, una criatura acuática también de color marrón y amarillo que parecía un pez más bien gordo y de ojos saltones. El sensor flotaba dentro de una esfera de agua de un metro de diámetro encerrada en un campo de energía que se movía a la deriva por el recinto como si fuera un globo extraviado.

–Ais Disgarve, a quien ya has conocido antes –dijo el sensor presentándole al joven que la había recibido en el hangar el día antes. El agua hacía que su voz sonara un poquito burbujeante–. Y Jetart Hrine.

Sma sonrió, saludó a Disgarve con un asentimiento de cabeza –haciendo una nota mental para intentar acordarse de que se llamaba «Disgarve», y no «Disgarb»–, y dedicó un segundo asentimiento de cabeza a la joven que tenía al lado.

–Hola otra vez. ¿Qué tal?

–La –dijo Disgarve.

Se había disfrazado de explorador en climas muy fríos, y su cuerpo estaba envuelto en un montón de pieles.

–Hola –dijo Jetart Hrine.

Era bajita, más bien rechoncha y tenía la piel tan negra que casi parecía azul. Daba la impresión de ser muy joven, y vestía una especie de uniforme militar antiguo de colores sorprendentemente chillones completado por el rifle de proyectiles perforantes que colgaba de uno de sus hombros.

–Ya sé que no debemos hablar del trabajo –dijo mientras tomaba un sorbo de su copa–, pero si he de ser franca Ais y yo nos hemos estado preguntando cuál es nuestro dest…

–¡Aaaaah! –gritó el sensor de la nave.

El campo que contenía su esfera de agua se desvaneció y el líquido se desparramó sobre los pies de Sma, Hrine y Disgarve. Los tres retrocedieron de un salto. El sensor en forma de pez se desplomó sobre la madera roja del suelo y empezó a retorcerse.

–¡Agua! –graznó.

Sma lo cogió por la cola.

–¿Qué ha pasado? –le preguntó.

–Una avería en el campo. ¡Agua! ¡Deprisa!

Sma se volvió hacia Disgarve y Hrine, que parecían bastante perplejos. Skaffen-Amtiskaw se abrió paso rápidamente por entre los invitados que iban hacia ellos.

–¡Agua! –repitió el sensor retorciéndose frenéticamente.

El ceño de Sma se fue arrugando muy despacio debajo del traje cubierto de pelos marrones y amarillos, y volvió la cabeza hacia la mujer vestida de soldado.

–¿Qué ibas a decir, Hrine?

–Iba a… ¡Ooof!

El modelo a escala uno/quinientos doce del piquete ultrarrápido
Xenófobo
debajo del que se ocultaba Skaffen-Amtiskaw chocó con la mujer y la obligó a retroceder tambaleándose. La copa que sostenía en la mano resbaló de entre sus dedos y cayó al suelo.

–¡Eh! –exclamó Disgarve apartando a Skaffen-Amtiskaw de un manotazo.

Hrine parecía bastante irritada y empezó a frotarse el hombro poniendo cara de dolor.

–¡Lo siento! –dijo Skaffen-Amtiskaw en voz muy alta–. ¡Qué torpe soy!

–¡Agua! ¡Agua! –volvió a chillar el sensor debatiéndose en la mano peluda de Sma.

–¡Cállate! –dijo secamente Sma. Se acercó un poco más a Jetart Hrine interponiendo su cuerpo entre la mujer y Skaffen-Amtiskaw–. Hrine, ¿tendrías la bondad de completar la pregunta que ibas a formular hace unos momentos?

–Yo sólo quería saber por qué…

El suelo vibró y el paisaje que les rodeaba se estremeció. Chorros de luz cegadora cayeron sobre ellos, y cuando alzaron la cabeza vieron que las fabulosas ciudades multicolores que coronaban los riscos estaban empezando a quedar envueltas en gigantescas mareas luminosas que fueron desvaneciéndose lentamente para revelar nubes de escombros, torres que se desmoronaban y puentes que caían convertidos en millones de fragmentos. Los riscos se agrietaron y maremotos de lava hirviente y burbujeantes nubes de cenizas negras y grises emergieron de las grietas en un despliegue de olas que medían kilómetros de altura. Las olas chocaron con el tembloroso paisaje que se extendía por debajo de ellas. Las naves hechas de nubes se fueron hundiendo mientras los pájaros de ocho alas revoloteaban a tal velocidad que sus alas salían disparadas del cuerpo. Sma les vio precipitarse hacia el dosel de vegetación azulverdosa y esfumarse entre graznidos y aparatosas explosiones de hojas y plumas.

Jetart Hrine estaba contemplando el espectáculo con expresión de incredulidad. Sma la agarró por el cuello del uniforme con una pata peluda y la sacudió para atraer su atención.

–¡Está intentando distraerte! –gritó, y volvió la cabeza hacia el sensor en forma de pez que colgaba de su otra pata–. ¡Basta ya! –le gritó. Volvió a sacudir a la mujer. Disgarve intentó aflojar la presa de la pata que sujetaba a Hrine, pero Sma le apartó la mano con bastante brusquedad–. ¿Qué ibas a decir?

–¿Por qué no sabemos adonde vamos? –gritó Hrine con la boca casi pegada a la nariz de Sma.

La pregunta fue claramente audible a pesar de que la tierra estaba agrietándose para soltar chorros de llamas. Una inmensa silueta negra de ojos rojizos emergió del abismo que acababa de aparecer ante ellos.

–¡Vamos a Crastalier! –gritó Sma.

Un bebé humano tan grande como una montaña se materializó en el cielo. El bebé les observó con expresión beatífica, les saludó con una sonrisa radiante y empezó a girar sobre sí mismo envuelto en una aureola de líneas y dibujos multicolores.

–¿Y qué? –aulló Hrine. Los relámpagos surcaron el espacio que separaba al bebé celeste de la bestia surgida del abismo y el trueno retumbó en sus oídos–. ¡Crastalier es un Grupo Abierto! ¡Debe de tener medio millón de estrellas como mínimo!

Sma se quedó totalmente inmóvil.

Los hologramas volvieron a mostrar las imágenes anteriores al cataclismo. El estrépito se esfumó para ceder paso a la música, pero las nuevas melodías eran mucho más relajantes y el volumen había bajado mucho. Los tripulantes se observaron los unos a los otros con expresiones de perplejidad y hubo numerosos encogimientos de hombros.

El sensor en forma de pez y Skaffen-Amtiskaw intercambiaron una rápida mirada. El sensor se convirtió en el holograma de una raspa de pescado. Skaffen-Amtiskaw se envolvió en otro holograma que mostraba al modelo a escala de la nave girando locamente sobre sí mismo mientras se desintegraba y empezaba a echar humo. Sma se volvió lentamente hasta quedar de cara a las dos unidades y las observó en silencio. Las dos máquinas volvieron a su forma anterior.

–¿Un… Grupo… Abierto?–preguntó.

Se llevó las manos a la cabeza y se quitó la peluda cabeza marrón y amarilla del disfraz.

Los labios de Sma estaban curvados en lo que parecía una sonrisa. Experiencias anteriores habían hecho que Skaffen-Amtiskaw se pusiera terriblemente nervioso cada vez que veía aquella expresión.

Oh, mierda.

Creo que nos hallamos ante un ser humano del sexo femenino extremadamente irritado, Skaffen-Amtiskaw.

No me digas… ¿Tienes alguna idea?

Ni una. Lo dejo en tus campos. Voy a sacar mi culo de pez de aquí lo más rápidamente posible.

¡Nave! ¡No puedes hacerme esto!

Puedo y voy a hacerlo. Es tu prototipo, ¿no? Ya hablaremos luego. Adiós.

El sensor con forma de pez se quedó repentinamente fláccido en la pata que lo sostenía. Sma lo dejó caer sobre los charcos de agua que cubrían el suelo.

La unidad decidió prescindir del disfraz y flotó hacia el rostro de Sma con todos los campos puestos al mínimo de intensidad. Inclinó unos centímetros su parte delantera y se quedó totalmente inmóvil en esa posición.

–Sma –dijo en voz baja–. Lo siento… No te he mentido, pero te he engañado.

–Mi camarote –dijo Sma con voz tranquila después de haber guardado silencio durante unos momentos–. Disculpadnos –le dijo a Disgarve y Hrine, y se alejó hacia su camarote seguida por la unidad.

Estaba flotando sobre la cama en la posición del loto desnuda salvo por los pantalones cortos. El traje de Xenito yacía en el suelo. Sus glándulas estaban produciendo «Calma» a toda velocidad, y parecía más entristecida que furiosa. Skaffen-Amtiskaw había esperado una discusión a grito pelado, y el enfrentarse con una decepción tan mesurada había hecho que su preocupación y abatimiento alcanzaran nuevas cimas.

–Pensé que si te lo decía te negarías a venir.

–Unidad… Es mi trabajo, ¿no?

–Lo sé, pero parecías tener tan pocas ganas de marcharte que…

–¿Qué esperabas? Llevaba tres años allí, y ni tan siquiera os tomasteis la molestia de avisarme con tiempo. Pero, aun así, ¿cuánto tardé en acceder incluso después de que me hablaras del sustituto? Vamos, unidad… Me explicaste cuál era la situación y la acepté. No había ninguna necesidad de ocultarme que Zakalwe había logrado escapar a la vigilancia.

–Lo siento –dijo la unidad en voz muy baja–. Ya sé que pedirte disculpas no arregla las cosas, pero… Lo siento muchísimo, de veras. Por favor, di que podrás perdonarme algún día.

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