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Authors: Lewis Perdue

Tags: #Intriga, #Terror, #Ciencia Ficción

El ojo de fuego (43 page)

Falk asintió lentamente y luego intervino.

—Tiene razón, señorita Blackwood, sobre el uso que los estadounidenses han hecho de esto. Tal vez recuerden ustedes que, durante la guerra del Golfo, se habló mucho de cómo los norteamericanos habían conseguido eliminar el sistema de defensa aéreo iraquí antes de enviar allí su aviación. Todos asintieron.

—No trascendió demasiado cómo lo habían hecho, excepto alguna mención de bombas inteligentes o algo parecido.

El militar hizo una pausa, como si decidiese si continuar y cuánto debía explicar. Sugawara tomó el vaso de leche y dio buena cuenta de él.

—Bien, eran armas de pulso electromagnético, EMP para abreviar.

—¿EMP? —preguntó Noord.

—En 1962, los estadounidenses detonaron un arma nuclear en la atmósfera sobre el Atolón de Johnston, en el Pacífico, a casi 1.300 km al sur de Hawai. Se llamó operación Starfish y fue un momento crucial, tanto científico como militar —dijo Falk. Se inclinó hacia delante, con los codos en las rodillas—. Verán, cuando dispararon el Starfish, se apagaron las luces de las calles de Honolulú, se pusieron en marcha las alarmas antirrobo…; La gente que tenía radios modernas con transistores descubrió que ya no funcionaban, el pulso electromagnético del arma nuclear había frito la silicona de los transistores. Bien, los semiconductores actuales son un millón, tal vez un billón de veces más delicados, de manera que sólo fue preciso media docena de armas EMP para freír todos los chips del sistema de defensa aéreo de Sadam Hussein.

—¿Los norteamericanos bombardearon Irak con armas nucleares? —exclamó Noord.

Falk sonrió y negó con la cabeza.

—Hemos aprendido a producir las EMP sin armas nucleares. Científicos en Los Alamos y en los laboratorios del Lawrence Livermore, junto con una compañía californiana llamada Maxwell Laboratories, han desarrollado esa tecnología. De hecho, para un tipo particular de bomba EMP, conocida como generador de compresión de flujo, la tecnología es tan simple y conocida, que los rebeldes chechenos construyeron una y la usaron en 1996 para eliminar un sofisticado sistema de seguridad ruso, y poder así entrar en un área fuertemente controlada. —Fascinante— dijo Noord.

—¿Cómo funciona? —preguntó Lara—. Soy bióloga pero sé muy poco de física.

—Yo tampoco tengo ni idea de física —dijo Noord—. Entonces, por favor, explícamelo con palabras sencillas.

—En términos sencillos —dijo Falk—, el EMP es un campo de fuerza muy breve, de unas billonésimas a unas millonésimas de segundo, pero de altísima intensidad, de hasta cincuenta mil voltios por metro cuadrado. Además, un cilindro del diámetro de dos bolsas de golf y no más alto que yo puede producir un pulso más poderoso que un rayo.

«Cuando ese pulso encuentra un objeto que pueda servirle de antena, como un teléfono, cables eléctricos, el fuselaje de una nave, vallas de metal, cables de las viviendas, circuitos integrados de metal dentro de un aparato o un ordenador, los circuitos impresos de metal en un chip semiconductor, puede inducir corrientes eléctricas medidas en miles de amperios —continuó Falk—. Por el contrario, la soldadura por arco eléctrico necesita tan sólo unos cientos de amperios, algunas veces menos. Es un impacto muy breve que lo suelda todo y lo envía al infierno.

Deben de tener en cuenta que todos los aviones, los automóviles, los controladores industriales, en fin, casi todos los aparatos modernos, contienen microchips —añadió Xue—. Si se fríen los chips con EMP, los coches no funcionan, los aviones caen del aire, las fábricas se detienen, los procesos se paran. No puedes calentar comida en el microondas, ni ver la televisión ni jugar con la PlayStation.

—En la empresa principal de Al-Bitar, Singapore Electrochip, que tan generosamente apoya a
Shinrai
, invertimos gran cantidad de tiempo en intentar minimizar los efectos de la radiación electromagnética. Tenemos una serie de contratos con los departamentos de defensa de todo el mundo para producir lo que se podrían llamar chips reforzados y circuitos para ser utilizados en mecanismos y vehículos diseñados para sobrevivir a el EMP de una guerra nuclear.

—Ya lo recuerdo —dijo Lara vagamente—. Durante la Guerra fría, un piloto soviético hizo volar su Mig, un Mig 25 creo, hacia Japón. Cuando lo abrieron, los aparatos electrónicos estaban llenos de tubos de vacío, no de chips.

—Y Occidente se rió de los anticuados componentes —dijo Falk gravemente. Pero durante el tiempo suficiente para darse cuenta de que los soviéticos no usaban tecnología del pasado sino del futuro, diseñada para sobrevivir al EMP de una guerra nuclear.

—Recuerdo haber visto datos como parte de mi trabajo en Electrochip sobre ese tema, en los que se describía un aparato bastante pequeño, que era barato y entraba dentro de las capacidades de un técnico de garaje. Se produjo algún debate, pero no el suficiente, sobre cómo estos aparatos EMP de garaje podían usarse para fundir datos empresariales y financieros, operaciones de hospedaje de Internet y emplazamientos de conmutación de telecomunicaciones. En un país tan tecnológicamente dependiente como Estados Unidos, esto podría significar un desastre mucho mayor que el desastre del World Trade Center. Incluso se podría utilizar para destruir las respuestas de radio de la policía y las comunicaciones de emergencia en una amplia zona antes de un ataque terrorista —explicó Xue.

Éste se levantó de repente y abandonó la habitación.

—Precisamente. Por esta razón, el EMP es la solución a nuestro desafío particular. Puede fundir la aviónica de la escritura en el aire de un avión. Puede dejarlos en la pista de aterrizaje o en los hangares, mientras el Ojo de fuego se deteriora. Puede freír el proceso de control por ordenador en los instaladores de producción del Ojo de fuego. Esto nos daría tiempo para conseguir reunir nuestra ofensiva legal, política y pública para detener a Kurata de una vez por todas —dijo Lara con entusiasmo.

Xue regresó con el maletín de un ordenador. De él sacó un delgado portátil, con una funda de titanio y lo colocó en la mesilla de noche de Sugawara. Lo abrió y lo conectó.

Falk soltó un audible suspiro.

—Matra BAe Dynamics ha desarrollado bombas-e para los británicos, que están diseñadas para ser lanzadas por un cañón o cohete de 155 milímetros —hizo una pausa—, pero por supuesto esas armas tienen tanta vigilancia como las nucleares. Esto significa que, posiblemente, no pueda conseguir ninguna para nuestro uso.

—Bueno, si los chechenos pueden construir una, nosotros también podemos —dijo Lara.

La expresión de Falk era de incredulidad.

—¿En cinco días? ¡Vais a construir…, es imposible! Se tarda años en desarrollar una.

—Entonces tendrá que bastar —replicó Lara.

—Tiene que haber otra forma —dijo Xue mientras se agachaba y tecleaba el teclado del portátil—. ¡Eso es!

Alzó el portátil y le dio la vuelta para que todos lo viesen.

—Éste es el generador de compresión de flujo MC-1 ruso.

Falk, Noord y Lara se colocaron a su alrededor para verlo. Xue se aseguró que Sugawara lo viese bien.

—Recuerdo haber visto esto en la página web de Los Álamos, hace tiempo —dijo Xue—, y aún estoy bastante sorprendido al ver que todavía tienen toda esa información disponible, a la luz de los ataques de Nueva York.

—¿Y eso? —preguntó Noord.

—El MC-1 se desarrolló bajo la dirección de un científico de bombas nucleares, Andrei Sakarhov en el laboratorio más secreto de la Unión Soviética, Arzamas-16. Desde la caída de la Unión Soviética, los rusos han vendido una serie de estas armas a Suecia, Australia y, por lo que sabemos, a cualquiera con unos cuantos cientos de miles de dólares en efectivo.

—Pagaré por ella si puedes conseguirla —Lara se ofreció sin dudar.

Ella miró a Xue y luego a Falk.

—¿Supongo que tendrán algún contacto que pueda sernos útil?

Falk movió la cabeza, expresando sus dudas.

—Tendré que pensarlo mucho, pero…,; ¿en cinco días? —Se encogió de hombros—. No creo que la operación tenga muchas posibilidades de éxito.

Xue volvió a colocar el portátil en la mesilla y escribió de nuevo en él.

—¡Maldición! —exclamó en voz baja—. La señal aquí es débil y el módem portátil sigue colgando la conexión. Un instante después sonrió.

—Creo que podemos construir fácilmente lo que necesitamos en el período de tiempo que tenemos.

De nuevo, volvió a girar el portátil para que todos lo viesen.

—Esto es el plano de un generador de compresor de flujo muy eficiente —dijo Xue—. Como pueden ver es sorprendentemente simple, algo que yo podría construir en un fin de semana con cosas que ya tengo en mi garaje…, excepto, por supuesto, el explosivo C-4 y el detonador RP501 especificado.

Falk dejó escapar un silbido de admiración.

—También podría usar Semtex, y el detonador es tan común como cualquier otro. Puedo conseguirlos en cualquier parte.

—Es sorprendente pensar en la idea de que cualquier terrorista con un módem y la capacidad de teclear en Google pueda tener estos mismos datos en cuestión de segundos —reflexionó Lara.

Xue asintió con la cabeza.

Un poco de cable calibre 12,
epoxi
, tuberías de aluminio y unas cuantas piezas sueltas de lo que tengamos de aluminio y plexiglás.

Entre el silencio causado por el asombro que siguió a continuación, Xue se levantó.

—Ahora me voy para preparar nuestros otros planes. Estaré en las oficinas de Electrochip, en Amstelveen, si me necesitan para cualquier cosa.

Con el permiso del doctor Al-Bitar, creo que puedo organizar un transporte discreto para todos nosotros, así como apoyo técnico.

Cuando abandonó la habitación, sonó el teléfono; Noord alzó la extensión que estaba en la mesilla de noche y escuchó. Asintió y luego la cara se le puso visiblemente blanca, como si alguien le hubiese empolvado con talco.

—Es DeGroot —dijo Noord, y dejó caer el auricular del teléfono en su regazo—. Dice que los análisis realizados en la muestra del Ojo de fuego indican que algo en él está grave y profundamente mal. DeGroot dice que le parece como si Rycroft haya intentado hacer que el Ojo de fuego mate a los japoneses en lugar de a los coreanos pero, en el proceso, se ha creado un agente que es totalmente no específico con la etnia.

—¡Dios mío! —susurró Lara—. Eso reactivaría el intrón del Ojo de fuego en todos nuestros genes. Muerte prehistórica, señores, fluyendo por todas nuestras venas. Casi exterminó a nuestra especie hace millones de años, y lo hubiese hecho si no hubiese sido por una mutación —movió la cabeza abatida—. Millones de años guardado en la botella y ahora ese arrogante loco está a punto de soltarlo de nuevo.

Horas después, la obsesión desgarraba todos sus pensamientos. Echada en la oscuridad, físicamente destrozada por la fatiga, el insomnio de Lara se alimentaba de la furia y el miedo mortal que se había llevado de la habitación de Sugawara. Daba vueltas en la cama, enredándose en la camiseta y los cálidos pantalones de hacer ejercicio que le servían de pijama desde que había escapado de Washington. ¿Washington? Le parecía que hacía una eternidad. De la noche a la mañana había aparecido en la CNN como una fugitiva. Lara movió la cabeza, se inclinó y alzó el reloj de la mesilla de noche, la 1:16 de la madrugada.

Cinco días. La cuenta atrás para el juicio final. Pensó en el papel que había desempeñado en el inminente holocausto. Para empezar, ella había descubierto el gen Ojo de fuego y, con ello, proporcionó a Rycroft el recurso de llevar las cosas hasta donde nunca deberían haber llegado. Había vendido la compañía a Kurata. Ese dolor de culpabilidad la entregaba a las garras del temor de lo que podía, podría en realidad, pasar si ese virus mutado y antediluviano se reactivaba en los cuerpos de millones de personas. Haría que el Ébola pareciese un simple resfriado. El Ojo de fuego no era ningún virus extraño, cuya principal reserva estuviese confinada en una oscura selva o una remota llanura. Vivía en todas las células de todos los seres humanos. ¿Cómo se extendería?, se preguntó. Una vez el vector de Kurata reactivase el gen Ojo de fuego de una persona, una vez esta persona enfermase y muriese, ¿se extendería este virus de persona a persona, autoreplicándose, y no necesitaría ya el estímulo inicial que Kurata le había dado? Pensó que lo más probable fuese que se autosustentase en los aerosoles: estornudos, tos, tal vez en el suspiro de un amante.

Cada vez que seguía el razonamiento científico con suficiente profundidad, empezaba a dormirse. Pero el razonamiento siempre le conducía de forma directa a la muerte, y el sueño se le escapaba, hasta que el alivio de la oscuridad cubrió sus ojos por fin.

Capítulo 48

Una urgente alarma resonó con un agudo pitido que atravesó la tranquila y confortable oscuridad del sueño. Lara se despertó sobresaltada, sus ojos buscaron en la oscuridad, recorriendo la habitación desconocida. Se esforzó en despejar su mente sumergida en el sueño, pero los recuerdos flotaban en su pensamiento, la ubicaron en el tiempo y el espacio. Sacudió la cabeza y se sentó.

Desde el otro lado de las ventanas le llegó el ruido de estallidos y chasquidos, de armas de bajo calibre. Por la ventana penetró un destello blanco. A continuación, el cristal vibró con un apagado ¡blam! que golpeó la pared exterior como si echasen barro a través de una caja de cartón.

—Nos han encontrado —se dijo Lara, mientras la alarma resonaba en la oscuridad y los sonidos de voces ansiosas gritaban, y órdenes y secas respuestas llenaban la casa. Saltó de la cama y se puso el chándal y los zapatos.

En el exterior, los disparos de armas de bajo calibre se intensificaron, más explosiones sacudieron la casa. El tiroteo que se producía afuera sonaba como si se intensificase, cada vez más fuerte. Lara abrió la puerta y escuchó voces. Las siguió hasta la cocina, donde encontró a DeGroot, Falk y Noord acurrucados en lo que parecía, a primera vista, una inmensa despensa. Al acercarse, Lara vio que la «despensa» era en realidad una combinación de arsenal y centro de mando electrónico. Los tres hombres estaban vestidos con chalecos antibalas que les cubrían el cuerpo, empezando por amplios collarines que les llegaban casi hasta las orejas y bajaban por el torso hasta las ingles.

Falk, que estaba junto a una pantalla de ordenador se dio la vuelta y vio a Lara. El soldado se alzó y seleccionó un conjunto de chaleco antibalas de un estante de la pared.

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