Read El Gran Sol de Mercurio Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #ciencia ficción

El Gran Sol de Mercurio (16 page)

—Espere un momento. —Se acercó rápidamente a la cama de Lucky y le dijo—: Mira, Lucky, no te preocupes. Tengo toda la situación bajo control.

Lucky alzó las cejas.

Bigman, consciente de su propia importancia, dijo:

—Quería darte una sorpresa, maldita sea. Puedo demostrar que no tuve nada que ver con que Urteil se rompiera el cuello. He resuelto el caso. —Se dio un golpe en el pecho-. Yo lo he resuelto. ¡Yo! ¡Bigman! Sé quién es el responsable de todo.

Lucky preguntó: —¿Quién?

Pero Bigman se apresuró a exclamar: —¡No! No te lo diré. Quiero demostrarte que sirvo para algo más que para pelear. Esta vez seré yo el que lleve las riendas y tú el que me observes, eso es todo. Ya lo averiguarás en el juicio.

El pequeño marciano arrugó la cara con una sonrisa de satisfacción, ejecutó un paso de baile, y siguió al doctor Gardoma fuera de la habitación, con una mirada de alegre triunfo.

15. EL JUICIO

Lucky penetró en el despacho del doctor Peverale poco antes de las dos del día siguiente.

Los demás ya estaban allí. El doctor Peverale, sentado tras una abarrotada mesa antigua, le hizo una cortés inclinación de cabeza, y Lucky le respondió con un grave:

—Buenas tardes, señor.

El panorama era muy parecido al de la noche del banquete. Naturalmente, Cook estaba allí, tan nervioso como siempre y, en esta ocasión, también demacrado. Estaba sentado en un gran sillón a la derecha del doctor Peverale, y el pequeño cuerpo de Bigman se perdía en un sillón igualmente grande a la izquierda.

Mindes estaba allí, con el rostro displicentemente contraído, y los dedos separados para tabalear ocasionalmente encima de su pierna. El doctor Gardoma se hallaba junto a él, impasible, aunque sus párpados se alzaron un momento para mirar desaprobadoramente a Lucky cuando éste entró. Los jefes del departamento de astronomía también estaban allí. De hecho, el único hombre que había estado presente en el banquete y ahora se hallaba ausente era Urteil.

El doctor Peverale empezó enseguida con su amabilidad acostumbrada.

—Ya podemos empezar. En primer lugar, unas cuantas palabras para el señor Starr. Tengo entendido que Bigman le ha puesto en antecedentes de este acto llamándolo juicio. Puede usted estar seguro de que no lo es. Si debe haber un juicio, y espero que no, tendrá lugar en la Tierra con jueces calificados y asesores legales. Lo que aquí tratamos de hacer no es más que elaborar un informe para transmitir al Consejo de la Ciencia.

El doctor Peverale arregló algunos de los objetos que se extendían sin orden ni concierto por su mesa y dijo:

—Permítame que le explique por qué es necesario elaborar dicho informe. En primer lugar, gracias a la osada penetración del señor Starr en el lado solar, el saboteador que ha estado oponiéndose al proyecto del doctor Mindes ha sido detenido. Resultó ser un robot de manufactura siriana, que ya no está en condiciones de volver a funcionar. Señor Starr...

—¿Sí? —dijo Lucky.

—La importancia de la cuestión era tal que me tomé la libertad de interrogarle en cuanto le trajeron y cuando su estado bordeaba los límites de la inconsciencia.

—Lo recuerdo —dijo Lucky— perfectamente.

—¿Será tan amable de confirmar algunas de sus respuestas, para el informe?

—Desde luego.

—En primer lugar, ¿hay algún otro robot implicado en el asunto?

—El robot no me lo dijo, pero yo no creo que los haya.

—Sin embargo, ¿no especificó que fuera el único robot de Mercurio?

—No.

—Entonces puede haber otros.

—No lo creo.

—Esto no es más que su opinión. El robot no dijo que no hubiera otros.

—No.

—Muy bien. ¿Cuántos sirianos están implicados?

—El robot no quiso decírmelo. Ha recibido instrucciones de no hacerlo.

—¿Precisó el enclavamiento de los invasores sirianos?

—No dijo nada a este respecto. Yo no mencioné a los sirianos en absoluto.

—Pero el robot era de fabricación siriana, ¿verdad?

—El mismo lo admitió.

—Ah. —El doctor Peverale sonrió forzadamente—. Entonces me parece evidente que hay sirianos en Mercurio y que están en contra nuestra. El Consejo de la Ciencia debe enterarse de eso. Tiene que organizarse una búsqueda a fondo de todo el planeta y, si los sirianos se nos escapan y abandonan Mercurio, por lo menos debe haber una conciencia del peligro siriano.

Cook intervino:

—También está la cuestión de las formas de vida nativas de Mercurio, doctor Peverale. El Consejo debe ser informado sobre eso también. —Se volvió para dirigirse a todos los presentes—. Ayer fue capturada una de las criaturas y...

El anciano astrónomo le interrumpió con impaciencia.

—Sí, doctor Cook, el Consejo será informado sin falta. No obstante, la cuestión siriana reclama toda nuestra atención. Los demás asuntos deben ser sacrificados al peligro inmediato. Por ejemplo, sugiero que el doctor Mindes abandone su proyecto hasta que Mercurio sea un lugar seguro para los terrícolas.

—No estará hablando en serio —exclamó precipitadamente Mindes—. Hay una gran cantidad de dinero, tiempo y esfuerzo invertidos aquí...

—He dicho hasta que Mercurio sea seguro, lo cual no implica un abandono permanente del Proyecto Luz. Y como es necesario dar una atención preponderante al peligro que amenaza a Mercurio, es necesario asegurarse que el protector de Urteil, el senador Swenson, no obstruya nuestra labor.

Lucky dijo:

—Y quiere presentar al senador una cabeza de turco en la persona de Bigman, debidamente acusado y atado de pies y manos. Así, mientras él está ocupado ensañándose con Bigman, la caza de los sirianos podrá llevarse a cabo sin problemas.

El astrónomo alzó sus blancas cejas. —¿Una cabeza de turco, señor Starr? Nosotros sólo queremos aclarar los hechos.

—Bueno, pues siga adelante —dijo Bigman, moviéndose con desasosiego en su asiento—. Aclararemos los hechos.

—De acuerdo —repuso el doctor Peverale—. Como figura central, ¿le importa comenzar? Díganos todo lo ocurrido entre usted y Urteil. Díganoslo con sus propias palabras, aunque le agradeceré que sea breve. Y recuerde, todo lo que aquí se declare será grabado en un microfilme sonoro.

Bigman inquirió:

—¿Desea que preste juramento?

Peverale meneó la cabeza. —Esto no es un juicio formal.

—Como usted quiera. —Y con sorprendente desapasionamiento, Bigman comenzó su relato. Partiendo de las burlas de Urteil sobre su estatura y continuando por el encuentro en las minas, finalizó con el duelo. Sólo omitió las amenazas de Urteil contra Lucky Starr y el Consejo.

Siguió el doctor Gardoma, verificando lo que había sucedido con ocasión de la primera entrevista entre Urteil y Bigman y describiendo asimismo, para el informe, la escena que tuvo lugar durante el banquete. Prosiguió con la narración del tratamiento a que sometió a Urteil tras el regreso de las minas de éste.

Dijo:

—Se recuperó rápidamente de la hipotermia. No le pedí ninguna explicación, y él tampoco me la dio. Sin embargo, preguntó por Bigman, y, por su expresión cuando le dije que Bigman estaba completamente bien, deduje que su antipatía hacia Bigman era tan grande como antes. No se comportó como si Bigman le hubiera salvado la vida. No obstante, debo decir que Urteil no era muy susceptible a los ataques de gratitud.

—Eso es sólo una opinión —intervino el doctor Peverale con apresuramiento—, recomiendo que no restemos claridad al informe con tales declaraciones.

El doctor Cook fue el siguiente. El se centró en el duelo. Dijo:

—Bigman fue el que insistió por que se celebrara la pelea. Ésta es la pura verdad. Me pareció que si arreglaba una bajo escasa gravedad tal como Bigman había sugerido, con testigos, no podría ocurrir nada malo. Nosotros intervendríamos en caso de apuro. Tenía miedo de que, si me negaba, se pelearan sin testigos y eso diera lugar a Graves consecuencias. Naturalmente, las consecuencias no podrían haber sido más graves de lo que han sido, pero yo no lo sabía. Tendría que haberle consultado, doctor Peverale, lo admito.

El doctor Peverale asintió.

—Claro que tendría que haberlo hecho. Pero ahora la cuestión es que Bigman insistió en que se celebrara el duelo y la gravedad fuera baja, ¿verdad?

—Eso es.

—Y le aseguró que mataría a Urteil en esas condiciones.

—Sus palabras exactas fueron que aplastaría a aquella alimaña. Creo que sólo hablaba en sentido figurado. Estoy seguro de que no planeaba darle muerte.

El doctor Peverale se volvió a Bigman. —¿Tiene algún comentario que hacer respecto a eso?

—Sí. Y puesto que el doctor Cook está declarando, quiero interrogarle.

El doctor Peverale pareció sorprendido. —Esto no es un juicio.

—Escuche —dijo Bigman con calor—, la muerte de Urteil no fue un accidente. Fue un asesinato, y quiero que se me dé la oportunidad de demostrarlo.

El silencio que acogió esta declaración no duró más que un momento. Fue seguido por un verdadero alboroto.

Bigman alzó la voz hasta un penetrante grito.

—Deseo interrogar al doctor Hanley Cook.

Lucky Starr dijo fríamente:

—Sugiero que permita a Bigman llevar esto a su manera, doctor Peverale.

El anciano astrónomo era la imagen de la confusión.

—En realidad, yo no... Bigman no puede... —Después, guardó silencio.

Bigman dijo:

—En primer lugar, doctor Cook, ¿cómo pudo Urteil llegar a enterarse de la ruta que Lucky y yo íbamos a seguir en las minas?

Cook enrojeció.

—No sabía que él conociera la ruta.

—No nos siguió directamente. Tomó una ruta paralela como si se propusiera sorprendernos por la espalda ya bien adentrados en las minas, tras hacernos creer que estábamos solos y nadie nos seguía. Para hacer tal cosa, tenía que saber con toda exactitud la ruta que pensábamos seguir. Ahora bien, Lucky y yo planeamos esa ruta con usted y con nadie más. Lucky no se la dijo a Urteil y yo tampoco. ¿Quién fue?

Cook miró desesperadamente en torno a él como en demanda de ayuda.

—No lo sé.

—¿No está claro que fue usted?

—No. Es posible que nos oyera.

—No pudo oír las marcas en el mapa, doctor Cook... Pasemos a otra cosa. Peleé con Urteil, y si la gravedad se hubiera mantenido en el nivel normal de Mercurio, aún estaría vivo. Pero no se mantuvo ahí. Fue súbitamente elevada al nivel terrestre en un momento tan oportuno que fue suficiente para matarle. ¿Quién hizo eso?

—No lo sé.

—Usted fue el primero en llegar junto a Urteil. ¿Qué estaba haciendo? ¿Asegurarse de su muerte?

—Me está usted ofendiendo. Doctor Peverale... —Cook volvió su llameante rostro hacia su jefe.

El doctor Peverale dijo con agitación: —¿Está acusando al doctor Cook de haber asesinado a Urteil?

Bigman repuso:

—Mire, el repentino cambio de gravedad me tiró al suelo. Cuando me puse en pie, todos los demás estaban levantándose o seguían tendidos en el suelo. Cuando de 40 a 75 kilos te caen sobre la espalda sin previo aviso, no puedes levantarte a toda prisa. Pero Cook lo hizo. No sólo estaba en pie, sino que había acudido al lado de Urteil y se hallaba inclinado sobre él.

—¿Qué quiere demostrar con eso? —inquirió Cook.

—Únicamente que no se cayó cuando aumentó la gravedad, o de lo contrario no habría podido llegar a tiempo junto a Urteil. ¿Y por qué no se cayó cuando la gravedad aumentó?

Porque esperaba que aumentara y estaba preparado. ¿Y por qué esperaba que aumentara? Porque usted accionó la palanca.

Cook se volvió hacia el doctor Peverale. —Esto es persecución; es una locura.

Pero el doctor Peverale miró a su segundo con verdadero horror.

Bigman dijo:

—Permítame reconstruir el hecho. Cook trabajaba con Urteil. Sólo de esta manera pudo saber Urteil nuestra ruta en las minas. Pero trabajaba con Urteil impulsado por el miedo. Es posible que Urteil le hiciera chantaje. Sea como fuere, la única escapatoria de Cook era matar a Urteil. Cuando le dije que aplastaría a aquella alimaña si nos peleábamos en un ambiente de baja gravedad, debí darle una idea, y cuando la pelea tuvo lugar permaneció esperando junto a la palanca. Eso es todo.

—Aguarde —exclamó Cook apresuradamente, a punto de asfixiarse—, eso es todo... eso es todo...

—No tienen que fiarse de mí —dijo Bigman—. Si mi teoría es cierta, y estoy seguro de que lo es, Urteil debe tener algún papel, grabación, o película que acuse a Cook. De otro modo, Cook no se hubiera sentido atrapado hasta el punto de asesinarle. Sólo tienen que buscar entre los efectos personales de Urteil. Encontrarán alguna cosa y estará todo solucionado.

—Estoy de acuerdo con Bigman —dijo Lucky.

El doctor Peverale, tras recobrarse penosamente de su asombro, dijo:

—Supongo que es el único medio de aclarar las cosas, aunque...

Y entonces el doctor Hanley Cook se derrumbó, quedando pálido, tembloroso, e indefenso.

—Esperen —dijo débilmente—. Lo explicaré todo.

Y todos los rostros se volvieron hacia él. Las enjutas mejillas de Hanley Cook estaban bañadas en sudor. Sus manos, que se alzaron en un gesto de súplica, temblaron violentamente. Dijo:

—Urteil acudió a mi poco después de llegar a Mercurio. Dijo que tenía que realizar una investigación del Observatorio. Dijo que el senador Swenson tenía pruebas de su ineficacia y exagerado gasto. Dijo que era evidente que el doctor Peverale debía ser destituido; que era un viejo incapaz de afrontar la responsabilidad. Dijo que yo podría contribuir a hacer una sustitución lógica.

El doctor Peverale, que le había escuchado con un aire de extrema sorpresa, exclamó: —¡Cook!

—Yo estaba de acuerdo con él —prosiguió Cook con una voz sin inflexiones—. Usted es demasiado viejo. De todos modos, yo soy el que se encarga de todo mientras usted se distrae con su odio hacia los sirianos. —Se volvió nuevamente a Lucky—. Urteil me dijo que si le ayudaba en su investigación se encargaría de que yo fuera el próximo director. Le creí; todo el mundo sabe que el senador Swenson es un hombre influyente.

»Le proporcioné gran cantidad de informes. Algunos se los di escritos y firmados. Dijo que lo necesitaba así para el proceso legal que tendría lugar después.

»Y entonces... entonces comenzó a amenazarme con este escrito. Resultó que estaba mucho más interesado por el Proyecto Luz y el Consejo de la Ciencia. Quería que utilizara mi posición para convertirme en una especie de espía personal suyo. Me hizo entender claramente que iría al doctor Peverale con la evidencia de lo que yo había hecho, si me negaba. Eso habría significado el término de mi carrera, de todo.

Other books

Jake's Women (Wizards) by Booth, John
Nothing Like It in the World The Men Who Built the Transcontinental Railroad 1863-1869 by STEPHEN E. AMBROSE, Karolina Harris, Union Pacific Museum Collection
Twisted Up by Lissa Matthews
Every Mother's Son by Val Wood
Alexander Hamilton by Ron Chernow
Almost Home by Damien Echols
Saving Scott (Kobo) by Terry Odell
Murder in Nice by Kiernan-Lewis, Susan


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024