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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El espíritu de las leyes (39 page)

Cuando en Roma dejó de consentirse a los padres el dar muerte a sus hijos, los magistrados imponían la pena que el padre quería dictar
[27]
. Entre amo y esclavo sería racional una cosa parecida, en los países donde los amos tienen sobre los esclavos derecho de vida y muerte.

La ley de Moisés era bien ruda: Si alguno golpease a su esclavo y éste muriese entre sus manos, será castigado, pero si el esclavo sobrevive un día o dos, no lo será, porque es su dinero. ¡Qué pueblo aquel donde la ley civil se desentendía de la ley natural!

Por una ley de los Griegos
[28]
, los esclavos tratados con excesiva dureza podían pedir que se les vendiera a otro amo. En los últimos tiempos hubo en Roma una ley muy parecida
[29]
; un amo y un esclavo, irritados el uno contra el otro, deben separarse.

Cuando un ciudadano maltrata al esclavo de otro, debe poder este último querellarse ante el juez. Las leyes de Platón
[30]
, como las de varios pueblos, prohiben a los esclavos la defensa natural; es necesario, pues, que los defienda la justicia.

En Lacedemonia, los esclavos no podían pedir justicia contra los insultos, las injurias ni los golpes; su desventura llegaba hasta el extremo de que no solamente eran esclavos de un amo, sino que lo eran del público, pertenecían a todos y a uno solo. En Roma el agravio hecho a un esclavo se medía por el interés del amo
[31]
. En la acción de la
ley Aquilia
se confunde la herida que se le cause a un esclavo con la que se hace a un animal: no se miraba más que a la disminución del precio del animal o del esclavo. En Atenas
[32]
se castigaba severamente, y hasta con la muerte algunas veces, a quien maltrataba al esclavo de otro. La
ley ateniense
no quería, y con razón, añadir la pérdida de la seguridad a la de la libertad.

CAPÍTULO XVIII
De las manumisiones

Se comprende que cuando en una República son muy numerosos los esclavos, se hace necesario manumitir a muchos. Lo malo es que, si son muy numerosos no es fácil reprimirlos, y si se les da libertad no tienen con qué comer y resultan gravosos para la República. Y ésta, además, corre tanto riesgo por la abundancia de libertos como por la de esclavos. Es preciso, pues, que las leyes tengan en cuenta ambos escollos.

Las diversas leyes y senado consultos que se hicieron en Roma, ya en favor, ya en contra de los esclavos, así para facilitar las manumisiones como para entorpecerlas, nos descubren las dificultades con que se tropezó. Épocas hubo en que los Romanos ni se atrevían a dictar leyes sobre este particular. En tiempo de Nerón
[33]
, cuando los patronos pidieron al Senado que se les permitiera recuperar la propiedad de los libertos ingratos, el emperador dispuso que se juzgara acerca de casos particulares sin estatuir nada en general.

Sin atreverme a decir las reglas que debe establecer una buena República respecto a manumisiones, porque esto depende de las circunstancias, haré algunas someras reflexiones.

Libertar de repente, por medida general, a un gran número de esclavos, no conviene. Es sabido que, entre los Volsinios, los libertos que llegaron a ser dueños de los sufragios hicieron una ley abominable por la cual se arrogaban el derecho de cohabitar, los primeros, con las doncellas que iban a casarse
[34]
.

Hay diversos medios de introducir en la República nuevos ciudadanos, haciéndolo de una manera insensible. Pueden las leyes favorecer el peculio y poner a los esclavos en condiciones de comprar su libertad. Nada impide que se fije un término a la servidumbre, como lo hizo Moisés al señalar un plazo de seis años a la de los esclavos hebreos
[35]
. Es fácil manumitir cada año cierto número de esclavos, eligiendo entre los que por su edad, sus fuerzas o su oficio, puedan encontrar un modo de vivir.

Cuando hay muchos libertos, es necesario determinar lo que los mismos deben a sus amos, consignándolo en el contrato de liberación de cada uno.

Es evidente que la condición de los libertos debe estar más favorecida en lo civil que en lo político, porque en ningún régimen, ni aun en el popular, debe ir el poder a las manos de la clase ínfima.

En Roma, donde tanto abundaban los libertos, las leyes políticas en esta materia merecían aplauso. Es claro que intervenían en la legislación, pero influían muy poco en los acuerdos. No se les excluía del sacerdocio
[36]
, pero este derecho casi era nulo por su poco peso electoral. Tenían también el derecho de entrar en la milicia, pero se necesitaba cierto censo para ser soldado. Tampoco se les prohibía enlazarse por el matrimonio con las familias ingenuas
[37]
, pero no se les permitía casarse con patricias. En fin, sus hijos eran ingenuos, aunque ellos no lo fueran.

CAPÍTULO XIX
De los libertos y de los eunucos

En el gobierno de muchos es conveniente que la condición de los libertos no sea demasiado inferior a la de los que siempre fueron hombres libres. Las leyes, en todo caso, deben tender a igualarlos. Pero esto es innecesario y no hay para qué intentarlo en el gobierno de uno solo, cuando impera el lujo y el poder arbitrario, porque allí son los libertos superiores a los hombres libres; ellos son los influyentes en la Corte del príncipe, los que dominan en los palacios de los grandes, y como han estudiado las flaquezas más que las virtudes del señor, le hacen reinar por las primeras y no por las últimas. Así eran en Roma los libertos en tiempo de los emperadores.

Si los principales esclavos son eunucos, jamás llegan a ser considerados libertos por muchos que sean los privilegios que se les otorguen. Y se comprende que así sea, porque, no pudiendo tener familia, quedan más ligados a la familia del señor. Siempre será una ficción el atribuirles carácter de ciudadano.

Sin embargo, hay países en los que desempeñan todas las magistraturas
[38]
. Son naturalmente avaros, y como no tienen hijos, el príncipe o el amo son los que al cabo aprovechan su avaricia.

Cuenta Dampier que, en estos países, los eunucos no pueden estar sin mujeres y que se casan. La ley que se lo permite no puede fundarse más que en la consideración que se les guarda y en el desprecio con que se mira a las mujeres.

Asi, pues, se les entregan las magistraturas por no tener familia, y se les deja casarse porque ejercen las magistraturas.

En tal caso, los sentidos que les quedan se obstinan en suplir a los que les faltan; y los intentos de su desesperación les producen una especie de placer. Recuérdese aquel demonio del poema de Milton que sólo conservaba los deseos y, convencido de su degradación, quería servirse de su propia impotencia.

En China hay muchas leyes que excluyen a los eunucos de todos los empleos civiles y militares; siempre las hubo y siempre han acabado por no cumplirse. Diríase que los eunucos son un mal necesario en los países de Oriente.

LIBRO XVI
Las leyes de la esclavitud doméstica tienen relación con la naturaleza del clima
CAPÍTULO I
De la servidumbre doméstica

Los esclavos son para la familia, no son de la familia. Distinguiré su servidumbre, de aquella en que están las mujeres en algunos países y que es la que yo llamo servidumbre doméstica.

CAPÍTULO II
En los países meridionales hay entre los dos sexos una desigualdad natural

Las mujeres, en los climas cálidos, son núbiles a los nueve o diez años; el matrimonio y la infancia pueden ir juntos
[1]
. A los veinte años son viejas; quiero decir, que en ellas no acompaña la razón a la hermosura; cuando ésta se impondría, la rechaza aquélla; cuando su imperio sería más razonable, ya su encanto ha desaparecido. Las mujeres viven en perpetua dependencia, porque la razón no puede darles en la vejez, aún siendo prematura, lo que la belleza no les dió en la juventud. Se comprende, pues, que el hombre, si la religión no se lo impide, se aparte de su mujer y busque otra y que se establezca así la poligamia.

En los países templados, la mujer conserva más tiempo sus atractivos; tarda más en ser núbil y tiene hijos en edad más avanzada; la vejez de su marido viene al mismo tiempo que la suya, y como ella tiene más razón y más conocimiento cuando se casa, es natural que haya desde entonces una especie de igualdad en los dos sexos, en virtud de la cual existe la monogamia.

En los países fríos, el uso de las bebidas fuertes, que es casi necesario, produce la intemperancia de los hombres. Las mujeres, que en esto suelen ser más comedidas porque necesitan defenderse, tienen sobre ellos la ventaja de la razón.

La naturaleza, que ha distinguido a los hombres por la fuerza y por la razón, no ha puesto en su poder otro fin que el de una y otra; ha dado a la mujer sus encantos y ha querido que duren; pero en los países cálidos se marchitan pronto.

Por esta causa, la ley que no le permite al hombre más que una sola mujer está más en relación con el clima de Europa que con el de Asia. Y este es el motivo, entre otros, de que el mahometismo haya encontrado tanta facilidad para arraigar en Asia y tanta dificultad para asentarse en Europa, de que el cristianismo se mantenga en Europa y haya sido desterrado de Asia, y de que los mahometanos hagan progresos en China y los cristianos no. Las razones humanas están subordinadas a la causa suprema que hace todo lo que quiere y se sirve de todo lo que quiere.

Valentiniano permitió la poligamia en su Imperio, por razones particulares. Teodosio, Arcadio y Honorio derogaron esta ley, impropia de nuestros climas.

CAPÍTULO III
La pluralidad de las mujeres depende en parte de lo que cuestan

La poligamia, en los paises donde se halla establecida, está en relación con la riqueza del marido, de la cual depende el número de sus mujeres. Sin embargo, no puede afirmarse que sean las riquezas la causa de que existe la poligamia; la pobreza puede producir el mismo efecto, como diré cuando hable de los salvajes.

La poligamia no es un lujo, aunque sí es ocasión de un gran lujo en las naciones poderosas. En los países calientes hay menos necesidades y cuesta poco la manutención de las mujeres y de los hijos
[2]
. Por eso en ellos se puede tener mayor número de mujeres, aun poseyendo escasísimo caudal.

CAPÍTULO IV
De la poligamia; sus diversas circunstancias

Según cálculos hechos en diferentes puntos de Europa, nacen más varones que hembras en esta parte del mundo
[3]
. Pero los informes de Asia y África nos dicen que allí nacen más hembras que varones
[4]
. Esto explica la existencia de la ley que no permite en Europa más que una sola mujer y de la que consiente muchas en Asia y África; el hecho está relacionado con el clima
[5]
.

En las tierras frías de Asia nacen, como en Europa, más varones que hembras. Esta es la razón, dicen los Lamas
[6]
, de que su ley permite a las mujeres tener varios maridos
[7]
.

Pero yo no creo que en región alguna sea tan grande la desproporción entre hombres y mujeres que justifique la poliandria ni la poligamia. Lo que hay es que la pluralidad de mujeres y aun la de maridos se aleja menos de la naturaleza en unos países que en otros.

Pero confieso que si en Bantam hay realmente diez mujeres por cada hombre, como se lee en algunas relaciones
[8]
, sería un caso especial de la poligamia; sería una explicación, pero no la justifico en ningún caso.

CAPÍTULO V
Razón de una ley de Malabar

En la Corte de Malabar, península del Indostán, los hombres de la casta de los Nairos no pueden tener más que una sola mujer; pero cada mujer puede tener varios maridos
[9]
. No es difícil descubrir el origen de esta usanza. Los Nairos, casta noble, son los soldados en aquellas naciones. En Europa no se permite casarse a los soldados; pero en Malabar, donde el clima es más exigente, se han contentado con hacerles el matrimonio lo menos incómodo posible, dándoles una mujer a varios hombres; esto disminuye el apego a la familia, amengua las preocupaciones del hogar y conserva el espíritu guerrero.

CAPÍTULO VI
De la poligamia considerada en si misma

Mirando la poligamia desde un punto de vista general, independientemente de las circunstancias que podrían hacerla tolerable, no es útil para el género humano en general ni para ninguno de los dos sexos en particular; ni para el que abusa ni para el de quien se abusa
[10]
. Tampoco es útil para los hijos, y uno de sus mayores inconvenientes es que el padre y la madre no pueden tenerles igual cariño: es imposible que un padre quiera a veinte hijos como una madre puede querer a dos. Mucho peor es lo que ocurre cuando la mujer tiene muchos maridos, pues el amor paternal en este caso no puede fundarse más que en la creencia del hombre que suponga suyos tales hijos.

Se dice que el sultán de Marruecos tiene en su serrallo mujeres blancas, negras y amarillas. ¡Desgraciado!

La posesión de muchas mujeres no quita el deseo de la mujer ajena
[11]
; con la lujuria sucede como con la avaricia: aumenta la sed con la adquisición de los tesoros.

En tiempo de Justiniano, algunos filósofos a los que estorbaba el cristianismo, se retiraron a Persia, al lado de Cosroes. Lo que más les chocó, dice Agatías
[12]
, fue que se permitiera la poligamia a gentes que no se abstenían ni aun del adulterio.

La pluralidad de mujeres (¡quién lo diría!) lleva a ese amor que repugna a la naturaleza; y es que una disolución trae siempre otra. Cuando en Constantinopla una revolución depuso al sultán Achmet, dicen las relaciones, que el pueblo saqueó la casa del chiaya y no encontró en ella ni una sola mujer. Y se cuenta que en Argel se ha llegado al extremo de no haber ninguna en la mayor parte de los serrallos
[13]
.

CAPÍTULO VII
De la igualdad de trato en el caso de la pluralidad de mujeres

De la pluralidad de mujeres se deriva la obligación de darles el mismo trato. Mahoma, que en su ley permite cuatro, manda que todo sea igual entre ellas: alimento, vestidos y deber conyugal. La misma ley existe en las islas Maldivas, donde cada hombre se puede casar con tres mujeres
[14]
.

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