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Authors: Montesquieu

Tags: #Clásico, #Filosofía, #Política

El espíritu de las leyes (38 page)

He aquí el origen verdadero y verdaderamente razonable, de ese derecho de esclavitud, muy benigno, que existe en varios países, y debe ser benigno, por fundarse en la elección de amo que hace un hombre libremente para mejorar su condición, lo cual supone convención recíproca entre las dos partes.

CAPÍTULO VII
Otro origen del derecho de esclavitud

Veamos otro origen del derecho de esclavitud, y aun de esa esclavitud cruel que se ve entre los hombres.

Hay países donde el calor consume el cuerpo y debilita las fuerzas, hasta el punto de que los hombres no trabajarían por el sentimiento del deber y solamente lo hacen por temor al castigo.

En esos países, la esclavitud no repugna tanto a la razón; donde el amo es tan cobarde ante el príncipe como el esclavo ante él, todos son esclavos. También en esos países van juntas la esclavitud política y la esclavitud civil.

Aristóteles
[12]
quiere probar que hay esclavos por naturaleza: lo que dice no lo prueba. Si es que los hay, serán los que acabo de decir.

Pero como todos los hombres nacen iguales, hay que convenir en que la esclavitud es contraria a la naturaleza, aunque en algunos países tenga por fundamento una razón natural. Y deben distinguirse estos países de aquellos otros en que las mismas razones naturales condenan semejante institución; como sucede en Europa, donde afortunadamente ha sido abolida.

Plutarco afirma, en la Vida de Numa, que en su tiempo no había ni amo ni esclavo. En nuestros climas, el cristianismo nos ha vuelto a aquella edad.

CAPÍTULO VIII
Inutilidad de la esclavitud entre nosotros

Es necesario, pues, limitar la esclavitud natural a determinados países de la tierra. En los demás paréceme que todo se puede hacer con hombres libres, por duras que sean las labores exigidas por la sociedad.

Lo que me hace pensarlo, es que antes de abolirse la esclavitud en Europa se tenía por tan penoso el trabajo de las minas, que sólo se creía posible hacerlo ejecutar qpor los esclavos y los delincuentes. Pero sabemos hoy que los mineros viven felices
[13]
. Los hay que escogen ese trabajo voluntariamente, que gozan de algunos privilegios y que tienen bastante remuneración.

No hay trabajo tan penoso que no pueda proporcionarse a las fuerzas del que lo ejecuta, con tal que lo regule la razón y no la codicia. Las máquinas que el arte inventa o aplica pueden suplir el esfuerzo que en otras zonas se pide a los esclavos. Las minas de los Turcos en Temesvar, más ricas que las de Hungría, y en las cuales se explotaba el brazo esclavo, no daban tanto rendimiento como las minas húngaras.

No sé si este capítulo me lo ha dictado el entendimiento o el corazón. Quizá no haya en la tierra clima alguno en que no se pueda estimular el trabajo de los hombres libres. Las malas leyes hicieron a los hombres holgazanes; por ser holgazanes se les hizo esclavos.

CAPÍTULO IX
De las naciones en que se halla generalmente establecida la libertad civil

Todos los días se oye decir que sería muy conveniente, aquí, tener esclavos.

Sin duda lo sería para el corto número de familias y personas que viven en la abundancia y en la ociosidad; pero viendo la cosa desde otro punto de vista, cabe preguntar: ¿quién ha de ser libre y quién esclavo? No creo que nadie quiera dejar al azar de un sorteo el ser esclavo o libre. Los que más abogan por que haya esclavitud, la mirarían con horror, y los más pobres no les irían en zaga. El clamor que se alza pidiendo la esclavitud lo inspiran el lujo, el vicio y la voluptuosidad; no el amor al bien público. ¿Es posible dudar que cada hombre en particular, se alegraría de ser árbitro de los bienes, la vida y el honor de los demás, y que todas sus pasiones se despertarían ante semejante idea? Pues siendo así, para saber si son lícitos los deseos de cada uno hay que ver los de todos.

CAPÍTULO X
Diversas especies de esclavitud

Hay dos clases de servidumbre: la real y la personal. La primera es la que adscribe al esclavo a la tierra, como sucedía entre los Germanos, según Tácito
[14]
. El siervo adscrito al terruño no desempeñaba ningún servicio doméstico, pero entregaba a su dueño cierta cantidad de trigo, de lana o de ganado. La esclavitud no iba más lejos. Esta clase de servidumbre existe aún en Hungría, en Bohemia y en muchas regiones de la Baja Alemania
[15]
.

La servidumbre personal se refiere al ministerio de la casa y tiene más relación con la persona del amo.

El abuso más odioso de la esclavitud es el que la hace a un tiempo real y personal. Tal era la esclavitud de los ilotas, en Lacedemonia, porque allí estaban sujetos a los trabajos de campo y a toda clase de humillaciones en la casa. Este ilotismo es contrario a la naturaleza de las cosas. Los pueblos sencillos, al decir de Tácito, no tienen más que una esclavitud real
[16]
, porque las faenas domésticas las hacen las mujeres y los hijos. En los pueblos voluptuosos, la esclavitud es personal; porque el lujo necesita que los oficios domésticos los haga la servidumbre.

El ilotismo junta en las mismas personas la esclavitud de los pueblos sencillos y la de los pueblos voluptuosos.

CAPÍTULO XI
De lo que deben hacer las leyes con relación a la esclavitud

Pero, sea cual fuere la naturaleza de la esclavitud, las leyes civiles deben evitar, por una parte sus abusos, por otra sus peligros.

CAPÍTULO XII
Abusos de la esclavitud

En los Estados mahometanos
[17]
, el amo no sólo es dueño de la vida y los bienes de las mujeres esclavas, sino también de su cuerpo y de su honra. Es una de las desgracias de esos países el que una parte de la nación, la más considerable, viva a merced de la otra. Esta esclavitud no tiene más compensación que la inactividad en que se deja vivir a los esclavos, lo que es para el Estado una desdicha más.

Esa vida perezosa es lo que convierte los serrallos del Oriente
[18]
en mansiones de delicias. Gentes que sólo temen el trabajo, pueden creerse felices en aquellos lugares de reposo. Pero bien se ve que esto es contrario al espíritu de la esclavitud.

La razón exige que el poder del amo no alcance más que a lo concerniente a su servicio. Es necesario que la esclavitud sea para la utilidad y no para el deleite. Las leyes del pudor son de derecho natural y debe acatarlas todo el mundo.

Y si el pudor de los esclavos se respeta en los Estados en que el poder no tiene limitación, ¡cuánto más deberá ser respetado en las monarquías!, ¡cuánto, sobre todo, en las Repúblicas!

Hay una disposición en la ley de los Lombardos que parece aplicable a todos los gobiernos:
Si el amo abusa de la mujer de su esclavo, este esclavo y su mujer quedarán libres
. Temperamento admirable para evitar y reprimir, sin extremar el rigor, la incontinencia de los amos.

En este punto, la política de los Romanos creo que no era buena. Soltaron la rienda a la incontinencia de los amos y, hasta cierto punto, privaron a los esclavos del derecho de casarse. Formaban los esclavos, ciertamente, la parte más vil de la nación; pero, por vil y rebajada que fuera, no convenía desmoralizarla. Además, no permitiéndoles el matrimonio, se corrompían los ciudadanos.

CAPÍTULO XIII
Malas consecuencias de tener muchos esclavos

El excesivo número de esclavos produce efectos distintos en los diferentes gobiernos. En los despóticos no son graves los inconvenientes, porque establecida en el cuerpo del Estado la esclavitud política, se siente poco la esclavitud civil. Los llamados
hombres libres
no son mucho más libres que los otros; y como estos otros que no se llaman
libres
, en su calidad de eunucos, de libertos o de esclavos, son los que manejan todos los negocios, resulta que la condición de libre y la de esclavo se tocan muy de cerca. Es, por lo tanto, casi indiferente que sean pocos o muchos los esclavos.

Pero en los Estados moderados importa mucho que no haya exceso de esclavos. La libertad política hace que se aprecie más la libertad civil, y el que está privado de la última no puede gozar tampoco de la primera; ve que para él no existe la seguridad que tienen los demás, que hay una sociedad feliz a la que él es extraño, que su dueño tiene un alma susceptible de elevarse, en tanto que la suya se encuentra condenada a perpetua humillación. Lo que más acerca al hombre a la condición de bestia es el no ser libre donde lo son los otros. Y quien vive así, es natural enemigo de la sociedad; para ésta sería muy peligroso que hubiera muchos.

No es sorprendente, pues, que en los gobiernos templados se haya turbado tantas veces la tranquilidad pública por rebeliones de esclavos; lo que rara vez se ha visto en los gobiernos despóticos.

CAPÍTULO XIV
De los esclavos armados

El armar a los esclavos es menos peligroso en las monarquías que en las Repúblicas. En las primeras los tiene a raya una milicia noble; en las últimas todos se creen iguales, y no pueden los ciudadanos mantener sumisos a los que, una vez armados, se consideran tan libres como sus mismos dueños.

Los Godos que penetraron en España se desparramaron por toda la península, y comprendieron pronto que no eran bastante fuertes. Por eso adoptaron tres disposiciones importantes: derogaron la costumbre antigua que les prohibía emparentar con los Romanos por medio del matrimonio
[19]
; dispusieron que todos los libertos fuesen a la guerra
[20]
so pena de volver a la esclavitud; y ordenaron que los Godos armasen y llevasen a la guerra la décima parte de sus esclavos
[21]
. Este número no era excesivo; y además no se reunían en un cuerpo, no combatían juntos, sino que iban a la guerra al lado de sus señores. Estaban en el ejército, pero continuando en la familia.

CAPÍTULO XV
Continuación de la misma materia

Cuando toda la nación es guerrera, es aún menos de temer el armar a los esclavos.

Por la
ley de los Alemanes
[22]
, un esclavo que robara lo que viera incurría en la misma pena que se hubiera impuesto a un hombre libre; pero si robaba con violencia, no se le hacía más que obligarle a restituir el objeto robado
[23]
. Entre los Alemanes los actos de valor y los de fuerza no eran odiosos.

Los Alemanes llevaban sus esclavos a la guerra. En las Repúblicas, generalmente, se ha cuidado más bien de envilecer a los esclavos para que perdieran el valor. Pero los Germanos, fiando en sí mismos, procuraban aumentar la audacia de los suyos. Como siempre iban armados nada temían de sus sirvientes que eran siempre instrumentos de sus rapiñas y de su gloria.

CAPÍTULO XVI
Precauciones que deben tomarse en los gobiernos moderados

La humanidad con que se trate a los esclavos evitará, tal vez, en los Estados moderados las malas consecuencias que traer pudiera su excesivo número. Los hombres acaban por habituarse a todo, hasta a la servidumbre, con tal que el amo no sea más duro que la servidumbre misma. No se sabe que los esclavos de Atenas, tratados con dulzura, produjeran trastornos como los de Esparta.

Ni sabemos que los primeros Romanos sintiesen inquietudes con ocasión de sus esclavos. Sólo cuando los trataron inhumanamente fue cuando se encontraron con turbulencias que han sido comparadas a las guerras púnicas
[24]
.

Las naciones sencillas y amigas del trabajo suelen ser más dulces con los siervos que las que no trabajan. Antiguamente, en Roma, los esclavos trabajaban y comían como los amos, y éstos eran con aquéllos amables y compasivos; el mayor castigo que les imponían era el de hacerlos pasar por delante de sus vecinos con un leño ahorquillado a cuestas. Bastaban las costumbres para que los esclavos fueran fieles, sin que hicieran falta leyes que los obligaran.

Engrandecida Roma, los esclavos dejaron de ser colaboradores de sus amos; se convirtieron en instrumentos de su lujo y de su orgullo y, corrompidas las costumbres, hubo necesidad de leyes. Se hizo necesario dictarlas severísimas para proteger a unos patronos, tan crueles, que vivían entre sus esclavos como entre enemigos.

Se hicieron el senado consulto silanio y otras leyes, donde se disponía que, cuando un patrono fuera asesinado, se condenara a muerte a los esclavos suyos que se encontraran cerca del lugar del crimen. Los que dieran asilo en semejante caso, a uno de los esclavos del muerto, serían también castigados como asesinos. Si un amo era asesinado durante un viaje, se mataba a los esclavos que huyeran y a los que no huyeran. Todas estas leyes tenían fuerza contra todos, incluso aquellos cuya inocencia fuera bien probada. El objeto de ellas era inspirar terror a los esclavos. No provenían de la forma de gobierno sino de una imperfección de un vicio de la misma forma de gobierno. Tampoco se derivaban de la equidad de las leyes civiles puesto que eran contrarias a los principios de ellas. Se fundaban realmente en el principio de la guerra, con la sola diferencia de estar los enemigos dentro del Estado. El senado consulto silanio se fundaba en el derecho de gentes, el cual prescribe que se conserve toda sociedad aun siendo imperfecta.

Es una desdicha que la magistratura se vea precisada a dictar unas leyes tan crueles. El haber hecho difícil la obediencia obliga a agravar la pena de la desobediencia. Un legislador prudente precave la desgracia de ser un legislador terrible. Por no inspirar la ley confianza a los esclavos, Roma no tenía confianza en ellos.

CAPÍTULO XVII
Reglamento de las relaciones entre el amo y los esclavos

El magistrado debe cuidar de que los esclavos estén alimentados y vestidos; esto debe estar regulado por la ley.

También le toca velar por que en la ancianidad y en las enfermedades no carezcan de la asistencia debida. Claudio mandó que los esclavos no atendidos por sus patronos cuando caían enfermos, una vez curados quedaran libres. Esta ley era justa, porque aseguraba la libertad; pero insuficiente e imprevisora porque no les aseguraba la vida
[25]
.

Si la ley permite al amo quitar la vida a su esclavo, es éste un derecho que ejerce como juez, no como amo; por consiguiente es necesario que la ley prescriba formalidades tales, que alejen toda sospecha de una acción violenta
[26]
.

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