—Oh… mierda —dijo Nick quedándose pálido.
—¡Maldita seas, bruja! —gritó el demonio furioso—. ¡Casi os tengo a los dos!
Nick manipulaba su reloj frenéticamente, haciendo palanca con sus largos dedos en la parte trasera.
—¿Tienes una moneda? Necesito un centavo para quitarle la tapa. —Sus ojos reflejaban su miedo, clavados en el reloj de encima del fregadero. Se metió la mano en el bolsillo buscando una moneda.
—¡Trae aquí! —exclamé arrebatándole el reloj. Lo arrojé sobre la encimera y descolgué el martillo para la carne del soporte sobre la isla y lo levanté.
—¡No! —gritó Nick al ver salir volando las piezas del reloj por todas partes—. ¡Todavía teníamos tres minutos!
Hice caso omiso y volví á golpearlo.
—¡Lo ves! —exclamé dejando caer el martillo una y otra vez—. ¿Ves lo listo que es? —La adrenalina hacía mis movimientos espasmódicos mientras blandía el martillo de madera frente a él—. Sabía que tenías ese reloj, ¡solo estaba esperando! Por eso aceptó concederme una invocación segura. —Con un grito de frustración le arrojé el martillo al demonio y golpeó contra la invisible barrera del círculo, rebotando a mis pies con un repiqueteo. No había quedado mucho del reloj de Nick salvo una tapa abollada y fragmentos de cuarzo.
Nick se dejó caer contra la encimera con los dedos de una mano apretados contra la frente y la cabeza gacha.
—Creía que quería enseñarme —susurró—. Todas las veces lo único que intentaba era quedarse allí hasta que se rompiese el círculo.
Dio un respingo cuando lo toqué en el hombro y se me quedó mirando con ojos asustados. Finalmente sentía miedo.
—¿Lo entiendes ahora? —le dije con amargura—. Te va a matar. Te va a matar y a quedarse con tu alma. Dime que no lo volverás a llamar, por favor.
Nick inspiró brevemente y me miró a los ojos sacudiendo la cabeza.
—Tendré más cuidado —susurró.
Frustrada me giré hacia el demonio.
—¡Lárgate de aquí como te he dicho! —le grité.
Con una gracia sobrenatural, el demonio se puso en pie. La visión de un caballero británico se tomo un instante para ajustarse el encaje de su cuello y luego el de los puños con movimientos lentos y meditados, volvió a colocar la silla bajo la mesa. Inclinó la cabeza hacia mí y me miró con sus ojos rojos por encima de las gafas.
—Enhorabuena por vincular a tu familiar, Rachel Mariana Morgan —dijo—. Puedes invocarme con el nombre de Algaliarept. Si le dices a alguien mi nombre, serás mía por defecto. Y no creas que porque no tengas que estar en un círculo para invocarme estarás a salvo. Eres mía. Ni siquiera tu alma vale tu libertad.
Y con esas palabras desapareció en una nube roja de siempre jamás, dejando un aroma a grasa y a patatas fritas.
Me senté en el taburete de laboratorio y di golpecitos con el tobillo contra el travesaño.
—¿Cuánto tiempo más crees que alargará esto? —le pregunté a Janine, haciendo un gesto con la cabeza hacia la doctora Anders. La mujer estaba sentada en su mesa delante de la pizarra, examinando a uno de los estudiantes.
Janine hizo una pompa con su chicle y enroscó el dedo en su envidiable pelo liso. El miedo que sentía antes por mi marca de demonio se había transformado en una osadía rebelde desde que le expliqué que era fruto de mi pasado en la SI. Sí, era un noventa por ciento mentira, pero no podía soportar su desconfianza hacia mí.
—La evaluación de los familiares es eterna —coincidió conmigo la joven, Con los dedos de la otra mano acariciaba el pelo entre las orejas de su gato. El manx blanco tenía los ojos cerrados y obviamente disfrutaba de sus atenciones. Miré a
Bob
. Lo había puesto en uno de esos enormes botes de mantequilla de cacahuete con tapadera para traerlo hasta aquí. Janine se había entusiasmado al verlo, pero sabía que lo hacía por lástima. Casi todos los demás tenían gatos. Uno tenía un hurón, lo que me pareció muy guay y el hombre que lo tenía decía que eran los mejores familiares.
Bob
y yo éramos los únicos que quedábamos por evaluar y la sala estaba casi vacía. Janine estaba esperando a Paula, la alumna que estaba ahora con la doctora Anders. Estaba nerviosa y me acerqué al recipiente de
Bob
. Miré por la ventana hacia las luces que se encendían ahora sobre el aparcamiento.
Esperaba poder ver a Ivy esa noche. No nos habíamos cruzado desde que Nick la había dejado inconsciente. Sabía que había estado en casa. Había café en la jarra por la tarde y había borrado los mensajes. Se había levantado antes que yo. Eso no era propio de Ivy, pero no quería forzar una conversación antes de que ella estuviese lista.
—Oye —dijo Janine llamando mi atención—. Paula y yo vamos a comer en Piscary's antes de que se ponga el sol y el restaurante se llene de vampiros no muertos. ¿Quieres venir? Te esperamos.
Su invitación me agradó más de lo que estaba dispuesta a admitir, pero negué con la cabeza.
—No, gracias. Ya he hecho planes con mi novio. —Nick estaba trabajando en el edificio contiguo y como terminaba sobre la misma hora a la que se suponía que acababa mi clase, íbamos él a cenar y yo a almorzar a Mickyd's.
—Dile que se venga —insistió Janine. La raya azul del ojo no pegaba con el resto de su aspecto refinado—. Tener un chico en una mesa de chicas siempre atrae a los solteros guapos.
No pude evitar una sonrisa.
—Noooo —resumí sin querer confesarle que Piscary me daba un miedo de muerte, me provocaba un cosquilleo en la cicatriz de demonio y era el tío de mi compañera de piso, a falta de mejores argumentos—. Nick es humano —dije—, sería un poco incómodo.
—¡Sales con un humano! —susurró Janine abruptamente—. Oye, ¿es verdad lo que dicen?
La miré de reojo cuando Paula terminó con la doctora Anders y se reunió con nosotras.
—¿El qué? —le pregunté mientras Paula metía a su poco colaborador gato en una jaula plegable entre maullidos y bufidos. Me quedé mirando, espantada, mientras cerraba la cremallera.
—Ya sabes… —dijo Janine dándome un codazo—. ¿Tienen…? Eh… ¿de verdad son…?
Aparté la vista de la jaula que no paraba de sacudirse y sonreí abiertamente.
—Sí, lo son. De verdad lo son.
—¡Vaya! —exclamó Janine agarrándose al brazo de Paula—. Tengo que conseguirme a un humano antes de que me haga demasiado vieja para apreciarlo.
Paula se puso colorada. Se la veía especialmente roja en contraste con su pelo rubio.
—¡Calla! —susurró lanzando una mirada hacia la doctora Anders.
—¿Qué? —dijo Janine sin sonrojarse lo más mínimo a la vez que abría su trasportín y su gato entraba voluntariamente en él para acurrucarse y ronronear—. No me casaría con uno de ellos, pero ¿qué hay de malo en enrollarte con un humano mientras esperas al hombre perfecto? La primera esposa de mi padre era humana.
Nuestra conversación se cortó en seco cuando la doctora Anders se aclaró la garganta. Janine cogió su bolso y se deslizó del taburete del laboratorio. Sonreí débilmente a ambas mujeres, agarré de mala gana el bote de mantequilla de cacahuete con
Bob
dentro y me acerqué al frente. Llevaba los pentagramas de Nick bajo el brazo. La doctora Anders no levantó la vista cuando coloqué el recipiente en el espacio libre de su mesa. Estaba deseando acabar con esto y largarme de allí. Nick iba a llevarme en coche a la AFI esta noche después de comer para que pudiese hablar con Sara Jane. Glenn le había pedido que viniese para hacerse una idea de los hábitos diarios de Dan y yo quería preguntarle acerca de los movimientos de Trent durante los últimos días. Glenn no estaba muy contento con mi enfoque de la investigación, pero también era mi caso, maldita sea.
Nerviosa, me esforcé por apoyarme contra el respaldo de la silla junto a la mesa de la doctora Anders, preguntándome si Jenks tendría razón y que Sara Jane viniese a la AFI era una estratagema de Trent para echarme la zarpa. Una cosa estaba clara, la doctora Anders no era el cazador de brujos. Era mala, pero no era una asesina.
Las dos mujeres vacilaron en la puerta hacia el pasillo. Los trasportines con los gatos las hacían perder el equilibrio.
—Nos vemos el lunes, Rachel —dijo Janine.
Me despedí con la mano y la doctora Anders profirió un ruido de fastidio desde lo más profundo de su garganta. La tensa mujer colocó un formulario en blanco sobre el montón de papeles y escribió mi nombre con grandes letras de imprenta.
—¿Tortuga? —aventuró la doctora Anders mirando el recipiente.
—Pez —dije sintiéndome como una idiota.
—Al menos conoce sus límites —dijo—. Siendo una bruja terrenal no será capaz de controlar ni la cantidad suficiente de siempre jamás para vincular a una rata, mucho menos para el gato que estoy segura que hubiese deseado.
Su voz sonaba casi condescendiente y tuve que aflojar las manos que apretaba con fuerza.
—¿Sabe, señorita Morgan? —dijo la doctora Anders levantando la tapa y echando una ojeada dentro—, mientras más cantidad de poder deba canalizar, más inteligente debe ser el familiar. Mi familiar es un loro gris de cola roja. —Me miró a los ojos—. ¿Estos son sus deberes?
Ahogué una oleada de fastidio y le entregué una carpeta rosa llena de redacciones cortas. Debajo estaban los pentagramas salpicados de agua de Nick sobre un papel negro arrugado y rizado.
Los labios de la doctora Anders estaban tan apretados que se habían quedado sin circulación.
—Gracias —dijo dejando a un lado los dibujos de Nick sin tan siquiera mirarlos—. Se ha librado por ahora, señorita Morgan; pero usted no debería estar en esta clase y la expulsaré en cuanto se presente la primera oportunidad.
Mantuve la respiración controlada. Sabía que no habría dicho eso si hubiese alguien más en la clase.
Bueno —murmuró como si estuviese cansada—, veamos cuánta cantidad de aura ha sido capaz de aceptar su pez.
—Mucha. —Pasé a sentirme nerviosa. Nick había mirado mi aura antes de irse anoche y dijo que era más bien escasa. Se recuperaría sola lentamente, pero mientras tanto me sentía vulnerable.
La doctora Anders se guardó para sí su opinión ante mi evidente nerviosismo. Con la mirada perdida metió un dedo en el agua de
Bob
. Se me erizó el pelo de la nuca como si lo levantase el viento que permanentemente parecía soplar en siempre jamás. Observé fascinada como una nube azul salía de su mano y envolvía a
Bob
. Era poder de línea luminosa que había pasado del rojo al azul al reflejar el color dominante en el aura de la profesora.
Era improbable que la doctora Anders estuviese conectada a la línea luminosa de la universidad. El poder había sido obtenido con anterioridad y almacenado para invocar hechizos con más rapidez. Apostaría cualquier cosa a que lo que la hacía tan amargada era tener una bola de siempre jamás en las entrañas.
La bruma azul alrededor de Bob se desvaneció cuando la doctora Anders sacó los dedos del agua.
—Coja su pez y márchese —dijo la mujer bruscamente—. Considérese suspensa.
Desconcertada, no pude hacer otra cosa que quedarme mirando.
—¿Qué? —alcancé a decir finalmente.
La doctora Anders se secó los dedos en un pañuelo de papel y lo tiró a la papelera de debajo de su mesa.
—Este pez no está vinculado a usted. Si lo estuviese, la fuerza de la línea luminosa con la que lo he cubierto se habría vuelto del color de su aura. —Su mirada se volvió confusa, como si estuviese mirando a través de mí para luego enfocarse—. Su aura es de un dorado enfermizo. ¿Qué ha estado haciendo, señorita Morgan, para mancharla con una neblina tan espesa de rojo y negro?
—¡Pero si he seguido las instrucciones! —exclamé aún sentada allí mientras ella empezaba a anotar en mi formulario—. Me falta gran parte de mi aura, ¿Dónde está si no?
—Quizá entrase un bicho en el círculo —dijo airadamente—. Váyase a casa, llame a su familiar y vea qué aparece.
Con el corazón latiéndome con fuerza me humedecí los labios. ¿Cómo demonios se llamaba a un familiar?
La profesora levantó la vista de los papeles y se cruzó de brazos sobre el montón.
—No sabe cómo llamar a su familiar.
No era una pregunta. Levanté el hombro izquierdo y lo dejé caer abatida. ¿Qué podía decir?
—Lo haré yo —masculló—. Deme la mano.
Me sobresalté cuando me agarró por la muñeca. Su huesuda mano era sorprendentemente fuerte. Un sabor metálico a cenizas me cubrió la lengua cuando la doctora Anders musitó un encantamiento. Era como si masticase papel de aluminio y me retiré en cuanto aflojó los dedos. Me froté la muñeca y observé a
Bob
, deseando que nadase hasta la superficie o hacia mí, o hiciese algo. Pero simplemente se quedó en el fondo y agitó la colita.
—No lo entiendo —susurré sintiéndome traicionada por mi libro y mis habilidades para hacer hechizos en las que tanto confiaba—. Seguí las instrucciones al pie de la letra.
La doctora Anders se mostró tremendamente petulante.
—Descubrirá, señorita Morgan, que al contrario que la magia terrenal, la manipulación de líneas luminosas requiere más que una poco imaginativa adhesión a las reglas y a las listas de cosas que hacer. Requiere talento y cierta cantidad de pensamiento libre y flexibilidad. Váyase a casa y adopte como mascota a lo que sea que aparezca por la puerta y no vuelva a mi clase.
—Pero ¡lo hice todo bien! —protesté levantándome mientras ella hacía gestos con la mano echándome y barajaba sus papeles dándolo por terminado—. Me puse de pie sobre el espejo adivinatorio y expulsé mi aura. Lo metí en el medio de transferencia sin tocarlo, puse a
Bob
dentro…
La doctora Anders dio un respingo y volvió la cara hacia mí.
—¿El espejo adivinatorio?
—Dije los ensalmos —continué diciendo—. Nick me dijo que no importaba si no sabía decirlos en latín. —Frustrada me planté frente a su mesa echando humo. Si me iba se habría acabado. Ya no se trataba del dinero, no quería que esta mujer pensase que yo era idiota.
—¿Latín? —dijo la doctora Anders con la cara desencajada.
—Lo dije —protesté rememorando la velada en mi cabeza—, y después… —Me quedé sin respiración y se me heló la cara—. Y después apareció el demonio —susurré hundiéndome en la silla antes de que mis rodillas cediesen—. Oh, Dios. ¿Se ha llevado mi aura? ¿El demonio se ha llevado mi aura?
—¿Un demonio? —repitió horrorizada—. ¿Ha llamado a un demonio?