Los dos se tambalearon, sosteniéndose en sus propios cuerpos, con las bocas unidas, devorándose una a la otra. Tommy luchaba por el dominio del beso y por un momento perdieron el equilibrio y cayeron, volcando la mesa llena de tubos de ensayo.
Pero ni el sonido del cristal haciéndose trizas pudo evitar que siguiera besando a Sasha y, arrodillado en el piso, continuara aferrándose a él.
—Tommy… Tommy… —Sasha lo apartó con suavidad. Alguien acababa de entrar en el laboratorio. Se asomaron por encima de la mesa, rojos como la grana, pero palidecieron nuevamente al ver el estropicio causado.
Eustace Morgan, el profesor de Química, avanzaba amenazador hacia ellos.
—¡Ivanov! —le gritó al ruso que se puso rápidamente de pie—. ¿Stoker? —Los ojos del profesor se abrieron más al reconocer al otro infractor—. ¿Qué hace aquí, Stoker? ¿Quién causó este estropicio?
—Fui yo —dijo rápidamente Sasha—. Estaba limpiando y tropecé… Stoker resbaló y cayó conmigo.
—No, la culpa fue mía —dijo Tommy—. Estábamos discutiendo y lo empujé contra la mesa y se cayeron todos los matraces y las probetas. Ha sido culpa mía, de verdad, profesor. —Luego puso su mejor cara de culpabilidad y miró al maestro con timidez—. Ha sido sin querer, no pensé que le daba tan fuerte, lo siento muchísimo.
—¿Discutieron? ¿Y por qué discutían, caballeros? —Morgan enarcó las cejas, ni un ápice convencido por la actitud de Tommy.
—Esto… —La mente de Tommy trabajó a toda prisa, pero no se le ocurrió nada. Ciertamente no pensaba que hubiera algo sobre lo que pudiera discutir con Sasha. Tanto encajaban en sus opiniones que no creía que jamás pudiera discutir con él.
—Discutíamos las implicaciones de la Guerra de las Malvinas y la posición del gobierno, para un trabajo de Historia de Inglaterra. Luego eso llevó al bloqueo económico de Cuba y de allí al régimen soviético, del que obviamente Stoker no sabe nada. Temo que me ofusqué y perdí los papeles. Yo lo empujé primero y luego lo hizo él. Aceptaré la responsabilidad por los daños. —La voz del ruso era serena; había notado que Morgan no sospechaba la verdadera causa del estropicio y no le importó aceptar el castigo. El beso que le había dado a Tommy valía cualquier castigo.
—La culpa fue mía. Sabía que si tratábamos la situación política de la URSS, Ivanov iba a exaltarse. Debí evitarlo —replicó Tommy y echó una mirada de «cállate y no te acuses más» a Sasha.
Morgan miró a uno y luego miró al otro, les hizo una seña para que dejaran de hablar, meditó un momento y pronunció la sentencia:
—El inventario del almacén del laboratorio no ha sido actualizado en años. Se lleva en forma manual, en tarjetas de cartulina. Quiero que lo clasifiquen todo para la próxima semana. Pueden venir de noche o de madrugada si lo desean. Y pueden descontar los daños causados del inventario que hagan, de ese modo no será necesario notificárselo al director. ¿Alguna duda?
—Ninguna, profesor. —La sonrisa de Tommy podría haber iluminado una habitación a oscuras—. Lo mejor ahora será que recojamos esos cristales, la clase está por empezar y alguien podría cortarse. —Echó a correr hacia el armario de limpieza que había junto al almacén y buscó una escoba y un recogedor—. Ahora mismo limpiamos todo esto, profe.
Sasha respiró aliviado cuando Morgan se retiró y los dejó limpiando. Se habían salvado por un pelo y no sabía si volver a besar a Tommy o estrangularlo, porque parecía no haberle importado en lo más mínimo el que hubieran sido atrapados casi
in fraganti
.
—Te mataré —susurró, tomando otra escoba.
—Si es a besos y son como el de antes, no me importa —afirmó Tommy con una amplia sonrisa mientras tomaba la papelera, y comenzó a echar cristales grandes, que cogía con cuidado de no cortarse.
A su pesar, Sasha se echó a reír y tuvo que reconocer que ese descaro era lo que le encantaba de su amigo.
La llegada de los demás estudiantes frenó otras manifestaciones de afecto y tuvieron que terminar de limpiar en silencio, luego de lo cual Sasha se fue a la biblioteca a hacer los deberes.
Los ojos de Sasha recorrían sin leer las páginas de su libro, mientras esperaba, sentado junto a la ventana de la biblioteca. Pensaba en Tommy y en el beso que se habían dado, tratando de decidir lo que haría. Por ser el mayor, se sentía moralmente responsable de lo que pudiera ocurrir y eso lo tenía muy preocupado. Su mirada atenta se alzaba de cuando en cuando para mirar por la ventana, esperando a que Tommy apareciera.
Cuando vio que el grupo de tercer año salía de las aulas y que una figura conocida se encaminaba al pabellón de los dormitorios, se puso de pie y se dirigió hacia allí a rápidas zancadas que se hicieron más lentas conforme se acercaba, hasta convertirse en un andar vacilante que se detuvo frente a la puerta de Tommy. Había esperado toda la tarde para poder verlo a solas y ahora no se decidía a llamar.
Pero la puerta se abrió de pronto y se encontró cara a cara con él.
—Hola —dijo, incómodo y mirando a ambos lados.
—Pasa, iba a buscarte. —Tommy lo agarró de la chaqueta y lo metió dentro de un tirón, aprisionándolo contra la puerta para colgarse de su cuello. Sus labios reclamaron toda su atención.
En medio del nuevo beso, Sasha comprendió que la idea que había tenido de hablar seriamente con Tommy para no repetir esa acción habría sido inútil. Él mismo necesitaba de esos besos tanto que no podría haberlos dejado… Quería tener una eternidad para descubrir el sabor de esos labios, y sólo pudo abrazarlo con desesperación y devolverle el beso con esa pasión arrebatadora que lo incendiaba por dentro.
Cuando Tommy sintió que Sasha le correspondía, comenzó a andar hacia atrás, tirando de él, sin despegarse de su boca y su cuerpo. Al notar la cama detrás, se dejó caer, arrastrando a Sasha encima, y se echó a reír como un niño que ha hecho una travesura.
Sasha trató de sopesar una vez más el alcance de todo eso, pero la boca de Tommy volvió a reclamar toda su atención. Se perdió en las sensaciones recién descubiertas, saboreando los delgados y ávidos labios, pero cuando la mano de Tommy se posó sobre su incipiente erección, Sasha bajó de su nube y entonces sí se dio cuenta de todas las implicaciones de sus actos.
—E-espera, Tommy. —La mano del ruso bajó tambjén hacia su entrepierna y sujetó la inexperta mano que lo acariciaba—. Detente —dijo con cierta dureza, motivada por la confusión que sentía—. No debemos… no podemos precipitarnos.
—Pero… yo te deseo. —Como para corroborar el hecho, Tommy onduló e hizo notar en el muslo de Sasha su plena erección—. Llevo semanas fantaseando con esto. —Dirigió la mano de Sasha hacia su propia entrepierna—. ¡Me duele! —gimió.
El ruso gimió a su vez, sintiendo deseos de arrancarle la ropa y devorar esa tierna erección que sentía entre las prendas que la aprisionaban. Pero al alzar la vista, tropezó con la foto de Tommy y Alex y volvió a sentir los celos del primer día… Tommy parecía inconsciente de su propia sensualidad, pero se movía de un modo tan experto, por decirlo de algún modo, que Sasha tuvo una idea repentina y quiso corroborarla.
—Tommy… tú… ¿tú antes…? —Se detuvo, tratando de escoger las palabras y que no sonaran ofensivas—. ¿Tú has estado antes con alguien?
—¡No! —exclamó con vehemencia y al instante siguiente se sonrojó hasta la raíz del pelo—. Yo… jamás he estado con nadie, tú vas a ser el primero. Yo quiero que seas el primero…
Sasha se incorporó a medias, apoyándose sobre el codo.
—Tampoco he estado con nadie. He visto algunas películas con mujeres, pero nunca con hombres… No sé cómo hacerlo... Piensa un poco: si tenemos sexo, tú eres menor, ¿qué pasará si te hago daño? —La voz de la cordura comenzaba a imponerse en su mente—. ¿Qué pasará si nos descubren?
—No nos descubrirán, te lo prometo. En cuanto a lo otro, ya nos enteraremos cómo es. —Las gafas de sol hacía rato que se habían caído. Los ojos de Tommy brillaron de emoción al darse cuenta de lo que había dicho Sasha—. ¿Es… tu primera vez? ¿Yo voy a ser también tu primero?
—Sí —dijo Sasha, en voz baja—. No he tenido relaciones aún. He salido con algunas chicas pero no me gustan las inglesas. En realidad no me gustan las chicas. Me gustas tú… me gustas mucho. Dijiste que eras
salvaje.
—Recordó con una sonrisa—. Creo que lo eres —afirmó, seguro de todas las implicancias de la palabra—. Eso me gusta, pero debemos tener cuidado. Recuerda que los prefectos vienen a veces cuando estamos estudiando, imagina que nos encuentren haciéndolo, nos expulsarían.
Su mano fue hacia la mejilla de Tommy, en pos de una caricia que hacía mucho tiempo quería prodigarle. Sintió su piel cálida y la acarició levemente, para luego tomar su rostro entre ambas manos, y perderse en sus ojos.
—Tienes los ojos más bellos que he visto —susurró, antes de rozar nuevamente sus labios, esta vez con un beso lento, que buscaba saborear más que dominar.
Las palabras de Sasha emocionaron en lo más profundo a Tommy. No le habría importado no ser el primero; Sasha era un hombre muy guapo y lo normal habría sido que hubiera estado con alguien antes, pero oírlo decir que iba a ser el primero lo enterneció muchísimo. Y lo conmovió incluso más oírlo decir que le gustaba él, por encima de todo.
—No nos pillarán, te lo prometo. Buscaré un lugar, lo haremos cuando no puedan pillarnos. Ya verás. —Alzó la mano, vacilante, y acarició el rostro de Sasha—. Tus ojos también son preciosos, son como hielo en llamas. Cuando te miro así, tan cerca, tan… impetuoso… —Se sonrojó levemente— es como ver arder fuego en el hielo. Te amo —soltó sin darse cuenta. Fue apenas un susurro, pero sabía que realmente lo sentía.
«¿Me ama?». Una alarma se disparó al instante en la mente de Sasha. No podía ser amor. Amar hace vulnerables a las personas y él no quería ser vulnerable y salir lastimado. Tommy era casi un niño, no podía estar hablando en serio.
—Tommy, no —susurró, muy despacio—. Es muy pronto para saberlo, somos jóvenes —repitió lo que su mente lógica le dictaba, aunque distaba mucho de sentir eso. Si hubiera oído a sus sentimientos, habría notado que eran de amor.
—Pero… yo…
La mirada de Sasha se había vuelto glacial y Tommy calló. En ese momento decidió que si Sasha no quería que se lo dijera, no se lo diría jamás, aunque él sabía que lo amaba. Sabía que ser joven no era una excusa, lo amaba y lo amaría siempre. Suspiró y se quedó en silencio. Parecía que la magia se había roto y no sabía qué hacer para recuperarla. Si ahora Sasha se alejaba de él, se echaría a llorar. Estaba seguro de ello.
—Somos amigos —susurró bajito Sasha, acariciándole de nuevo la mejilla—. Somos los mejores amigos. Eres la persona que ha estado más cerca de mí desde que llegué a Londres. Somos amigos y eso debe bastarnos. Lo demás, si tiene que venir, vendrá en su momento. No estés triste, eres la persona más importante de mi vida. —Sus labios buscaron tiernamente la boca de Tommy, lamiendo la comisura, pidiendo permiso para entrar. Sus ojos volvieron a encontrarse y puso en ellos toda la sinceridad de la que era capaz—. Me importas mucho, Tommy.
—Tú también me importas mucho, más que nadie en el mundo. —En ese instante Tommy se dio cuenta que era verdad. Quería muchísimo a Alex, pero ese sentimiento no era comparable a lo que sentía por Sasha. El amor se le desbordaba y no era capaz de contenerlo. Lo amaba… pero si quería que fuesen sólo amigos, amigos serían—. Somos amigos, los mejores amigos —repitió, dejándose besar y correspondiendo a los besos con ansias renovadas.
Las manos se volvieron más osadas y comenzaron a acariciar, primero sobre la tela, luego buscaron rendijas y llegaron a la cálida piel.
La sensación de querer más y no saber exactamente qué los estaba venciendo. Sus caderas comenzaron a moverse al mismo ritmo, una contra la otra, los besos dejaron paso a jadeos. Se sentían arder en una cama en llamas, fuera de toda posibilidad de salvación.
En un momento dado, sus erecciones acabaron aprisionadas entre sus cuerpos y un gemido abandonó ambas bocas. Sus movimientos se volvieron más acelerados, más espasmódicos y, aferrándose con fuerza el uno al otro, alcanzaron sus orgasmos apenas separados por unos cuantos segundos. Sasha, jadeante se dejó caer sobre Tommy, que lo abrazó con brazos y piernas mientras trataban de recuperar la respiración.
—Guau, eso ha sido fantástico —murmuró Tommy cuando fue capaz de hablar—. Pringoso, pero fantástico.
Sasha temblaba bajo la intensidad de su orgasmo. No había experimentado jamás algo tan intenso y tan hermoso y todo su ser le decía que era imposible que estuviera mal. Pero las viejas barreras morales volvieron a levantarse: una cosa era que se masturbara en la soledad de su habitación, y otra muy distinta, que comprometiera la inocencia de Tommy.
Lo miró. En esos momentos no parecía inocente en absoluto. Sus mejillas estaban deliciosamente coloreadas, sus labios húmedos y entreabiertos estaban rojos e hinchados por la pasión experimentada, y sus ojos brillaban como nunca. Era la visión más hermosa que había tenido jamás.
—
Te amo —
pronunció en ruso, casi sin darse cuenta y luego se mordió los labios. Su inconsciente lo había traicionado, pero se dijo que había sido una reacción motivada por el orgasmo, que no podía amar, que era muy joven; y se sintió culpable: había reñido a Tommy por decir eso mismo y ahora se le escapaba a él.
—¿Qué dijiste?
—Eso es ruso… Suena extraño, ¿verdad? Hacía tiempo que no lo hablaba en voz alta —respondió Sasha, evitando cuidadosamente mencionar el significado de esa corta frase.
—Suena bonito. —Tommy sonrió—. Es muy sonoro. Te pediría que me enseñaras ruso, pero como decía mi profesor de música: «Stoker usted ha nacido con ambos oídos de madera», soy penoso con los idiomas, malo entendiéndolos, peor pronunciándolos. No quiero que me odies por asesinar tu idioma.
—No te odiaría. —Sasha también sonrió—. El ruso es un idioma fuerte, como mi pueblo. Su pronunciación es enérgica, le imprime intensidad a las frases, no como el inglés. Más bien me recuerda a los dialectos escoceses que he oído. Escucha esto:
Ty ochen krasivya
, significa «eres hermoso», pero dependiendo de la entonación, puede tomarse como un simple cumplido de cortesía, o como la declaración de un enamorado —pronunció la frase con distintas entonaciones—. ¿Lo ves?
—Sí. —Tommy vaciló antes de preguntar con timidez—: ¿Crees que soy hermoso? —Nunca le habían dicho algo así. Él se había mirado al espejo y sabía que era cualquier cosa menos guapo. Sí, tenía unos ojos preciosos, pero el resto no era bonito.