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Authors: Aurora Seldon e Isla Marín

Tags: #Erótico

Descubrimiento (4 page)

Se detuvo un momento, para mirar con ojo crítico su trabajo. El piso del laboratorio lucía inmaculado y podía dar su tarea por terminada.

Dejó los utensilios en el suelo y se quitó los guantes de jebe, para lavarse las manos. Estaba completamente concentrado en eso cuando la puerta se abrió violentamente.

—Hey… miren quién está aquí —dijo la voz burlona de Lester—. ¿Qué, camarada? ¿Necesitas ayuda?

Dos chicos entraron detrás de Lester. Eran Alfred Jones y Edgard Higgins, sus amigos inseparables, quienes traían una cubeta con lodo. Sin vacilar, arrojaron parte de su contenido sobre el piso inmaculado.

Sasha apretó los labios, pero nada dijo. Anteriormente había discutido con Lester y se había ganado una amenaza de expulsión del director. Sin decir palabra, tomó el recogedor y limpió nuevamente el piso.

—Allí hay una mancha —dijo Lester, señalando una esquina completamente limpia.

Cuando Sasha dirigió la vista hacia allí, otro montón de lodo fue arrojado en el lugar y Alfred y Edgard lo esparcieron con los pies por todos lados.

Los ojos del ruso refulgieron de furia y apretó los puños, mirando a Lester.

—¿Vas a golpearnos? No… no te atreverás. Todos los bolcheviques son unos cobardes de mier… —No terminó la frase. Sasha lo sujetó con firmeza por los hombros y lo empujó fuera del laboratorio.

—Haré mi trabajo, Banks. No te metas. —La voz de Sasha sonó calmada, pero se percibía una amenaza velada en ella.

—¿Y quién me lo va a impedir? ¿Tú?

Los dos amigos de Lester empujaron a Sasha con violencia al suelo, llenándolo de insultos acerca de su origen. Entonces, él decidió que era suficiente, que todo tenía un límite y que no se iba a dejar doblegar. Se puso de pie al instante, pero los otros tres no le dieron tiempo de reaccionar y lo atacaron a la vez.

Golpeó a Jones en el rostro y lo arrojó lejos, y se las arregló para patearle la entrepierna a Higgins, pero Banks era un luchador experimentado y le dio un golpe en la boca del estómago que lo hizo volver a caer. El ruso esperaba un golpe final que nunca llegó. Algo… mejor dicho alguien, sujetó a Lester por el cuello y lo empujó al suelo.

Sus dos amigos lo ayudaron a levantarse y se quedaron inmóviles, mirando al recién llegado.

Sasha elevó la mirada, lentamente, pensando que se trataba del director. Pero no. Los zapatos negros y el pantalón del mismo color le dijeron que era un estudiante, y cuando sus ojos recorrieron el cuerpo delgado y menudo del muchacho y se encontraron con su rostro, con los ojos ocultos tras unas gafas de sol, se preguntó cómo diablos Lester y sus amigos no le saltaban encima.

11

Tommy había oído el follón desde lejos, pero no le había prestado mayor atención. Estaba leyendo un libro, sentado en el quicio de una de las ventanas del soleado pasillo. Luego, el ruido aumentó de tono y cuando dirigió su vista hacia allí, vio a tres muchachos mayores empujando a otro dentro del laboratorio, y ya no pudo dejar de prestar atención. Principalmente por que el empujado le pareció el chico más guapo que había visto en su vida.

Ya había visto comportamientos similares en los veinte días de colegio que llevaba. Los más ricos y/o importantes pisoteaban y se aprovechaban de los que consideraban inferiores. Uno había tratado de meterse con él la primera semana, al verlo pequeño y delgado. El agresor estuvo dos días en la enfermería del colegio: lo había subestimado por su corta estatura y no se esperó que Tommy le diera un mordisco en la entrepierna cuando lo había empujado al suelo y había tratado de mantenerlo ahí. El médico dijo que casi lo había castrado. Yeats lo había regañado, pero la influencia de su apellido era mayor que su delito y desde ese día nadie osó enfrentarse con el pequeño Tommy.

Estaba harto de todos esos hijitos de papá que iban pisoteando a la gente y decidió intervenir, con más razón si era en defensa de un chico tan guapo. No lo había visto antes, era obvio que era mayor… Ojalá fuera simpático… Y ojalá quisiera ser su amigo. Se sentía muy solo en ese nuevo colegio.

Entró corriendo al laboratorio, a tiempo para sujetar a Banks y arrojarlo al suelo. Sus amigos lo ayudaron a levantarse y se plantó frente a él.

—¿Qué quieres, Stoker? Esto no es asunto tuyo.

—Si me interesa, es asunto mío —contestó Tommy con una media sonrisa y el rostro ladeado—. Y te puedo asegurar que estoy muy, pero muy interesado—. Miró brevemente al rubio que estaba en el suelo y le pareció más guapo visto de cerca.

Sasha se levantó rápidamente, agradeciendo con la mirada la inesperada ayuda, y le plantó cara a Lester.

—Ahora somos dos contra tres. Podemos matarnos a golpes o puedes largarte con tus amigos y dejarnos en paz.

Lester miró a sus amigos, y luego de soltar algunas bravatas, abandonó el laboratorio seguido por ellos.

—Hola. —Una sincera sonrisa adornó el rostro de Tommy—. Soy Thomas Stoker, de tercer año... Llámame Tommy. —Su sonrisa se hizo más amplia mientras alargaba la mano hacia el rubio que se sacudía la suciedad del uniforme.

—Hola, Tommy —dijo Sasha, acercándose y extendiendo la mano, sucia aún, que el muchacho tomó sin vacilar—. Soy Alekandr Vasilovitch Ivanov. —Hizo una pausa, dudando. Jamás había dado confianza a nadie desde que vivía en Inglaterra. Luego de un corto titubeo, se decidió—. Puedes llamarme Sasha.

—Gracias a Dios. —Tommy suspiró, sosteniendo aún la mano de Sasha—. No sé si sería capaz de pronunciar bien tu nombre —añadió, sonriente—. Soy horrible con los idiomas, a veces ni siquiera con el mío me defiendo. —Un ligero sonrojo adornó sus mejillas.

Sasha lo estudió atentamente. Tommy le llegaba exactamente a la altura del hombro, y era delgado. Le parecía increíble que Lester y su pandilla no se hubieran metido con él. También lo tenían intrigado sus gafas, que atribuyó a una especie de moda.

—Gracias por ayudarme. Casi había terminado mi trabajo cuando esos aparecieron. Están en mi clase, ¿los conocías? —preguntó tentativamente.

—No realmente, sólo habíamos hablado un poco en alguna ocasión. Este es mi primer año aquí y además soy escocés. No conozco a casi nadie en Londres y menos aún en este colegio. De todas formas, no son gente a la que me gustaría conocer. —Se sonrojó—. Pero sí que me gustaría conocerte a ti.

Sasha estaba cada vez más intrigado con el muchacho y sin que pudiera evitarlo, sonrió como no había hecho en mucho tiempo, y una calidez que le recordó a su hogar lo envolvió por unos breves instantes.

—También soy nuevo —dijo, aún sonriendo—. Vengo de la URSS. Gané una beca para estudiar aquí este año, estoy en Sexto Bajo. Estudiaré Administración de Empresas —informó con orgullo. En realidad nadie más que sus padres lo había felicitado por la beca. Para su tío fue simplemente librarse de la carga que suponía mantenerlo.

—¡Guau, una beca! Yo soy demasiado cenutrio, jamás podría conseguirme una. —El gesto se le agrió un poco—. Estudiaré Literatura, es lo que quieren mis padres. Es una especie de homenaje a la familia, somos familia más o menos directa de Bram Stoker... ¿Sabes quién es? —preguntó con inocencia. No sabía si en la URSS leerían los mismos libros.

—¿Bram Stoker? ¿El de Drácula? —Los ojos de Sasha se abrieron con admiración, devorando con la mirada al menudo muchacho. Durante uno de sus empleos temporales como vigilante nocturno, el dueño de la tienda que cuidaba tenía un desván lleno de libros que había leído ávidamente.

—Sí. —Tommy se sonrojó totalmente ante la insistente mirada. Sasha era mucho más alto que él, delgado pero con una buena constitución. Su cabello era tan rubio que parecía casi blanco y sus ojos eran igual de claros, de un gris clarísimo que parecía hielo, pero no le transmitían frialdad. Era como ver fuego en el hielo—. Bram Stoker era hermano de mi bisabuelo. No somos descendientes pero sí familia. Además, tenemos un negocio de libros y por eso me obligan a estudiar Literatura. —Iba a decir que también era lo que había querido estudiar su hermano, pero no quiso asustar a Sasha. Acababan de conocerse y conforme más le hablaba, más le gustaba.

—Oh. —Sasha estaba asombrado. Le parecía increíble haber encontrado en ese colegio de niños ricos a una persona como Tommy. El timbre que anunciaba su clase siguiente comenzó a sonar y ahogó una maldición en su idioma natal—. Lo siento, será mejor que me apresure con esto. Debo cambiarme e ir a clases. —Tomó nuevamente la escoba, para comenzar a limpiar enérgicamente el lodo.

—Te ayudaré. —Tommy se remangó las mangas y con la fregona en la mano comenzó a repasar el suelo que Sasha barría—. Así acabaremos mucho más rápido. —Esbozó una radiante sonrisa—. Además yo ya no tengo clase en toda la tarde. —Tras un silencio en el que trabajaron rápidamente, volvió a hablar, sonrojado—. ¿Quieres que quedemos para tomar un café cuando acabes tus clases?

Sasha se detuvo, contemplando su obra con ojo crítico. Con la ayuda de Tommy, el piso de cerámica estaba nuevamente impecable.

—Claro —dijo extrañado—. Salgo a las cuatro y media. Podemos quedar en la cafetería.

—Vale. ¡Genial! —Tommy se sonrojó. No quería parecer excesivamente emocionado, pero no había conocido a nadie en todo ese tiempo al que quisiera tener como amigo.

Se despidieron en el pasillo y Sasha lo vio alejarse mientras guardaba los cubos y utensilios en el armario de aseo. Esa tarde, la perspectiva de asistir a clase no le entusiasmó tanto como la cita que tenía después. Ansiaba que el tiempo pasara rápido y poder conocer algo más de Thomas Stoker.

Capítulo 2
1

Faltando más de media hora para la cita, Tommy ya no pudo esperar más y se encaminó a la cafetería, donde pidió una tila para los nervios. Hacía tiempo que no estaba tan ansioso, pero lo cierto era que se sentía muy solo.

Miró por la ventana mientras tomaba sorbitos de la tila y se dedicó a rememorar el encuentro. Al principio no había entendido por qué le había sentado tan mal que esos tres estuvieran metiéndose con alguien. No era la primera vez que lo veía y normalmente se mantenía al margen… Pero esta vez no había podido.

Al ver a Sasha se había quedado totalmente pillado. Sólo podía pensar en su rostro, en su cabello de plata, en su piel pálida y en sus ojos. Le encantaban esos ojos grises que le recordaban nubes de tormenta. Debía medir un metro ochenta, le sacaba más de una cabeza y se veía muy fuerte. Incluso estando delgado se notaba que había tenido que trabajar duro y transmitía esa fortaleza. Quería saber qué se sentiría entre sus brazos, oculto del mundo y amado. ¡Qué hermoso sería si Sasha pudiera amarlo!

No se hizo más ilusiones: Sasha le gustaba pero también recordaba las palabras de Alex: «Tendrás que tener cuidado, no debes hablar a la ligera y no digas jamás que te gustan las chicas y los chicos. No lo entenderían. Elige con cuidado a tus amigos. Debes estar muy seguro de alguien antes de sincerarte con él». No quería asustar al posible primer amigo del colegio. Tendría que controlarse. No se le había ocurrido ni por asomo que Sasha podría estar sintiendo lo mismo.

2

La clase de Economía, habitualmente uno de los temas favoritos de Sasha, se le hizo eterna. Por primera vez no tenía interés en la elasticidad de la demanda y su efecto sobre el mercado de consumo.

No eran los valores constantes de los
ceteris paribus
[3]
lo que mantenía ocupada la mente del ruso. Era Tommy.

Luego de su primer encuentro, se había puesto a pensar, a analizar desde todos los ángulos la personalidad de su nuevo amigo.

Le agradaba su aire despreocupado y su franqueza, aunque viéndolo bien, había actuado de modo muy impulsivo con Lester y parecía no importarle en lo más mínimo. Se preguntó por qué un muchacho adinerado querría ser su amigo. Sus pensamientos estaban en lo que diría cuando se encontraran en la cafetería y no reparó en la pregunta del profesor hasta que fue formulada por segunda vez.

—Ivanov, dada la función de oferta x = 4p, con p = 3, ¿cuál será el excedente del productor?

Lester lo miró, burlón, y Sasha apretó los labios. No le daría a ese inepto el gusto de verlo quedar en ridículo. Recorrió rápidamente las fórmulas que había en la pizarra hasta que dio con una que le pareció apropiada. Y luego hizo los cálculos. Siempre se le daban muy bien los cálculos mentales.

—Dieciocho —respondió sin vacilar.

El profesor lo miró intrigado. Había pensado que el ruso no estaba en este planeta y se llevó una sorpresa con la respuesta, pero tuvo que admitir que era correcta.

El timbre indicó el final de la clase y Sasha fue el primero en salir.

3

Tommy se había tomado la tila y estaba por pedirse otra cuando vio aparecer al ruso. No pudo evitar saludarlo efusivamente agitando el brazo y con una amplia sonrisa. Tuvo que reprimir las ganas de subirse encima de la silla para que lo viera mejor.

Luego de saludarse y hacer un nuevo pedido al camarero, por fin se encontraron sentados frente a frente. Sasha bebía un café y su nuevo amigo una crema de chocolate. Al principio el silencio fue incómodo, extraña contradicción: habían deseado mucho ese encuentro y ahora no sabían de qué hablar.

—¿Y por qué las gafas de sol? —preguntó por fin Sasha.

—Tengo fotofobia. De nacimiento. Es una especie de malformación congénita. —Tommy sonrió, quitándole importancia—. No es ningún problema, sólo tengo que tener cuidado con las luces intensas. De pequeño bromeaba con ello, decía que era un vampiro y por eso la luz podía matarme. —Se echó a reír—. Lástima que con estas gafas nadie puede ver mis ojos. Son azules y es lo único bonito que tengo…

—Entiendo —replicó Sasha. Le habría gustado ver esos ojos azules, pero no se animó a pedírselo.

Estuvieron hablando del colegio, de los profesores y de las cosas que más les gustaban. Tommy se confesó fanático del grupo Queen y de Rock Vulcano, y como Sasha no estaba muy seguro de saber quiénes eran, se encaminaron hacia la habitación de Tommy para escuchar un poco de música.

El pabellón de los dormitorios era un edificio adyacente a las instalaciones educativas y estaba dispuesto alrededor de un enorme jardín con una glorieta en el centro. Tenía seis pisos que albergaban a la totalidad de estudiantes y contaba con un moderno ascensor, además de variadas instalaciones: un salón de audiovisuales con cómodos y elegantes sofás y sillones y una enorme televisión; otra gran sala con mesas de billar y una variada gama de juegos de mesa; y finalmente, una salita donde recibir a las visitas, que disponía incluso de una pequeña pero completa cocina. En una palabra, todo lo que pudieran desear estaba allí.

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