Conforme avanzaba la película más cerca estaban y sin darse cuenta habían comenzado a tocarse. En el momento en que Peniciento y el príncipe follaban, en la escena final, el ruso logró decir:
—Parece que no duele, ¿verdad? —Y viendo el rostro de placer del príncipe pareció lo más adecuado de pensar.
—A ninguno parece que le doliera. Pero ya sabes que el cine es ficción. —Tommy movió las caderas contra la mano de Sasha, que estaba dentro de sus pantalones—. De todas formas, después de haber visto esto estoy deseando probarlo todo, aunque duela… Estoy muy caliente…
Sasha apagó el televisor y el
betamax
y puso la película a buen recaudo. Sólo entonces se permitió besar a Tommy, que seguía pegado a él.
—Yo también lo deseo. Lo deseo mucho. —Las manos de Sasha bajaron hasta la entrepierna de Tommy, palpando su erección. Se frotó contra él, jadeando bajito, asombrándose de haberse contenido tanto mientras miraban la película. Se imaginó haciéndole a su amigo todo lo que había visto y la respiración se le aceleró.
Estaban sentados en las butacas de la Sala de Proyección, muy juntos. De pronto, Sasha atrajo a Tommy y lo sentó sobre sus piernas, tocándolo por encima de la ropa.
La erección de ruso era bastante palpable bajo la ropa y Tommy se frotó contra él para sentirla mejor. Un gemido se le escapó, sin que pudiera contenerse, y Sasha le cubrió la boca, besándolo de nuevo con pasión. Pero sus sentidos aún estaban alertas y escuchó un crujido, como de una puerta que se abre. Se puso tieso al instante y cubrió la boca del confundido Tommy con la mano.
—Shhh… no hagas ruido, parece que escuché algo.
—Sí, mi corazón saliéndoseme del pecho como no sigas tocándome así —consiguió decir Tommy en un susurro, con la boca aún tapada. Como pudo sacó la lengua y comenzó a lamer los dedos del ruso mientras volvía a moverse sobre sus caderas.
El crujido se repitió y oyeron el ruido inequívoco de unos pasos alejándose.
—No bromeo. —Sasha se levantó al instante y corrió a la puerta, para ver una silueta que salía del pabellón y se dirigía hacia los dormitorios.
Hizo señas a Tommy para que lo siguiera y salieron corriendo en dirección al bosque. Esperaron allí unos momentos, cavilando sobre qué hacer y decidieron volver a los dormitorios. Si el extraño los hubiera visto, hacía rato se habría dado la alarma y eso no había ocurrido.
—No lo entiendo —decía Sasha, una y otra vez—. Si nos vio, lo lógico sería haber avisado a un prefecto o a un profesor. Por lo tanto, supongo que habrá oído ruido, pero que no llegó a vernos. O que habrá ido a la Sala de Proyecciones con otro propósito.
Volvieron cautelosamente a los dormitorios y Sasha se apresuró a subir hacia su habitación, mientras que Tommy avanzaba por el pasillo, con el corazón aún golpeándole en el pecho por toda la aventura vivida.
Varios días después de la aventura nocturna, Sasha decidió que podían bajar la guardia y poco a poco volvieron a la rutina de los estudios, evitando verse a solas en los dormitorios como medida de precaución.
Durante esos días había pensado mucho en experimentar las cosas que habían visto en la película, pero le preocupaba ser descubierto.
Una tarde, escuchó por casualidad que Tommy había suspendido un examen de matemáticas. Se sintió culpable y a la vez irritado. Ya habían hablado hasta el cansancio de que su relación no afectaría los estudios y en su caso era así, mas no en el de su amigo.
Fue directo hacia la habitación de Tommy, decidido a ponerlo a estudiar, pero apenas se abrió la puerta, su resolución estuvo a punto de diluirse: Tommy lo recibió con un ansioso beso que le quitó la respiración.
—¿Dónde aprendiste a besar así? —logró articular apenas pudo desprenderse de esos labios ávidos de caricias.
—En tu boca. No se me ocurre mejor sitio para ello. —Volvió a besarlo, aprisionando su cuerpo contra el armario—. Estoy muy caliente, Sasha, te he echado de menos —dijo en un susurro—. Y hay algo que quiero probar...
Sin decir nada más, se agachó hasta quedar de rodillas delante de Sasha, le abrió el pantalón y tomó su miembro. Se lo quedó mirando, curioso. Se habían visto desnudos alguna vez, pero nunca había tenido un primer plano tan cercano del miembro de Sasha.
Comenzó a mover su mano sobre él y con placer lo sintió endurecerse con su toque. Era una sensación maravillosa. Poderosa. El ariete, largo y grueso, se le antojó perfecto. La piel era suave e igual de pálida que el resto del cuerpo, y el capullo sonrosado que lo coronaba invitaba a saborearlo. Un fino vello rodeaba la base y los dedos de Tommy se enredaron allí. Deseaba a Sasha con cada fibra de su cuerpo.
—Quiero hacer lo que hacían en la película. Por favor… —susurró, mirándolo.
—Lo que quieras. —Sasha lanzó un gemido ahogado y le acarició el cabello, cerrando los ojos.
El muchacho volvió a mirar el miembro frente a él. Tuvo un instante de duda que fue descartado rápidamente. Una tentativa lengua abandonó sus labios, lamió la rosada cabeza y fue recompensado por un ahogado jadeo. Un extraño pero no desagradable gusto salado llenó su boca y lo saboreó. Era Sasha… Sasha dentro de él, parte de él. Miró hacia arriba y vio el rostro extasiado, los labios húmedos y entreabiertos que tanto amaba. Siguió lamiendo, guiándose por las expresiones y sus gemidos de Sasha, aprendiendo a darle placer.
Imitó lo que había visto en la película, repasando con la punta de la lengua las gruesas venas. Una mano masajeó los testículos, al principio con demasiada fuerza, porque Sasha contrajo el ceño y soltó un gruñido. Luego lo hizo con más delicadeza y los suaves gemidos volvieron a romper el silencio de la habitación.
Armándose de valor, tomó en la boca todo lo que pudo del miembro del ruso. Un largo gemido lo desconcentró unos instantes. Miró a Sasha y vio tal gesto de placer en su rostro que se sorprendió. Verlo así lo hizo sentirse especial y descubrió en ese momento que le gustaba casi más dar placer que recibirlo, y que trataría siempre de complacer antes de dedicarse a su propio placer. Un intenso aroma almizcleño llenó sus fosas nasales. Era el olor de Sasha, mucho mas intenso a causa de la excitación.
Trató de meterse la durísima erección en la boca y se atragantó. Entonces comenzó a recorrerla con la mano, de arriba abajo, enviándole a Sasha un cúmulo de placenteras sensaciones. Si antes habían estado en la frontera de lo prohibido con sus caricias y besos, ahora acababan de pasar una barrera más y ninguno de los dos quería detenerse.
Las dudas finales de Sasha se disiparon completamente cuando sintió el cálido aliento de Tommy en un lugar que nunca había recibido tales atenciones. Acarició su cabello, instándolo a seguir, porque era incapaz de articular palabra. Tanteó la puerta en busca de apoyo, porque las rodillas se le doblaban, y dejó salir un gemido torturado.
—Aah, Tommy… No te detengas —rogó cuando su amigo se retiró por un momento.
Tommy sonrió con picardía. Eso le gustaba… ¡Dios, cómo le gustaba ver y oír así a Sasha por su causa, por algo que él hacía! Más decidido, volvió a tomar el pene en su boca y, estirando el cuello, comenzó a introducírselo lentamente. El ruso gimió con fuerza y Tommy sonrió mentalmente. Probó un par de veces más en forma lenta y repitió el movimiento cada vez más rápido. Sentía que las piernas de Sasha temblaban y sus jadeos eran bastante audibles. Seguía con los ojos cerrados y su respiración era apresurada. Aceleró el movimiento y los gemidos aumentaron. De repente sintió como el pene se endurecía y pulsaba dentro de su boca, y algo caliente se derramó en su garganta.
Se apartó con rapidez y Sasha terminó de correrse en su rostro…
«¡Está tan caliente!», pensó. Su boca estaba llena del sabor de su amante y por la comisura de sus labios se deslizó lo que no pudo tragar. Lo había asombrado. No le desagradaba pero era algo extraño, amargo y salado. Ni siquiera había probado su propio semen y ahora tenía el de Sasha en la boca y en la cara.
—Tommy… Tommy. —Sasha dijo su nombre, mezclándolo con frases en ruso, estremeciéndose aún. Cuando por fin abrió los ojos y vio el rostro de su joven amante, se arrodilló a su lado, abrazándolo con ternura infinita—. Esto no puede estar mal… no puede ser malo. —Le llenó el rostro de besos, sintiendo su propio sabor, y se quedaron abrazados, conscientes sólo de los sentimientos de uno por el otro.
Luego de un buen rato, el ruso susurró muy suavemente:
—Vamos a limpiar esto, podrían sorprendernos así.
La velada terminó con Tommy sentado sobre el regazo de Sasha, atento a su tarea de matemáticas, y con el ruso embriagado del perfume de sus cabellos.
Con la llegada de las Navidades, el colegio prácticamente quedó vacío. Sasha no fue a casa de sus tíos porque era demasiado orgulloso para soportar que le echasen en cara la comida y techo que le daban, de modo que optó por quedarse en Saint Michael, y Tommy decidió acompañarlo, ya que sus padres pasarían las fiestas en Edimburgo con toda la familia y no deseaba estar con ellos.
El escenario era perfecto para lo que tanto habían esperado.
Pero su entusiasmo estuvo a punto de diluirse cuando la mañana del veinticuatro de diciembre encontraron a Edward Grant en el comedor, desayunando.
—No se ha ido. El condenado va a chafarnos el plan —bufó Sasha, mordisqueando sin ganas una tostada.
Tommy se quedó pensando, con el ceño fruncido, para luego alzar el rostro con una pícara sonrisa.
—Iremos a los establos. Me comentaron que en primer año un caballo arrojó a Grant durante una práctica. Desde entonces los detesta. Nunca se le ocurrirá asomarse a las cuadras.
—¿Y el mozo de cuadra?
—No trabaja los días de fiesta, no correremos riesgos. —Tommy sonrió de nuevo—. Podemos meternos donde tienen el heno. Nadie entrará allí de noche y está lo suficientemente alejado del colegio como para que nos puedan oír.
Sasha meditó unos instantes, aún dudoso.
—Pero… tienes trece años. Al menos deberíamos esperar al veinticinco que cumples catorce. Así no me sentiré tan culpable.
—Cielo —susurró Tommy para que nadie lo oyera—, sólo es un día de diferencia, no voy a ser distinto el veinticinco. —Sonrió dulcemente—. Pero si te hace sentir mejor esperaremos… pero no mucho: nací a las doce y cuarto, así que tras la cena de Nochebuena quiero mi regalo especial.
El ruso sintió una cálida emoción al oír el cariñoso apelativo. Nunca terminaría de comprender cómo se había podido compenetrarse tanto con aquél muchachito tan decidido y tan dulce a la vez.
—Sí. Tienes razón. Llevaremos mantas y linternas y nos encerraremos allí. Esta noche, a medianoche exactamente, nos encontraremos en las cuadras. Hasta entonces, será mejor no dejarnos ver demasiado. No me gusta el modo en que Grant nos observa.
—Es verdad, hace días que noto que Grant nos mira demasiado. Bueno… te mira demasiado. ¿Crees que sospeche algo de nosotros?
—No sé —confesó Sasha—, pero es mejor tener mucho cuidado. No quisiera perjudicarte de ningún modo. —Se levantó de la mesa—. Debo ir a limpiar el salón de actos, nos vemos por la noche.
Arriesgándose demasiado, Tommy lo sujetó de la muñeca.
—Espera —susurró, mirándolo con intensidad—, tú jamás me perjudicarías, entiéndelo. Jamás. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida. —Finalmente le soltó la mano.
Sasha lo miró a los ojos y quiso decir algo, pero sentía las miradas de todos y optó por una rápida retirada.
Esa noche, Sasha esperó impaciente la hora de la cena y después de una larga ducha fue al comedor impecablemente vestido. Localizó a Tommy con la mirada, pero no se acercó a su mesa, procurando no despertar sospechas.
Se sentó junto a Grant e iniciaron una charla trivial. El ruso acariciaba dentro de su chaqueta el pequeño paquete que había preparado para su amigo. Había mentido cuando dijo que limpiaría el salón de actos; en realidad había pasado casi todo el día en el taller de artes plásticas, terminando el regalo de Navidad y de cumpleaños de Tommy.
—… y todos los años vamos a King’s Lacey, la casa solariega de la familia. ¿Conoces la campiña, Ivanov?
—¿Eh? No, creo que no. —El único recuerdo que Sasha tenía de la campiña inglesa era alguna excursión con sus tíos, un picnic campestre y un apresurado retorno en tren, en tercera clase.
—King’s Lacey es una casa muy antigua. Una de sus alas data del Siglo XV, pero nosotros nos alojamos en el ala moderna. Tenemos radiadores en todas las habitaciones y el invierno apenas se siente dentro de la casa. Creo que te gustaría…
—¿Y por qué no has ido?
—Discutí con mi padre. Tiene una amante, ¿sabes? Es lo que se estila ahora. Creo que a mi madre no le importa con tal de que mantenga las apariencias. Pero yo no podía soportarlo… es la primera vez que dejo de ir.
Sasha murmuró alguna frase de simpatía. ¿Por qué de todo el maldito colegio, Grant lo había elegido precisamente a él como confidente? «Quizá por ser extranjero —se dijo—. Conmigo no tiene que escudarse en la estúpida cortesía británica y puede ser más auténtico». El padre de Grant era un político del partido conservador e imaginó fácilmente que si se eso se hiciera público, sería un escándalo. No le habría gustado estar en el pellejo del prefecto. De hecho, no podía imaginar a su padre actuando así con Anastasia.
—… como decía. He pensado que si tampoco tienes a dónde ir, podríamos…
—Lo siento, Grant. Nosotros no celebramos la Navidad y quiero aprovechar para adelantarme con los estudios. —No era del todo cierto. Sus padres eran ortodoxos y la celebraban como podían, pero la fecha era el 6 de enero.
Se quedaron un momento en silencio y Sasha miró hacia Tommy, que sonreía como si tuviera un chiste privado, mientras se llevaba una barrita de chocolate a la boca.
Apenas vio entrar a Sasha, Tommy hizo de todo para no mirarlo más. No quería que nadie sospechara y habiendo tan poca gente en el colegio era más probable que alguien se fijara en lo que hacía o dejaba de hacer. Pero aunque trataba, sus ojos se iban siempre hacia él como atraídos por un imán.
Cuando lo vio sentarse con Grant sintió una punzadita de celos. Pero de vez en cuando sus miradas se cruzaban y sentía cómo el corazón le saltaba dentro del pecho. Cada vez que pensaba en lo que iba a pasar esa noche, su rostro se sonrojaba como si se quemara por dentro. No sabía cómo iba a poder aguantar todas esas horas.