Tomó una barrita de chocolate y comenzó a comérsela pensando que el chocolate era muy energético y que iba a necesitar energía esa noche, pero al volver a pensar en lo que pasaría, su lengua tomó vida propia y sin darse cuenta comenzó a lamer el chocolate de sus dedos y sus labios, totalmente inconsciente de lo que hacía.
Sasha dejó de respirar un instante al ver el modo en que Tommy lamía el chocolate y asoció automáticamente ese gesto con lo que había ocurrido hacía algunas noches en el dormitorio. Su entrepierna comenzó a despertar y se obligó a mirar hacia otro lado, para encontrarse con la inquisitiva mirada de Grant.
—¿Estás bien, Ivanov? Pareces nervioso.
«Excitado —corrigió Sasha mentalmente—. Estoy malditamente excitado.»
La mirada del prefecto se dirigió hacia Tommy que seguía comiendo el chocolate, como si lo único que existiera en el mundo fueran esa barrita y él.
—Estoy bien —dijo Sasha luego de unos instantes en los que su situación dejó de ser evidente—. Pero ya tengo que irme. Nos vemos mañana. Feliz Navidad. —Se puso de pie y luego de estrechar la mano de Grant, se dirigió rápidamente hacia la salida.
Tommy observó salir con prisa a Sasha. ¿Qué habría pasado? Lamentó no poder verlo más, pero habían quedado a las doce en punto en los establos. Se sentía raro quedando una Nochebuena en un establo. Le parecía un poco irreverente considerando lo que iban a hacer, pero se dijo que ser feliz no podía ser malo y eso lo tranquilizó.
Como todavía era temprano, decidió probar el resto de los postres. La comida le fascinaba, el cómo la mezcla de sabores podía ser algo tan placentero le parecía increíble. Había encontrado un libro de cocina en la biblioteca y lo tenía escondido debajo de su almohada, seguro de que si alguien se enteraba de que le interesaba la cocina, se burlaría de él.
Detectó movimiento al otro lado del comedor y alzó la vista. Grant venía directo hacia él.
—Veo que tú también te quedaste —observó el prefecto sentándose a su lado.
—Mis padres se iban a Edimburgo a reunirse con el resto de la familia. Demasiados Stokers juntos para mí —respondió tomando una porción de pastel de manzana.
—Ya veo. Ivanov también se quedó. Me pareció raro no veros juntos, dado que sois tan amigos.
—Bueno, él quiere aprovechar las fiestas para estudiar y quiere estar solo. Ya sabes, los soviéticos no celebran la Navidad y yo respeto eso. —Era la excusa que habían pensado por si alguien preguntaba.
—Eso me ha dicho. Extraña gente, los soviéticos. —Grant frunció el entrecejo al verlo devorar el pastel de manzana y continuar con el de limón—. ¿Vas a comerte todo eso?
—Ajá, me gusta el dulce. —Tommy terminó de tragar. Aún tenía el pastelito en la mano y ya estaba alargando la mano hacia un hojaldre—. Además es un día especial. No he comido casi nada de lo otro, me apetece darme el gusto del dulce.
Grant le lanzó una mirada evaluadora, como si quisiera saber a dónde irían a parar tantas calorías en ese delgado cuerpo.
—Que pases una feliz Navidad con tus pasteles, Stoker. Nos vemos mañana.
—Adiós. —En cuando lo vio salir y supo que no lo vería, le sacó la lengua en un gesto infantil, para luego seguir comiendo el hojaldrado.
Luego del sexto pastel, se levantó y se despidió de todo el mundo, deseándoles una muy feliz Navidad, y se dirigió a su habitación para recoger el regalo que había pedido para Sasha.
Sasha había esperado acostado en su cama con los ojos cerrados, ansiando que las dos horas que faltaban pasaran deprisa. Grant había pasado momentos antes a desearle feliz Navidad y tuvo que fingir querer estar a solas para librarse de él.
Sólo podía pensar en Tommy y en lo que harían esa noche. Y al pensarlo, su entrepierna reaccionaba inevitablemente.
Estaba consciente de que su amigo era menor, al igual que él, pero el deseo podía más que la prudencia y estaba convencido de que si tenían el suficiente cuidado, nada malo pasaría.
A diez minutos para las doce se levantó y salió del dormitorio, mirando cuidadosamente al desierto pasillo, para dirigirse a los establos con paso rápido. Llevaba una mochila con una manta gruesa y una linterna, y el corazón le golpeaba con fuerza en el pecho. El olor a heno le trajo reminiscencias de la tibia
dacha
de la abuela Vera, pero no tuvo mucho tiempo de pensar en ello: apenas llegó, alguien se deslizó desde el establo y lo arrastró dentro.
—¡Por San Jorge, cuánto has tardado! —exclamó Tommy, para al instante siguiente comenzar a besarlo con pasión. Llevaba allí más de diez minutos; aunque habían quedado a las doce, no había podido esperar, y a las doce menos veinte ya estaba allí mordiéndose las uñas.
Sin dejar de besar a Sasha lo comenzó a arrastrar hacia la zona donde guardaban el heno. Allí había una puerta que ya había abierto y dentro se veía una linterna con un pequeño fluorescente.
El ruso se dejó envolver en el beso y cerró la puerta, pero olvidó por completo echarle llave. Olía a heno recién cortado, ese olor espeso, cálido y fresco a la vez, que unido a los besos de Tommy, le llenó la mente de matices de verde y rojo.
Cuando rompieron el beso, Sasha sacó de su chaqueta un paquetito envuelto en papel de regalo.
—Feliz Navidad y feliz cumpleaños, Tommy. Espero que te guste. —Le entregó el regalo y esperó, conteniendo la respiración, a que lo abriera.
Había trabajado con dedicación en la fabricación de una cajita lacada, hecha de papel maché y pintada con laca negra, decorada con motivos rusos. Al abrir la caja, en la tapa, había una fotografía de ellos dos.
Tommy, como el niño que en el fondo aún era, abrió el paquete, emocionado. La caja le pareció preciosa y cuando vio la foto que se habían hecho en un fotomatón, en una de sus escasas escapadas a Londres, se sintió sumamente conmovido.
—No quise ponerla por fuera, así nadie que vea la caja podrá sospechar de nosotros —explicó el ruso.
—Es preciosa, Sasha. —Tommy abrazó la caja contra su pecho y cerró los ojos tratando de contener las lágrimas. Nunca le habían regalado algo tan bonito y sobre todo con tanto significado—. Gracias, amor. —Se acercó y le dio un suave beso en los labios, para luego, con un suspiro, guardar con cuidado la cajita en su mochila y entregar su regalo. Era un paquete con libros de Michael Porter y Peter Drucker
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en tapa dura. Tommy sabía que Sasha los admiraba, así que había encargado los libros a la casa editorial de su familia—. Ya sé que no celebras la Navidad en esta fecha, pero de todos modos quise hacerte un regalo. No es tan especial como el tuyo… espero que te guste —añadió con timidez.
Sasha tomó el paquete y lo abrió. En realidad no había esperado un regalo, porque estar con Tommy esa noche era lo mejor que podía haber deseado. Al ver el contenido, exclamó, sorprendido:
—Dios, esto es muy costoso… No puedo aceptarlo, Tommy.
—Sí que puedes. —El rostro de Tommy cambió totalmente. Sus ojos volvieron a estar llorosos pero no por emoción—. Por favor, sé que no los he hecho yo y que no son tan especiales como tu regalo, pero he puesto mi corazón en ellos, igual que tú. No importa lo que valen sino lo que significan. —Su voz tembló y pareció que iba a echarse a llorar en cualquier momento—. Quiero que tengas algo mío y que te acuerdes de mí cuando los leas. —Calló, tratando de no llorar.
—Tommy… Shhh, no te pongas así. –—Sasha depositó el paquete en el suelo y lo abrazó, estrechándolo contra su pecho—. Me hace muy feliz que me compraras algo. Es sólo… —Luchó unos momentos con su orgullo y finalmente decidió sincerarse— es que yo no tengo los medios para comprar algo costoso y me gustaría hacerte el mejor de los regalos. Pero aceptaré los libros y te recordaré en cada página que lea, te lo prometo.
—No hace falta que me regales nada costoso. No lo quiero ni lo necesito. — Tommy sorbió ruidosamente—. Lo único que quiero lo tengo aquí. —Apoyó su cabeza en el pecho de Sasha—. Para mí el dinero, los lujos, los regalos caros no significan nada, sólo dinero. Siempre lo he tenido y no me ha hecho feliz. He sido más feliz estando contigo estos últimos meses que toda mi vida junta. —Se acurrucó más en sus brazos—. Tengo dinero y no significa nada para mí, pero si sirve para regalos buenos, déjame que te demuestre cuánto te quiero con ellos.
Sasha sonrió con ternura, acunándolo entre sus brazos.
—Yo también he sido muy feliz desde que te conozco. Gracias. Gracias por todo. —Sus labios limpiaron con besos las lágrimas de Tommy y le quitó las gafas de sol, para tomarle el rostro entre sus manos y mirarlo a los ojos—. Yo te daré otro regalo esta noche, Tommy. Quiero saber si estás seguro.
—Más que de nada en el mundo —respondió con seriedad, mirándolo a los ojos—. Nada ni nadie podría impedirlo. Ni siquiera tú —continuó más serio y al final una sonrisa radiante iluminó su rostro. Tras un instante, miró preocupado a Sasha—. Aunque… estoy terriblemente nervioso. También ansioso… y muy, pero muy asustado. —Calló, mordiéndose el labio.
—Yo también estoy nervioso —confesó el ruso—, pero será mejor empezar… El tiempo pasa deprisa.
Sasha estaba consciente de lo poco romántica que había sido su declaración, pero no quería que los nervios lo traicionaran y comenzó a disponer las cosas como había planeado. Primero extendió cuidadosamente la manta sobre el heno, luego sacó un rollo de papel higiénico y lo puso a un lado, y finalmente colocó la linterna de costado para que hubiera una luz muy tenue. Se relajó un poco con esos preparativos y se volvió hacia Tommy.
—Creo que lo mejor es que nos desvistamos primero… Así no ensuciaremos la ropa —murmuró.
—Vale. —Tommy entendía el concepto, pero no acababa de gustarle. Todo estaba resultando un tanto frío, pero tenían que hacerlo así, estaban limitados por muchas cosas. Comenzó a quitarse la ropa y doblándola con cuidado, la puso sobre la caja en la que habían colocado la linterna. Cuando llegó a la ropa interior, se sintió un tanto intimidado. Sasha nunca lo había visto completamente desnudo. ¿Y si se reía al ver lo esmirriado que era? Se armó de valor y se quitó el boxer rápidamente—. Ya estoy —dijo con voz tímida, sin atreverse a dar la vuelta.
Pero no pudo decir más. Sasha lo abrazó por detrás y lo tumbó suavemente sobre la manta, dándole besos suaves en el cuello.
—Eres hermoso —susurró, mezclando el inglés con el ruso, diciendo palabras tiernas al tiempo que acariciaba con timidez el pecho delgado de Tommy. La piel era suave y tibia y tenía un tono dorado que lo enloquecía. Pensó por un momento que ese tono de piel era debido al sol, pero cuando miró hacia lugares en los que se suponía que no daba mucho el sol, descubrió que era su color natural. Juntos, piel con piel, se veían muy distintos, y sin embargo, sus cuerpos se acoplaban con total naturalidad.
Tommy gimió cuando los dedos de Sasha rozaron uno de sus pezones. Sintió como una ligera descarga que lo recorrió completamente.
—¡Ay, Sasha!
El ruso volvió a acariciar el pequeño pezón, sintiendo cómo se endurecía al contacto y parecía crecer, al mismo tiempo que los gemidos de su pequeño amante. Ansiaba saborearlo, e inclinándose, lo besó suavemente. Tommy gimió más alto y se tensó durante el contacto. Una tentativa lengua asomó entre los labios de Sasha y lamió el pequeño botón. Tommy volvió a gemir con fuerza.
Maravillado por la sensibilidad de esa zona, Sasha se dedicó a lamer, besar, morder ambos pezones, jugando con los dedos y con la lengua alternativamente, completamente concentrado en dar placer.
Tommy gemía y jadeaba a partes iguales y su espalda se arqueaba buscando mayor contacto con esa boca ardiente que parecía querer devorarlo. No entendía cómo podía causarle tanto placer. Tenía los ojos fuertemente cerrados y se mordía los labios tratando de no hacer tanto ruido, pero no podía evitarlo.
Las manos Sasha, más osadas ahora, bajaron lentamente hacia la entrepierna de Tommy y presionaron levemente. Sus sentidos estaban atentos a cualquier reacción. Un sorprendido jadeo fue su respuesta y se detuvo un momento, pidiendo permiso con la mirada. Los ojos azules de Tommy se le antojaban más profundos con la tenue luz de la linterna y su delgado cuerpo, envuelto en sombras, se le hacía cada vez más apetecible.
Otro gemido lo alentó a continuar, disfrutando la sensación de acariciar la suave piel y el vello que cubría la zona. En sus toqueteos anteriores la ropa había constituido una barrera y ahora la sensación de intimidad era mucho más completa. Acarició de arriba hacia abajo la ahora plena y juvenil erección de su amante, presionándola suavemente.
Tommy se sentía sobrepasado. Sabía que tenía que hacer algo, que tenía que acariciar a Sasha también, pero no podía. Las sensaciones eran tan intensas, tan nuevas, tan fuertes que no podía coordinar. Se sentía limitado a gemir y a jadear mientras el ruso lo tocaba en todos esos sitios nuevos. Estaba tan excitado que no sabía cómo podría aguantar. Cada caricia le hacía arquearse y creía que de un momento a otro se correría.
—Sasha… —Logró susurrar entre jadeos y fue lo único capaz de articular. Su mente estaba llena de destellos y su cuerpo temblaba bajo las caricias. Se sentía de maravillado y a la vez anhelante.
Esa palabra pareció hacer reaccionar a Sasha y se detuvo, abrumado por un momento, sin decidirse a ir más allá. Pero volvió a acercarse a sus labios para tranquilizarlo con un beso y Tommy susurró:
—Adelante.
Los labios de Sasha parecieron entonces cobrar vida propia. Besó la boca, saboreándola con el derecho de un amante, bajó por su cuello, deteniéndose en la clavícula, embriagándose en el olor de Tommy combinado con el olor a heno. Lamió, bajando de nuevo, rozando los pezones y concentrándose en la cálida entrepierna, donde un oscuro aunque escaso vello rodeaba el objeto de su deseo.
Un instante de titubeo fue eliminado por la presión de las manos de Tommy sobre sus hombros, y sus caderas, alzadas en infantil pero a la vez sensual gesto, lo instaron a continuar.
Dedicó unos instantes a contemplar a su pequeño amante. Su joven erección era como un delicado capullo despertando, pidiendo ser acariciada, atesorada, deseada… Sasha besó con devoción la extensión a su alcance, dando lengüetazos alrededor, recordando las sensaciones que Tommy le había provocado cuando hizo lo mismo, muchas noches atrás.
Con cuidado, introdujo la tierna erección en su boca, y succionó despacio. El presemen era salado y lechoso y Sasha lo saboreó con deleite. Un largo «Aaah» escapó de los labios de Tommy, su espalda se arqueó de una manera imposible y sus caderas empujaron instintivamente hacia su boca.