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Authors: Lewis Carroll & Martin Gardner

Tags: #Clásico, Ensayo, Fantástico

Alicia ANOTADA (13 page)

A Alicia no le hacía gracia la pinta del animal, pero pensó que, en resumidas cuentas, tan segura estaba quedándose junto a él como yéndose con la cruel Reina; así que esperó a ver.

Se incorporó el Grifo, y se restregó los ojos; luego se quedó mirando a la Reina hasta que se perdió de vista; entonces soltó una risita: «¡Qué gracia!», dijo el Grifo, medio para sí, medio para Alicia.

—¿Qué es lo que tiene gracia? —dijo Alicia.

—Pues
ella
—dijo el Grifo—. Todo es imaginación suya; aquí nunca se ejecuta a nadie. ¡Vamos!

«Aquí todos andan diciendo ¡vamos! a cada momento», pensó Alicia mientras le seguía despacio. «En la vida me habían mandado tanto, ¡en la vida!».

No habían andado mucho, cuando vieron a lo lejos a la Falsa Tortuga sentada, triste y sola, en el borde de una roca; y cuando estuvieron cerca, Alicia la oyó suspirar como si fuese a partírsele el corazón. La compadeció profundamente. «¿Cuál es su desgracia?», preguntó al Grifo. Y el Grifo contestó casi con las mismas palabras de antes: «Es todo imaginación: no tiene ninguna desgracia. ¡Vamos!».

Conque se acercaron a la Falsa Tortuga, y ésta les miró con sus ojos arrasados en lágrimas, pero no dijo nada.

—Aquí, esta señorita —dijo el Grifo— quiere conocer tu historia.

—Se la contaré —dijo la Falsa Tortuga con voz profunda y cavernosa—. Sentaos los dos, y no habléis hasta que haya terminado.

Se sentaron, y nadie habló durante unos minutos. Alicia pensó: «No sé cuándo va a terminar a este paso, si no se decide a empezar». Pero siguió esperando pacientemente.

—En otro tiempo —dijo por fin la Falsa Tortuga con un hondo suspiro—, fui una Tortuga de verdad.

Estas palabras fueron seguidas de un largo silencio, sólo interrumpido de vez en cuando por alguna exclamación: «¡Hjckrrh!», por parte del Grifo, y los sollozos de la Falsa Tortuga. Alicia estuvo a punto de levantarse y decirle: «Muchas gracias, señora, por su interesante historia»; pero pensó que
debía
haber algo más; así que siguió sentada sin decir nada.

—De pequeñas —continuó al fin la Falsa Tortuga, más calmada, aunque sollozando todavía de vez en cuando—, fuimos a la escuela, en el mar. La maestra era una vieja Tortuga; solíamos llamarla Tortuga de Tierra…

—¿Por qué la llamaban así, si no lo era? —preguntó Alicia.

—La llamábamos así porque nos enseñaba
[7]
—dijo la Falsa Tortuga con enfado—. ¡Cuidado que eres estúpida!

—Debería darte vergüenza hacer una pregunta tan tonta —añadió el Grifo; y a continuación se quedaron mirando en silencio a Alicia, que deseó que se la tragara la tierra. Por último, el Grifo dijo a la Falsa Tortuga: «Bueno, continúa, muchacha. ¡Vas a tardar todo el día!», y la Falsa Tortuga prosiguió con estas palabras:

—Sí; íbamos a la escuela, en el mar, aunque no lo creas…

—¡Yo no he dicho eso! —interrumpió Alicia.

—Sí que lo has dicho —dijo la Falsa Tortuga.

—¡Cállate ya! —añadió el Grifo, antes de que Alicia empezara otra vez. La Falsa Tortuga continuó:

—Recibimos la mejor formación…; de hecho, íbamos a clase todos los días…


Yo
también voy diariamente a clase —dijo Alicia—. No tiene por qué estar tan orgullosa de eso.

—¿Con clases complementarias? —preguntó la Falsa Tortuga con cierta ansiedad.

—Sí —dijo Alicia—: dábamos Francés y Música.

—¿Y lavado? —dijo la Falsa Tortuga.

—¡Por supuesto que no! —dijo Alicia indignada.

—¡Ah! Entonces tu colegio no es verdaderamente bueno —dijo la Falsa Tortuga con gran alivio—. En cambio en
nuestro
colegio, al final del recibo ponía: «Complementos: Francés, Música y Lavado».
[8]

—Pues no les hacía mucha falta —dijo Alicia—, si vivían en el fondo del mar.

—Yo no pude costearme esa asignatura —dijo la Falsa Tortuga con un suspiro—. Sólo cursé las materias
fundamentales
.

—¿Cuáles eran? —preguntó Alicia.

—Para empezar, Mecer y Esgrimir
[9]
, por supuesto —replicó la Falsa Tortuga—; después, las distintas partes de la Aritmética: Ambición, Distracción, Feificación y Discusión.

—Nunca había oído hablar de la «Feificación» —se atrevió a comentar Alicia—. ¿Qué es?

El Grifo alzó las zarpas con sorpresa.

—¡No has oído hablar de feificar! —exclamó—. Supongo que sí sabrás lo que es embellecer.

—Sí —dijo Alicia dubitativa—: significa hacer… una cosa… más bonita.

—Bueno —prosiguió el Grifo—; entonces si no sabes qué es feificar es que
eres
tonta.

Alicia no se sintió con ánimos para hacer más preguntas sobre el particular; de modo que se volvió a la Falsa Tortuga, y le dijo: «¿Qué más ha estudiado?».

—Bueno, pues teníamos Escoria —replicó la Falsa Tortuga, contando las materias con las aletas—: Escoria antigua y moderna, y Marografía; después, Difuso… el profesor de Difuso era un viejo Congrio que iba un día a la semana; además de Difuso nos enseñaba a hacer Boletos y Pringar al Cóleo.

—¿Y
eso
cómo era? —dijo Alicia.

—Bueno, ahora no te puedo hacer una demostración —dijo la Falsa Tortuga—. Estoy muy desentrenada. Y el Grifo no cursó esas materias.

—No tuve tiempo —dijo el Grifo—, sin embargo, me dio clase el profesor de lenguas clásicas. Era un viejo Cangrejo.

—A mí no —dijo la Falsa Tortuga con un suspiro—. Decían que enseñaba Batín y Friego.

—Así es, así es —dijo el Grifo suspirando a su vez; y los dos animales ocultaron la cara entre sus zarpas.

—¿Y cuántas horas de clase daban al día? —dijo Alicia, apresurándose a cambiar de tema.

—El primer día diez horas —dijo la Falsa Tortuga—; el siguiente, nueve y así sucesivamente.

—¡Qué horario más extraño! —exclamó Alicia.

—Por eso las materias se llaman dis-ciplinas —subrayó el Grifo—: porque dis-minuyen de día en día.

Esta idea era completamente nueva para Alicia, y estuvo dándole vueltas antes de hacer la siguiente observación:

—Entonces, el undécimo día no habría clase, ¿no?

—Pues claro que no —dijo la Falsa Tortuga.

—Y el duodécimo día, ¿qué? —prosiguió Alicia interesada.

—Ya basta de hablar de clases —interrumpió el Grifo tajante—. Cuéntale ahora algo sobre los juegos.

CAPÍTULO X

La Contradanza de los Bogavantes

La Falsa Tortuga suspiró profundamente, y se pasó el dorso de una aleta por los ojos. Miró a Alicia y trató de hablar, pero durante un minuto o dos, los sollozos le ahogaron la voz. «Igual que si se le hubiese atascado un hueso en la garganta», dijo el Grifo; y se puso a sacudirla y a darle golpes en la espalda. Por último, la Falsa Tortuga recobró la voz, y, con las lágrimas resbalándole por las mejillas, prosiguió:

—Puede que no hayas vivido mucho bajo el mar… —(«No he vivido nunca dijo Alicia»)…— Y no te hayan presentado nunca a un Bogavante… —(Alicia empezó a decir: «Una vez probé…», pero se contuvo apresuradamente, y dijo: «No, nunca»)—, … ¡así que no te puedes hacer idea de lo graciosa que es una Contradanza de Bogavantes!
[1]

—No, desde luego —dijo Alicia—. ¿Qué clase de baile es?

—Pues —dijo el Grifo—, primero se forma una fila a lo largo de la orilla…

—¡Dos filas! —gritó la Falsa Tortuga—. Focas, tortugas, salmones y demás; luego, una vez quitadas de en medio todas las medusas…

—Lo que por regla general lleva bastante tiempo —interrumpió el Grifo.

—… Dan dos pasos hacia delante…

—¡Cada cual con un Bogavante de pareja! —exclamó el Grifo.

—Naturalmente —dijo la Falsa Tortuga—: dan dos pasos adelante, se forman las parejas…

—… cambian de Bogavante, y se retiran en el mismo orden —dijo el Grifo.

—Entonces —prosiguió la Falsa Tortuga— se lanzan los…

—¡Los Bogavantes! —exclamó el Grifo, dando un salto en el aire.

—… Al mar, lo más lejos que se puede…

—¡Y se echan a nadar tras ellos! —gritó el Grifo.

—¡Das una voltereta en el mar! —exclamó la Falsa Tortuga, haciendo una cabriola, entusiasmada.

—¡Cambio de Bogavante otra vez! —chilló el Grifo a voz en cuello.

—Vuelta a tierra otra vez, y… ésa es la primera figura —dijo la Falsa Tortuga, bajando de pronto la voz; y los dos bicharracos, que habían estado brincando como locos todo el rato, se sentaron otra vez tristísimos y en silencio, y se quedaron mirando a Alicia.

—Debe de ser un baile muy bonito —dijo Alicia con timidez.

—¿Te gustaría ver un trozo? —dijo la Falsa Tortuga.

—Muchísimo —dijo Alicia.

—¡Venga, pues vamos a bailar la primera figura! —dijo la Falsa Tortuga al Grifo—. Podemos bailarla sin Bogavantes. ¿Quién de los dos canta?

—¡Anda, canta

! —dijo el Grifo—. A mí se me ha olvidado la letra.

Y empezaron a bailar solemnemente, dando vueltas y vueltas alrededor de Alicia, pisándole los pies de cuando en cuando, cada vez que pasaban demasiado cerca, y balanceando las patas delanteras para marcar el compás, mientras la Falsa Tortuga cantaba, muy lenta y lastimera, lo siguiente
[2]
:

«¿Quieres andar más de prisa?». Dijo la Pescadilla
[3]
al Caracol,

«Detrás, viene un delfín que me va pisando la cola.

¡Mira lo ansiosos que avanzan Bogavantes y Tortugas!

Ya esperan en la grava
[4]
… ¿vienes a unirte a la danza?

¿Quieres, no quieres, quieres, no quieres unirte a la danza?

¿Quieres, no quieres, quieres, no quieres, no quieres unirte a la danza?

«¡No puedes imaginar lo delicioso que es

cuando nos cogen y nos lanzan, con los Bogavantes, al mar!».

Pero el Caracol replicó: «Demasiado lejos», mirando de soslayo.

Dijo la Pescadilla que lo agradecía, pero no se uniría a la danza.

No quería, no podía, no quería, no podía, no quería unirse a la danza.

No quería, no podía, no quería, no podía, no podía unirse a la danza.

«¿Qué importa lo lejos que sea?», replicó su escamosa amiga.

«Sabes que hay otra orilla, al otro lado.»

Cuanto más lejos se está de Inglaterra, más cerca de Francia se está…

Conque no palidezcas, querido Caracol, y ven a unirte a la danza.

¿Quieres, no quieres, quieres, no quieres, quieres unirte a la danza?

¿Quieres, no quieres, quieres, no quieres, unirte a la danza?

—Muchas gracias, es un baile interesantísimo —dijo Alicia muy contenta de que hubiese terminado por fin—; ¡y me ha encantado esa curiosa canción de la Pescadilla!

—¡Ah! las Pescadillas —dijo la Falsa Tortuga— son… pero tú las has visto, ¿ver dad?

—Sí —dijo Alicia—. Las he visto muchas veces en la cen… —se contuvo precipitadamente.

—No sé qué sitio es ése de la cen —dijo la Falsa Tortuga—, pero si las has visto a menudo, naturalmente sabes cómo son, ¿no?

—Creo que sí —replicó Alicia pensativa—; tienen la cola cogida con la boca
[5]
… y están todas cubiertas de pan rallado.

—En lo del pan rallado te equivocas —dijo la Falsa Tortuga—. El mar les quitaría el pan. Pero sí se muerden la cola; y el motivo es… —aquí la Falsa Tortuga bostezó y cerró los ojos—. Cuéntale tú el motivo y demás —le dijo al Grifo.

—El motivo es —dijo el Grifo— que
quisieron
bailar con los bogavantes, así que fueron arrojadas al mar. Así que tuvieron que caer muy lejos. Así que se sujetaron la cola fuertemente con la boca. Así que no se la pudieron volver a soltar. Eso es todo.

—Gracias —dijo Alicia—, es muy interesante. Nunca había oído tantas cosas sobre las Pescadillas.

—Aún te puedo contar más, si quieres —dijo el Grifo—. ¿A que no sabes por qué se llaman Pescadillas?

—Nunca se me había ocurrido pensarlo —dijo Alicia—. ¿Por qué?

—Porque
sirven para blanquear las botas y los zapatos
—replicó el Grifo con solemnidad.
[3b]

Alicia se quedó completamente perpleja: «¿Para blanquear las botas y los zapatos?» —repitió asombrada.

—¡Pues claro!, ¿con qué crees que se limpian tus zapatos?

Alicia se miró los zapatos, y meditó un momento antes de contestar:

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