Authors: Jude Watson
—Los juegos no pueden comenzar sin que algún engreído salga y se ponga pesado contando sus logros —continuó Den—. Es un buen momento para echarse un sueñecito.
Obi-Wan volvió rápidamente a centrar su atención en el presente. No quería olvidar el pasado, pero no podía distraerse.
—¡Bienvenidos, telosianos y amigos de la galaxia! —gritó Vox Chun. Recibió un rugido por respuesta. Esperó un momento, sonriendo, y luego alzó la mano—. ¡Gracias a todos vosotros, las bellezas naturales de nuestro amado Telos están siendo conservadas!
Se escuchó otro rugido, esta vez aún más ensordecedor. La música surgió de los altavoces y un mensaje se proyectó sobre la impresionante imagen de unas erupciones de vapor en una orilla de aguas azules: "Katharsis protege nuestros espacios sagrados".
—¡Si no hay ganador hoy, el próximo gran premio del sorteo de la katharsis será el mayor de la historia de Telos! —continuó Chun. Esperó a que terminaran los vítores y alzó una mano—. En honor a este evento, el primer ciudadano de Telos presentará el premio. Nuestro buen amigo, nuestro amadísimo benefactor, el hombre de más confianza de Telos... ¡Xánatos!
Qui-Gon dio un respingo mientras el pabellón hervía en gritos de aclamación. Den lo contemplaba todo con los labios curvados en la sonrisa irónica que parecía mostrar en todo momento. Los focos que iluminaban distintas partes del pabellón se detuvieron frente a una cabina flotante. Un hombre de elevada estatura se puso en pie y saludó.
Era Xánatos.
Qui-Gon contemplaba con incredulidad a la multitud pateando el suelo y gritando "¡Xánatos, Xánatos!" una y otra vez.
Qui-Gon pensaba que estaba preparado para cualquier giro inesperado o cualquier situación adversa, pero no para esto. Xánatos no estaba escondiéndose. No lo necesitaba. Era obvio que el pueblo de Telos le amaba.
Pero ¿por qué?
, se preguntó Qui-Gon. Xánatos era un traidor. Hacía menos de diez años se había confabulado con su padre para robar las riquezas del planeta. Había conspirado para involucrar a Telos en una guerra civil innecesaria y destructiva contra un planeta vecino. La gente debía de estar muy engañada o manipulada para ignorar que Xánatos había estado a punto de arrastrarles a la guerra.
Qui-Gon sintió que Obi-Wan se estremecía a su lado. El chico estaba tan atónito como él. Le pareció admirable la capacidad de Obi-Wan para controlar la voz y cómo apenas mostró una expresión curiosa cuando se volvió hacia Den y preguntó:
—¿Y quién es ese Xánatos?
—Nuestro amadísimo benefactor —dijo Den a modo de burla, y se encogió de hombros—. Ha hecho mucho por Telos.
—Creo que he oído hablar de su padre, Crion —comentó Qui-Gon como por casualidad—. ¿No fue el gobernador de Telos?
Den asintió.
—Se vio involucrado en un escándalo. Sus enemigos afirmaron que intentaba iniciar una guerra contra un planeta vecino para enriquecerse, pero Xánatos investigó y demostró que no era cierto. La mayoría de los telosianos les consideran héroes.
Den se volvió hacia el anillo central cuando Vox Chun se introdujo en una cabina flotante y dio comienzo la primera competición. Los participantes se pusieron en círculo en el interior del pabellón. Todos pilotaban barredores.
—El primer juego se llama Obstáculo —explicó Den—. Se lanzan hologramas de obstáculos cada vez más difíciles hacia los barredores. El objetivo es esquivarlos a ellos y a los otros concursantes. Se requieren excelentes habilidades de vuelo. ¿Queréis apostar?
Qui-Gon negó con la cabeza.
—Creo que hoy sólo miraremos, Den.
—Lo que yo decía —dijo Den en un susurro, mientras hacía su apuesta—. Mira que sois listos.
***
A Qui-Gon le sorprendió la ferocidad de las competiciones. La multitud parecía más satisfecha cuanto mayor era el peligro para los participantes. Dos barredores colisionaron y una oscura energía se arremolinó dentro del gigantesco pabellón. Cuando sacaron a uno de los participantes en camilla, el gentío gritó encantado. Era muy inquietante.
Telos había sido un planeta tranquilo, conocido por su innovadora industria tecnológica y sus intereses artísticos y culturales. Qui-Gon no entendía lo que había pasado. ¿Les había cambiado la katharsis?, ¿o los años de prosperidad les habían embotado los sentidos y les había aficionado a placeres más sangrientos y excitantes?
Den no parecía afectado por la conmoción que le rodeaba. Llevaba un pequeño datapad e introducía números, comprobando el estado de las apuestas constantemente. Qui-Gon se dio cuenta de que era un auténtico jugador, aunque hacía apuestas menores.
Y por fin llegó el intermedio. La tercera ronda de juegos consistía en un duelo de vibrocuchillas con los participantes colgados de varios cables en tensión. Las vibrocuchillas no cortaban, pero soltaban una pequeña descarga eléctrica. El duelo había sido una escaramuza y tres competidores más habían caído. Uno quedó gravemente herido. El grupo restante parecía extenuado y arrasado, pero tras el descanso tendrían que pasar por otra agotadora serie de pruebas.
—¿Tenéis hambre? Podemos ir a por algo de comer —dijo Den, activando la cabina para volver a la plataforma del estadio.
—Gracias, pero creo que es hora de irnos —dijo Qui-Gon amablemente—. Debemos atender nuestros asuntos. ¿Podrías indicamos cómo llegar a UniFy?
—No tiene pérdida... bajad por el bulevar principal. Lo encontraréis a la izquierda. Buena suerte —les dijo Den.
Se despidieron y se unieron a la corriente de seres que se dirigían a los puestos de comida en el nivel intermedio del pabellón. No había rastro de los guardias. Qui-Gon esperaba que se hubieran rendido de una vez. El gentío se dirigió hacia la tentadora comida, y Qui-Gon y Obi-Wan fueron hacia la salida indicada con luces azules.
Mientras pasaban por los enormes puntales que soportaban el pabellón, Qui-Gon sintió una emanación repentina del Lado Oscuro de la Fuerza. Se detuvo alarmado y se escondió entre las sombras de un grueso puntal de duracero. Obi-Wan sintió también la emanación y se movió con él.
Qui-Gon miró a su alrededor. Sabía lo que estaba buscando.
Una silueta negra salió por la oscura puerta de un pasillo. Xánatos caminó por la zona vacía, con el forro azul oscuro de su capa flotando tras él y el pelo negro cayéndole hasta los hombros. De repente, se detuvo.
Como antiguo Jedi, Xánatos también era sensible a la Fuerza. Se había detenido de forma tan abrupta que Qui-Gon estuvo seguro de que había percibido la presencia de los dos Jedi. Pero ¿habría identificado a Qui-Gon?
Xánatos se paró, apenas iluminado por las farolas. La cicatriz en forma de media luna de su mejilla se distinguía claramente, más blanca que su piel pálida y casi transparente. Miró hacia la gente que unos metros más lejos se dirigía hacia los puestos de comida. Su mirada recorrió lentamente cada una de las formas. Luego se detuvo y se dio la vuelta. Sus ojos recorrieron el espacio vacío, los curvados puntales y los pasillos que iban en todas direcciones.
Qui-Gon no se movió. Ni siquiera respiró. Obi-Wan, junto a él, intentaba hacer lo mismo. Ni siquiera parpadearía para no perturbar a las sombras.
Xánatos no les vio, pero una sonrisa se esbozó lentamente en su rostro.
Qui-Gon sabía lo que significaba esa sonrisa. Xánatos sabía que él estaba allí.
La batalla había comenzado.
Xánatos se rió y volvió al interior del pabellón.
—Sabe que estamos aquí —dijo Obi-Wan en voz baja.
—Sí —asintió Qui-Gon—. Vamos a UniFy. Tenemos que movernos lo más rápido posible.
Salieron del pabellón y bajaron por el bulevar principal. Las calles estaban extrañamente desiertas. Qui-Gon imaginó que la mayoría de la población estaría en el pabellón de katharsis. ¿Serían los Días de Katharsis fiesta oficial?
Obi-Wan y él pasaron por delante de un impresionante edificio de gran tamaño con columnas azules en la entrada. Sobre una placa plateada podía leerse: "Instituto de salud Xánatos".
—Es toda una celebridad —murmuró Qui-Gon.
—Mira la biblioteca de ahí enfrente —dijo Obi-Wan señalando—. También la fundó él.
—Evidentemente, el problema no va a ser encontrarle —dijo Qui-Gon—. Lo difícil será desenmascararle. La gente le adora. Él se ha asegurado de que así sea. Dando la cara se ha protegido más que ocultándose.
Obi-Wan contempló un anuncio que decía que Xánatos estaba proporcionando los fondos para recuperar un gran parque de la ciudad.
—Debe tener una razón oculta para todo esto —afirmó.
—Siempre tiene una —asintió Qui-Gon—. Es obvio que quiere ejercer su influencia sobre Telos, pero es un objetivo que le queda grande. Tendremos que descubrir exactamente lo que intenta.
—¡Eh, genios!
Se volvieron para mirar y vieron a Den dirigiéndose hacia ellos.
—Pensé que necesitaríais ayuda para encontrar UniFy —dijo—. Me he dado cuenta de que el edificio no está señalizado.
—¿Y qué pasa con el sorteo? —preguntó Obi-Wan—. ¿Acaso no era tu día de suerte?
—Todos son mis días de suerte, chaval —dijo Den alcanzándoles—, pero no siempre tengo la oportunidad de realizar una buena acción.
—Estábamos hablando sobre la cantidad de edificios que Xánatos ha construido en Thani —dijo Qui-Gon—. Ha sido un auténtico benefactor.
Den hizo un gesto con el brazo.
—En los últimos años ha promovido la creación de parques, bibliotecas, centros médicos, el gran instituto de salud... Ganó una fortuna dedicándose a la minería por toda la galaxia, pero no se la guarda, la reparte. Y eso es mucho más de lo que hará cualquier ganador del sorteo, desde luego.
Pasaron por delante de una de las casetas azules de información. Qui-Gon miró el panel informativo principal y, asombrado, reconoció su propia cara.
—¿Es éste el parque principal de Thani? —preguntó a Den señalando con el brazo hacia el otro lado de la calle, donde un camino se introducía entre árboles diseminados.
Den giró la cabeza, como Qui-Gon quería que hiciera.
—No, es uno de los más pequeños. El mayor está en la parte este de la ciudad.
La distracción le proporcionó a Qui-Gon el tiempo suficiente para examinar la noticia. Cuando su foto se desvaneció en la pantalla, apareció la de Obi-Wan. Qui-Gon leyó las parpadeantes palabras: "Se buscan. Criminales galácticos. Recompensa".
¡Ésa era la razón por la que los guardias no se daban por vencidos!
Sólo había una explicación posible: Xánatos. Él lo había tramado. Qui-Gon comprendió el motivo de aquella sonrisa. Xánatos sabía que era cuestión de tiempo que les capturasen.
Mientras caminaba y charlaba con Den, Qui-Gon consideraba minuciosamente sus opciones. La calle no era un lugar seguro. Era una suerte que casi todo el mundo estuviera en el Pabellón de Katharsis. De lo contrario habrían corrido el riesgo de que les reconocieran. Necesitaban encontrar un lugar seguro y la forma de disfrazarse.
Qui-Gon se puso la capucha. De alguna forma, ocultaría su rostro.
—Está refrescando —dijo.
—Ya casi hemos llegado —respondió Den.
Les llevó unas cuantas manzanas más adelante. Había una elevada torre gris rodeada por un gran portal de bronce reluciente.
—Bueno, ya hemos llegado. ¿Tenéis cita? —preguntó Den—. No os dejarán entrar sin etiqueta identificativa. Hay máxima seguridad.
Qui-Gon contempló la resplandeciente fachada del edificio. No había ventanas y, aparentemente, sólo tenía un acceso. Si entraban, tendrían que salir por el mismo sitio.
—La cita es mañana —dijo—. Sólo queríamos saber dónde estaba.
—¿Tenéis donde dormir? —preguntó Den—. Yo vivo en una casa de huéspedes. Está cerca.
Qui-Gon dudó. No le pasaba desapercibido el hecho de que Den aparecía siempre que necesitaban ayuda, y aunque no percibía peligro, seguía desconfiando.
Sin embargo, un malestar que no tenía nada que ver con Den se había instalado en su interior. Obi-Wan era ahora un criminal buscado. Apenas llevaban una hora en Telos y la situación ya se les había ido de las manos. En Coruscant, Qui-Gon estaba convencido de que si algo no iba bien podría ordenar a Obi-Wan que regresara al Templo, pero ahora el chico estaba atrapado en el planeta y no pasaría los controles de seguridad para marcharse.
Había puesto al muchacho en peligro, y lo había hecho conscientemente. Se sintió muy culpable. Ahora tenía que proteger a Obi-Wan. No podía dejar que su obsesión por ajusticiar a Xánatos interfiriera con la seguridad del chico.
—Bueno, de todas formas podéis venir a echar un vistazo —les apremió Den amablemente—. Está a un par de manzanas de aquí.
Qui-Gon asintió. Sabía que Obi-Wan estaba cansado, y de repente se dio cuenta de que el joven no había comido nada desde el desayuno. Obi-Wan necesitaba descansar y comer. Al menos eso sí podía ofrecérselo.
Se fiaría de sus instintos. Den podía ser un jugador, pero no parecía mala persona.
Den salió de la avenida principal y les llevó por una callecita que torcía tras los enormes edificios. Las construcciones eran más modestas en aquella zona residencial. Den les condujo hasta un destartalado edificio pintado en tonos verdes, azules y rojos.
—La casera me paga por pintarlo, pero no acaba de decidirse con el color —les explicó con una mueca.
Abrió la puerta y les llevó hasta una antesala.
—¿Riva? —gritó hacia la parte trasera de la casa—. Tengo invitados. De los que pagan —se acercó a ellos. Eso hará que venga corriendo.
Al momento, Qui-Gon escuchó el suave sonido de unos pies corriendo.
Den sonrió.
—¿Lo veis?
—El sonido viene de afuera —Qui-Gon se acercó a la ventana y movió levemente la cortina para mirar.
Los guardias de seguridad llenaban la calle. Un oficial hizo señas para que los demás rodearan el edificio.
Qui-Gon posó la mano en la empuñadura de su sable láser. Sus instintos no habían funcionado. Den les había traicionado y les había tendido una trampa.
En cuanto Obi-Wan vio a Qui-Gon cogiendo el sable láser, activó el suyo. Las dos armas brillaron con palidez azul y verde en la penumbra de la habitación.
Den tropezó al retroceder.
—¡Jedi! ¡Toma ya! Ya decía yo que erais raritos, pero no Jedi.
—Nos has traicionado por la recompensa —dijo Qui-Gon.
—¿Quién, yo? —preguntó Den poniéndose una mano sobre el corazón—. ¿Estás bromeando, verdad? Que me maten, porque estoy herido de muerte. No traicionaría a otro delincuente. Claro que vi el anuncio, pero yo no os entregaría.