Authors: Jude Watson
Xánatos, el siniestro aprendiz de Qui-Gon Jinn, ha tendido una trampa a su antiguo Maestro. Para ello ha atraído a Qui-Gon y al joven Obi-Wan Kenobi hasta Telos, su planeta natal, y los ha acusado de un crimen que no han cometido. La sentencia es la pena de muerte. De repente Obi-Wan y Qui-Gon se convierten en fugitivos en un planeta extraño. Un lugar en el que todo el mundo parece estar en su contra. Para Xánatos ha llegado el momento de ajustar las cuentas.
Jude Watson
Ajuste de cuentas
Aprendiz de Jedi 8
ePUB v1.0
LittleAngel01.11.11
Título Original:
Jedi Apprentice: The Day of Reckoning
Año de publicación: 2002
Editorial: Alberto Santos Editor
Traducción: Virginia de la Cruz Nevado
ISBN: 84-95070-08-1
La aerodinámica nave de pasajeros
Leviathan
iba totalmente abarrotada. Los camarotes estaban al completo. Los salones y zonas de asiento bullían de colores y ruidos mientras los habitantes de numerosos y diferentes planetas charlaban, comían, discutían, reían y jugaban a juegos de azar para pasar el rato.
Obi-Wan Kenobi lo contemplaba todo desde su asiento. Durante sus misiones como Jedi en varios planetas había tenido la ocasión de experimentar la opulencia, pero éste era su primer viaje en una nave de pasajeros de lujo y estaba ansioso por explorar las variadas posibilidades de ocio de a bordo. La sala de juegos, la estancia de hologramas interactivos y los restaurantes, con su amplia gama de comida y dulces. Y no había razón para no hacerlo. Su compañero y antiguo Maestro Jedi, Qui-Gon Jinn, le había dado plena libertad para recorrer la nave. Pero Obi-Wan no quería dejarlo solo.
A su lado, Qui-Gon no parecía prestar atención a su entorno. El Caballero Jedi había elegido un asiento apartado en la espaciosa sala y de cara a la multitud. Era una posición que el Jedi solía escoger porque le permitía observar sin problemas, pero Qui-Gon no dedicaba a los pasajeros ni la mínima atención para advertir algún signo de peligro, y volvía a concentrarse en el datapad que llevaba en el regazo. Se pasó mucho tiempo estudiando la información que la Maestra Jedi Tahl había recopilado en el Templo, en Coruscant, para la siguiente misión.
Una misión que no era oficial. En contra de los deseos del Consejo Jedi, Obi-Wan y él se dirigían al planeta de Xánatos, el enemigo que había intentado destruir el Templo.
Obi-Wan sabía que Qui-Gon seguía meditando la huida de Xánatos. La ira no era un sentimiento apropiado para un Jedi, pero Obi-Wan podía percibir la profunda decepción que sentía Qui-Gon. Había luchado contra Xánatos y había tenido que dejarle escapar para poder salvar el Templo.
Obi-Wan sabía que ese momento seguía obsesionando a Qui-Gon. Había estado muy cerca de detener a Xánatos, y eso reafirmaba su determinación de hacer justicia con él. Qui-Gon estaba seguro de que Xánatos representaba una gran amenaza para la galaxia mientras estuviera en libertad.
Obi-Wan sabía que Qui-Gon se había tomado la misión como algo personal. Xánatos había sido aprendiz de Qui-Gon en el pasado, igual que Obi-Wan.
Y
ambos le traicionamos
, pensó el muchacho.
Obi-Wan sabía que sus acciones no habían sido tan graves como la ofensa de Xánatos, que estaba obsesionado con el Lado Oscuro, codiciaba el poder y la riqueza, y cuyas decisiones le acercaban más al corazón del mal.
Obi-Wan había traicionado a Qui-Gon al abandonarle. Optó por abandonar la Orden Jedi para ayudar a restablecer la paz en un planeta, pero se había arrepentido de su decisión. El Consejo le había vuelto a admitir en la Orden en período de prueba. Obi-Wan podía recuperar lo que había perdido, pero parecía que no iba a poder recuperar la confianza de Qui-Gon. Algo vital entre ellos se había disuelto. Y ahora ambos se estaban poniendo a prueba. En esta misión, Obi-Wan esperaba poder demostrar a Qui-Gon que el nexo de unión que habían comenzado a forjar podía restaurarse.
El Consejo no le había prohibido que acompañara a Qui-Gon y le había permitido ir, pero no les había complacido. Seguían sin aprobar su decisión impulsiva de abandonar a los Jedi, y el hecho de que acompañara a Qui-Gon no había cambiado su opinión.
A Obi-Wan le provocaba cierto alivio permanecer un tiempo lejos de la vigilancia del Consejo, así como del propio Templo. Durante su último enfrentamiento, un estudiante Jedi había muerto frente a él. Obi-Wan no había sido el causante, así que ¿por qué le perseguía esa muerte? Cuando se alejó del Templo, liberó de un gran peso a su corazón.
Qui-Gon había tenido en cuenta varias posibilidades para entrar en el planeta sin ser detectados, y finalmente decidió que la opción más sencilla era la mejor. Se harían pasar por turistas y llegarían rodeados de una multitud.
Las naves de pasajeros siempre llegaban repletas porque Telos era un planeta rico y de gran belleza natural. Además, contaba con una gran actividad turística y numerosos intereses comerciales en la galaxia.
La gran cantidad de viajeros ayudó a los Jedi a pasar desapercibidos. Ambos llevaban unos discretos hábitos marrones encima de las túnicas y mantenían los sables láser escondidos. A pesar de que Qui-Gon era un hombre de constitución fuerte y rasgos nobles, era capaz de anular su presencia y pasar desapercibido. Obi-Wan siguió su ejemplo. No parecían Jedi, y nadie les prestó la menor atención. Obi-Wan se recostó en la mullida tapicería y contempló a un grupo de duros que pasaba ante ellos, hablando en el lenguaje básico.
—Éste es mi tercer viaje —dijo uno de ellos—. Os va a encantar la katharsis.
—No dejarán a los forasteros entrar a la final —dijo otro—. Y es ahí donde realmente puedes marcar.
Obi-Wan se preguntó qué sería la katharsis. ¿Una especie de juego? No pudo escuchar la siguiente respuesta porque Qui-Gon levantó por fin la mirada del datapad.
—Creo que el punto débil es UniFy —dijo—. Empezaremos por ahí.
Obi-Wan asintió. La Maestra Jedi Tahl sospechaba que UniFy, una compañía telosiana, era una tapadera de Offworld, la gigantesca corporación minera que se extendía por toda la galaxia. Xánatos dirigía esa compañía y nadie sabía dónde se encontraba la sede central.
Qui-Gon frunció el ceño al mirar a Obi-Wan, que no tenía ni idea de lo que el Maestro podía estar pensando. ¿Estaría preocupado por la misión o acaso se arrepentía de haber traído consigo a Obi-Wan?
Ambos habían perdido su antigua conexión. Habían vivido épocas malas desde que había empezado su relación como Maestro y padawan, pero, en muchas ocasiones, Obi-Wan sabía lo que Qui-Gon iba a preguntarle antes de que lo hiciera. Y Qui-Gon solía saber con exactitud lo que sentía Obi-Wan sin que éste dijera una palabra.
Y ahora Obi-Wan sentía un vacío.
Se dijo a sí mismo que acabaría recuperando la conexión con Qui-Gon. Sólo era cuestión de tiempo. Cuando había salido del Templo, su amiga Bant se había despedido con una simple palabra: "paciencia".
Obi-Wan y Qui-Gon no habían tenido tiempo de solucionar las cosas, ni de discutir o reconsiderar sus decisiones. La rapidez con la que habían partido les había mantenido totalmente ocupados. Tenían que compilar información, empaquetar sus cosas y despedirse.
La nave de pasajeros se acercó a las torres de Thani, la capital de Telos, y aterrizó en una pista casi sin ninguna sacudida. El sistema de megafonía anunció el inicio del proceso de atraque.
Obi-Wan y Qui-Gon se levantaron, cogieron sus pertenencias y se unieron a la corriente de pasajeros que se dirigía a la salida.
Qui-Gon se agachó para hablar en voz baja a Obi-Wan. —Sin duda será difícil encontrarlo —dijo—. Sabe que voy a por él. Tendremos que acorralarle.
El sistema de megafonía les informó en un tono cortés de que habría un breve retraso en el desembarco. La policía de seguridad de Telos iba a llevar a cabo la identificación de todos los viajeros antes de salir de la nave.
Los pasajeros comenzaron a quejarse. ¿Por qué eran de repente tan exigentes los procedimientos de seguridad? Eso llevaría tiempo, y ellos estaban ansiosos por llegar a sus destinos.
—Creo que están buscando a unos criminales fugados —dijo alguien junto a Obi-Wan—. Qué mala suerte tenemos.
Obi-Wan vislumbró a los guardias colocando a los pasajeros en filas ordenadas. Qui-Gon frunció el ceño.
—Yo quería entrar sin ser visto —dijo—. Si descubren que somos Jedi, podrían alertar a Xánatos. Tahl me dijo que había sobornado a muchos de estos oficiales.
Con un ligero movimiento de cabeza, Qui-Gon le hizo una señal a Obi-Wan. Era el momento de encontrar su propia salida.
—¿Adónde vamos? —preguntó Obi-Wan mientras se deslizaban entre la multitud.
—Cuando aterriza una nave de pasajeros grande, las cocinas reciben nuevas provisiones de alimentos —dijo Qui-Gon—. Cuando quieras salir de un sitio sin que te vean, escoge el lugar más frecuentado.
Obi-Wan siguió a Qui-Gon mientras bajaban varios pisos hacia la zona de servicio. Qui-Gon siempre exploraba las naves grandes en cuanto embarcaba. Sabía dónde estaban las zonas técnicas y de servicio, así como todas las salidas.
—Recuerda esto, Obi-Wan —le había dicho—. Si vas a llevar a cabo una misión arriesgada, el peligro puede comenzar antes de que estés preparado para ello. Mantente alerta.
El aroma de la carne asada y el pan caliente llegó hasta Obi-Wan mientras cruzaban las cocinas. Su estómago gruñó. ¿Por qué, aunque estaba en medio de una huida precipitada, se sentía hambriento? Cuando se internaron en los almacenes se alegró de que el olor se disipara.
Qui-Gon avanzó rápidamente entre las estanterías y los bidones llenos de comida hasta la puerta que conducía a la zona de carga. Antes de entrar, miró por la ventanilla para asegurarse de que no hubiera personal de seguridad. La puerta siseó al abrirse y ambos entraron en el hangar de carga.
Los trabajadores se afanaban en descargar las mercancías en pequeñas plataformas. Había un gran transporte fuera de la nave con la rampa de descenso abierta de par en par.
—Coge un contenedor —le dijo Qui-Gon mientras se agachaba para coger una caja en la que se leía "fruta seca".
Obi-Wan cogió otra en la que ponía "granos de soli" y resopló por el esfuerzo que le supuso llevársela al hombro. ¿Por qué no había cogido algo más ligero, como Qui-Gon?
El Maestro Jedi se dirigió rápidamente hacia el transporte de mercancías. Nadie parecía percatarse de que estaban sacando cosas de la nave en lugar de introducirlas. Una de las muchas lecciones que Qui-Gon le había enseñado a Obi-Wan era que, en un entorno desconocido, lo mejor era parecer ocupado para pasar desapercibido.
Llegaron al transporte sin ser vistos. Obi-Wan descargó aliviado su pesada carga junto a las otras cajas y bidones apilados. Desde ese lugar podían ver el bullicioso puerto estelar. Los pasajeros que ya habían pasado el control se arremolinaban en busca de algún medio de transporte local. Qui-Gon y Obi-Wan fueron hacia ellos.
—¡Vosotros! ¡Alto! —ordenó bruscamente alguien a sus espaldas.
—No te des la vuelta —dijo Qui-Gon a Obi-Wan en voz baja—. Actúa como si no supieras con quién hablan.
—¡Deteneos!
Ambos oyeron a alguien corriendo hacia ellos.