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Authors: Gregory Benford

Tags: #Ciencia ficción, #spanish

A través del mar de soles (21 page)

—Me pregunto qué pensó Daffler.

—Dudo que tuviera tiempo de pensar en nada —dijo Nigel.

Ted se inclinó hacia adelante sobre el escritorio.

—Lo que sigue siendo un hecho es que le atacaron. Le mataron.

—Habían esperado una respuesta proveniente de arriba, de la Tierra. Cuando se percataron de que Daffler estaba cerca, intentaron verle. La cuestión es que para ver mediante radar tienes que emitir. Por lo que cientos de ellos intentaron identificarle, y la suma... Un feo asunto —concluyó titubeante.

—Es posible —susurró Bob. Nigel se volvió para él.

—Así es como fue.

— ¿Sí? ¿Entonces por qué no nos lo contaste previamente? ¿Eh? Estabas tan entusiasmado con este plan para establecer contacto, ¿por qué no imaginaste...?

—Demonios, no lo tuve todo en cuenta. Especialmente a tu multitud enardecida, derribando a los EM como a animales...

—Espera. —Ted alzó una mano—. Ambos estáis yendo demasiado lejos. Admitiré que los hombres en tierra se extralimitaron.

—Derribaron a dieciséis de los bastardos, dispersaron al resto. Yo diría que te salvamos el pellejo, Nigel.

—A mi robot, quizá. Yo estaba servoasistido.

—Bueno, algunos de nosotros no lo estábamos. Los hombres supusieron...

—Vale, vale —dijo Ted apaciblemente—. Mi opinión es que nuestro intento de comunicación falló. Nigel enarcó las cejas.

—No del todo.

— ¿A qué te refieres? —inquirió Ted.

—A la señal de respuesta. Eso lo tenemos.

— ¿Y qué? —preguntó Ted—. Nigel, creo que no comprendes la, ¡ah!, animosidad que ha suscitado este incidente. Daffler tenía muchos amigos. Tú...

—Lo sé. Se me achacan todas las pérdidas, esto es... Pero mira, déjame trabajar con el equipo de exocomunicaciones. Sospecho que podremos encontrar algún medio de decodificarlo. Entonces...

—Vale, vale. Haz lo que te plazca. Pero estás excluido del trabajo de superficie — anunció Ted severamente—. ¿Entendido?

—De acuerdo —repuso Nigel—. Mientras que no se te ocurra aventurarte otra vez con esos satélites. —No pudo evitar recalcarlo—. Prométemelo. Bob hizo una mueca y no dijo nada.

Las largas sartas de código estaban comprimidas, estratificadas, eran complejas, y además estaban acuñadas en una sintaxis que hacía la tarea difícilmente realizable. Los EM habían hecho el complicado trabajo de reproducir sus construcciones en algo que se asemejaba a las formas del lenguaje humano. Las pautas emergían como distantes lámparas de señales vistas a través de una bruma algodonosa que todo lo consume.

Los matemáticos no podían estar seguros de dónde empezaba o terminaba la narración, por lo que las imágenes y los símbolos que aparecían permanecían simplemente de un modo estático, las interrelaciones sugerían pero no extraían relaciones de causa y efecto.

Una imagen mostraba una única hoja de color acerado perfectamente llana e inmóvil, resaltada por palos y arcos de negra piedra, conformando la perspectiva con su geometría angular de intersección, fija y rígida. Algo semejante a una carretera aparecía desde la izquierda y sin inclinación perceptible se deslizaba abruptamente por debajo de una superficie azul y gris, cual una espada lisa y plana penetrando oblicuamente en carne blanda, guiada por una mano delicada.

Nigel contemplaba la imagen generada en la pantalla plana y luego, según entraba más código, sintió el movimiento del agua implicado, las capas sustentadas de debajo en las cuales parduzcas corrientes llevaban serpenteantes enjambres como de peces. La superficie blanda y calma arrastraba tachones de una gélida escoria verde, signo de emanaciones ricas en metano, aunque por otra parte ocultaba la celeridad secreta de la capa, un metro más abajo, que fluía desde la remota orilla y arrastraba esas grasas formas de vida fulgurante de tres aletas que se congregaban en bandadas para protegerse en las aguas prolijas en orín. Al moverse la imagen, a Nigel le llegó una sensación como de estar nadando, procedente de las bandadas suaves. Era de color zafiro, y captó un cálido sentimiento sosegado de júbilo en su estructura, en esa llanura serena, tan ideal como el sueño de cualquier Euclides, que se extendía hasta el horizonte, colmada de delicados bucles de información sobre la vida alimentaria que estaba siendo alumbrada en la marea fluyendo de debajo.

El disco indistinto que se agazapaba por encima, quieto, era de un rojo deslucido, atemperado por un azul atmosférico, donde las moléculas de agua dispersaban la luz. Esto era Isis, en una costa en nada parecida a lo que ningún hombre había hallado, una playa adentrándose en un mar calmo. Cuando el agua, como una cresta de chocolate, densa, lenta, viscosa, se formó en el extremo inferior de la imagen, Nigel supo que estaba viendo de alguna forma no lineal el mundo de los EM tal como una vez había sido y, por ello, la aparición paulatina de una pierna zanquivana no le sorprendió cuando se elevó y volvió a sumergirse en la corriente. Se dejaron ver los brazos, lanzando redes. Los sedales se atirantaron, alzándose con una abultada carga, y apareció una masa de los seres de tenue fulgor, gordos y dispuestos.
Asíque
éste era el cielo de los EM
, pensó Nigel. La serenidad contemplativa de este paraje no podía ser un error de traducción. Habían mostrado esto porque se trataba de algún recuerdo atesorado, de alguna imagen normativa.

Había otras parecidas. Algunas eran inconfundiblemente obras de arte, y algunas sugerían el devenir de vastas extensiones de tiempo. Los astrónomos sabían que Isis estaba trabado en una resonancia de marea con el gigante gaseoso exterior, y la incesante agitación del viento y el agua de cada mundo tiraba de Isis hacia afuera, más cerca del voluminoso planeta del tipo joviano que le hacía señas. Manteniendo un seguimiento meticuloso del cielo nocturno, mostrado en algunas de las imágenes decodificadas, hallaron el diámetro aparente del gigante gaseoso y consiguientemente su situación temporal.

Las imágenes cubrían el transcurso de cientos de miles de años.

Y entonces las imágenes y los símbolos se mezclaban, y aparecían extrañas naves onduladas, esquemas, diseños; evidentemente cosas que los alienígenas habían construido ellos mismos, para volar en el vacío.

Naves espaciales. Luego, abruptamente, una imagen de un Isis gris verdoso, y en torno a él una nube de puntos en torbellino, como candentes rescoldos que crepitaban y se convirtieron en asteroides que descendieron de forma sistemática sobre el disco eternamente orientado hacia el sol.

Los largos arcos seguidamente se fundieron en una panorámica en movimiento de un lago llano. Plantas: largos pedúnculos con filo de sierra, de un azul eléctrico, que cobraban altura en tanto que Nigel los contemplaba y luego comenzaban a contraerse, dividiéndose al avanzar la imagen en el rastreo familiar en busca de la efervescente vida animal debajo del agua, por lo que se hicieron visibles filosas agujas como punzones que cortaban —le pareció que podía sentir los lancinantes dolores, la sangrante humedad sucesiva— y entorpecían la cosecha.

Y aquí los matemáticos no acertaban a dar coherencia a los símbolos e imágenes que les fustigaban como granizo, y simplemente las entregaban en el orden en el que venían: procedentes de una era denominada el Tiempo del Flujo, y de una noche implacable consumida por el fuego en la que los cielos se entreveraron de naranja, y de perfiles ondulados que brincaban hacia arriba en esa misma noche. Estaban apuntados para destruir o desviar, en medio de ondas sonoras rodando, martilleando como fuego decañón perpetuo por encima del fulgurante horizonte.

Había vientos calurosos que soplaban a través de un aire negro. Y después las enmarañadas imágenes angulares. Y luego el silencio.

Le consta que ha quedado reducido a un ápice de persistencia, tiene agujetas en los músculos debidas a las conexiones del ordenador de interfaz, y su sensatez le dicta que deje la oficina de Ted Landon y repose, calcule, decida la mejor manera de informar del resultado de la decodificación. Mas en el mismo instante sabe que no puede hacer eso, el proceso debe alcanzar ahora su clímax, y por ello, sentado de un modo deliberadamente casual, casi repatingado, lo cuenta:

—Algo vino del espacio interestelar y perturbó las órbitas de los asteroides próximos a Isis. Descendieron como algo esporádico al principio y, luego, incrementados en masa y número, el martilleo prosiguió durante años. Asoló la superficie, destruyó las extrañas ciudades de los EM, arrojó polvo y vapor al aire de Isis hasta que el decreciente resplandor de Ra se vio mermado a algo no mejor que la luz de la Luna en la Tierra. Sin fotosíntesis, las cadenas alimenticias se deshicieron, destruyendo la vida que los EM conocían. Habían vivido como bamboleantes forrajeros, comiendo del alimento que fluía continuamente por la orilla opulenta de las tierras llanas. Libres de la agricultura, no obstante, habían desarrollado una incipiente tecnología, e incluso naves capaces de alcanzar la órbita. Habían confeccionado una defensa insuficiente, fútil y minúscula contra las rocas que caían. A la postre, todo el punto subsolar de Isis fue fustigado y arrasado hasta no ser más que una planicie esquilmada de nuevos volcanes, por donde el magma inactivo irrumpía cuando la corteza misma se fracturaba por el profundo batir tectónico. Tiraba hacia arriba arremetiendo, y negaba la posibilidad de vida en el húmedo punto primordial en la zona más cálida del planeta, y, en vez de ello, formó el Ojo.

Nigel se detiene y siente los ojos de los demás clavados en él, en medio del silencio espaciado que llena la oficina.

Ha estado hablando deprisa y con frágil inercia, no demasiado seguro de las connotaciones, pero deseando sacarlo a relucir para que los demás puedan ocuparse de ello, comprobando las huidizas imágenes que ha percibido.

A su luz pueden analizar y refinar e incluso mejorar tal vez lo que cree que ha vislumbrado.

Ted dice: “
Parece curioso, yo no...”
Y un geólogo prorrumpe: “
¿Sabes que eso cuadraría con la antigüedad de los cráteres que encontramos? Fue en todo el planeta, eso lo sabemos.”
Y de la izquierda de Nigel viene: “
Ahora que lo mencionas la edad de la superficie del satélite era aproximadamente la misma.”
Y más bajo, más atrás, en la oficina atestada, sudorosa: “
Cristo, en esa escala temporal no puedes deducir la causalidad. Eso es absurdo.”
Nikka a su lado dice de repente, retadoramente: “
¿Seréis tan amables de darle una oportunidad para que complete esto?”
Pero él la hace callar con un gesto. Es cierto que los acontecimientos de hace un millón de años o más son ahora nociones difusas, sueños espectrales fluctuantes.

Por lo que él prosigue, y con el ojo de su mente ve la calma apacible que reside en las criaturas patizambas que se balanceaban y andaban entre rompientes y pleamares. Buscaban la vida fulgurante que flota por doquier, que hace posible el tiempo en torno a los fuegos en la orilla, y a partir de ello crearon alguna cultura muy distante de los imperativos humanos con base en la caza y la inclinación hacia el progreso. Aproximadamente en el Tiempo del Flujo supieron mucho de sí mismos, habían dominado el código de ADN en espiral y la acción molecular. Sobrevivieron al martilleo que venía de arriba y vieron que su mundo se agostaba, sintieron morir a los animales y las plantas en el crepúsculo mermado e inolvidable de un mundo amortajado de polvo, y sintieron el advenimiento de una nueva ecología, erigida sobre la cáscara marchita de lo antiguo. Por lo que sus fragmentos para el cambio, dosificadas las soluciones, dislocadas y reordenadas las moléculas y, a partir de sí mismos, configuraron una forma nueva de existencia.

“No lo sé, me parece improbable, realizar tantos retoques genéticos sobre ti mismo...”
Y,
“Mira, el vulcanismo se estaba incrementando, de ningún modo pudieron seguir adelante sin el aire rico en oxígeno que habían tenido.”
Y, “
Todo ese sulfuro vertiéndose fuera de los volcanes, igualmente podía...
“.
Según la estancia se va acalorando, el olor se vuelve más salado y fuerte, “
Pero eso es del todo imposible, insertar en tu propio código genético cosas como esos nervios transistores y el almacenamiento del condensador. No se puede llevar a cabo esa especie de...
”, y más quedamente, “
¿Sí?¿Quién lo dice?, eso es como la vieja Muriel para ti, cualquier cosa que ella no sepa cómo hacer se convierte en una ley de la naturaleza, como el límite de la velocidad de Dios.”
Y Nigel se retrepa en su silla, siente espasmos en los músculos de la espalda, debido a las horas de permanecer sentado rígidamente. Estos jinetes de los ordenadores deberían tener condenados sofás, los chiflados por las matemáticas nunca aprenderían a vivir, embarullados en sus números... “
Era quizála
única salida para...”
Los de exología murmurando entre ellos porque han elaborado su propio análisis multifactorial de los esquivos códigos de los EM. “
Al menos
ésa es una explicación a la falta de otras formas de vida que almacenen electricidad en la biosfera...”
Y Nigel puede ver que la división de matemáticas no está de acuerdo con su explicación, pero se encoge de hombros, sabiendo que este intercambio de opiniones inicial no convergirá hasta que haya más trabajo hecho, aunque las implicaciones... “
Implicaría, si no estoy equivocado, Dr. Landon
,
que las "habitaciones'', nominales superconductoras que el grupo de Bob encontró, son de hecho artefactos de una tecnología de un millón de años y, francamente, la perdurabilidad de ningún superconductor, incluso bidimensional, la considero increíble por
encima de ese período...”.
Lentamente la conmoción penetra en ellos y al principio se arredran, incapaces de aceptar... “
Quiero decir que cómo consiguieron aferrarse a un
único fragmento de alta tecnología como las láminas superconductoras y dejaron que todo
lo demás desapareciera, sí, desapareciera...”
, y no han sentido todavía la sensación humillante de lo que implica el cambiar, tanto tiempo atrás, tu propia sustancia deliberadamente para seguir viviendo, para dirigir fuerzas electrodinámicas cuando la pirámide química de la vida ha fallado y no puede ser revivida. Porque el Ojo estaba siempre allí, los cielos ancestrales estaban ahora repletos de polvo y dondequiera que algún vestigio de tecnología luchaba contra la herrumbre, una arqueada lanza naranja golpearía hasta que todos estuviesen muertos, averiadas las máquinas, aplastadas, y finalmente oxidadas por la ecología alterada de granos de sulfuro y nudosas plantas esculpidas por el viento... “
Pero
¿por quéhacerlo tan completo? No encaja. Yo diría...”
y la habitación se disuelve en discusiones, sintiendo Nigel que lo esencial emerge lentamente como, de hecho, hizo en él... “
Bueno, la radio era el
único modo de ver en esa bazofia azotada por el viento...”.
Aprieta la mano a Nikka, pues fue ella quien vio la oscura connotación final... “
Claro, y supongo que la
única esperanza de comunicación sobre distancias estelares era gritar débil y ansiosamente a través del abismo. Dios mío, todo eso sólo para poder sobrevivir...”.
Un saco raquítico de carne animada, de tubos y bolsas tornándose gruesos y cerúleos, empapados de jugos, caminando sobre varas articuladas en tanto que se bamboleaban pacíficamente por las frías aguas someras. La vida debatiéndose aún, pulsando, distendiéndose, borbotando, haciendo combustión y condenada, incluso con su metabolismo reducido al mínimo, a perder la última carga y descomponerse en los suelos de orín... “
¿Sabes? He estado pensando: utilizar la radio en
una forma de vida de esa clase resultaría natural, por asídecir, no un producto de la tecnología...”.
Viendo que han dado la última vuelta de tuerca, intercala unas cuantas frases cansinamente: “
Puede ser.
Ésa es la cuestión. Los Vigilantes...”
, una fiebre amalgamada de percepciones les recorre, una irritante aproximación, cuando cada uno ve un fragmento del conjunto... “
Claro, no lo contemplaría en absoluto como tecnología, meramente una argucia de la forma de vida, algún extraño aspecto de la evolución...”
, y ningún Vigilante llegaría a sospechar que incluso el espectro electromagnético, refinado a lo largo de eones, podía dar placer a una forma de vida, signo de aprobación de la naturaleza... “
Bueno, sólo la navaja de Occam diría que los Vigilantes deben haber sido la causa, y ahora los Vigilantes se deslizan interminablemente...”
, a través de una ruina lóbrega de mundo... “
No lo sé, parece una sarta de...”i
gnorados indicios de vida dan origen a la tecnología de nuevo... “
Sin embargo, cuando lo piensas...

, acumulando energía durante eones...
"Maldita sea, esto se estáenrareciendo. Nigel, necesitas salir, descansar, dejar...”.
No. “
Te hace preguntarte si tal vez no deberíamos sacar nuestros vehículos servoasistidos, o diseminarlos para que no atraigan la atención. No...”
Se desentiende de la preocupación de ella nuevamente... “
Sí. Si a ese Vigilante se le ocurre la idea de que estamos ahíabajo, y que somos una civilización seria o algo...”
, y Ted dice tranquilamente, para ponerlo todo bajo control, que por supuesto los equipos tienen que estudiar estas ideas, que habrá otra reunión mañana a las 11 horas, y que espera informes de cada división y... “
Nigel, déjame...”
La estancia está viciada y cargada por el sudor y la concentración... “
No intentes apoyar...”y
descubre que la masa compacta de detalles en su cabeza no le permite mover los pies adecuadamente, no afirmarán su peso cuando éste desea apoyarse en el suelo, en esta tenue gravedad centrífuga. “
Maldita sea”
, se impreca a sí mismo por ser tan negligente con su cuerpo, aunque no hay signos claros o los ha pasado por alto. “
Eh
,
¿qué...
“ y se desploma, golpeándose una muñeca y casi dando la bienvenida al lacerante dolor que sigue.

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