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Authors: Gregory Benford

Tags: #Ciencia ficción, #spanish

A través del mar de soles (19 page)

—Calla.

—Sigo sin... recibir órdenes... Nigel.

Él la miraba, incapaz de pensar en algo que decir.

—Tú... tenías razón.

—No. Simplemente era precavido.

El esplendente montaje médico amarillo continuaba hurgándole el lado izquierdo, demorándose para fabricar más piel y volviendo a hurgar después, paciente y con aspecto perruno.

——Cuando mi traje intervino y... cerró la circulación... de mi brazo izquierdo creí...

—Lo sé.

—Todavía no entiendo... cómo...

—Te congeló aventando gases en las lumbreras apropiadas. Ingenioso. Era la única salida.

—No... no creía que los trajes pudieran...

—No pueden, no sin un procesador conmutado a un buen programa de control metabólico. Cuando tu traje dejó de emitir, calculamos que probablemente estaba intentando conservar su energía, usar sus reservas en medicina interna. Por ello, Alex enfocó el disco grande para transmitir, y yo activé los programas necesarios. Alex incrementó su nivel energético y se las arregló para anular tu traje. Lo interrogó, hizo que renunciara al control y delegara en nosotros. Los programas de la nave explicaron a la pequeña mente confusa de tu traje cómo aislarte, cómo situarte en el quemador posterior.

—Haces que suene... muy... liviano. Su fachada de visita a pacientes se esfumó en un instante.

—Siempre has sido un... actor malísimo.

—Sí. Espantoso. —Debería haber contado con que no podría mantener apartadas de su cara la tensión y la fatiga.

—Estaba convencida de que me moría allí, Nigel.

—Yo también.

—Deseaba llamarte...

—Lo sé. —No había nada que decir, por lo que le tomó la mano derecha. Tenía una textura suave, consumida y poco consistente. Contempló su rostro en tanto que pasajeras tormentas de emoción lo cruzaban silenciosamente, delatadas por ligeros cambios de expresión en la carne hinchada, descolorida, moteada.

Por una ventanita podía ver a los demás supervivientes que yacían sobre losas blancas, donde eran operados por grupos de figuras con bata. Estaban siendo preparados para las Cámaras de Retardo, sus lesiones eran demasiado exhaustivas para la capacidad del Lancer. Serían almacenados en una nada silente, onírica, hasta el regreso a la Tierra.

— ¿Ha... ha salido algo más de ese...?

—No. Parece muerto como siempre. El otro satélite no muestra ningún signo de actividad, tampoco. Misterioso.

Ella le estudió.

—Poco convincente.

— ¿Hum?

—Estás atando cabos... ¿no?

—Lo intento, sí.

—No crees que los EM... situaran esas... cosas...

—No. Pero sólo tengo intuiciones. Nunca debía haber consentido que la maldita cretina de Carlotta...

—Lo... sé. —Ella le apretó la mano y esbozó una sonrisa—. Ambas... Carlotta y yo... reaccionamos... ante algo... no sé cómo lo expresas tú... así...

—Nada diplomático.

—Directo, al menos. —Ella fijó los ojos oscuros en el techo refulgente. El montaje médico alteró la inclinación en su constante labor y ella se rebulló, incómoda—. Tú... tú no eres el mismo ahora, Nigel. Tú... siempre percibí un equilibrio... en ti. Ahora...

—Sí. —La miró y se acordó de las largas noches juntos, cuando se encontraron por vez primera, tendidos en una angosta litera enterrada en la Luna. Nikka paciente y analítica, mientras que él machacaba, furioso y con los ojos enrojecidos, fustigando lo que parecía ser el problema y sin acertar a ver en él lo que representaba. El cariz que su vida tomó le llevó por extraños derroteros, continuó moldeándolo y remoldeándolo. En aquella época remota no había habido ningún equilibrio, ni siquiera un equilibrio dinámico como el caminar, consistente en un proceso de dejarse caer adelante y volver a afianzarse justo a tiempo. Ni siquiera eso era posible cuando el mundo se mostraba a sí mismo como un acertijo y se alambicaba, manifestando su aspecto más escurridizo, que era sólo una cara más, una cara a la que había que dar respuesta, que le amasaba y moldeaba como parte del acertijo mismo, oprimiendo...

—Vas a salir de nuevo... ¿verdad? Así pues, ella lo había percibido.

—No a los satélites, no.

—A la superficie. —Ella frunció el ceño. La materia pastosa que habían utilizado para fijar su cabello se arrugó y una pequeña burbuja estalló en su superficie, dejando un cráter gris abierto que se llenó rápidamente—. ¿En persona? ¿O en servo?

—Servo para mí. Resulto ser una tediosa ruina demasiado precaria para que me consientan en la superficie. He de resultar un adulador, en realidad. Daffler tiene que hacer los sondeos... es un tipo imperturbable.

—Al menos deberían... dejarte poner pie...

—Imposible, me temo. Pero Ted está accediendo finalmente a un contacto directo, así que eso hemos ganado. Es lo único bueno que va a salir de esta farsa del satélite. —Los ojos de Nigel danzaron anticipándose—. Además, he conseguido permiso para que Daffler haga los sondeos en persona. Con un mínimo de traje.

— ¿Porqué?

—Para que los EM puedan ver que es una criatura viva. No otra condenada máquina.

—No lo comprendo. ¿Por qué no enviarles una señal meticulosamente codificada?

—Ésa puede ser una proposición algo aventurada, realmente. Ted y sus teóricos resaltaron un interesante argumento en contra. El equipo de superficie en el satélite A halló una trama de materia metálica, radiosensitiva, por toda la roca, tejida dentro de ella de alguna forma. Parece extraordinariamente sensitiva. Puede resolver y monitorizar las transmisiones EM fácilmente.

—Y las nuestras.

—Bastante. Pero no nos ha molestado, no hasta que hicimos algo fuera de lo común. Aparentemente nuestras señales, viniendo desde la órbita más al exterior, no la molestan. Es...

—Un vigilante. Las transmisiones de ese cántico lento de los EM... están bien. Como las nuestras, puesto que están viniendo desde lejos. —Ella frunció el ceño.

—Sí, Vigilante... no es un mal nombre. La cuestión es, ¿qué ocurre si empezamos a devolver la señal salutatoria de los EM, ese viejo espectáculo de radio? ¿Cómo reaccionarán los Vigilantes?

—Así que el grupo estratégico de Ted cree... que deberíamos saludar a los EM desde la superficie. Donde no parezca... inusual.

—Ésa es la teoría.

— ¿Qué crees tú?

Nigel se encogió de hombros.

—Esas cosas son enormemente peligrosas. Es mejor ser cuidadosos.

—Si sólo... supiéramos más sobre ellas...

— ¡Ah!, pero lo sabemos. Algo, en cualquier caso. El equipo de superficie transmitió un análisis espectral de la roca. Fue fundida en algún proceso de alta temperatura, hace aproximadamente 1,17 millones de años.

— ¡Hum! Cuadra con la estimación de la duración de sus órbitas.

—Sí. Pero son unos doscientos mil años más antiguas que el límite máximo de su duración orbital.

Los párpados de ella aletearon; la estaba embargando el sopor, se relajaban en su rostro los nudos de la tensión. Nigel mismo sintió una oleada de regocijo, una convicción de que para ella la crisis había pasado.

—Ya... veo. Interesante... pero...

—Exactamente. ¿Dónde estuvieron los Vigilantes durante esos doscientos mil años que sobran?

Nigel estaba ayudando a enfriar un compartimiento de invernadero cuando Carlotta le encontró. Él contemplaba un retazo de paisaje invernal según el aire forzaba un ciclo rápido.

La condensación de la mera humedad, meditó, era una fuente infinita de belleza. La primera escarcha formaba sus bosquejos en los vidrios de la estación de observación. Ovilladas hojas aplaudían el viento invernal. Vino el otoño, produciendo hielo como la mejor porcelana china.

—He metido la pata —dijo Carlotta. Él la miró y se encogió de hombros—. Tu autoservicio ha sido revocado. Creí que tenía todos los programas administrativos bloqueados, pero...

— ¡Ah, bueno! Díscolo de mí, en cualquier caso, queriendo escurrirme de debajo del microscopio. Ella le rodeó con el brazo.

— ¿Crees que te excluirán del trabajo de servos?

—Depende de mi próximo chequeo. —Se restregó las manos, escrutando los nudillos—. Las articulaciones han estado protestando últimamente.

—No, mantendrán en la brecha al Gran Vejestorio.

—El Gran Velatorio suena mejor. En las reuniones del personal no dejo de perorar sobre el
Snark y Marginis
y civilizaciones de la máquina en la galaxia. Historias todas muy inverificables, insustanciales. Yo...

—Se rehizo, dejó de frotarse las manos, y se enderezó.

—Nigel, pareces cansado.

—Una ilusión óptica. Observa, déjame lanzar algo de ese tonelaje de Gran Monigote y te conseguiré gente de más. Creo conocer la palanca precisa que hay que utilizar.

—Escucha, lamento haberlo estropeado.

—Carlotta, aquello no fue una simple conversación banal. Nunca pensé que me saldría con la mía mucho tiempo, de todas formas.

—Si yo hubiera tenido en cuenta esa opción reparadora. Yo... —Se apoyó contra un mamparo—. ¡Madre de Dios!

—Eres tú quien necesita ayuda. Trabajo extra para la misión. El apuro de Nikka... Te conseguiré un turno libre.

—No, de veras, yo... —Le tocó a él rodearla con un brazo.

—Es absurdo. Servirá para alguna otra cosa, para empezar. Justo lo que hace falta para captar la atención de Ted. Un toque de influencia especial disuasoria, del modo en que lo haría un Gran Intrigante.

— ¡Hum! —murmuró ella cansinamente. ¿Y bien?

—Me hará parecer un poco más activo, avivando la política de la nave y demás.

— ¡Oh! Escucha, creo que, de cualquier forma, el montaje médico no te va a requerir hasta después de esta misión de superficie.

—Excelente. ¿Hay alguna posibilidad de retomar esa, ¡ah!, “opción reparadora” en el futuro? Ella frunció el ceño.

—Bueno, si yo... hum, tal vez.

—Excelente. Puedo necesitarla más adelante. ¿Puedes hacer que parezca que nunca hemos intentado este ardid?

—Si me muevo deprisa... ¡Eh! ¿Imaginas que puedes volver a necesitarlo?

—Podría ser —dijo él despreocupadamente.

10

Nigel camina inquieto por la cumbre de la colina. Se le ha dicho que se mantenga en su puesto, que mantenga esta posición. El primer intento de contacto debe ser orquestado con cautela y cada persona cubrirá un trecho de este largo valle en declive. Pero, a pesar de ello, él ha sido quien ha apremiado, tranquilo y persistente, a Bob Millard y a Ray Landon hacia esta tentativa, y estima que debería intentarlo él mismo. Tiene una intuición sobre estas criaturas.

Ahora el momento se aproxima y está en un punto fijo, listo para flanquear el enjambre convergente de EM y para reforzar los movimientos de Daffler, atento a las voces según detallan las actividades de los EM. Espera junto con los demás.

A la primera oportunidad que consiga, me quedo fuera
, le había dicho a Nikka esta mañana, medio en broma, mas los años trabajando en equipo han limado algo su oblicuo escepticismo, y así recorre con resonar metálico la cresta de la colina, escuchando, servoasistido en su caparazón, que arroja una sombra como de insecto en la pared cercana de un valle de un gris pizarra. Una bruma pasajera ha despejado el aire de polvo sulfuroso. Nigel acierta a oír a los animalillos reviviendo cuando el polvo que absorbe el oxígeno se convierte en barro. Las altas nubes dejan un claro al aleteo fluctuante de la luz directa de Ra, dando a la Tierra un fulgor de agria podredumbre.


Estoy abandonando la cobertura

la voz viene de Daffler—.
Hay un grupo de ellos que dirige los ojos bada arriba. Creo que van a empezar a emitir.

La voz gangosa de Bob Millard replica:


La Tierra acaba de alzarse por encima de esa colina grande.
¿Te parece que los EM han recargado?


Lo garantizo —dijo Nigel—. Han estado junto al volcán en aquella cresta de allí arriba.

Pasando hacia atrás las posiciones radiales de los EM, incluyendo los hechos de sus pautas cazadoras, los exobiólogos habían extraído sentido de las sistemáticas correrías de los EM fuera de sus toscas “aldeas”: excursiones a por caza en las llanuras, a por agua en las corrientes fangosas, a por los matorrales y líquenes que lograban arrancar del suelo, pero, lo más importante, a por las elevaciones de corriente que se daban con las irregulares emanaciones volcánicas. Usaban todas las fuentes en una constante busca de masa corporal y de energía. Cuando llegaba el polvo, restando oxígeno al aire, únicamente ellos tenían energía eléctrica almacenada para proseguir, para continuar la caza de animales, ahora cada vez más torpes. El resto de la ecología de Isis era puramente orgánica, sin el sistema nervioso semiconductor. Un EM radiaba un haz focalizado a su presa, y después escuchaba la emisión dispersa lateralmente, aguardando el ligero desplazamiento en la resonancia de absorción que indicaba un blanco. Entonces encendía sus condensadores plenamente y abrasaba a la presa antes de que ésta pudiera sentir el calentamiento de sus tejidos.


He detectado a uno

dice Bob—.
Cuidado, ahora. Están levantando una tormenta de cánticos.

Nigel escucha atentamente las capas cromáticas según se insertan en las gradas de su pantalla de radio. Las pausas entre los veloces pitidos ruidosos se reducen, modulando una onda de motivos en contrapunto, un tiempo aglutinado que anula el bramar de las voces, trae una premura percusiva creciente.

Los EM están inclinados hacia atrás, puede verlos ahora, al descender la ladera de la colina. Miran a lo alto y cantan en gran armonía, lanzando una llamada como han estado haciendo durante años con una paciente necesidad de que algo atraviese los chasquidos extrañamente espaciados y las largas notas tintineantes. Con las cabezas de par en par, las piernas se mueven, se asientan en posición. Una señal ha recorrido el valle. A la luz ambarina, Nigel ve a otros EM detenerse e inclinarse y girar, aprestándose todos para la enaltecedora canción que les une. Nigel avanza, los cuenta, deseando estar más cerca de Daffler cuando emita la pauta de respuesta que han convenido.

Hay cientos de EM en el valle ahora. Salen de sus cuevas para buscar, para cazar, para cantar en el fino aire diáfano.

Si Isis posee una voz, ésta es el viento. Nigel oye su discordancia estridente, soplando por su caparazón, y el sonido hueco parece amalgamarse con el batiburrillo de pulsaciones radiales hasta que Nigel capta una resonancia entre ellos, un tenue indicio de la naturaleza EM cuando se fusionan frases en contrapunto, intersecciones oblicuas de ritmo que vienen y van, atronan a través de las ondas reiterativas, sinfónicas, medidas, aunque sumiéndose en progresión...

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