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Authors: Marcos Aguinis

Tags: #Panfleto

¡Pobre Patria Mía! (3 page)

Además, en la secundaria no se estimulan vocaciones hacia las ciencias duras ni hacia la tecnología. Por eso las universidades han quedado enterradas en tradiciones viejas y escolásticas, que son las más baratas. Me alteró enterarme que de cada cien abogados, hay apenas dos graduados en matemática y uno en física. Es una proporción alarmante, si nos comparamos con China e India solamente. Los alumnos de ciencias agropecuarias, química e ingeniería de las universidades públicas no llegan al diez por ciento... ¡del total! Leíste bien. Y en las privadas es peor aún, porque no alcanzan ni el tres por ciento. En la Argentina —pensar que antes merecíamos admiración— se gradúan menos ingenieros que en México, Colombia, Chile y Brasil.

La tragedia se completa con el hecho de que la educación no es el tema de uno o varios ministerios, ni de los "representantes del pueblo", ni de los expertos en pedagogía, sino de sindicalistas y patotas que brindan un patológico ejemplo que luego, con luz verde, bombos y consignas necias, adoptan los alumnos. Entonces "toman" colegios, exigen mejoras edilicias por las depredaciones que ellos mismos cometen y se arrogan el derecho a definir la curricula, designar autoridades y hasta autocalificarse. ¿Pruebas al canto? Aquí van.

En diciembre del año pasado se hundió aun más el otrora prestigioso colegio Carlos Pellegrini. Una minoría de estudiantes y padres responsables llegaron a la conclusión de que no valía la pena ingresar en sus claustros. Se produjo entonces una reducción de candidatos, que marcaba un contraste notable con otros colegios. ¿La culpa de tal situación? ¿Difícil de identificar? No, la culpa la tienen una mayoría de estudiantes, en complicidad con padres bobos que los acompañaron en sus fechorías.

Transgredieron los límites, y eso se paga. Recordemos. En 2007 el Centro de Estudiantes del Pellegrini, atribuyéndose una experiencia, sabiduría y poder que no corresponde a la edad de sus miembros, con el desembozado estímulo político del Polo Obrero, rechazó al rector que había designado el Consejo Superior de la Universidad de Buenos Aires. Este Consejo Superior merece otras críticas, pero no voy a desviarme ahora del tema. El hecho es que estudiantes y docentes impidieron la entrada del nuevo rector. No les alcanzó con obstruir la puerta, sino que "tomaron" el edificio. Tomaron: palabra que en argentino básico quiere decir que se apropiaron de un inmueble que no es de ellos, sino de la sociedad. El edificio se construyó con los dineros del pueblo y el pueblo lo mantiene. Por lo tanto, es un bien de todos, no de quienes lo disfrutan transitoriamente. Allí los docentes y estudiantes realizan sus tareas sin pagar, hecho que debería generarles un poco de gratitud en el alma. Pero no. Se apropiaron, lo "tomaron". Esas "tomas" sólo se justificarían si faltasen los instrumentos de la ley, el diálogo y la democracia. Pero, si bien nuestra democracia es débil, aún es democracia.

Fue inevitable que se produjesen daños materiales cuya reparación ni en sueños pagarían los precoces delincuentes. Esa "toma" ilegal y extorsiva contó con el respaldo de muchos padres; éstos acudieron solícitos a llevar comida y abrigo a sus hijos, que canjeaban horas de estudio por horas dedicadas a divertirse como los piratas.

Se perdieron numerosos días de clase, desde luego. La interrupción, sin embargo, no alarmó a gran parte de los padres ni a los docentes. No conformes, los mocosos (¿o debo llamarlos jóvenes respetables?) irrumpieron en las sesiones del Consejo Superior de la universidad como si fuesen asaltantes. Eran adolescentes que nadie se atrevió a poner en su lugar. Las autoridades académicas, el Ministerio de Educación y la policía —políticamente correctos— no iban a cometer el pecado de reprimir a los chicos llenos de buenas intenciones... ¿Dónde estaríamos? Ante la grotesca pulseada hubo que ceder. ¿Quién lo hizo? El Consejo Superior. Es decir, ganó el que más presionó o asustó, como en la selva. Se firmó un acuerdo para terminar con la "toma" del edificio. ¡Un acuerdo! Asumió entonces el rector que había sido la causa del desaguisado. Pero por breve tiempo. No agradó su gestión y se repitió la fascinante "toma" del edificio. Total, como no hubo sanciones por la jugada anterior, ¿qué impedía volver a divertirse?

El clima se caldeó cuando el frente de izquierda perdió las elecciones estudiantiles frente a una lista kirchnerista. La lucha política de los adolescentes puede ser muy interesante, pero no debería obstaculizar el fluir del ciclo lectivo, pienso yo. En nuestra pobre patria —si las cosas llegaran a mejorar— esas luchas estériles serán dentro de algunos años anécdotas tristes, anécdotas de una época confundida, patética. Pero mientras tanto son hechos que imponen el derrumbe educativo. ¿Se resignó la izquierda (o lo que aquí aún llamamos izquierda)? De ningún modo. Apeló a una técnica repugnante: amenazar con bombas. Sí, con bombas. Realizaron 64 amenazas de bomba que obligaron a suspender las clases casi todos los días. Ante semejante anarquía, renunció el rector. Bravo.

Durante el año 2008 el clima fue más pacífico, como si el caos y sus patógenos detritos ya hubieran sido suficientes. Pero la energía no se encaminó a buscar la despreciada excelencia. No, nunca. Se intensificaron los conflictos dentro de los claustros docentes por razones que no es fácil determinar. Malograron tiempo y fuerza, porque sus ímprobas ansiedades no arrojaron una sola semilla que beneficiara a los alumnos, a los mismos docentes o al país. Un sindicato de profesores peleó con el otro, produciendo escombros en la mente. La UTE, adherida a CTERA, contra la AGD dominada por el Polo Obrero. ¡Vaya épica tan maravillosa!

¿Tiene el frente gremial credenciales morales para encabezar los reclamos urgentes de la educación? Cierto día desplegaron una inmensa bandera que pasearon por todo el país en contra de la Ley Federal. Estupendo. Pero pronto se sometieron a esa ley para no enojar al gobierno justicialista de turno y redujeron su pedido a la "recomposición salarial". No pidieron disculpas por los días de huelga ni ofrecieron alternativas para compensar el daño infligido a los alumnos. No insisten en ser respetados por los padres y los alumnos ni ofrecen un plan que los haga merecedores de ese respeto, al que ellos mismos contribuyen a destruir con su pésima ejemplaridad (advierto que hay excepciones, pero son las excepciones que confirman la regla).

Ahora los colegios tienen que poner en funcionamiento un nuevo engendro: el Consejo de Escuela Resolutivo, que acompañará y condicionará la gestión del rector, con la participación de docentes, mocosos y graduados. Por cierto que la elección de quienes ejercerán esos cargos no estuvo orientada por el amor al estudio o la investigación, sino por la política. Digámoslo mejor: la política mezquina, de bajo vuelo. Ambiciones que tanto se parecen al bíblico y miserable plato de lentejas.

El Ministerio de Educación nacional, que no tiene casi nada que hacer para ejecutar su presupuesto, porque no es responsable de ningún establecimiento, iba a iniciar una ronda de consultas para frenar la caída de la escuela secundaria. ¡Qué buena idea! Pero convocó a las mismas gastadas figuras que sancionaron las leyes de 1993 y 2006, ambas monstruosas por lo inoperantes. La segunda sólo le gana a la primera en el número de artículos.

Ante tanta basura Nélida Baigorria —a quien la Unesco premió por el Plan Nacional de Alfabetización— descubre un fulgor de esperanza. Señala que el 9 de diciembre de 2008 un grupo de alumnos que estaban por terminar quinto año hablaron sobre su situación y la calificaron de agónica. Reconocieron el deterioro de la enseñanza, considerando que el docente no es un par del alumno. ¡Lo dijeron estudiantes! Eso sí que es noticia. Se lamentaron de que cada vez los chicos desaprueban más, de que existía una desidia muy riesgosa y los padres no cumplían su delicado rol. En cuanto a la sustancia curricular, denunciaron que faltaba el pensamiento crítico y no se enseñaba a pensar.

Gracias, Nélida. Me has informado sobre un grito potente contra la mediocridad y la desestructuración de la enseñanza. Ayuda a no bajar los brazos. Aún la esperanza, pese a todo, debe seguir latiendo.

Otra buena noticia es que la Universidad de Buenos Aires decidió —¡por fin!— modificar los planes de estudio, exámenes y calificaciones de los cursos de ingreso para sus dos colegios secundarios. Veremos hasta dónde les alcanza la testosterona.

Vamos a otro tema. Hacia fin del año 2008 se estatizaron —contra la voluntad de sus dueños— millones de pesos ahorrados (y heredables) que una multitud de argentinos había acumulado durante casi tres lustros, en un sistema financiero que era exitoso en tanto el gobierno no se metía a ordenarle comprar, por ejemplo, bonos devaluados. El argumento oficialista se basaba en que el Estado administraría mejor esos fondos y brindaría jubilaciones más altas, un argumento que, para gente con algo de memoria, suena a la burla que se hace a los tarados.

Cuando surgieron sospechas de que esa estatizacion podría tener consecuencias graves para todos, porque una parte del dinero arrebatado sería confiscada en el exterior debido a reiterados incumplimientos gubernamentales, se afirmó desde el mismo Estado que no se trataba de una "estatizacion", sino de un "gerenciamiento". ¿Gerenciamiento? Mejor se diga que nos mintieron en forma descarada. Sin sonrojos. Sin titubeo, como si fuésemos un chiquero de giles. Pero, acaso, ¿no lo somos?

Afuera no se tragaron el sapo, por supuesto. Robert Lucas, Premio Nobel de Economía, manifestó que esa medida equivalía a "robarle el dinero a la gente". "Eso no se espera de un gobierno que dice ayudar a sus ciudadanos", dijo, y agregó un párrafo elemental: "El proyecto gubernamental argentino de repatriar capitales no tendrá éxito después de semejante manotazo. La Argentina no es un sitio recomendable para quienes buscan seguridad". Un periodista añadió que la Argentina se despedía del mundo. Era cierto. Se aceleró la fuga de capitales, en vez de que llegasen nuevos y viejos a nuestra tierra, como se necesita y pretende (ahora). Pocas veces se hizo tanto daño a un país.

Es deprimente. Porque las desgracias no terminan ahí. Esa confiscación, que ardió en la piel como un ataque de urticaria, pronto fue alejada de las primeras páginas informativas y se achicharró hasta casi desaparecer. ¡Así nos ocurre siempre! Una cortina de humo tapa a la cortina anterior. Otro olvido en la larga lista de olvidos.

En el fragor del debate, sin embargo, hubo reflexiones que debemos tener en cuenta, como las del diputado Omar de Marchi, entre otros. Dijo que esta ley expropiatoria ponía en juego la independencia del "bendito" Poder Legislativo (¡chocolate por la noticia!). Una vez más el Ejecutivo, con apuro e improvisación, pretendía corrernos para capturar muchos millones. La voceada ideología de esta gestión "es plata —dijo—, para mantener un sistema prebendario que se basa en el sometimiento". Y más: "¿Hasta cuándo nos van a seguir arreando? ¿Es serio que en quince días alumbraremos un sistema previsional que tal vez rija durante los próximos cincuenta años?" No, no es serio —agrego yo—. Es trágico.

Un buen número de los que iban a votar en favor del saqueo por razones ideológicas "al oído confiesan que el tema merece una discusión más profunda. ¡Pero lo dicen en los pasillos de atrás!". "En el Congreso predomina una corte de adulones que, sesión tras sesión, corren desesperados para agradar a la reina."

Se usan argumentos de izquierda para incautar aportes privados que pagarán una de las fiestas más caras que ha tenido este país en las últimas décadas. A los diez millones de argentinos confiscados (más votos de los que sacó la actual Presidenta) "quiero decirles —ironizó el diputado— que les queda la resignación de saber, aunque sea, que están colaborando con la próxima campaña de los Kirchner...".

Desde el trono se había acusado de "usureros" a quienes ahorraban en las AFJP. ¡Qué caraduras! ¿Usureros porque eran previsores respecto a su propia ancianidad? Los llamó usureros quien menos podía hablar, porque tiene un apellido que en
La Patagonia rebelde
de Osvaldo Bayer se destaca por ejercer precisamente esa profesión en Santa Cruz.

Agrego una nota de color fecal: ciertos legisladores confesaron que, por fijaciones ideológicas, acordaban ponerle fin al régimen de capitalización privada, pero a condición de que el Estado sea mejor controlado. ¿Estaban ebrios? ¿Cuándo se conseguirá que nuestro Estado funcione bajo un control eficaz? ¿Alguna vez los dineros jubilatorios fueron respetados si aparecían otras urgencias? La historia de meter las pezuñas en la plata de los jubilados excede las seis décadas de impunidad. Esos legisladores denunciaban con énfasis que el gobierno quería aumentar su
Kaja
con los ahorros del pueblo, pero no denunciaban que lo hacía mediante la ilegal apropiación del dinero ciudadano. No denunciaban que se perpetraba el delito de deshonrar la propiedad privada, que el artículo 17 de nuestra Constitución califica de inviolable. Querían diferenciarse del oficialismo por ser estatistas "buenos", mientras los K son estatistas "malos". Algo análogo a lo ocurrido con el campo: debatían el monto de la expropiación, no la expropiación misma. No han leído la Constitución. O están contra la Constitución, vaya uno a saber.

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