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Authors: Marcos Aguinis

Tags: #Panfleto

¡Pobre Patria Mía! (14 page)

Un dato que aúlla asombro es la presencia casi a diario, en las ceremonias oficiales del gobierno o del Partido Justicialista, de Hugo Moyano, precisamente. ¿Equivale a un ministro, quizás a un jefe de ministros? Tiene acceso libre a cualquier repartición pública, desde la Casa Rosada hasta el sitio donde se le cante. Volvió a impedir que la CTA obtenga su personería jurídica, pese al fallo sobre "libertad sindical" que firmó la Suprema Corte. Incrementó los multimillonarios subsidios de la Secretaría de Transporte para la "capacitación de los camioneros". Instaló a su abogado al frente de la Superintendencia de Servicios de Salud y ahora, con esta herramienta en la mano, va por "la urgente reparación histórica de las obras sociales sindicales" en detrimento de las llamadas prepagas (¡lo que se viene!). Acumula
in rectore
los candidatos que pondrá en las listas electorales de este año para seguir arrancando concesiones a Néstor —el olímpico Néstor—, aunque escupa rayos y centellas. Don Hugo merece un monumento: ¡ha instalado la "patria sindical"!

Cuando se criticó a Perón por haber convertido a los sindicalistas en una corrupta y bloqueadora columna vertebral de su movimiento, aclaró que si, era una suerte de columna vertebral, pero él no fue tan ingenuo como para concederle los millones de las obras sociales: eso lo hizo el tonto de Onganía. Desde entonces los trabajadores se convirtieron en rehenes de sus líderes que maniobran, extorsionan, roban y hacen cuanto se les ofrece, blindados por la impunidad. Por eso Luis Barrionuevo (llamado "el filósofo", porque dijo al comienzo de la era menemista que si se dejaba de robar durante dos años el país se recuperaba y que ahora, con los IV, bastaría que se dejase de robar sólo seis meses) explicó que el sindicalismo no es un convento de carmelitas.

Para colmo, los sindicatos brindan a menudo el ejemplo de resolver sus conflictos como bandas de pistoleros. En diciembre de 2008 se produjo un luctuoso enfrentamiento entre militantes el gremio lechero (Atura) de Rosario con la dirigencia nacional del mismo gremio, que produjo un muerto y dieciocho heridos. Incluso aparecieron acusaciones de haber contratado grupos de choque y barrabravas.

Después fueron los integrantes de la aguerrida Unión Obrera de la Construcción (UOCRA) quienes también recurrieron a los tiros. Sucedió un día antes de los comicios internos, en la seccional de La Matanza, donde encararon sus diferencias mediante relámpagos de cuchillos y armas de fuego, en una batalla que culminó con treinta presos y un herido grave. La gresca empezó al irrumpir un grupo que no había sido inscripto para ordenar la intervención de la seccional. A su paso ese grupo iba incendiando autos, patrulleros y rompía vidrios que hirieron a varias personas. De un lado se aducía que no se inscribieron en el momento acordado, mientras del otro afirmaban que pedían la intervención por falta de garantías en la pureza de los comicios.

Otra seccional, la de Lomas de Zamora, había sido intervenida antes, en octubre, luego de una pelea similar que se cobró cuatro heridos de bala.

En los tribunales se sabe que cualquier conflicto laboral, por disparatada que sea la demanda, termina dándole la razón al trabajador. Es una de las pocas realidades que se ajustan a la
Marchita
que cantó Menem, cantan los Kirchner y cantan todos los justicialistas millonarios: "combatiendo el capital". Ahí, en los estrados, se combate sin tregua al capital, aunque por otras vías se le implore que venga a inaugurar fuentes de trabajo. Corresponde a las contradicciones de la ideología peronista, o lo poco que de ella va quedando. El juicio es un trámite para mantener la falsa imagen de que aquí amamos la ley (la ley de los amantes infieles). Es una situación dañina, lógicamente, porque desestructura la credibilidad, desactiva la inversión y aumenta el desempleo. Constituye un espaldarazo a la litigiosidad arbitraria y un negocio para los
abogángsters
. La empresa debe esforzarse por hallar la "prueba negativa" y, si por milagro el trabajador pierde eljuicio, éste tampoco paga las costas judiciales. ¡Grande, muchachos!

El verdadero ministro de Economía es Néstor Kirchner, cuya mejor espada es Guillermo Moreno, el secretario de Comercio, que ya ha producido un mar de anécdotas rudas y hasta increíbles sobre el maltrato que aplica. Su función equivale a la del domador de circo que somete a latigazos los factores de la producción y falsea los índices del INDEC para hacernos creer que no hay inflación, que las recaudaciones marchan mejor que nunca, que es inexistente la crisis energética y que están llegando en veloces carabelas toneladas de oro, euros y dólares para ser invertidos en el país más seguro y confiable del mundo. Moreno es un personaje que quizás enriquecerá la historia pintoresca de nuestro país como lo hicieron el Petiso Orejudo, Chicho Grande y Chicho Chico, Aloe, López Rega, Lastiri, Galtieri y otros de una extensa galería.

El titular del Ministerio de Economía, sin embargo, se llama Carlos Fernández. Pero se desconoce su real gravitación. Algunos aseguran que la mayor parte del tiempo se la pasa ayudando a su hijo en el estudio de las matemáticas, porque las decisiones importantes las imagina, planea y adopta Néstor en su refugio de Olivos.

No debería sorprender. Desde que asumió, Néstor ha impuesto el desconcertante hábito de no efectuar reuniones de gabinete, así las órdenes emanan de un volcán unipersonal y se bloquea con lava quemante la posibilidad de que algún desubicado formule objeciones. Cristina sigue ese estilo, contradiciendo también en esto sus promesas de cambio. Como a su marido, no le produce insomnio una planificación a mediano o largo plazo, sino el día a día. Los K se diferencian mucho de los presidentes de Brasil y Chile, por citar algunos próximos. Parecieran seguir una confesión de Groucho Marx: "Estos son mis principios; si no le gustan (o no me llegasen a gustar a mí) tengo otros".

El gobierno y su círculo de amigos dilapidan su impunidad como antes lo hizo Menem. Se persigue
sólo
a quienes no tienen o perdieron el poder, sean militares o civiles. Las declaraciones públicas del fiscal Manuel Garrido ponen la piel de gallina. Dijo que no puede investigar a los funcionarios en actividad, aun cuando todos los caminos de la culpa
conduzcan
a sus despachos. Así de directo, así de audaz.

Hay datos que nos parecen aceptables, pero deberían suscitar polémica al mirarlos con lupa, aunque sea chica. Por ejemplo el 57 por ciento del precio del automóvil corresponde a impuestos que se chupa el Estado (la
Kaja
).

Los beneficiados perpetuos de las operaciones son el gobierno K y sus bancos amigos, obvio. Para seguir obteniendo poder y ganancias se necesita eternizar la ignorancia y la pobreza, mientras se predica lo contrario. ¿Cómo se las arreglarían Chávez y los Kirchner sin pobres sumidos en la ignorancia, muchos con hambre? Esa pobreza, merced al "progresismo" o "modelo", ascendió del 27 al 32 por ciento, según últimos datos. Totalizan alrededor de 12 millones de personas que aumentan su número a un ritmo de 100 mil nuevos pobres ¡por mes! Y son votos.

Como nota de color vale la pena recordar que semejante deterioro no conmueve al "profesor", asaltante de comisaría, funcionario y piquetero todoterreno Luis D'Elía quien, además de cobrar mucho dinero del Estado (que pagamos todos), confesó haber traído un millón de dólares de Cuba o Venezuela para sus tareas de incitación al odio y demostró en varias oportunidades ser un aliado incondicional de la teocracia iraní, sin importarle la discriminación que allí se aplica a las mujeres, el fusilamiento de homosexuales, la violación de elementales derechos humanos y la censura contra la libertad de prensa.

La pobreza en acelerado ascenso tampoco afecta a las aguerridas Madres de Plaza de Mayo, lideradas por Hebe de Bonafini, cuyos suculentos fondos también le llegan del Estado y otras fuentes. Son fondos importantes que administra la ex ministra Felisa Micelli, famosa por su cartera llena de dinero escondida en el cuarto de baño, y el joven Sergio Schoklender, quien es un evidente adicto al mandamiento que ordena respetar a los padres, y fue detectado en las suntuosidades de Carmelo, sobre la costa uruguaya.

Los "queridos guerrilleros" de Hebe de Bonafini, que aún no pueden usar las armas que ella querría darles, seguirán siendo menesterosos o se convertirán en delincuentes, porque seguro que no les enseñan los conceptos del Mahatma Gandhi o de la Madre Teresa. Los niños y jóvenes del fascio —los célebres "balilas" de Mussolini— secretamente amaban la muerte como escapatoria. Igual que los nazis, igual que los fundamentalistas islámicos que ella elogia, sin olvidar los encomios que ha derramado sobre los criminales de la ETA y que ahora le impiden hacer turismo en España.

Monseñor Ramón Dus, obispo de Reconquista, a 325 kilómetros de la capital provincial, advirtió sobre los horribles problemas sociales que vive el norte de Santa Fe, donde reina una insoportable inseguridad acompañada por una "ola de suicidio de jóvenes" con un fuerte crecimiento de barriadas pobres. Esta denuncia revela que las tragedias que se difunden con mayor impacto desde el Gran Buenos Aires por la centralidad de muchos medios de comunicación han extendido su lobreguez, como un sudario, por todo el territorio de la nación.

Entre el 26 de abril y el 2 de diciembre de 2008 se registraron más de treinta suicidios que desconcertaron a Reconquista, pero que también la sumieron en un estado de alerta. Por ese motivo, la Dirección de Salud Mental de la provincia trasladó a sus principales funcionarios al norte santafesino para discutir con instituciones, ONG's y profesionales especializados el escalofriante panorama. "Aquí, cuando hay tensiones graves, la gente busca la voz de la Iglesia. Por lo tanto, nos sentíamos urgidos de decir una palabra", manifestó Dus. Aseguró que no pretendía ser alarmista, pero que "hay signos que nos preocupan mucho", porque "con el contexto nacional e internacional que estamos viviendo no se perfila una salida esperanzadora".

"Vivimos una situación de extraordinaria inseguridad, como en otros lugares del país. Me tocó visitar el presidio y la falta de un juez federal hace que muchas causas estén detenidas." ¿Considera que los gobiernos provincial y nacional no brindan una adecuada atención a la zona?, le preguntó un periodista. Monseñor Dus contestó: "No nos sentimos olvidados, pero nuestros representantes tienen que poner un ojo sobre este norte con una mirada más larga, a mediano y largo plazo, para que haya una posibilidad de crecimiento".

A esta denuncia debe agregarse que continúan las muertes de niños por hambre. ¡En la Argentina de la leche y de la miel! Mueren ocho niños menores de cinco años ¡por día! La causa: desnutrición, sólo desnutrición. Este dato oprobioso fue suministrado por Juan Carr, líder de la Red Solidaria y miembro del Centro contra el Hambre que depende de la UBA. Es decir, no se trata de un opositor al gobierno.

No es el único que aplicó semejante latigazo. Abel Albino, de la Cooperadora de Nutrición Infantil (CONIN), entidad reconocida dentro y fuera de nuestras fronteras, afirmó que la desnutrición es un telón de fondo muy grave y por eso no se muestra en las estadísticas oficiales. Sus cifras conforman un ominoso "subregistro de la desnutrición", porque cuando muere un niño no se anota la real causa de su defunción y por lo general se lo atribuye a un paro cardiorrespiratorio o un broncoespasmo.

Seis millones de chicos y adolescentes integran hogares donde no es posible llenar la canasta básica. Seis millones. Y otros tres millones viven peor, sin canasta, en desnudo estado de indigencia. La mitad de estos menores habitan en el Gran Buenos Aires, bastión manejado desde hace décadas por el movimiento peronista que combate el
capital
y promete —en sus diversas y amnésicas manifestaciones transformistas— reinstalar la opulencia de un pasado mítico, apelando a sus punteros, piqueteros, gremialistas, intendentes eternos y la manipulación siniestra de mentes atontadas por la propaganda, la droga o la desnutrición. ¡Pobre patria mía!

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