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Authors: James Wesley Rawles

Tags: #Ciencia Ficción

Patriotas (67 page)

—Maldita sea —exclamó.

Respiró profundamente unas cuantas veces y consiguió recuperar en parte la compostura, luego giró hasta quedarse tumbado bocabajo y recuperó el rifle. Con gran esfuerzo, Fong abrió los pasadores de la mochila Alice y movió la parte superior del cuerpo hasta que la mochila quedó libre en el suelo. Luego, retrocedió ligeramente, se colocó detrás de la mochila y apoyó sobre ella la caña del SSG. Fong echó la vista hacia abajo y vio horrorizado sus intestinos y la herida que tenía en la cadera, de la que estaba empezando a brotar sangre de color rojo muy vivo. Fong estiró la mano hasta el morral de primeros auxilios de su correaje y sacó venda Carlisle. Rasgó la capa de plástico y la colocó sobre la herida de la salida de la bala que tenía debajo del cinturón. Por extraño que parezca, la herida que le recorría la tripa apenas sangraba. Tenía las manos cubiertas de sangre, el rifle se le escurría. Las balas seguían impactando entre las piedras que había a su alrededor. Tres de ellas alcanzaron la mochila que había debajo del rifle, una detrás de la otra.

Dos secciones de soldados continuaron avanzando mientras seguían disparando sin tregua contra la cada vez más densa oscuridad. Atravesaban ahora una zona en la que apenas había maleza o rocas para ocultarse. Dan eligió dos figuras que hacían gestos con los brazos para que sus compañeros avanzaran. Quizá se tratara de los líderes de sus escuadrones. Les disparó una vez a cada uno, alcanzándoles en el pecho. A continuación, abrió fuego contra los dos soldados que iban en cabeza y que estaban a menos de ciento ochenta metros colina abajo.

—Con estos cuatro hacen veinticuatro. —Su siguiente objetivo fue un hombre que movía los brazos y daba órdenes, debía de tratarse de un suboficial. El soldado cayó a tierra tras ser alcanzado en la parte inferior del abdomen, luego se puso a gritar algo en alemán—. Ya van veinticinco.

La sección que capitaneaba la marcha perdió toda convicción, dio media vuelta y emprendió una retirada completamente descontrolada colina abajo. A algunos se les oía gritar:
«Ruckzug!».
Dan supuso que querría decir «retirada» en alemán. La segunda sección siguió inmediatamente sus pasos. Dejaron de producirse más disparos.

Mientras salían corriendo, Dan abatió a tres por la espalda. Los supervivientes de las dos secciones desaparecieron entre los árboles que había más abajo antes de que tuviera la oportunidad de hacer ningún disparo más.

—Eso hacen tres más: veintiocho —dijo jadeando entrecortadamente.

El suboficial dejó de dar gritos desde el suelo. Después del tiroteo, un silencio extraño se adueñó de la noche.

Fong giró hacia un lado y recargó el SSG con el último de los cargadores de cinco cartuchos Steyr que tenía completo. Se preguntó cómo sería capaz de recargar los cargadores vacíos con las manos así de húmedas y pegajosas. Dan miró hacia abajo y vio los intestinos sobre el suelo, junto al polvo y a las ramitas.

—Menudo desastre —dijo meneando la cabeza—, un disparo en las tripas. Dame fuerza, Dios mío.

La hemorragia de la herida de la cadera había disminuido. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la bala había alcanzado una pequeña arteria. Había mucha sangre, pero la arteria femoral se había salvado del impacto. Llegó a la conclusión de que si la hubiera alcanzado, ahora mismo estaría muerto.

Fong miró a través de la mira a la hilera de árboles que había abajo, en busca de más objetivos. Ahora ninguno de los soldados se atrevía a asomarse. De la herida en la cadera seguía saliendo sangre a borbotones parcialmente coagulada. Dan volvió a colocar la venda. Sin poder contar con el apoyo de la parte inferior del abdomen, el diafragma de Fong sufrió varios espasmos. De pronto le entró un ataque de hipo. Meneó la cabeza y se rió en voz alta.

—¿Tu papá estuvo en la segunda guerra civil? —dijo en falsete imitando la voz de un niño—. Sí, se murió de hipo.

Dan se pasó otro minuto observando los árboles que había más abajo con la esperanza de ver algún otro posible objetivo. Los espasmos seguían castigando su diafragma. Las manos empezaron a temblarle de forma incontrolada. Una prolongada convulsión le recorrió el cuerpo. Se dio la vuelta, se puso de espaldas y cogió el SSG con las dos manos.

—La fiesta ha terminado —murmuró en voz baja.

A Fong le fallaron las fuerzas y comenzó a articular un discurso muy próximo al delirio.

—No ha estado mal esta vida... la ratio no ha estado mal. Veintiocho a uno. Les he hecho pagar lo de Potlatch... Espero haber hecho lo correcto, Señor... —Perdió la conciencia durante un minuto, luego volvió en sí y se puso a cantar en voz baja—. Espero que lo tengas todo arreglado, espero que estés listo para morir, parece que se avecina tormenta, y que todo el mundo se toma la justicia por su mano...

Tras un momento de silencio, Dan pronunció sus últimas palabras.

—Dios bendiga a la república, muerte al nuevo orden mundial. Venceremos. Libertad... —Mientras perdía el conocimiento, esbozó una amplia sonrisa.

Cuando comenzó a hacerse de día, el enemigo prosiguió su avance. Algunas de las tropas se mostraban reacias a adelantar su posición. Se quejaban de que aquello era un suicidio, de que los enemigos los superaban en número. Fueron necesarios varios gritos, órdenes y amenazas por parte de un sargento mayor de la Wehrmacht para que avanzaran de nuevo. Los que iniciaban la marcha se encontraron el cadáver de Fong una hora más tarde.

Siguiendo a las secciones de soldados de las Naciones Unidas, un comandante de infantería alemán subió caminando hasta lo alto de la colina. Una vez allí, se pasó quince minutos examinando toda la zona. Cuando terminó, volvió hasta donde estaba el cuerpo de Fong y se sentó sobre una roca que había un poco más arriba. Un cabo llegó al trote y sin darse tiempo para recuperar el aliento comenzó su informe.

—Herr Major, der Heckenschuetzen...

El comandante extendió la palma de la mano y le corrigió.

—Hablamos inglés, siempre inglés. Ahora, comience de nuevo.

El cabo frunció el ceño y empezó otra vez a hablar, con voz entrecortada.

—Señor, los hombres de la resistencia se han marchado. No hemos podido encontrar más cuerpos. Los demás deben de haber escapado y haberse llevado consigo a los heridos.

El comandante dijo que no la cabeza. Tenía muy claro lo que había pasado.

—¿Cómo que los demás? —le preguntó al cabo—. No había ninguna otra posición de combate, ni manchas de sangre, ni casquillos de ningún tipo, aparte de los de nuestro Kalashnikov. Esos americanos no tienen rifles que usen nuestros cartuchos de 5,45 mm, y esos son los únicos casquillos que he visto por aquí, y a centenares. En cuanto a cadáveres... solo hemos encontrado a este oriental. Quizá había otro hombre que llevaba un fusil de mayor calibre y que ha conseguido escapar. Con ese fusil es con el que nos dispararon desde la otra colina.

El cabo se quedó atónito mirándolo.

—Pero, señor, contando este valle y el de más abajo hemos sufrido cuarenta y seis... ¿Cómo lo dicen aquí...? Bajas, cuarenta y seis bajas, entre heridos y muertos. Todo el mundo coincide en que en estas colinas debía de haber una unidad por lo menos del tamaño de una compañía. Tiene que ser así.

El comandante dijo otra vez que no con la cabeza. Durante un instante, se quedó mirando con gravedad el destripado cuerpo.

—Este hombre era un auténtico guerrero —dijo con respeto.

El cabo se agachó para examinar el cuerpo de Fong, que ya estaba parcialmente rígido a causa del rigor mortis. Tuvo que hacer mucha fuerza para conseguir arrancarle el rifle de las manos frías y sin vida.

27. Abrams

«El tiempo para guardarse de la corrupción y la tiranía es antes de que hayan hecho presa en nosotros. Es mejor mantener el lobo fuera del corral que confiar en ponerle bozal una vez dentro.»

Thomas Jefferson, Apuntes sobre el estado de Virginia

Todos los integrantes del grupo habían recibido información relativa al tanque Abrams. Meses antes, Jeff Trasel dio a la Milicia del Noroeste y a algunas de las otras milicias locales una serie de charlas informativas acerca de vehículos acorazados, con la ayuda de algunos de los libros de Jane y de algunos manuales del ejército, como el
FM 17-15 Tank Platoon.
Verlos de cerca ya era otra historia. A Todd le parecía que tenían un aspecto siniestro e inquietante.

—El tanque M1A1 Abrams era el principal carro de combate del ejército de Estados Unidos y del cuerpo de Marines antes del colapso. El M1A1 pesa sesenta y siete toneladas y media. Solo tiene once metros de largo, cuatro de ancho y un poco menos de tres metros de alto. Puede desplazarse a sesenta y siete kilómetros de velocidad con el regulador puesto, e incluso más rápido si el regulador está desconectado, tal y como hacen algunos conductores de tanque. No sé cómo son las cosas ahora, pero antes del colapso hacer eso era motivo de castigo disciplinario según el artículo 15. El tanque M1 puede trepar un obstáculo vertical de un metro veinte de altura.

»Cuando los primeros Abrams se pusieron en circulación, en 1983, llevaban cañones de 105 mm. A otras variaciones producidas a partir de 1986 (el M1A1) se les instaló un cañón M256 de 120 mm. El cañón más grande fue producto de la escalada de blindajes que se produjo durante la guerra fría entre la OTAN y los países de la antigua Unión Soviética. Como cada uno de los bloques reforzaba el blindaje de sus tanques, vieron la necesidad de instalar cañones cada vez más grandes para atravesar los nuevos blindajes. La carga de munición habitual es cuarenta proyectiles para el cañón y más de doce mil cartuchos de munición para las ametralladoras, principalmente las de tipo 7,62 mm de la OTAN.

»El blindaje del Abrams es espectacular. Las capas de blindaje Chobham están instaladas en el glacis y la torreta. Además de la capa principal de blindaje, hay otras metidas entre la torreta y el motor, y unos paneles de refuerzo especiales alrededor del compartimento de munición del cañón principal. Los M1 construidos a partir de 1988 cuentan con un blindaje que incorpora uranio empobrecido entre las capas Chobham. A estos modelos se les conoce como los M1A2. Supongo que pesan incluso más que el modelo M1A1, pero no he podido confirmarlo.

»Los tanques de la serie M1 están equipados con motores Avco Lycoming AGT 1500. Este motor de 1500 CV es el que le confiere al tanque su característico sonido parecido al de un aullido; cuando el viento sopla en la dirección adecuada el AGT puede escucharse por encima del ruido de las cadenas. Un aspecto interesante es que gasta la misma cantidad de combustible si va al ralentí que si avanza a ochenta kilómetros por hora campo a través. Con una sola turbina, consume siempre aproximadamente la misma cantidad de gasolina. No hace falta decir que los depósitos, cuando están a tiro, son siempre los objetivos más fáciles. Así que si tenéis la oportunidad, la mejor forma de detener a una sección de tanques M1 es destruir su infraestructura para repostar.

»Los M1A2 llevan mejoras tecnológicas tremendamente interesantes. Por ejemplo, tienen sistemas de navegación GPS, que estarán activados si los satélites a los que están conectados han permanecido en órbitas estables en los últimos cuatros años. También tienen un sistema digital de información entre vehículos, al que normalmente se conoce por las siglas IVIS. En caso de que no se lleve a cabo un buen trabajo de mantenimiento, es posible que los IVIS no funcionen, pero que sí lo hagan las radios de frecuencia modulada. Puede que a estas alturas los rastreadores láser tampoco estén operativos. También hay que tener bien presente la mira térmica del artillero y el visor térmico independiente del comandante. Las dos son capaces de detectar el calor. Están diseñadas para percibir el calor de los motores de los vehículos, pero también pueden ver el calor que desprende el cuerpo humano. Sin embargo, tengo la sospecha de que las miras térmicas no funcionarán, ya que los sensores que usan son muy frágiles y tienen una vida útil limitada.

»Aparte del cañón principal, el Abrams lleva una ametralladora de calibre 7,62 mm en montura coaxial, una ametralladora M2 Browning de calibre.50 para el comandante y otra ametralladora 7,62 mm, la M240, para el cargador. Normalmente, la tripulación del tanque está formada por cuatro personas.

»Los tanques pocas veces operan en solitario. Una única unidad resulta muy vulnerable y la infantería podría rodearla fácilmente, especialmente cuando se trata de espacios de terreno limitados. La sección de tanques es el elemento de maniobras más pequeño dentro de una compañía de tanques. Está organizada para actuar como si se tratase de un único elemento: consiste en cuatro carros de combate organizados en dos pequeñas secciones de dos tanques cada una. Los tanques normalmente acompañan a la infantería para asegurar la seguridad en el ámbito local. Durante las misiones, unos y otros se comunican a través de radios SINCGARS de VHE Las SINCGARS son radios que usan la técnica del espectro ensanchado por salto de frecuencia, pero en las circunstancias actuales, me juego el cuello a que están emitiendo en frecuencias fijas, y posiblemente sin encriptar.

»Cuando se parapetan en formación, usan los teléfonos de campo, especialmente si la parada tiene una duración de varias horas. Tenedlo en cuenta. Los tanques llevan cabinas de teléfono en la parte trasera para comunicarse con las tropas de infantería. Los soldados de infantería tienen teléfonos de campo digitales, más o menos parecidos a los nuestros, cuando se desplazan a pie, y cabinas de teléfono como las de los tanques cuando van en vehículos de transporte blindado de personal, en los M113, los M2 y los M3. No está muy claro el porqué, pero cuando el Ejército diseñó el tanque MI, a diferencia del viejo M60, se olvidaron de poner cable entre el panel de control principal en el interior, el AM-1780, y la cabina telefónica, así que la tripulación tiene que pasar un cable WD-1 a través de la escotilla del cargador o de alguna de las secciones de visión y unirlo a un teléfono de campo en la parte de atrás del tanque.

»El M1 tiene, al igual que cualquier otro tanque, algunas partes vulnerables. Cuando reciben disparos, por lo demás inofensivos, de armas de poco calibre, repliegan los visores térmicos para evitar que les alcance alguna bala. Eso limita mucho su capacidad de visión. En ese momento es cuando tienen más dificultades para conseguir objetivos, maniobrar en terrenos complicados o divisar a las tropas de infantería. Otra cosa a tener en cuenta es considerar que, pese a tener gran cantidad de munición, no sucede lo mismo con los visores. Cuentan con algunos de recambio, pero si disparáis ininterrumpidamente sobre ellos o los rociáis con espray, los dejaréis completamente ciegos.

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