La expresión le enfureció, lo puso hostil.
—¡Ni siquiera me permites que te roce la punta de los dedos, y si te beso, me evitas como si yo pensara violarte, y sin embargo allí estabas, en brazos de Damon...!
Ella bajó los ojos.
—Tú sabes por qué me atrevo a hacerlo... con él.
Andrew recordó la intensa conciencia, la sexualidad que él había sentido, que había
compartido
con Damon. Era inquietante, lo invadía de una vaga incomodidad.
—¡No puedes decirme que Damon no es un hombre!
—Por supuesto que lo es —dijo Calista—, pero ha aprendido. .. y en la misma escuela que yo... cuándo y cómo
no
parecerlo.
Eso, para la culpa y la hipersensibilidad que Andrew sentía, fue como una pulla, como si él fuera alguna especie de bestia, de animal, que no podía controlar sus instintos sexuales y debía ser satisfecho. Ella le había empujado, literalmente, a los brazos de Ellemir pero Damon no necesitaba ese tipo de concesiones. Repentinamente, con furia, tomó a Calista en su brazos y la obligó a darle un beso. Por un momento, ella luchó contra él, tratando de despegar su boca, y él pudo sentir la salvaje turbación que la invadía. De pronto, se tornó completamente pasiva en sus brazos, y sus labios quedaron fríos, inmóviles, tan lejanos que la joven podría haber estado en otra habitación. Le habló en voz baja, y su voz lo desgarró como si fueran colmillos:
—Puedo soportar que hagas lo que creas que debes hacer. Tai como estoy ahora, eso no constituirá ninguna diferencia. No me hará daño, tampoco me excitará hasta el punto de que pueda reaccionar contra ti, o golpearte. Incluso si sientes que debes... que debes llevarme a la cama... eso no significaría nada para mí. Pero si a ti te da placer...
Frío, consternado hasta la médula, él la dejó libre. De algún modo, la reacción de ella era más horrible que si se le hubiera resistido salvajemente, le hubiera mordido o arañado, o le hubiera azotado con un rayo. Antes, ella temía su propia excitación. Ahora, sabía que nada traspasaría sus defensas... nada.
—¡Oh, Calista, perdóname! ¡Oh, Dios, Calista, perdóname! Andrew cayó de rodillas ante ella, tomándole los dedos, llevándoselos a los labios en una agonía de remordimiento. Damon volvió del baño y quedó atónito ante la escena, pero ninguno de los dos lo vio ni lo oyó. Lentamente, Calista puso ambas manos sobre la cara de Andrew.
—Oh. amor —susurró—, soy yo quien debe pedirte perdón. No deseo... no deseo ser indiferente a ti. —Su voz estaba tan colmada de dolor que Damon supo que no podía seguir esperando.
Sabía por qué se había emborrachado tanto la noche anterior. Era porque, pasado el Solsticio de Invierno, ya no podría demorar más su odisea. Ahora debía ir al supramundo, al interior del tiempo mismo, y buscar ayuda allí, buscar la manera de que Calista volviera a ellos. Ahora, ante el terrible dolor de la joven, sintió que estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella, por Andrew.
Muy silenciosamente, se retiró y salió de la suite por la otra puerta.
Después del Solsticio de Invierno, sorprendentemente, el clima se moderó y las reparaciones de los daños causados por la gran tormenta se llevaron a cabo rápidamente. Se completaron en diez días, y Andrew sintió que durante un tiempo podía dejar todo en manos del
coridom
.
Pensó que nunca había visto a Damon tan nervioso e irritable como esa mañana, después de haber aislado la suite con apaciguadores telepáticos y advertir a los criados que no se acercaran por allí. Desde el Solsticio de Invierno, Damon había estado reconcentrado y silencioso, pero ahora, mientras graduaba los apaciguadores y se movía inquieto en la suite, todos ellos pudieron notarlo. Calista finalmente dejó escapar su preocupación.
—¡Basta ya, Damon! Tiéndete y respira lentamente. No puedes empezar en este estado, y lo sabes tan bien como yo. Primero debes calmarte. ¿Quieres un poco de
kirian
?
—No lo quiero —dijo Damon, con irritación—. Pero supongo que será mejor que lo tome. Y quiero una manta o algo así. Siempre vuelvo medio congelado.
Ella le indicó a Ellemir, con un gesto, que le cubriera y fue a buscar el
kirian
.
—Pruébalo primero. Mi aparato de destilación, el que tengo aquí, no es tan eficiente como el que tenía en Arilinn, y puede tener residuos, a pesar de que lo filtré dos veces.
—Es difícil que lo prepares peor que yo —dijo Damon, y lo olió cuidadosamente. Después rió, recordando que Calista había hecho lo mismo con la rústica tintura que él había preparado—. No importa, querida, supongo que no nos envenenaremos entre nosotros. —Le permitió que midiera cuidadosamente una dosis, y luego agregó—: No sé cuál es el factor de distorsión del tiempo, y tú tendrás que estar en fase para monitorearme, ¿No será mejor que también tú tomes un poco?
Ella sacudió la cabeza.
—Tengo una pésima tolerancia para esa cosa, Damon. Si tomara lo suficiente como para estar en fase, tendría serios problemas. Puedo conectarme sin él.
—Terminarás terriblemente acalambrada y helada —le advirtió Damon, pero se dio cuenta de que después de tantos años como Celadora. Calista probablemente supiera con exactitud cuál era su margen de tolerancia a la droga telepática. Ella sonrió, y se midió una dosis de unas pocas gotas.
—Tengo puesto un abrigo extra —dijo—. Si yo monitoreo tus funciones vitales, ¿cuándo quieres que te traiga de regreso?
Él no lo sabía. No tenía experiencia con respecto a las tensiones de la Búsqueda Temporal. No tenía idea de lo que tendría que soportar como efectos colaterales,
—Será mejor que no me hagas regresar mientras no tenga convulsiones.
—¿Sólo entonces? —Calista sintió una terrible puñalada de culpa. Por ella Damon corría este terrible riesgo, volviendo a ese trabajo que tanto temía y odiaba. Ya estaban estrechamente contactados. Él le puso una mano sobre la muñeca.
—No es sólo por ti. Querida. Es por todos nosotros. Por los niños.
Y por la Celadora, por la que vendría. Calista no dijo esas palabras en voz alta, pero el tiempo se salió de foco, como ocurría a veces para un Alton, y se vio a sí misma desde una gran distancia, aquí, en otra parte, de pie y hundida hasta las rodillas en un gran prado de flores, mirando a una delicada joven que yacía inconsciente ante ella; de pie en la capilla de Armida ante la estatua de Cassilda, con una corona de flores rojas en la mano. Dejó las flores en el altar y entonces regresó con ellos, mareada, sonrojada, exaltada.
—Damon, tú viste... —susurró.
También Andrew había visto, todos ellos habían visto, y recordó la expresión de lástima y dolor de Calista cuando había retirado de la capilla la olvidada ofrenda de Ellemir.
—Nuestras mujeres todavía dejan sus ofrendas en el santuario de Cassilda... —dijo suavemente Damon—. Lo vi, Cal. Pero hay un largo camino entre esto y aquello, lo sabes.
Calista se preguntó si a Andrew le importaría mucho, entonces se obligó a volver, con firme disciplina, a su trabajo.
—Déjame controlar tu respiración —dijo, y pasó ligeramente los dedos por encima del cuerpo de Damon—. Toma el
kirian
ahora.
El tragó, haciendo una mueca.
—¡Uf! ¿Con qué le diste sabor, con orina de caballo?
—Con nada, es que has olvidado el sabor, eso es todo. ¿Cuántos años hace que lo tomaste por última vez? Tiéndete y deja de apretar los puños, sólo lograrás poner en tensión los músculos y te darán calambres.
Damon obedeció, observando los rostros que le rodeaban: Ellemir, que parecía un poco temerosa; Andrew, fuerte y tranquilo, pero también, y Damon lo percibió, con una subterránea corriente de aprensión. Una vez más sus ojos regresaron al rostro confiado de Calista. Podía confiar absolutamente en ella, con su entrenamiento de Arilinn. Su respiración, sus funciones vitales, su vida misma estaban en manos de ella, y él estaba satisfecho de que así fuera.
¿Por qué tenía que renunciar a esto, sólo porque deseaba vivir feliz y tener hijos?
Calista estaba integrando a Andrew y Ellemir en el círculo. Damon les sintió entrar en contacto telepático, mezclarse. Ya estaba vagando, flotando, muy distante. Miró a Ellemir como si la joven fuera transparente, pensando cuánto la amaba, qué feliz era ella.
—Sólo permitiré que llegues a la primera etapa de una crisis, no a las convulsiones. Eso no te haría ningún bien, ni tampoco a nosotros —le dijo Calista suavemente.
Damon ni siquiera se molestó en protestar. Ella había sido entrenada en Arilinn; la decisión le correspondía. Entonces se encontró en el supramundo, sintiendo cómo el hito se formaba en torno a él, una torre como Arilinn, menos sólida, menos brillante, no un faro sino un refugio, muy remota aunque sólida, una protección, un hogar. Por un momento, míentras miraba el mundo gris, protegido, demorándose tras los muros, descubrió que se preguntaba, con una ligereza absurda, qué pensarían los otros telépatas que vagaban por el mundo gris al encontrarse una Torre nueva aquí. ¿O acaso los otros no la advertirían, no llegarían jamás al remoto lugar en el que Damon y su grupo trabajaban? Con resolución, dio forma a sus pensamientos para que le condujeran rápidamente a Arilinn, y se encontró de pie en el patio, ante Leonie. Vio, con alivio, que ella llevaba el rostro velado y que su voz era fría y remota, como si aquel momento de pasión nunca hubiera existido.
—Primero debemos alcanzar el nivel en el que es posible moverse a través del tiempo. ¿Has tenido suficiente cautela como para disponer que te monitoreen?
Damon sintió que ella miraba
a través
de él. hacia el supra-mundo, hacia el mundo que él había dejado detrás junto con su cuerpo, a cuyo lado vigilaba Calista. Leonie adquirió una expresión extrañamente triunfal, pero sólo dijo:
—Puedes estar lejos mucho tiempo, y parecerá más aún. Yo te conduciré tan sólo hasta el nivel de la Búsqueda Temporal, aunque no estoy segura de que pueda permanecer allí. Pero debemos desplazarnos gradualmente a través de los niveles. Usualmente trato de visualizarlos como escaleras —agregó, y él vio que la penumbra que les rodeaba se había disipado lo suficiente para revelar un penumbroso tramo de escaleras que se curvaban hacia arriba y que desaparecían en una oscuridad más densa allá arriba, como una niebla que envolviera el curso de un río. Advirtió que la escalera tenía un pasamanos dorado, y se preguntó qué escalera de la infancia de Leonie, tai vez del Castillo Hastur, era la que se repetía ahora en la imagen mental.
Mientras ponía un pie sobre el primer peldaño, en pos de Leonie, Damon sabía perfectamente que en realidad sólo sus mentes se desplazaban a través de los átomos sin forma del universo, pero la firme visualización de la escalera era confirmatoriamente sólida bajo sus pies, y les daba un punto focal para desplazarse de un nivel a otro. Leonie conocía el camino, y él estaba contento de seguirla.
La escalera no era empinada, pero a medida que ascendían, a Damon le pareció que respiraba más aguadamente, corno si escalara un paso de montaña. La escalera seguía siendo firme, incluso estaba alfombrada, aunque él sabía que sus propios pies eran tan sólo formulaciones mentales. Cada vez se le hizo más difícil sentirlos, levantarlos de un peldaño a otro. La escalera se hizo menos sólida y más difusa y conducía hacia una espesa niebla gris. La forma de Leonie era tan sólo un perfil velado de carmesí.
La niebla gris se cerró. Bajo sus pies, sólo podía ver unos pocos centímetros de la escalera, y caminaba en una penumbra que hacía desaparecer su cuerpo. La penumbra se convirtió en oscuridad, atravesada por vertiginosas luces azules.
El nivel de las redes energéticas. Damon había trabajado en este nivel como técnico psi, y con gran esfuerzo logró tornarlo sólido, convirtiéndolo en una oscura caverna con sendas apenas iluminadas y huellas que conducían hacia arriba a través de un laberinto de agua que caía. Leonie era difusa y leve aquí, y sus vestidos incoloros. Ahora él ya no la escuchaba como si ella le hablara con palabras:
Con cuidado aquí. Estamos en el nivel de las matrices monitoreadas. Nos vigilarán para que no me ocurra ningún daño. Pero sígueme de cerca; sé en qué lugares se están haciendo trabajos de matriz, y no debemos interferir.
En silencio, Damon siguió por las sendas iluminadas de azul. En un momento dado se produjo un estallido de luz azul, pero la idea de Leonie le llegó con celeridad:
¡Aléjate de ella!
Y él advirtió que en algún lugar se estaba llevando a cabo una operación de matriz de naturaleza tan delicada que incluso un pensamiento casual —«mirarla»— podía alterar el equilibrio y poner en peligro a los mecánicos. Visualizó que físicamente le daba la espalda a la luz, cerrando los ojos para no ver siquiera por un resquicio de los párpados. Pareció transcurrir mucho tiempo antes de que volviera a percibir los pensamientos de Leonie:
Ahora podemos seguir.
Una vez más la escalera volvió a concretarse bajo sus pies, aunque no podía verla, y empezó a ascender. Sólo una obstinada concentración le permitía ahora materializar la ilusión de un cuerpo Físico con el cual ascender, y las escaleras parecían una bruma bajo sus pies. Su pulso empezó a acelerarse mientras ascendía, y su respiración se tornó más dificultosa. Era como escalar un paso de montaña, como los empinados peldaños de roca que conducían hasta el Monasterio de Nevarsin. Palpó a su alrededor, tentando en la oscuridad en busca del pasamanos congelado: sintió que el hielo le quemaba los dedos, pero se sintió agradecido por esa sensación. Le ayudó a solidificar la terrible falta de forma de este nivel. No tenía idea de cómo Leonie, que no tenía entrenamiento para escalar, podía arreglárselas aquí, pero la sentía muy próxima a él en la oscuridad, y advirtió que ella debía tener sus propias técnicas mentales para ascender los niveles. La respiración de Damon se hizo aún más dificultosa, y sintió que su corazón latía agudamente perturbado. Sintió el vértigo que producen las grandes alturas. No podía obligarse a continuar. Se aferró al pasamanos, y sus manos se insensibilizaron con el frío.
No puedo seguir, no puedo. Moriré aquí.
Lentamente, su respiración se hizo más fluida y se calmó el pulso de su corazón. Supo, con remota conciencia, que Calista había entrado en fase con él, regulando su respiración y su pulso. Ahora podía seguir ascendiendo, aunque la escalera había desaparecido. A medida que su ascenso se tornaba más trabajoso, empezó a formular desesperadamente el recuerdo de las técnicas de escalamiento en hielo y rocas que había aprendido siendo un muchacho en Nevarsin, como si estuviera izándose por medio de las manos y los pies, fijando cuerdas y soportes imaginarios para hacer ascender a su cuerpo reticente. Entonces volvió a perder su cuerpo, y toda conciencia de los niveles y el esfuerzo, y se desplazó de una oscuridad a otra sólo por medio de una concentración feroz. En una de esas oscuridades había unas extrañas e informes masas de nubes, y le pareció que vadeaba ciénagas de lodo frío. En otra había presencias en todas partes, presencias que se apiñaban a su alrededor, arrojando contra él su intangible informidad... constriñéndole... Se había perdido el concepto mismo de
forma
. No podía recordar qué era un cuerpo, o qué se sentía al tenerlo. Él era tan informe, estaba en todas y ninguna parte como
ellos
, fueran lo que fuesen, penetrando en todas partes. Se sintió asqueado y violado, pero siguió luchando por ascender, y al cabo de una eternidad también esas presencias desaparecieron.