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Authors: Marion Zimmer Bradley

Tags: #Ciencia ficción, Fantasía

La Torre Prohibida (36 page)

La cuestión de la reparación de los puentes y los edificios, del reemplazo del ganado perdido, ocupó gran parte de la comida. Las mujeres estaban retirando la vajilla cuando Calista se dirigió en voz baja a su padre. El asintió, dándole autorización, y ella se puso de pie, golpeando brevemente el borde de un jarro metálico, para llamar la atención de los presentes. Los criados que se movían por el salón la miraron respetuosamente. Una Celadora era objeto de una reverenda casi supersticiosa, y aunque Calista ya había abandonado su status formal, todavía se la trataba con un respeto mayor del habitual. Cuando el salón quedó en perfecto silencio, la joven habló con su voz clara y suave, que de todas maneras llegaba perfectamente hasta todos los rincones del gran salón:

—Alguien de aquí, sin autorización, ha entrado en mi cuarto de destilación y ha tomado algunas hierbas que había allí. Si las devuelve de inmediato, y si no hace con ellas nada no autorizado, supondré que todo ha sido una equivocación y no iré más lejos con la cuestión. Pero si las hierbas no me han sido devueltas mañana por la mañana, emprenderé cualquier acción que me parezca adecuada.

Se produjo un confuso silencio en el salón. Unos pocos empezaron a murmurar entre sí, pero ninguno habló en voz alta, y finalmente Calista volvió a hablar:

—Muy bien. Tenéis toda la noche para, pensar sobre el asunto. Mañana usaré cualquier método que renga a mi disposición —con un gesto automático, arrogante, su mano se deslizó hasta la matriz que llevaba oculta, pendiente del cuello— para descubrir al culpable. Eso es todo, podéis retiraos.

Era la primera vez que Andrew la veía utilizar deliberadamente su antigua autoridad de Celadora, y eso lo perturbó. Cuando ella regresó a su lugar, Andrew le preguntó:

—¿Qué es lo que falta, Calista?


Kireseth
—dijo ella, escuetamente—. Es una hierba peligrosa, y su uso está prohibido salvo para los que tienen entrenamiento de Torre, o una autorización expresa. —La joven había fruncido el ceño en un gesto de preocupación—. No me gusta nada la idea de que alguna persona ignorante ande por ahí enloquecida por la sustancia. Produce delirios, es alucinógena.

—Oh, vamos, Calista, seguramente no e tan peligrosa —protestó
Dom
Esteban. Sé que la gente de las Torres tiene con respecto a la sustancia un tabú supersticioso, pero crece silvestre aquí en las montañas, y nunca ha sido...

—De todas maneras, yo soy personalmente responsable, y debo asegurarme de que no se le dé mal uso por culpa de algún descuido mío.

Damon levantó la cabeza.

—No molestes a los criados, Calista —dijo con cansancio—.
Yo
fui quien tomó el
kireseth
.

Ella lo miró, atónita.

—¿Tú, Damon? ¿Qué querías hacer con él?

—¿Te bastará si te digo que tenía mis propias razones, Calista?

—Pero ¿por qué, Damon? —insistió ella—. Si me lo hubieras pedido, te lo habría dado, pero...

—Pero me hubieras preguntado para qué —dijo Damon. mientras su rostro mostraba una expresión de agotamiento y dolor—. No, Cal, no trates de leerme —agregó, y sus ojos se endurecieron súbitamente—. Lo tomé por razones que me parecieron buenas, y que no pienso decirte. Tal vez no lo necesite, y en ese caso te lo devolveré, pero por el momento creo que sí lo usaré. Déjalo así,
breda
.

—Por supuesto, si insistes, Damon —dijo ella. Alzó la copa y bebió, observando a Damon con mirada preocupada. Era sencillo leer sus pensamientos:
Damon está entrenado en el uso de/ kirian, pero no sabe prepararlo,.. ¿Qué podría querer con la hierba natural? ¿Qué es lo que piensa hacer con ella? No creo que le dé mal uso, pero ¿qué se propone?

Los criados se dispersaron.
Dom
Esteban preguntó si alguien querría jugar a las cartas con él, o a los castillos, el juego parecido al ajedrez que Andrew estaba aprendiendo a jugar. Andrew accedió y se sentó a estudiar las pequeñas piezas de cristal cortado con aparente absorción, pero su mente estaba en otra parte. ¿Qué habría pretendido hacer Damon con el
kireseth
? Damon le había advertido que no debía tocarlo ni olerlo, recordó. Al mover una pieza, que perdió a manos de su suegro, le pareció que los pensamientos de Damon se filtraban dentro del perímetro de sus propias emociones. Sabía cuánto odiaba y temía Damon el trabajo de matriz para el que lo habían entrenado, al que lo habían obligado a renunciar y al que había vuelto en contra de su voluntad.
Hasta que Calista sea libre. E incluso entonces... Hay tantas cosas que un te/epata puede hacer, tantas cosas necesarias...
Eliminado los pensamientos de Damon por la fuerza, Andrew se obligó a concentrarse en el tablero que tenía ante sí, perdió tres piezas en rápida sucesión, y luego hizo un movimiento erróneo que le costó la pieza más importante, llamada el dragón. Se dio por vencido, diciendo a manera de disculpa:

—Lo siento, las formas de esas dos piezas todavía me confunden un poco.

—No tiene importancia —dijo el anciano, devolviéndole amablemente la pieza que Andrew había movido mal—. De todas maneras, eres mejor jugador que Ellemir, aunque ella es la única que tiene la paciencia suficiente para jugar conmigo. Damon juega bien, pero rara vez tiene tiempo. Damon, cuando Andrew y yo terminemos esta partida, ¿querrás jugar con el ganador?

—Esta noche no, tío —dijo Damon, saliendo de su profunda abstracción, y el anciano, echando un vistazo al salón, advirtió que la mayoría de los criados ya se habían ido a la cama. Sólo su criado personal, que bostezaba, se hallaba ante el fuego. El señor de Alton suspiró y observó el ángulo de la luz de la luna más allá de las ventanas.

—Soy un egoísta. Os retengo aquí hablando hasta medianoche cuando Andrew ha hecho una larga cabalgata y ha pasado mucho tiempo separado de su esposa. Duermo mal ahora, y las noches me resultan eternas porque no tengo a nadie que me haga compañía, de modo que tiendo a aferrarme a vosotros. Id, id todos a la cama.

Ellemir dio un beso a su padre, deseándole buenas noches, y se retiró. Calista hablaba con el criado personal del anciano. Damon siguió a Ellemir, pero en el quicio de la puerta se detuvo y regresó.

—Padre, hay un trabajo importante que debemos hacer. ¿Puedes prescindir de nosotros durante algunos días?

—¿Debes viajar?

—No, viajar no —respondió Damon—, pero tal vez necesite colocar apaciguadores y una barrera para aislarnos a los cuatro. Puedo elegir el momento, pero preferiría no demorarme demasiado. —Miró a Calista, y Andrew captó el pensamiento que el otro trataba de ocultar:
Ella morirá de pena...

—Necesitaremos al menos tres o cuatro días sin que nos interrumpan. ¿Puede arreglarse?

El anciano asintió con lentitud.

—Tómate el tiempo que necesites, Damon. Pero para un período prolongado de trabajo, lo mejor sería esperar hasta después del Solsticio de Invierno y hasta que se hayan terminado las reparaciones de los daños ocasionados por la tormenta. ¿Es posible?

Andrew advirtió la mirada inquieta que
Dom
Esteban dirigió a Calista, y escuchó lo que Lord Alton no dijo:
¿Una Celadora que ha devuelto su juramento?
Supo que también Damon lo había captado, pero su amigo dijo solamente:

—Es posible, y eso es lo que haremos. Gracias, padre. —Se inclinó para besar al anciano. Lo observó, frunciendo un poco el ceño, mientras los criados empujaban su silla para sacarlo de la habitación.

—Creo que extraña a Dezi. Sean cuales fueren los defectos del muchacho, era un buen hijo para el viejo. Por su bien, tal vez me hubiera gustado poder perdonar a Dezi.

Suspiró mientras subían la escalera.

—Se siente solo. Ninguno de nosotros es una verdadera compañía para él. Creo que cuando llegue el deshielo de primavera, tendremos que llamar a algún pariente o amigo para que le haga compañía.

Calista subía la escalera detrás de ellos. Damon se detuvo antes de doblar el recodo que conducía a su propia suite.

—Cal, creo que te convertiste en Celadora siendo muy joven, demasiado joven. ¿También recibiste entrenamiento para los otros grados? ¿Eres monitora, mecánica o técnica? ¿O solamente trabajaste en los transmisores principales como
tenerésteis
? —Usó la palabra arcaica que en
casta
se traducía habitualmente como «celadora», aunque «custodio» o «guardián» hubieran resultado igualmente adecuados.

—Damon, tú mismo me enseñaste a monitorear. Era mi primer año en la Torre, y el último para ti. Por certificado, soy solamente mecánico, nunca intenté hacer el trabajo de un técnico. No había falta de técnicos, y yo tenía mucho trabajo con los emisores. ¿Por qué?

—Quería saber qué capacidades reuníamos —dijo Damon—. Yo llegué al nivel de técnico. Sé construir las pantallas que podamos necesitar, si tengo los cristales y los nódulos en blanco. Pero tal vez necesite un mecánico, y sin duda necesitaré un monitor para buscar la respuesta que te prometí, de modo que será mejor que te asegures de estar en condiciones de monitorear en caso necesario. ¿Sigues controlando tu respiración?

—De otro modo no podría dormir. Sospecho que todos los que hemos recibido entrenamiento lo seguiremos haciendo toda la vida —dijo ella, y Damon sonrió, inclinándose luego para besarla levemente en la mejilla.

—Tienes mucha razón, hermana. Que duermas bien. Buenas noches, hermano —agregó dirigiéndose a Andrew, y se marchó.

Era obvio que algo preocupaba a Damon. Calista estaba sentada ante su tocador, trenzándose el largo cabello para la noche. Eso le recordó a Andrew, cruelmente, otra noche, pero trató de pensar en otra cosa. Calista, todavía preocupada por Damon, dijo:

—Está mucho más perturbado de lo que aparenta. Hace mucho tiempo que le conozco. No tiene sentido preguntarle nada que él no quiera decirnos...

Pero ¿qué es lo que querría con el kireseth?

Andrew recordó, con un ramalazo de celos, que ella no había eludido el beso que Damon le había dado en la mejilla, pero sabía perfectamente qué ocurriría si él mismo lo intentaba. Entonces, en contra de su voluntad, Andrew descubrió que estaba pensando en Damon y Ellemir, juntos, reunidos.

Ella era su esposa, después de todo, y él, Damon, no tenía derecho... ningún derecho, en absoluto.

Calista apagó la luz y se acostó en su propia cama. Suspirando, Andrew se acostó, contemplando las cuatro lunas que se desplazaban por el cielo. Finalmente, se durmió, sin advertirlo. Fue como si se desplazara en algún estado de conciencia intermedio entre la realidad y el sueño. Damon le había dicho en una oportunidad que a veces, en el sueño, la mente se trasladaba al supramundo, sin pensamientos conscientes.

Le pareció que había dejado atrás su cuerpo y se desplazaba ahora por la informe penumbra del supramundo. En alguna parte, en todas partes, podía ver y ser consciente de Damon y Ellemir que hacían el amor, y aunque sabía que sería bien recibido si se unía a ellos, vinculándose a ese contacto jubiloso, a esa intimidad, él no dejaba de desviar los ojos y la mente de esa escena. No era un «voyeur», todavía no era un depravado, ni siquiera aquí.

Al cabo de largo rato encontró la estructura que habían construido para el caso de los hombres congelados. Tuvo miedo de encontrarlos también allí, ya que parecían estar en todas partes al mismo tiempo, pero Ellemir estaba dormida y Damon se hallaba sentado sobre un tronco, con aspecto deprimido, y con un manojo de flores secas de
kireseth
a su lado.

Le preguntó: «¿Qué piensas hacer con ellas Damon?», y el otro hombre respondió: «No estoy seguro. ¿Por qué crees que no pude explicárselo a Calista? Está prohibido. Todo está prohibido. No deberíamos estar aquí en absoluto.»

Andrew dijo: «Pero sólo estamos soñando, y ¿cómo es posible prohibir un sueño?» Pero sabía, y se sentía culpable por ello, que un telépata debía ser responsable incluso de sus sueños, y que ni siquiera en sueños podía acudir a Ellemir, como ansiaba. Damon dijo: «Pero ya te dije que es tan sólo una parte integral de nuestro ser», y Andrew dio la espalda a Damon y trató de salir de la estructura, pero los muros le encerraron y le rodearon. Entonces Calista — ¿o era Ellemir?, ya no podía estar seguro de cuál de las dos era su esposa— se acercó a él con un ramo de flores de
kireseth
en la mano, y le dijo: «Tómalas. Nuestros hijos comerán este fruto algún día.»

El fruto prohibido. Pero las tomó en sus manos, mordiendo los capullos que eran suaves como pechos de mujer, y el perfume de las flores fue como un aguijón dentro de su mente. Entonces un rayo cayó sobre los muros, y la estructura empezó a temblar y a estremecerse, y a través de los muros que caían, Leonie los insultaba y maldecía, y oscuramente Andrew supo que era su culpa, porque él había alejado a Calista de Leonie.

Y después se halló solo en la planicie gris, y el hito estaba ya muy lejos en el horizonte. Aunque caminó durante una eternidad, días, horas, eones, no pudo llegar. Sabía que Damon y Calista y Ellemir estaban dentro, y que habían hallado la respuesta y eran felices, pero él estaba nuevamente solo, era otra vez un extranjero y nunca volvería a ser una parte de ellos. Tan pronto como conseguía acercarse, la penumbra se expandía, como si fuera elástica, y la estructura volvía a alejarse una vez más hasta el horizonte. Y no obstante, de alguna manera estaba también, al mismo tiempo, dentro de esos muros, y Calista estaba en sus brazos — ¿o era. Ellemir, o de alguna manera estaba haciendo el amor con ambas a la vez?— y era Damon el que vagaba más allá del horizonte, debatiéndose por acercarse al hito, sin alcanzarlo nunca, nunca, nunca... Le dijo a Ellemir: «Debes llevarle algunas flores de
kireseth
», pero ella se convirtió en Calista y dijo: «Está prohibido para los que tienen entrenamiento de Torre», y Andrew no pudo decidir si estaba allí, tendido entre las dos mujeres, o si estaba fuera, vagando por el horizonte distante... De alguna manera sabía que estaba atrapado dentro del sueño de Damon, y que no podía salir.

Se despertó sobresaltado. Calista dormía inquieta en la sombra gris de la habitación. Se escuchó decir, a media voz:

—Sabrás qué hacer con ella cuando llegue el momento... —y después, preguntándose qué habría querido decir con eso, supo que las palabras formaban parte del sueño de Damon. Volvió a dormirse, vagando por el reino gris e informe hasta el amanecer. Consciente en parte de que no se trataba en absoluto de su propia conciencia, se preguntó si era él mismo, o si de alguna manera se había fusionado con Damon.

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