desnuda a medias,
sudorosa,
única habitante del mundo construido
por tus sueños,
danzando, con los pezones endurecidos, los muslos tensos y brillantes, cumpliendo el ritual de tu repetida entrega a mi deseo, a mi lubricidad que me avergüenza pero que no lamento;
y al encender la luz se esfuman las imágenes imaginadas, y queda ante mí, solemne, suntuoso, vacío, el comedor de la casa: las grandes vitrinas que contienen la vajilla venerable; el armario en el que se alinean los veinticuatro idénticos tarros para beber cerveza; el trinchador en el que se acumulan los tenedores, cucharas y cuchillos de plata que ya nadie usa.
Me repliego hacia la oscuridad que he producido al apagar el candil de prismas; retrocedo, sin dejar de darle la cara al misterio que la oscuridad representa, hacia la salida, y rápidamente cierro la puerta, y la llave gira dos veces, también rápidamente, y recuerdo que Frau Emma tiene órdenes de nunca abrir, lo que se dice nunca, las ventanas, las puertas, las claraboyas de la casa, porque no quiero que el tiempo pasado, ese de los recuerdos, las risas, las voces, el murmullo de las lágrimas, el jadeo del placer, la música pomposa, se escape, se rompa, se corrompa. El tiempo pasado (ahora sé que es el mejor y más alegre de mis tiempos) debe permanecer guardado; siempre disponible para mí como lo estuvo, también siempre dócil, la vaga mujer que don Guillermo me entregó para que a cambio le diera el único(a) nieto(a) que conoció «última vida de su sangre»
sangre nacida para morir entre la sangre
sangre destinada a volver al origen de la sangre
sangre llamada a ser sangre de la sangre
de los que fueron al encuentro de la muerte en la trampa de la plaza; y las voces, los ayes, las blasfemias hablan de eso, de lo que no quiero recordar: de sangre, de lo que evoca lo rojo del emblema; el escudo-neón que esparce su luz en la azotea del edificio de enfrente; una luz sangre que ha de estar bañándome; una luz que
/ “Les dije a todos que la plaza era una trampa, se los dije. No hay salida. Les dije que no había ni por dónde escapar, que nos quedaríamos todos encajonados allí, cercados como en un corral. Se los dije tantas veces, pero, no…
“/
y un violento borbotón de saliva se derrama, ácido y amargo, o quizá solo ácido, o quizá sólo amargo, dentro de mi boca; y descubro que ése es el sabor de la cólera, el gusto de la ira, y quisiera tomar la Parabellum que mató en Europa, que seguramente ya ha matado en México, y correr con ella hacia la jaula y descargar sus nueve balas sobre la carne del hombre que tengo cautivo, pero, igual que sucede cuando invento los placeres que mi cuerpo disfruta en la soledad, me someto a la disciplina, apaciguo mi ardor, olvido, y me siento fatigado, desmadejado, ser sin voluntad (esto es, sin memoria) que vuelve al lugar del que ha salido y que pone en marcha un nuevo carrete de cinta, el que se inicia con el
efecto sonoro
de un helicóptero,
del mismo que volaba, una y otra vez, apenas por encima de la copa de los árboles. Por medio de un desplegado que publicaron los diarios, el Consejo Nacional de Huelga llama al pueblo para que participe en una gran
MANIFESTACIÓN DEL SILENCIO
Nadie cree que sea efectiva. Todos temen el fracaso. ¿Cómo controlar la compostura de miles de estudiantes, de miles de muchachos para quienes el ruido, y el grito y la risa son medios naturales de expresión? El Movimiento se juega un albur. Los más jóvenes se precaven: la tela adhesiva con que se amordazan demuestra su voluntad de someterse a la disciplina rigurosísima del silencio.
“Ha llegado el día
en que nuestro silencio
será más elocuente
que las palabras que ayer
acallaron las bayonetas…”
Es viernes. Por coincidencia día 13. Un mes hace que una manifestación, ruidosa y combativa, tomó el Zócalo. Hoy el objetivo es el mismo. Plaza de la Constitución. Siempre tierra de nadie, que esperamos convertir este viernes 13 de septiembre de 1968 en otra vez, como debe ser, de todos.
NADA CON LA FUERZA - TODO CON LA RAZÓN
En los alrededores del Museo de Antropologías allí donde empieza o termina, según se vea, el Paseo de la Reforma, van juntándose lentamente, sin prisa, con desconfianza unos, con cierta curiosidad otros, los que habrán de componer la columna del si lencio.
LUCHAMOS POR LOS DERECHOS DEL PUEBLO MEXICANO
hemos sido tolerantes hasta extremos criticados
LUCHAMOS CONTRA UN RÉGIMEN DE INJUSTICIA Y POBREZA
pero todo tiene un límite
NO MAS BAYONETAS
y no podemos permitir que se siga quebrantando irremisiblemente
UNETE PUEBLO UNETE
el orden jurídico, como a los ojos de todo mundo ha venido sucediendo
LIBERTAD A LA VERDAD ¡DIALOGO!
tenemos la ineludible obligación de impedir la destrucción de las fórmulas esenciales, a
cuyo amparo convivimos y progresamos
PUEBLO Y ESTUDIANTES UNIDOS, VENCEREMOS
Para que no haya dudas, para que no se diga, después, que la Marcha del Silencio es una provocación, la Coalición de Profesores hace saber:
«Como todas las manifestaciones anteriores ésta se desarrollará dentro del mayor orden, sin ánimo alguno de enfrentar a los manifestantes a Gobierno, por lo cual hacemos a este responsable de los disturbios que en la misma tengan lugar»
.
El tiempo parece no transcurrir, pero el tiempo no se detiene, como tampoco el fluir incesante de los que se acercan, de los que agregan su unidad, su presencias a la de quienes han llegado antes. El cuerpo crece, la columna empieza a adquirir forma. En las calles adyacentes al Museo buscan acomodo los centenares de vehículos que llegan transportando muchachas, muchachos; hombres y mujeres de toda edad. El pesimismo mengua. Aumenta la confianza en que, después de todo, pese al secreto temor a que la Marcha del Silencio resulte un fracaso político y de organización, las cosas sean de otro modo; como al Movimiento le conviene. Es preciso que el pueblo, que en cierta forma se ha mantenido al margen, vea que los estudiantes son capaces de luchar por la justicia en la que creen.
MÉXICO OFRECE AMISTAD
LO IMPORTANTE NO ES TRIUNFAR SINO COMPETIR
TODO ES POSIBLE EN LA PAZ
(“Reiteramos que nuestro Movimiento se independiente de la Celebración de los XIX Juegos Olímpicos y de las Fiestas Cívica Conmemorativas de nuestra Independencia, y que no es en absoluto intención de este Consejo obstruir su desarrollo en lo más mínimo Reafirmamos además que toda negociación tendiente a resolver este Conflicto, deberá ser pública -CNH )
.
La Cinta sigue pasando y el Hombre, nuestro Hombre, al que hemos asediado durante meses, escucha a oscuras, en el apretado vientre de la tiniebla, la voz de la sabiduría:
(—Los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia, o la corrupción…).
Una y otra vez
el helicóptero seguía volando
por encima de las copas
de los arboles/
Mítico animal, la columna genera la fuerza que impulsará su movimiento. Impresiona, no por lo crecido del número de los que la integran, sino por el silencio riguroso, increíble, al que éstos se ajustan. Y la gente los aplaude, la gente se suma a ellos, la gente participa. El silencio es ovacionado. La ovación que se desgrana en cada calle, en cada cruce de avenidas es el homenaje que al silencio se le tributa. En ese momento los muchachos muestran su madurez. La mayoría de ellos crece a nivel de hombre.
EL MUNDO SERÁ DE LOS CRONOPIOS O NO SERÁ
El silencio constituía el más directo, el más demoledor, el más expresivo de los discursos. Un discurso de gestos severos, de rostros secos y revueltos, de viriles actitudes. Un discurso dicho en síntesis, por las mantas
LA VICTORIA SERÁ NUESTRA COMO SEA
LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS
DIA-LO-GO DIÁ-LO-GO DIÁ-LO-GO DIÁ-LO-GO
TODO ESTUDIANTE CON VERGÜENZA ES REVOLUCIONARIO
subrayado por el gesto, por el ademán que habría de convertir en símbolo del Movimiento: la mano en alto; los dedos índice y medio formando la V de «Venceremos».
Circulan los volantes que el Comité Nacional de Huelga ha hecho imprimir:
“Pueblo mexicano: puedes ver que no somos unos vándalos ni unos rebeldes sin causa, como se nos ha tachado con extraordinaria frecuencia.
(—Flojos, mechudos, buenos-para-nada…
—¿Estudiantes? Bah: huevones, depredadores…
—Lo que sería interesante es saber quién da el dinero para que los estudiantes agiten
—El que sean estudiantes no les da derecho a cometer tropelías…
—Si por mí fuera, los rapaba a todos y los ponía a trabajar).
Puedes darte cuenta de nuestro silencio, un silencio impresionante, un silencio conmovedor, un silencio que expresa nuestro sentimiento y a la vez nuestra indignación.”
El pueblo añade sus pasos a los pasos de los miles que marchan, puliendo el pavimento. La ciudad se estremece hasta la última de sus fibras. El Movimiento, más con el silencio que con los gritos, está expresando sus ideales. Su ejemplo es imitable. Su lección, para ser aprendida, admirada. El gobierno, si llegare a atacar, ¿podría inventar la excusa de las injurias? O, ¿no será acaso el silencio la peor de las injurias que pueden proferirse contra un gobierno que usa la palabra para esconder la verdad?
LAS GRANDES MENTIRAS NO RESUELVEN
LOS GRANDES PROBLEMAS
(¿Cómo pudieron inscribir,
en el costillar de un amarillo
perro callejero, la exigencia:
“Muera el Jefe de Policía…“?).
La Vanguardia del silencio ocupará el Zócalo alrededor de las veinte horas; dos después, estarán entrando los últimos de los casi 300 mil manifestantes. Pero en el Zócalo, Plaza Mayor, Aposento de Símbolos, las lenguas serán desatadas. Las lenguas fustigarán:
—No nos afectan los ataques, las injurias ni la represión. La historia nos pondrá en su sitio a cada cual. Se nos acusa de intransigentes y lo cierto es que el Gobierno ha escamoteado la verdad al pueblo. El intransigente es el Gobierno que pretende discutir los problemas del pueblo a espaldas del pueblo…
En la grabadora quedan sus injurias; las patadas con las que está agrediendo los barrotes de la jaula; los gritos desaforados:
—Callen esa mierda, cabrones; ¡caaaallenlaaa…!
LIBERTAD A LA VERDAD ¡DIALOGO!
(La voz del Consejo Nacional de Huelga:
—Hemos planteado siempre y en todo momento que queremos solucionar el conflicto; que para ello iremos al diálogo en cualquier momento, bajo las circunstancias que el Gobierno exprese. Una sola es nuestra exigencia: que ese diálogo sea público, ante toda la nación, y que no se pretenda intimidamos con tanques y policías/
el helicóptero
sigue vigilando el silencio
que debajo de él avanza/
Hasta hoy no hemos recibido otra respuesta que el aumento de la represión, las amenazas y las calumnias que pretenden cambiar la opinión pública y volverla desfavorable a nosotros. El orden para la celebración de los Juegos Olímpicos está al alcance de la mano… El Gobierno puede solucionar este prolongado conflicto cuando quiera. Nosotros siempre hemos estado dispuestos ahacerlo…”)
.
En la cinta quedan atrapadas las palabras que grita, los puñetazos con que castiga los hierros inconmovibles:
—Ustedes… Gentes, eh, callen esa basura… Cállenla. ¡Cállenlaaaaa!
Lo torturo. Aumento el volumen. ¿Llegará a reventar, de tantos ruidos que la colman, la celda que aloja al prisionero?
EL PUEBLO NOS SOSTIENE,
POR EL PUEBLO ES QUE LUCHAMOS
El silencio, sentado en la piedra gris que cubre el Zócalo, escucha: alguien está diciendo que el Movimiento Estudiantil ha calado hondo en la conciencia del pueblo, de un pueblo que:
—. .
.lucha para decidir la alternativa de si debe existir o no la libertad, si existe o no la justicia, si existe o no la democracia… Esta lucha ha producido cambios que son irreversibles… Este pueblo ha visto la luz y no debe dejar que vuelvan a ponerle vendas en los ojos. Ha probado que tiene fuerzas y vigor para rescatar lo que se le ha arrebatado… Hemos comenzado la tarea de hacer un México justo… Esta página es limpia y clara… Estamos demostrando que hay millonesde mexicanos honrados puestos a llegar hasta el sacrificio…
Cuando el mitin llega a su final, y en el recuerdo queda solamente la imagen:
chac,
chac, tijeras,
chac, las aspas del helicóptero cortan
chac, por encima de las frondas de los árboles
chac, las profundas raíces del silencio,
en la oscurecida Plaza Mayor arden, brillantes unánimes, cientos de miles de antorchas improvisadas con papel periódico; símbolo, allí que es Lugar de Símbolos, del nuevo amanecer profetizado; prefiguración de las veladoras a cuya luz, el dos de noviembre próximo, habrá de orarse frente al cadáver de una juventud;
y en el interior de la cinta queda, después de que ha concluido el relato, el eco interminable, terrible, enervante, de los pasos, pasos, pasos recogidos por mí en las calles, en los templos, en los almacenes; pasos que suben y bajan escaleras; que hacen guardia frente a La Casa de los Poderes que desfilan en la parada militar del Día de la Independencia o en la parodia deportiva del Día de la Revolución; pasos de soldados en guerra, adquiridos en tiendas especializadas en efectos-de-sonido; pasos de la Wehrmacht pisoteando sucesivamente la libertad de Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Francia; pasos deteniéndose ante la renuencia de Stalingrado, apagándose porque el frío los congela; pasos de cortejo fúnebre, de procesión de capirotes sevillanos (el largo ¡aaaay! de la saeta repite el dolor de los que están muriendo); pasos que hacen rechinar las secas duelas de encino; mis pasos de borracho que tropiezan buscando, con la razón perdida ya en dos horas de coñac, el sitio blando, el sitio firme, la cama (y el suelo a veces) donde tenderme, donde olvidarme del recuerdo, igual de atroz que de tenaz, de recordar a Mina muerta, a Mina viva, a Mina muerta en vida esa tarde, casi noche, que nos divide; pasos, pasos, pasos, vigilados por el helicóptero; lanzados, como piedras, contra los hombres que los perseguían con sus máquinas de guerra, con sus órdenes ciegamente obedecidas; pasos de prisionero idénticos a los pasos que la otra grabadora está anotando en el documento sonoro con el que deseo contribuir a que sea más comprensible la historia de nuestros días, la historia de este acto de justicia nunca antes intentado en un país maravilloso que llega al cinismo, o al humor involuntario, de ceder los muros de su Corte Suprema para que en ellos el genio de un pintor represente a la Justicia que se supone que esa Corte imparte, como una puta ebria y despernancada. Y mientras el rebumbo de los pasos lo atropella: mientras se sonido, regrabado y vuelto a grabar lo ataca y lo lastima y lo aplasta, reanudo mi intromisión en las frecuencias de la radio policíaca, y quince minutos de búsqueda, de escucha atenta, dejan en mi ánimo algo que podría ser cólera pero que es, en el fondo desencanto, estupor. El aire que tan concienzudamente he filtrado, está tranquilo. No lo agita ninguna conmoción, que sería natural si los grupos policiacos tuvieran ya conocimiento del secuestro.