—Con cuatro habitaciones en vez de tres.
«Y ya no hay malos sentimientos…».
—Porque igual podríamos aumentar la familia —sonrió Peter.
—Mmm.
—Me encantaría tener otro hijo, Faith. ¿A ti no?
«Ha salido el arco iris que pedía en mis oraciones…».
«Va a ser un día claro y soleado…».
Vi de reojo que Ian Sharp se movía en su silla, como mascullando entre dientes. Y entonces dos cosas pasaron a la vez: la puerta se abrió de golpe a mis espaldas y Peter asumió una expresión de horror.
—¡Dios mío! —murmuró.
«Va a ser un día claro y soleado…».
—¡Peter! —Era Andie—. ¿Te importa que me siente, cariño? —dijo con una sonrisa—. Qué, una cenita íntima, ¿eh?, un
tête â tête
, ¿no?
—Mira, Andie —comenzó Peter, meneando la cabeza—, creo que deberías marcharte.
—Pero es que no quiero marcharme. Quiero hablar contigo.
—¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Me lo ha dicho un amigo.
Me volví hacia Ian Sharp, pero ya no estaba. ¡Claro! Me sentí curiosamente traicionada.
—Escucha, guapa —me dijo Andie, cogiendo un trozo de pan—, no quiero aguarte la fiesta, pero es que llevas todas las de perder.
—No lo creo —contesté.
—Así que teniendo una sórdida aventura con mi novio, ¿eh? Eso no está bien. —La miré en silencio—. ¿Qué, os lo pasasteis bien en Cotswolds? Os hice seguir.
—Andie, ya hablaremos en otro momento —dijo Peter, irritado.
—El hotel Painswick tiene una pinta estupenda, Peter. Tendrás que llevarme alguna vez.
—Andie, tengo que decirte una cosa. Te lo iba a decir mañana, pero más vale que lo sepas ahora.
—Dime, cariño.
—Vuelvo con Faith, si ella me quiere.
—Pues claro que te quiero —dije yo.
—Lo nuestro se acabó, Andie. Siento mucho hacerte daño, pero es la verdad.
—Huy, qué va, de eso nada —susurró ella, con aire a la vez arrogante y amenazador.
—Lo siento, Andie, pero es así.
—No, me parece que lo nuestro no se ha acabado, cariño, porque… estoy embarazada.
—¡Se acabó el veranillo de San Martín! —informaba con inusual brusquedad el martes.
«Ocho, siete, Faith está hecha una furia…».
—Ya les aconsejé de que lo disfrutaran mientras durase…
«Seis, cinco…».
—… porque ahora, de repente…
«Cuatro, tres…».
—… ha llegado este espantoso frente atlántico…
«Dos, uno…».
—… que va a provocar una enorme depresión…
«Pero ¿qué le ha pasado?».
—… y nos va a dejar un tiempo de perros.
«Cero».
—Gracias, Faith —dijo Sophie, sonriéndome con cierta expresión de sorpresa. Luego se volvió a la cámara dos—. Están ustedes viendo la AM-UK! Después de la pausa comercial tendremos con nosotros a la bestia de Bodmin y sabremos si es un gato genéticamente modificado, a continuación diez nuevas formas de tratar las dalias, y la fiesta del 5 de noviembre.
—Sí —interrumpió Terry, mirando el
autocue
con una mueca—. El sábado es la noche de Guy Fawkes, de modo que vamos a comentar varias medidas de seguridad. Y tú, ¿te irás de fiesta, Sophie?
—¿Cómo dices? —Sophie se agitó incómoda en el sofá y disimuló su turbación con una sonrisa.
—¿Vas a salir con tu novio?
—Bueno…
—No importa, Sophie —prosiguió Terry. Su untuosa sonrisa apenas ocultaba su aire amenazador—. Seguro que vas a ver muchos fuegos artificiales.
—Son las ocho y media —dijo ella, sin hacerle caso—. A continuación damos paso a las noticias y el tráfico.
Yo no sabía de qué estaba hablando Terry. De todas formas siempre se está metiendo con Sophie. Además, yo tenía mis propios problemas. Subí a mi mesa haciendo un esfuerzo por mantener la calma y fingí estar absorta en los mapas del satélite, casi llorando de rabia. Precisamente yo, que me gano la vida con las predicciones, no había sabido predecir lo que iba a pasar. Era espantoso, horrible, peor que si me hubieran dado un tiro. Las arpías habían caído de pronto sobre mí para arrebatarme el festín. Miré sombría las nubes que se movían en la pantalla y llamé a Lily.
—Ha pasado algo terrible —susurré. Tenía un nudo en la garganta del tamaño de un limón.
—¿Qué?
—Algo horroroso.
—No te habrá dejado Jos, ¿verdad? —preguntó ella espantada.
—No, no es eso. Es que… Bueno… —Alcé la vista y vi que varias personas me miraban con disimulo—. Mira, no puedo decírtelo por teléfono. Pero —sollocé— tengo… tengo que hablar contigo.
—No llores, Faith. ¡No llores! Jennifer y yo te invitamos a comer, ¿de acuerdo? Nos vemos en Langan's a la una.
—¿Tienen ustedes reserva, señoras? —nos preguntaba un camarero bastante tieso tres horas después.
—Sí —contestó Lily con una mirada imperiosa—. No me agrada el papel de la pared. Vamos, Faith —añadió, echándose la estola sobre el hombro como un torero—, vamos a sentarnos allí.
Puso a Jennifer Aniston bajo la mesa y me escuchó mientras yo le contaba llorosa toda la historia.
—¿Que estabas saliendo con Peter? —exclamó con ojos como platos—. ¡Dios mío, Faith! ¡Estabas jugando con fuego!
—Lo sé —susurré, tapándome los ojos con la mano y estallando de nuevo en lágrimas.
—Jos no sospechará nada, ¿verdad? —Negué con la cabeza—. ¡Gracias a Dios! —resolló Lily, llevándose la mano al pecho en gesto de tremendo alivio—. Casi lo echas todo a perder, Faith —me reprendió enfadada.
Me pareció muy raro que dijera eso.
—¿Cómo que casi lo echo todo a perder? —repetí.
Ella se agitó en la silla y sonrió un poco turbada. Sus ojos color tabaco miraron rápidamente la mesa y luego mi rostro surcado de lágrimas.
—Lo que quería decir es que si Jos se hubiera enterado te habría dejado —explicó, bebiendo un poco de agua mineral—. Y eso sí sería un desastre.
Asentí con la cabeza. Me avergüenza confesar que yo también lo había pensado.
—Así que podría ser mucho peor —concluyó Lily.
—Pues no sé cómo —gemí—. Esto es espantoso, Lily. ¡Cómo odio a esa bruja! ¡Va a tener un hijo de Peter! —sollocé. Me temblaban los hombros.
—Cariño. —Una lágrima caliente me surcó la mejilla—. No tiene sentido estar furiosa con Andie. Eras tú la que tenía una aventura con su pareja y, la verdad, eso no está muy bien. No, no ha estado nada bien, Faith —prosiguió—. Pero soy tu mejor amiga y no quiero juzgar.
—¿Y tú qué? —le espeté—. Tú has tenido aventuras con hombres casados. Por lo menos yo me he liado con uno que está casado conmigo.
—Sí, pero estabas engañando a Jos —me reprochó ella—. La verdad es que me sorprende mucho.
—Ay, no te pongas así —gemí. Las lentillas se me estaban descolocando—. Si lo llego a saber no te digo nada. Tú eres mi amiga. Esperaba un poco de comprensión.
—Faith. —Lily me tendió un pañuelo—. Te estoy diciendo esto precisamente porque soy tu amiga. No me gustaría nada que estropearas tu relación con Jos. Y has estado a punto de hacerlo.
—¿Y qué? —salté—. Yo solo quiero a Peter, Lily. ¡A Peter! Y no entiendo por qué no puedes aceptarlo.
De pronto me cogió la mano y me miró a los ojos.
—Faith —comenzó con suavidad—, tú eres mi única amiga en el mundo. Solo quiero lo mejor para ti. —Y a pesar de su brusquedad y su actitud obsesiva, yo sabía que decía la verdad—. Siento mucho que lo estés pasando tan mal, pero creo que la solución está en tus manos.
—¿Cómo? —lloré, enjugándome los ojos con el pañuelo manchado de rímel.
—Olvidando tu pequeña… indiscreción. Jos nunca lo sabrá. En todo caso, Peter no era la respuesta a tus problemas. Peter es precisamente el problema.
—Eso no es verdad.
—¿Ah, no? Primero tiene una aventura con Andie y te hace daño. Ahora tiene una aventura contigo y hace daño a Andie. La verdad es que no me parece un comportamiento ejemplar.
—Haces que parezca mucho peor de lo que es, Lily. —En ese momento el camarero nos trajo las ensaladas—. Es verdad que Peter tuvo una aventura. Pero ahora está arrepentido y quiere volver conmigo. ¿Acaso no es comprensible? Y era lo que yo quería también, porque Peter es mi marido —dije apasionadamente—. No me lo puedo sacar de dentro —aseguré, pellizcándome el brazo—. Lo tengo metido en la piel. ¡Tú no lo entiendes porque nunca has estado con nadie más de una semana!
Lily me miró sorprendida. Nunca le había hablado así. Pero en la profundidad de mi desesperación y mi agotamiento, había encontrado una nueva voz.
—Quiero a Peter. Siempre le he querido. Y quiero volver con él.
—Pero no puedes.
—No —sollocé—. Ya no.
Peter quería que siguiéramos juntos. Vino a verme al día siguiente y me dijo que podíamos solucionar la situación. Los dos estábamos muy deprimidos.
—Sí, Faith, podemos solucionarlo. —Yo me quedé mirándolo con los ojos enrojecidos—. Lo he estado pensando. Esto no nos va a separar.
—¿No?
—No. ¿Por qué nos iba a separar?
—Porque un hijo es una cosa seria. Mira, Peter, yo puedo superar lo de tu aventura, ahora lo sé. ¡Pero no puedo superar que tengas un hijo con otra!
—Pero yo quiero estar contigo, Faith. Quiero recuperar mi vida de antes.
—Esto es demasiado, Peter —gemí—. ¡Un hijo! Un hijo es para siempre. Y la idea de que Andie lleve dentro un hijo tuyo me pone enferma. Ahora ya sé porqué soñaba con icebergs —sollocé—. ¡Porque estaba a punto de chocar con uno!
—Quédate conmigo, Faith —me pidió con voz queda.
—No creo que pueda. Porque ahora Andie y su hijo formarán siempre parte de nuestra vida. Podríamos fingir que somos felices. Sí, podríamos ponernos la careta para engañar a los demás. Pero por dentro nos sentiríamos fatal. No creo que pueda enfrentarme a esto Peter. Eso sí que acaba con cualquier pareja. Mira Jerry Hall. Ella aguantó muchas aventuras de Mick Jagger, pero lo que terminó por separarlos fue lo de su hijo.
—Tengo que hacer lo correcto con Andie.
—Sí, por supuesto. Yo sé mejor que nadie que tú siempre haces lo correcto. Pero la vida sería insoportable para mí, Peter. Y Andie siempre tendrá influencia sobre ti. Siempre estará ahí. Nunca podríamos olvidar. No creo que diera resultado.
—¿De verdad es lo que sientes?
Asentí con la cabeza.
—Lo he pensado mucho. He estudiado la situación desde todos los ángulos posibles. Pero no puedo acceder a esto. Me imagino de madrastra del hijo de Andie y no lo soporto. Puede que otras estuvieran dispuestas, pero yo no puedo. Esto no tiene solución.
Sí, todo estaba arruinado, pensé con amargura. Andie había tenido un golpe de suerte y todo había quedado convertido en cenizas.
—Estabas persiguiendo una ilusión, Faith —susurró Lily—. Estabas viviendo en un paraíso de mentira. Mira, aparte del embarazo de Andie, el hecho es que Peter te traicionó.
—Sí —repliqué, pinchando una hoja de lechuga—. Eso es verdad. Pero yo estaba dispuesta a perdonar y olvidar. Al principio pensaba que nunca superaría su infidelidad, pero ahora sé que sí que podría.
—¡Entonces es que eres tonta! —exclamó Lily con desdén. Los ojos le brillaban y tenía la boca tensa en una línea dura y cruel.
Yo, envalentonada por mi desesperación, le pregunté una cosa que hacía mucho tiempo que quería saber.
—Lily, ¿por qué eres siempre tan dura con Peter? —Ella se quedó mirándome sin contestar, como molesta por la pregunta—. ¿Por qué estás tan en contra de él? —insistí—. No lo entiendo. Nunca te ha caído bien.
—No; es verdad.
—Pero antes por lo menos lo tolerabas.
—Sí. —Lily bebió otro sorbo de agua—. Lo he tolerado por ti.
—Pero últimamente, durante el último año más o menos, te has puesto totalmente en contra de él. Como si le odiaras. No le das respiro.
—¿Por qué debería darle respiro? —exclamó ella con súbita vehemencia—. ¡Él nunca me lo ha dado a mí!
—Lily, eso no es verdad. Es como si pensaras que Peter tiene algo contra ti, pero te aseguro que no es así.
—¿Ah, no? —dijo ella con una sonrisita de duda.
—No. Pero tú estás totalmente contra él. Como si le guardaras rencor por algo.
—Muy bien, es verdad. No soporto a Peter. Pero es solo por lo que te ha hecho —añadió con vehemencia—. Y aunque puede que tú estés dispuesta a perdonarle, yo no.
—Pero no eres tú quien tiene que perdonarle —señalé—. Y si yo decido que quiero que vuelva, no es asunto tuyo.
—Lo siento, Faith —se encogió de hombros con gesto desdeñoso—, pero no puedo evitar sentir lo que siento. Es muy sencillo: si Peter te hace daño a ti, me lo hace a mí también. Sí —insistió, dando un golpe en el plato con el tenedor—, Peter me ha hecho daño.
Yo bajé la vista y meneé la cabeza. Por mucho que Lily intentara explicarme su reacción, a mí me seguía pareciendo muy extrema.
Pero de pronto pensé en lo que Katie dice a veces: que en el fondo Lily siempre ha estado celosa de Peter, porque en cierto modo ella consideraba que yo era suya. Ahora, al mirarla, retrocedí veinte años y me acordé de cuando teníamos dieciséis años y ella hablaba con mucha ilusión de todo lo que íbamos a hacer juntas; íbamos a compartir piso y daríamos un montón de fiestas y nos lo pasaríamos de miedo. Pero yo me había casado a los veinte. Nunca se me olvidará la cara de consternación y desaprobación de Lily cuando le conté que estaba comprometida.
—Tú nunca quisiste que me casara con Peter, ¿no es así? —pregunté mientras ella encendía un cigarrillo.
Exhaló el humo sin contestar.
—Pues no —dijo por fin, encogiéndose de hombros.
—¿Por qué no? ¿Qué podía importarte?
—Me parecía un desperdicio.
—¿Un desperdicio de qué?
—De tu carrera, para empezar.
—Pero tú ni siquiera acabaste la carrera —observé—. Dejaste Cambridge en tu segundo año.
—Sí, pero porque tuve la oportunidad de hacer lo que siempre había querido: trabajar en revistas.
—Y yo tuve la oportunidad de hacer lo que siempre había querido: ser esposa y madre. —Lily puso los ojos en blanco—. Tú puedes despreciar eso todo lo que quieras, pero era mi meta. Yo nunca iba a tener una carrera fantástica como la tuya. Yo no era brillante ni ambiciosa como tú. Conocí a Peter cuando tenía diecinueve años, y ya está. Me enamoré a la primera. Podrías sacar un artículo sobre el tema en el
Moi!
: «Cuando tu primer amor es tu último amor». Eso fue Peter para mí. A ti siempre te ha caído mal, Lily, pero no es tu vida, sino la mía. Yo lo único que quiero es volver con Peter. —Lily miró la mesa, jugueteando con el salero. Por primera vez vi la sombra de la culpa cruzar su hermoso rostro.