—No es fácil —comentó con un suspiro exasperado—. Cuando tú estás no hay problema, pero en cuanto desapareces, esto es la guerra.
—¡No te habrá mordido otra vez!
—No, no exactamente. Pero lo intenta de vez en cuando, para que no baje la guardia. Es como si me siguiera una piraña.
—Debe de ser que en el fondo es un perro ovejero —expliqué—. No te lo tomes como algo personal. Es que quiere tenerte vigilado, como yo —añadí dándole un beso.
—Es que me parece que es personal, Faith —replicó con aire herido—. Me parece fatal que siga siendo tan hostil cuando yo estoy haciendo tantos esfuerzos.
Eso es verdad. Jos hace muchos esfuerzos con Graham. Le trae golosinas y trocitos de carne y juega con él a la pelota en el jardín. Hasta le ha comprado el último vídeo de Delia Smith y un collar nuevo. Tiene muchos detalles, y yo espero que al final Graham de su brazo a torcer.
Anoche lo hablaba con Katie mientras veíamos
Fraisier
en la tele.
—Supongo que para Graham Jos es un intruso que intenta quitarle el puesto de Primer Perro —comenté. Estábamos sentadas en el sofá, con Graham tirado encima de las dos—. No cabe duda de que su comportamiento es neurótico. Tanto cazar moscas, por ejemplo, es un comportamiento clásico obsesivo-compulsivo.
—No, mamá, es una cosa propia de los perros.
—Graham tiene mucha rabia dentro —proseguí. Él lanzó un suspiro—. Seguro que tiene muchas cosas que resolver de su pasado. Si a esto le añades su miedo natural, como perro callejero, al rechazo y el abandono, es evidente que la presencia de Jos es un desafío a su frágil autoestima. Además —añadí, acariciándole las orejas—, creo que puede tener también un complejo de Edipo. Quiere reemplazar la figura del padre, que en este caso es Jos, y casarse conmigo.
Katie me miró escéptica.
—Graham nunca ha querido sustituir a papá.
—Mmm. Es verdad. ¿Sabes? Antes todo esto del psicoanálisis me parecía un rollo, pero ahora me fascina. Para mí es evidente que Graham muestra signos de incipiente paranoia.
—No está mal, mamá, pero hay una explicación mucho más sencilla.
—¿Ah, sí?
—Sí. Es que a Graham no le gusta Jos.
—¡Vaya! Ya veo.
—Son cosas que pasan —aseveró Katie encogiéndose de hombros—. Es una cuestión de personalidades incompatibles, nada más. No creo que sirva de mucho analizarlo demasiado, porque el hecho es que Graham no puede ver a Jos ni en pintura —concluyó.
—Vaya—.
—Pero lo que a mí me parece mucho más interesante, es que a Jos le importe tanto.
Hmmmmm.
—Bueno, le importa porque Graham intenta morderle.
—No, mamá, lo que le importa es no caer bien.
—Pero a todos nos gusta caer bien —señalé—. Es de lo más natural.
—Cierto, pero a casi todos nos da bastante igual si le caemos bien o no a un perro.
Ya saben que por lo general le sigo la corriente a Katie, por demenciales que sean sus ideas. Pero es evidente por qué a Jos le importa lo de Graham. Le importa porque le considera, con toda la razón, un miembro de mi familia, y él quiere llevarse bien con todos nosotros. Y lo cierto es que lo ha conseguido, en gran parte. Quiero decir que yo estoy loca por él y a los niños les cae bien, Lily le adora y piensa que he tenido una suerte increíble.
—¡Es divino! —declaraba una vez más en el club Cobden, unos días más tarde. Jos había ido a la barra a pedir unas copas. Lily nos había invitado a la presentación de un nuevo libro de cocina, de Nutella Prince, una chef de alta sociedad—. ¡Es el no va más! Guapísimo, de lo más sociable, está a la moda y es divertido.
Miré a Jos, que en ese momento se abría camino entre el gentío en busca de más champán. Lily tenía razón. Jos destacaba incluso entre aquella multitud de gente guapa. El corazón se me hinchó de orgullo al pensar que aquel hombre maravilloso estaba conmigo.
—Es el hombre perfecto para ti, Faith. Jennifer y yo estamos encantadas.
—¿Dónde está Jennifer?
—En casa. Pensé que sería demasiado excitante para ella venir esta tarde. Ha tenido una semana muy ajetreada.
—¿Haciendo qué? ¿Comer foie gras?
—¡No, mujer! —exclamó Lily con un resoplido indulgente—. Pensando. Se le han ocurrido un montón de ideas. Ah, mira, ahí está Godfrey Barnes, es un famoso especialista en fertilidad. Por cierto, ¿sabes una cosa? Jennifer está pensando en tener cachorros, porque su pedigrí es, por supuesto, soberbio. Pero el veterinario dice que no es bastante fuerte. Una pena.
—Vaya por Dios.
—Así que voy a hacer que la clonen.
—¿Qué?
—Bueno, si han podido hacer a la oveja Dolly y a la vaca Dolly, no sé por qué no van a hacer una perra Dolly. En Estados Unidos hay una compañía investigando el tema. Yo acabo de enviar una solicitud. ¿No te parece maravilloso, Faith? Existirían montones de Jennifers Anistons.
—Mmmm. Una fiesta increíble —añadí, para cambiar de tema.
Y era verdad: doscientos invitados, de los que nunca se pierden la última fiesta de moda, se estaban hinchando de canapés de mariscos y champán. En el centro de la sala había una escultura rotatoria, de hielo, con la forma de un gigantesco salmón dando un salto. Dos gigantescos arreglos florales hacían guardia junto a la puerta.
—Creo que Jos es maravilloso —repitió Lily—. No lo dejes escapar, Faith, porque cualquier otra intentaría llevárselo y eso no se puede permitir.
—No, no —convine—. ¿Y a ti cómo te va la vida amorosa? —pregunté, mojando unos diminutos merengues en un volcán de chocolate de un metro en el que burbujeaba una salsa de mantequilla fundida.
—Un infierno, como siempre —suspiró ella—. He terminado con Frank —me confió, limpiándose el azúcar de los labios.
—¿Con quién? —Con Lily me resulta imposible estar al día.
—El director de orquesta, ya sabes.
—No me acuerdo, perdona. ¿En qué orquesta está?
—¡Vete a saber! —contestó ella con una risotada—. Era guapísimo pero un desastre en la cama. Tenía la manía de gritar «¡agárrate!» en el momento crítico, y al final se me quitaron las ganas, la verdad.
—¿Y qué pasó con el cantante pop, Ricky?
—Ricky, menudo elemento. Me encantaba, pero el muy caradura me combinaba con otras tres, con el trío que le hacía los coros.
—Vaya. Igual deberías salir con alguien más… no sé, más normal. Un médico, por ejemplo, o un millonario de dot.com. ¿O qué tal aquel tratante de vinos?
—Era un imbécil.
—¿Y el tipo de la BBC?
—Demasiado anodino.
—¿Y aquel broker tan simpático? El de las gafas.
—¡Ah, ese! —exclamó ella, poniendo los ojos en blanco. Cogió una salchicha diminuta de una bandeja y la blandió delante de mis narices—. La tenía así —anunció con desdén.
—Madre mía.
—¿Qué tal anda Jos en ese frente? —preguntó. En ese momento Jos volvía abriéndose camino entre el gentío.
—Está… bien —contesté con una risita—. De hecho, genial. Es estupendo estar… activa otra vez. Hacía mil años que Peter y yo no nos enrollábamos.
—Ya. Bueno, seguro que ahora está recuperando el tiempo perdido.
Fue como una puñalada en el corazón, y deseé, como pasa muchas veces, que Lily pensara un poco antes de hablar. Porque por mucho que yo esté evolucionando y todo eso, y por muy feliz que sea con Jos, la verdad es que no soporto la idea de que Peter se esté acostando con Andie. Y entonces me puse a pensar en Peter, como me pasa a menudo, y me pregunté cómo le iría. Y en ese momento vi a Oliver y me dio un brinco el corazón. Lo que era peor: venía hacia mí.
—Hola, Faith —dijo con insolente familiaridad antes de que yo pudiera escapar.
—Hola, Oliver. Te presento a Lily Jago.
Los dos se sonrieron sin interés. El rostro alargado y rollizo de Oliver estaba, como siempre, perlado de sudor. Era un tipo de lo más pegajoso. Parecía incluso gotear.
—Siento lo de tu divorcio —comenzó. Yo no respondí—. Y por supuesto sentimos mucho que Peter se marchara. —«Seguro que sí, hipócrita, gilipollas», pensé.
—Ahora le va muy bien en Bishopsgate —comenté.
—¿Ah, sí? —replicó él con lo que me pareció una expresión de sorpresa.
—Pues sí. Le encanta. Y a él le tienen en mucha estima.
—¿Sí?
—Sí.
—Me alegro mucho —dijo untuoso, antes de marcharse.
—Menudo gilipollas —comentó Lily.
—Tú lo has dicho.
—Mira, ahí viene Jos.
—Tomad, chicas. Siento haber tardado tanto, pero me he encontrado a un montón de conocidos. De hecho… Anda, ahí está Melvyn Bragg. Faith, cariño, ¿te importa que vaya a saludar?
—Claro que no.
—¿Seguro?
—Seguro —sonreí—. Anda, vete.
Jos me besó la mano y salió disparado. Al cabo de un momento charlaba animadamente con lord Bragg, que no dejaba de reírse. De hecho parecía encantado con Jos. Pero la verdad es que Jos cautiva a todo el mundo, hombres y mujeres.
Lily y yo nos pusimos a pasear entre aquella elegante multitud. Estábamos un poco achispadas.
—… no te vi en Carines.
—… es el manager de Ali G.
—… muy amiga de Zadie Smith.
—… no. Fue a Faber.
—… allí, mira, con Graham Norton.
—… lo vamos a llamar polvo.punto.com.
El ambiente era de tanto glamour que se hacía opresivo, pero Lily estaba como pez en el agua. Muchas veces pienso que debe de aburrirse de tanta fiesta, pero no es verdad. Lily es la reina de la noche.
—Mira, ahí está la novelista Amber Dane —dijo con una sonrisa torcida—. Sus libros son desconocidos en todo el mundo. Y esa es Zuleika Jones, la actriz. No ha dejado que el fracaso se le suba a la cabeza. ¿Y ves ese tío alto de allí? —Yo asentí—. Es un gran político.
—¿De verdad?
—Sí. Uno de los mejores que se puede uno comprar. ¡Vaya! Ahí está esa redactora de moda, tan horrible, cómo se llama… La que escribe esos artículos tan espantosos. ¿Cómo puede una mujer con esa pinta de verdulera andar juzgando belleza y estilo?
Esa manía que tiene Lily de echar siempre pestes de todo el mundo se me hace a veces aburrida, pero ahora, suavemente anestesiada por Laurent Perrier, me reía de buena gana de sus mordaces ocurrencias.
—Miraaa, ¿no es esa chica Tarara Dipstick? —pregunté al ver a una rubia de pelo largo con un vestido de leopardo, apoyada en la barra.
—De chica nada —rió Lily—, que debe de tener por lo menos treinta y cinco. Se cree una sirena —añadió cortante—, pero lo único que tiene de sirena es el olor a pescado. ¿Y ves la que va con ella? Es Saskia Smith. A esa sí le va el dinero.
Yo buscaba a Jos con la mirada, pero no se le veía por ningún sitio. Melvyn Bragg estaba ahora hablando con otra persona. ¿Dónde se habría metido Jos? Mientras tanto, Lily no paraba de hablar.
—¡Mira! —exclamó, dándome un codazo en las costillas—. Ahí está la bruja esa, Citronella Pratt. Allí, allí, la gorda pelirroja. Es horrible, ¿eh? No me extraña que la llamen la Vaca que Ríe.
¿Dónde estaba Jos? Me hubiera gustado que volviera conmigo, sobre todo porque ahora sí me estaba cansando de los cáusticos comentarios de Lily. Pero de pronto su voz pareció desvanecerse, como si alguien hubiera bajado el volumen, porque por fin había visto a Jos. ¡Allí estaba! Junto al signo iluminado en verde de SALIDA. Y justo cuando iba hacia él vi que otra persona se le acercaba. ¿Quién era? Su cara me sonaba. Ah, sí, el novio de Iqbal, Will. He coincidido con él un par de veces, en las fiestas de Navidad, y no puedo decir que me caiga muy bien. Pero en parte es porque sé que trae a Iqqy de cabeza. No es precisamente fiel, sino más bien lo contrario, y eso a Iqqy le parte el corazón. Pero Iqqy no quiere terminar con él porque piensa que es maravilloso. Will también está metido en la ópera. Creo que es ayudante de dirección o algo así. Ahora se dirigía directamente hacia Jos. Yo tuve el impulso de echar a correr para llevarme a Jos de allí, pero me quedé cortada porque los dos parecían conocerse muy bien.
—Citronella escribe una columna espantosa en el
Sunday
no sé qué. ¡Un horror! La muy bruja siempre está criticando a otras mujeres, ¿sabes? —decía Lily.
—¿Sí? —murmuré vagamente.
Pero la verdad es que ya no la escuchaba, porque me parecía que allí estaba pasando algo raro. No es que sea una experta en lenguaje corporal, ni mucho menos, pero había algo que no cuadraba. Will es un hombre delgado, de pelo corto negro azulado y la expresión un poco tensa y afectada. Tiene un aspecto bastante exótico, supongo, con sus grandes ojos ovalados, las cejas gruesas y ese extraño brillo en la piel. Pero me di cuenta de que parecía como sintético, falso. A diferencia de Iqbal, pensé, que es tan cariñoso y tan real. Yo adoro a Iqqy, que es un tipo estupendo, pero Will me pone los pelos de punta. A su lado Jos parecía tan viril, con su pelo rubio oscuro hasta el cuello, sus hombros anchos, su cuerpo atlético y su ropa tan atractiva e informal (una camisa de lino verde claro y unos tejanos preciosos).
—Fue todo un notición, Faith —seguía diciendo Lily—. El marido de Citronella se largó con un peluquero. ¡Esa mujer es tan horrible que volvió gay a su esposo!
No se me había ocurrido que Jos y Will pudieran conocerse, pero no era extraño, puesto que trabajaban en el mismo círculo. Al verlos juntos cualquiera diría que eran muy buenos amigos. Sí… íntimos en realidad. Sentí un nudo en el estómago, porque Will estaba demasiado cerca de Jos. Es verdad que la sala estaba atestada de gente, pero tampoco tenía por qué estar tan cerca. Estaba pegado a él, vaya, invadiendo su espacio. Estaba… sí, sí, estaba intentando ligar con él. Se notaba a la legua. «¡Cómo se atreve! —pensé—. ¡Cómo se atreve! Pobre Jos». Además, debía de ser bastante embarazoso para él. Quise acudir en su rescate, pero me detuve al darme cuenta de que Jos tampoco se apartaba. Will estaba muy cerca, pero a él no parecía importarle. De hecho parecía… sí, parecía que casi le gustaba. Le miraba a los ojos, y de pronto se echó a reír. Estaba… No. Miré otra vez. Sí, sí, ¡Jos estaba flirteando! ¡Estaba flirteando con un hombre! Se me pusieron los pelos de punta. No sabía qué hacer. Quería intervenir. Quería acercarme y decirle a Will que se largara. Pero no hice nada porque me sentía como una intrusa. No, peor todavía, me sentía una voyeur. Ahora Will le había puesto las manos en los hombros, y de pronto le dio dos besos en las mejillas.
—¡Faith! ¡Faith! No estás escuchando ni una palabra.