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Authors: Isabel Wolff

Tags: #Romántico

La chica del tiempo (28 page)

—¿Qué-é? Ay, perdona.

—Mira, ahí está Jos. Vamos a hablar con él.

Yo quería contarle a Lily lo que acababa de ver, pero ella me arrastraba, abriéndose paso entre la multitud como Moisés en el mar Rojo. Para cuando llegamos hasta Jos, Will había desaparecido.

—¡Cariño! —Jos me rodeó con los brazos como si no me hubiera visto desde hacía meses—. Te he echado de menos. Dime —prosiguió con una sonrisa traviesa—, ¿estás cansada? —Asentí—. Bien, porque creo que es hora de irnos a casa.

Dejamos a Lily en la fiesta y atravesamos Londres con el coche bajo el suave atardecer del verano. Jos quitó la capota para poder ver la puesta de sol, roja y dorada en el cielo turquesa.

—Cuando el cielo está rojo significa que mañana hará bueno, ¿no?

Pero a mí no me apetecía charlar. Estaba bastante apagada, todavía intentando asimilar lo que había visto. Había decidido no decir nada, pero cada vez me costaba más trabajo.

—Jos, ¿puedo preguntarte una cosa? —comencé, cuando paramos en un semáforo.

—Lo que quieras —contestó él, cogiéndome la mano.

—Ese chico con el que estabas hablando, Will…

—Sí, ¿lo conoces?

—Le he visto alguna vez. Vive con Iqqy, uno de nuestros maquilladores.

—¿Y qué pasa con él?

—Pues… ¿a ti te gusta?

—¿Que si me gusta? —repitió Jos, mientras giraba por Goldharwk Road. Parecía sorprendido—. ¿Que si me gusta? No… no mucho.

—¿Entonces por qué demonios le diste un beso? —Tenía el corazón desbocado y me sudaban las manos.

—Yo no le he dado un beso, Faith, no digas tonterías.

—Pero si lo he visto yo misma.

—Yo no le he dado un beso. Me besó él a mí.

—Ya, bueno, ¿pero por qué lo permitiste? Tú no eres gay. Es que me has dejado… —Tragué saliva—. La verdad, me has dejado de piedra.

—Faith, cariño —replicó Jos con una sonrisa indulgente—. Mira que eres ingenua. Las cosas no siempre son lo que parecen.

—¿Y qué tengo que pensar cuando veo a mi novio besando a otro hombre?

—Bueno, tienes que pensar que hoy en día es perfectamente aceptable que un hombre heterosexual deje que un homosexual le dé un beso.

—Ah. Ya.

—Un beso en la mejilla. ¡Mira que eres, Faith! —añadió con una sonrisa—. En Francia los hombres se besan entre sí todo el rato. ¿Qué te crees, que son todos gays?

—No, claro que no. Pero no es lo mismo, porque su cultura es diferente.

—¡Ay, Faith! ¿De verdad te has creído que soy gay?

—No, no. Vaya, probablemente no. Es que… no sé —añadí débilmente. Jos se echó a reír, pero no era su risa habitual y franca, sino una risa burlona y aguda que nunca le había oído.

—¡Mi chica cree que soy gay! —exclamó. La idea pareció hacerle muchísima gracia—. ¡Eso sí que es el colmo! —Se reía a carcajadas, dando golpes con la mano en el volante y todo. Y de pronto yo también me eché a reír, supongo que de puro alivio—. ¡Pues claro que no soy gay! —dijo Jos por fin, enjugándose los ojos—. Te lo aseguro. Para nada. De ninguna manera. En absoluto. Pero el caso es que tengo que seguirles el juego.

—Ah. ¿Qué juego?

—Mira, Faith, en mi trabajo muchos chicos son gays.

—Sí, ¿pero por qué tienes que flirtear con ellos? Eso es lo que no comprendo. Y no me digas que no estabas flirteando con Will, porque era evidente.

—Cariño, yo flirteo con todo el mundo. Me gusta flirtear. ¿No lo has notado? Así voy tirando.

—¿Vas tirando? —Sentí una oleada de asco mezclado con desdén.

—Así es como consigo trabajo a veces —me explicó Jos, mientras giraba hacia Stamford Brook.

—Yo creía que te daban trabajo porque eres bueno.

—Sí, hasta cierto punto. Pero hay muchos buenos diseñadores, Faith, así que si quiero triunfar tengo que mojarme el culo.

—¿Cómo?

Jos se echó a reír.

—Vaya, que tengo que estar al tanto. Yo sé que a Will le gusto, así que flirteo con él porque no quiero que se aleje.

—Pero ¿por qué no? Will no es importante.

—Sí que lo es. Va a hacer
The Rake's Progress
en el Metropolitan de Nueva York el año que viene, y yo quiero hacer la escenografía. Y si tengo que flirtear con ese imbécil para conseguir el trabajo, Faith, flirtearé con él.

Ahora sí me sentía confusa. ¿Qué era peor, me preguntaba, flirtear con un gay cuando eres hetero, o flirtear con un hombre que ni siquiera te gusta?

—Flirtear es esencial en mi trabajo —prosiguió Jos—. Uno tiene que hacerse atractivo a los demás. Eso es lo que hago, ¿lo entiendes?

—Mmm. Supongo.

—Tienes que aprender a mirar a los ojos, a utilizar el apropiado lenguaje corporal, para que la otra persona se sienta bien y así tenerla de tu lado.

—Ya. Así que no es más que una estrategia, ¿no?

—Sí. Y bastante inocua, la verdad. Porque el hecho es que aunque flirteo con mucha gente, solo salgo contigo.

Nos quedamos un rato en silencio, hasta llegar a Elliot Road. El atardecer teñía de rojo los cristales de las ventanas de la casa. La glicinia, que estaba preciosa dos semanas atrás, ahora parecía triste y marchita. Tomé nota mental de que tenía que podarla. Graham hacía guardia en la ventana. Jos gimió al verlo.

—Si no te importa, no voy a entrar. Tengo una reunión de
Madame Butterfly
a las nueve y todavía me quedan algunos bocetos que terminar. Además, creo que hoy no tengo fuerzas para enfrentarme a Graham.

—No te preocupes —contesté con una sonrisa—. Lo entiendo.

El caso es que fue un alivio, porque aunque la explicación de Jos me había tranquilizado un poco, todavía me sentía turbada. Quería asimilar las cosas, de modo que saqué a Graham a dar un paseo y luego llamé al móvil de Lily.

—¿Sí, cariño? —Iba de camino a su casa, en un taxi. Yo le conté lo que había visto—. Bah, yo no me preocuparía. Seguro que lo que te ha contado es verdad.

—Sí, pero Peter nunca ha flirteado con hombres —señalé.

—No, tienes razón. Flirteaba con mujeres, ¿no? Con muy mal resultado para ti. Mira, Faith, si Jos dice que no es gay, es que no lo es. ¿Por qué demonios te iba a mentir?

—Bueno, igual era gay antes. Es posible, ¿sabes? Y si es ese el caso, no sé muy bien qué pensar.

—Ya. —Lily parecía pensativa—. Sí, te entiendo. No te sentaría muy bien que acabara marchándose con un tío, como hizo el marido de Citronella Pratt.

—Y el caso es que no me he quedado muy tranquila, sobre todo porque cuando hablábamos del tema en el coche, dijo una cosa muy curiosa. Dijo que flirteaba con hombres porque «tenía que mojarse el culo».

—¡Vaya! Menuda forma de decir las cosas.

—Exacto. Luego se corrigió muy deprisa, lo cual me hizo pensar que podía haber sido un lapsus freudiano. Además, negó con mucho énfasis que fuera gay. Dijo: «No, para nada, de ninguna manera, en absoluto». A mí me pareció que se pasaba un poco, que protestaba demasiado, vaya. Igual Jos es gay y ha decidido salir con mujeres durante un tiempo.

—Mmm. Vamos a ver, ¿ha hablado alguna vez de alguna ex novia?

—No. La verdad es que yo tampoco he querido preguntar.

—¿Y dices que está muy unido a su madre?

—Sí.

—Mmmm. Bueno, esto tampoco significa necesariamente que sea gay. ¿Recorta las recetas de cocina de las revistas?

—No.

—¿Sabe mucho de musicales?

—Sí.

—¿Pero se sabe las letras de las canciones?

—No.

—¿Tiene muchas plantas en casa?

—Sí. Ay, Lily, me encuentro fatal. ¡No sé qué pensar!

—¡Pobrecita! —exclamó Lily con una carcajada—. Hace tres meses estabas obsesionada con que si tu marido te era infiel, y ahora estás obsesionada con que si tu novio es gay. Podríamos sacar algo en el
Moi!
¿Es tu novio gay? ¡Las diez señales definitivas!

—Por favor, Lily, que esto es muy grave. Estoy muy preocupada.

—Perdona. ¿No puedes consultar con nadie?

—Igual Sophie sabe algo.

—Pues habla con ella. Que te cuente. Porque en una cosa estoy de acuerdo: tienes que llegar al fondo de todo esto.

Al día siguiente escribí mi guión en un tiempo récord y salí disparada a maquillaje justo después de las seis, que es cuando entra Sophie. Como siempre la AM-UK! era un puro caos.

—¿… Dónde está el guión de Terry?

—… La abuela vidente quiere saber cuándo entra.

—¿… Ha pasado Sophie por maquillaje?

—¡… Pues si es vidente debería saberlo!

—¿… Quién tiene la cinta del erizo deportista?

—¡… Oh, no! ¡El loro cantor está enfermo!

En maquillaje no había señales de Sophie. Iqbal parecía muy deprimido.

—Vienes muy temprano, Faith —comentó.

—Es que hoy he terminado el guión muy deprisa. ¿Cómo estás, Iqqy?

—¡No me lo preguntes! Marian está enferma, lo cual significa que yo estoy hasta las cejas de trabajo. Y la verdad es que no me encuentro muy bien.

—Lo siento. —Iqqy me puso sobre los hombros la bata de nailon—. ¿Te duele la cabeza?

—No, no es nada físico —comenzó, apartándome el pelo de la frente—. Ojalá. Es más bien emocional.

—Vaya por Dios. Mira, no quiero meterme donde no me llaman, pero si puedo ayudarte en algo…

Iqqy negó con la cabeza.

—Gracias, pero nadie puede ayudarme. Es lo de siempre, me temo.

Yo le miré en el espejo mientras él me ponía la base de maquillaje. Tenía una barba de dos días y las ojeras muy marcadas.

—Es Will —murmuró por fin—. Anoche tuvimos una pelea de espanto. Me trae por la calle de la amargura. Ya sé que no es precisamente un buen chico, pero no puedo soportar que se burle de mí de esta manera. Le gusta hacerme sufrir.

—¡Ay, Iqqy! Tú no te mereces eso.

—No, ya lo sé. Ah, hola, Sophie. Enseguida estoy contigo. Sophie cerró la puerta y me sonrió.

—¡Maldita sea! —exclamó Iqqy rebuscando entre los cosméticos de la mesa—. ¡No quedan polvos! ¡Lo que me faltaba! Creo que abajo hay más —explicó, apresurándose hacia la puerta—. Esperad un segundo.

Sophie se sentó y comenzó a leer su guión. Era la oportunidad que yo esperaba para poder hablar de Jos, pero casi no podía pronunciar palabra.

—Sophie —comencé nerviosa—, ¿puedo preguntarte una cosa?

—Claro.

—¿Te acuerdas que dijiste que conocías a mí… a mi amigo Jos?

—Sí. Bueno, más bien conozco a un par de personas que le conocen a él. ¿Por qué lo dices?

—Porque… Te va a parecer una tontería. —Solté una risita. Tenía el corazón acelerado y la boca seca—. Es que tengo una… una amiga que me ha dicho… ya sé que es una tontería… pero ella dice que… bueno, que Jos podría ser gay, o que lo ha sido en algún momento.

Sophie me miraba con una expresión muy rara y se había puesto colorada. ¡Dios mío! ¡Dios mío! Era verdad. Jos era gay. Eso era lo que Sophie trataba de decirme en el servicio el otro día.

—¿Gay? —repitió.

—Sí. ¿Tú… en fin… has oído algo de eso?

—¡No! ¿Gay? —Sophie se echó a reír—. ¡No, por Dios! ¡Esa sí que es buena!

—Ah, entonces no es verdad. —Ahora yo también me eché a reír de puro alivio—. No es que me lo creyera, claro. Pero ya sabes cómo son estas cosas. Se oyen tantos cotilleos… Vaya, estoy segura de que hay quien piensa que yo soy gay —añadí alegremente.

—¡Qué va! A mí nunca se me ocurriría una cosa así —respondió Sophie—. Pero no, Faith, en cuanto a tu pregunta, yo no creo que Jos Cartwright sea gay.

—Bien. Genial. ¡Qué tontería! —reí. Se produjo un corto silencio en el que solo oía los latidos de mi corazón—. Así que nunca ha sido gay, ¿no?

—No. Nunca he oído nada de eso.

—¿Y desde cuándo lo conocen esos amigos tuyos?

—Desde hace unos cinco años.

Bueno, por fin estaba claro. Había sido horroroso tener que preguntarlo, pero por lo menos Sophie había dicho lo que yo quería oír. Jos no era gay, gracias a Dios. ¡Claro que no! Sonreí aliviada, pero vi que Sophie estaba muy seria.

—Faith —dijo por fin, mirándome en el espejo—. Somos amigas, ¿verdad?

—Pues claro que sí.

—En ese caso espero que no te importe que te dé un consejo. Es sobre Jos. —Vaya. Se me cayó el alma a los pies—. Mira, espero que todo vaya bien con él. Seguro que lo encuentras encantador, como casi todo el mundo. Yo no quiero meterme en tus cosas, pero te aconsejo que vayas con un poco de cuidado.

—¿Que vaya con cuidado?

¿Qué demonios quería decir? Por un lado me molestaba un poco que no fuera más clara, que no me dijera las cosas directamente. Pero mientras hacía acopio de valor para preguntar, Iqqy irrumpió en la habitación.

—Muy bien, Sophie —resolló—, pasa al sillón, por favor.

De modo que me quedé sin saber qué había querido decirme. El momento había pasado. Me quedé preocupada, pero al mismo tiempo contenta. Sí, lo admito, me alegré porque la verdad es que no quería saberlo. De todas formas me pasé la mañana dándole vueltas al tema.

—Es que no imagino lo que Sophie quería decir —le comenté a Lily por teléfono, después de comer.

—Yo creo que todo esto aumenta el misterio de Jos —contestó ella—. Puede que ande metido en asuntos de droga —apuntó—. ¿Le moquea mucho la nariz?

—No.

—Igual tiene problemas con la bebida.

—Me habría dado cuenta.

—O antecedentes penales. O contactos peligrosos. ¿Habla mucho de sus «asociados»?

—No.

—¿No será un pervertido sexual? ¿Has visto látigos o cadenas en su casa?

—No.

—Puede que le guste vestirse de mujer.

—¡No creo! —exclamé echándome a reír.

—O puede que ya esté casado.

—No.

—¿No tendrá a su mujer loca encerrada en el ático?

—Yo no he oído gritos.

—Pues entonces tranquilízate, Faith. Yo de ti no me preocuparía. De momento lo único que ha hecho mal, según tú, es flirtear con un hombre. Pero ahora que sabemos que no es gay, yo no le daría muchas vueltas. El mundo de la ópera es un poco así, bastante acaramelado. Yo no se lo tendría en cuenta. Me da en la nariz que Jos es una especie de camaleón social, que sabe adaptarse a su entorno. Eso no es ningún delito.

—¿Pero por qué querría Sophie advertirme contra él? —insistí—. Eso es lo que no entiendo.

—Puede que a ella también le guste Jos.

—Seguro que no. Me da la impresión de que no le cae nada bien. Ella sale con un tal Alex.

—Puede que Jos sea un caníbal. O de derechas.

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