Authors: Kami García,Margaret Stohl
Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico
—¿Qué has visto? ¿Adónde has ido?
—No estoy muy seguro, pero creo que era el Custodio Lejano. Reconocí a dos de los Guardianes que visitaron la biblioteca. Pero creo que sucedía en el futuro.
—¿El futuro? ¿Cómo lo sabes? —Los engranajes de la mente de Liv se pusieron en marcha.
—Era el juicio de Marian, que todavía no se ha producido.
Liv estaba retorciendo el lápiz enganchado detrás de su oreja.
—
Temporis Porta
significa «Puerta del Tiempo». Es posible.
—¿Estás segura? —Después de lo que había visto confiaba en que sólo fuera una advertencia, una especie de futuro posible que aún no estaba escrito.
—No hay forma de saberlo, pero si la
Temporis Porta
es algún tipo de portal, como parece ser, entonces podrías haber visto algo que aún no ha sucedido. El futuro actual. —Liv empezó a anotar todo en su cuaderno rojo. Sabía que querría recordar cada detalle de esta conversación.
—Después de lo que he visto, espero que estés equivocada.
Dejó de escribir.
—Supongo que no ha sido bueno, ¿no?
—No. —Me detuve—. Si eso era el futuro, no podemos permitir que Marian vaya a juicio. Prométemelo. Si vuelven a presentarse, me ayudarás a mantenerla lejos del Consejo. No creo que sepa…
—Te lo prometo. —Su cara se oscureció y su voz se quebró, y supe que estaba tratando de no llorar.
—Confiemos en que haya otra explicación. —Pero según lo dije, supe que no la había. Y también Liv.
Volvimos sobre nuestros pasos, a través de la tierra, el calor y la oscuridad, hasta que no pude sentir nada más que el peso de mi mundo desplomándose.
P
or lo que pude saber, esa noche, después de la visita del Custodio Lejano, Marian regresó a su casa y no volvió a salir. Al día siguiente me acerqué hasta allí para ver cómo se encontraba. No respondió a mi llamada y tampoco la encontré en la biblioteca. El día después, llevé su correo hasta el porche. Intenté echar un vistazo por las ventanas, pero las persianas estaban bajadas y las cortinas echadas.
Hoy volví a llamar a su casa, pero no contestó. Me senté en las escaleras delanteras y eché un vistazo su correo. Nada que llamara la atención. Facturas. Una carta de la Universidad de Duke, probablemente sobre alguna de sus becas de investigación. Y una especie de carta devuelta al remitente, de la que no reconocí la dirección. Kings Langley.
¿Por qué me resultaba familiar? Mi cabeza estaba confusa, como si hubiera un recodo en mi memoria al que no conseguía acceder.
—Creo que eso es mío. —Liv se sentó a mi lado en el escalón. Llevaba el pelo recogido en una trenza, unos vaqueros cortados y una camiseta con la tabla periódica.
Aparentemente, Liv parecía la misma. Pero yo sabía que el verano lo había cambiado todo para ella.
—No te pregunté si te encontrabas bien después de la escena en la biblioteca, con el Consejo. ¿Seguro que estás bien?
—Supongo. Me preocupó más lo que sucedió en la
Temporis Porta.
—Ciertamente se la veía asustada y distante.
—A mí también.
—Ethan, creo que era el futuro. Entraste por esa puerta, y fuiste transportado a otra dimensión física. Así es como funciona un portal del tiempo.
El Custodio Lejano no me había parecido un sueño, ni siquiera una visión. Era como adentrarse en otro mundo. Sólo deseé que ese mundo no fuera el futuro.
La cara de Liv se nubló. Algo más la inquietaba.
—¿Qué te ocurre?
—He estado pensando. —Liv retorció su selenómetro nerviosa—. La
Temporis Porta
sólo se abrió para ti. ¿Por qué no me dejó entrar?
Porque las cosas malas siguen pasándome a mí.
Eso es lo que pensaba, pero no lo dije. Como tampoco mencioné que había visto a mi profesora de inglés en el futuro.
—No lo sé. ¿Pero qué podemos hacer?
—Lo único posible. Asegurarnos de que Marian no acuda al Custodio Lejano.
Levanté la vista hasta su puerta.
—Tal vez tendríamos que alegrarnos de que no salga de casa. Supongo que debería haber imaginado que husmear en la despensa de Amma no traería nada bueno.
—Excepto las confituras. —Sonrió débilmente. Estaba intentando distraerme de la única cosa de la que no podía huir: de mí mismo.
—¿Cereza?
—Fresa. —Lo pronunció enfatizando las dos sílabas. Fresa—. Con una cuchara directamente del tarro.
—Suenas como Ridley. Todo azúcar, todo el tiempo. —Sonrió cuando lo dije.
—Quería preguntártelo. ¿Qué tal están Ridley, Link y Lena?
—Bueno, ya sabes. Ridley está revolucionando el colegio. Ahora es animadora.
Liv se rio.
—Siren, animadora. No estoy muy puesta en cultura americana, pero incluso yo aprecio las similitudes.
—Eso creo. Link es el hombre más corpulento que jamás hayas visto en el campus. Las chicas están siempre rodeándole. Es un verdadero imán.
—¿Y qué tal está Lena? Contenta por tener a su tío de vuelta, supongo. Y a ti.
No se atrevió a mirarme y yo no la miré. Cuando finalmente volvió a hablar, levantó la vista hacia el resplandeciente sol, en vez de hacia mí. Lo que significaba que no se atrevía a decírmelo a la cara.
—Es difícil para mí, ¿sabes? Muchas veces me descubro pensando en ti, en cosas que me gustaría decirte, cosas divertidas o extrañas, pero no estás ahí.
Deseé tirar a un lado el correo de Marian y salir corriendo de allí.
Sin embargo, respiré hondo.
—Lo sé. Todos los demás aún seguimos juntos, y tú estás sola. Después de todo por lo que pasamos, te dejamos tirada. Da asco. —Por fin lo había dicho. Me había estado torturando desde el día en que volvimos a Gatlin, el día en que Liv desapareció en los Túneles con Macon.
—Tengo a Macon. Se ha portado estupendamente conmigo, casi como un padre. —Retorció los trozos de cuerda que llevaba siempre atados alrededor de la muñeca—. Pero os echo de menos a ti y a Marian, y no poder hablar con ninguno de los dos es terrible. No quiero meterla en más problemas. Pero es como si te dijeran que tienes que dejar de tomar helados, patatas fritas u Ovaltine.
—Lo sé. Y siento que sea todo tan raro. —Lo que era raro era esta conversación. Era muy propio de Liv tener el valor suficiente para mantenerla.
Me miró de reojo, con una media sonrisa.
—He estado pensando, después de verte ayer. No es que no pueda hablar contigo sin tener que intentar besarte. Tampoco eres
tan
irresistible.
—Dímelo a mí.
—Desearía imprimir una señal y pegármela en la frente. ME COMPROMETO A NO BESAR A ETHAN WATE. AHORA, POR FAVOR, DEJADME SER SU AMIGA.
—Quizá podríamos hacer camisetas que dijeran PLATÓNICO.
—O SIN COMPROMISO.
—SIN ATRACTIVO.
Liv sacó la carta devuelta del montón con un suspiro.
—Así era yo sintiendo compasión de mí misma hace unas semanas. Escribí a casa y pedí que me la reenviaran.
Me di cuenta de que apenas sabía nada de la familia de Liv.
—¿Tu casa la de allí? ¿Tu familia?
—Sólo mi madre. Mi padre hace tiempo que desapareció. Ya sabes, la glamurosa vida de un físico teórico. Pero no, esto era un débil intento para conseguir que me mandara a Oxford. Tuve que renunciar a la universidad para venir aquí. Me parecía que había llegado el momento de volver, o al menos eso pensaba entonces.
—¿Y ahora? —No quería que se fuera.
—Ahora siento que no puedo abandonar a Marian hasta que todo este enredo no se aclare.
Asentí, tirando de los cordones de mis playeras.
—Me conformaría con que saliera de casa. —Aunque no quería pensar en el futuro que la esperaba si lo hacía.
—Lo sé. Tampoco está en la biblioteca. Tal vez necesite un poco de tiempo. —Obviamente Liv había efectuado el mismo recorrido que yo. Éramos muy parecidos, en muchas cosas. Y no sólo en ser los únicos Mortales de la ecuación.
—¿Sabes que fuiste muy valiente en la biblioteca?
Sonrió.
—¿No fue increíble? Me sentí muy orgullosa. Luego me metí en la cama y lloré durante diez horas seguidas.
—No te culpo. Fue muy duro. —Y eso que ella sólo había visto la mitad. El Custodio Lejano era mucho peor.
—Anoche… —empecé, justo cuando me interrumpió.
—Bueno, tengo que irme…
Había perdido mi oportunidad, como de costumbre, y las frases volvieron a trabarse entre nosotros. Nos quedamos sentados un minuto, mientras esa sensación de torpeza se aposentaba. Y, sin embargo, no me decidía a marchar.
Ella se levantó, sacudiéndose los vaqueros.
—Me alegro de que hayamos tenido la oportunidad de aclararlo.
—Yo también.
Mientras caminaba por el sendero primorosamente mantenido que llegaba hasta la valla de la casa de Marian, tuve una idea. No era una idea maravillosa, pero sí bastante decente.
—Espera. —Saqué una de las invitaciones naranjas que llevaba dobladas en el bolsillo—. Quédatela.
Liv la desdobló.
—¿Qué es?
—Una invitación para la fiesta de Savannah Snow después del partido de baloncesto de esta noche contra Summerville. Es la entrada más codiciada en el pueblo. —Me costó decirlo con expresión seria.
—¿Cómo es que Lena y tú habéis sido invitados a una fiesta en casa de Savannah?
—Estás subestimando la mezcla de poderes de una Siren y un Línkcubo.
Metió el impreso en su bolsillo.
—¿Así que quieres añadir a una expulsada Guardiana en pruebas a la mezcla?
—No estoy seguro de que vayamos a ir, pero Link y Ridley irán seguro. Deberías animarte y salir por ahí como en los viejos tiempos.
Vaciló.
—Me lo pensaré.
—¿Lo pensarás?
—¿No será un poco raro si Lena y tu vais a estar allí?
Desde luego que lo sería.
—¿Raro por qué? —Traté de sonar convincente.
—¿Porque la gente se empeña en decir cosas? No sé cómo se sentirá Lena teniéndome alrededor. —Examinó el cielo, como si la respuesta estuviera escondida en el intacto azul del universo—. Razón por la cual necesitamos esas camisetas, supongo.
Hundí mis manos en los bolsillos, tratando de encontrar una respuesta para ello.
—Trajiste a Macon de vuelta. Y has dado la cara por Marian. Lena te respeta y reconoce lo que hiciste para ayudarnos. Prácticamente vives en Ravenwood, al menos debajo. Eres como de la familia.
Entrecerró los ojos estudiando mi cara como si no terminara de creerme. Lo que tenía sentido, dado que una parte no era verdad.
—Tal vez tengas razón. Es posible. Es lo mínimo que puedo hacer, dadas las circunstancias.
—Lo tomaré como un sí.
—Tengo que volver. Macon me está esperando. Pero me pensaré lo de ir a la fiesta. —Sacó una llave de su bolsillo y la levantó. Era una llave con forma de luna creciente como la que Marian solía tener. Ahora Liv podía abrir las Puertas que conectaban el mundo Mortal y Caster. Y pensé que era lo adecuado. Se despidió con un gesto y desapareció al doblar la esquina mientras yo me volvía hacia la oscuridad de la casa. Las persianas todavía seguían bajadas.
Dejé el correo en una pila sobre la mecedora que estaba junto a la puerta de Marian y confié en que no siguiera allí por la mañana. Confié en que mis recuerdos de la
Temporis Porta
hubieran desaparecido aún más rápido.
—¿Que has hecho qué? Por favor, dime que es una broma.
Estábamos en el Cineplex, en la cola para las palomitas. Contrariamente a lo que esperaba, Lena no estaba nada contenta con todo ese asunto de haber hecho las paces con Liv. Es más, estaba todavía más disgustada de lo que me imaginaba. Sin embargo, si Liv decidía ir a la fiesta, Lena descubriría que era yo quien la había invitado. Era mejor recibir el tortazo ahora. Una cosa era una novia enfadada. Pero una chica Caster enfadada era capaz de hacer que perdieras algún miembro o que te despeñaras por un barranco.
Había planeado contarle a Lena mi descubrimiento con Liv de la
Temporis Porta
la pasada noche. Pero al ver su reacción por la invitación a la fiesta, me pareció mejor esperar a otro momento.
Así que tuve que ser sincero sobre el resto.
Suspiré y repetí mi discurso, a pesar de que no me llevaría a ningún lado.
—Si tuvieras algo de lo que preocuparte, ¿crees que invitaría a Liv a un sitio al que podría ir contigo? ¿No pensarás que estoy maquinando algún tipo de plan secreto?
—¿Qué tipo de plan secreto?
Me encogí de hombros.
—No lo sé. Porque no tengo ninguno.
—Pero pongamos que lo tienes.
—Pero no es así. —La cosa se estaba torciendo por momentos.
—Ethan, es una hipótesis.
—Es una trampa. —No era tan tonto como para dejarme enredar en preguntas hipotéticas con una chica.
Llegamos al mostrador y saqué mi cartera.
—¿Y bien?
Lena me miró como si estuviera loco.
—Lo de siempre. —¿Lo de siempre? ¿Y qué era lo de siempre? Mi mente estaba en blanco.
—Lo de siempre. —Repetí atontado.
Me lanzó una mirada extraña y luego se volvió hacia el dependiente.
—Palomitas y una bolsa de bolitas de chocolate Milk Duds, por favor.
¿Te encuentras bien?
Sí, me he quedado en blanco. No lo sé.
El dependiente tendió a Lena las palomitas por encima del mostrador y me miró. Repasé la lista de la pared.
—¿Y qué me dices de… palomitas con tamales picantes?
¿Tamales picantes?
No tienen Red Hots, L.
¿Estás pensando en alguien que conozco?
Me encogí de hombros. Pues claro que sí. Amma ya no hacía rollitos primavera con su cuchillo ni rellenaba tartas con la Amenaza Tuerta. Sus afilados lapiceros del número 2 estaban en un cajón, y no había vuelto a ver un crucigrama en la mesa de la cocina desde hacía semanas.
Ethan, no te preocupes por Amma. Ya se le pasará.
Amma nunca se había vuelto oscura tanto tiempo. Tenemos un árbol de botellas en nuestro jardín delantero.
¿Desde que Abraham apareció en vuestra casa?
Más bien desde que empezó el colegio.
Lena echó sus chocolatinas en el paquete de palomitas.
Si estas tan preocupado por ella,
¿por qué no se lo preguntas?