Read Hermoso Caos Online

Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (31 page)

—Es una sorpresa —les decía la señora Snow—. Por eso mi hija quería organizar esta pequeña reunión. Quería que pudieran hablar con Wesley en un ambiente informal.

—Eso es muy amable por parte de su hija, señora.

—Savannah es una chica muy considerada. Siempre está anteponiendo a los demás. Y su novio, Wesley, es realmente un joven muy dotado para el baloncesto. Por eso mi marido les pidió que vinieran. Además, Wesley procede de una buena familia muy piadosa. Su madre tiene voz en todo lo que sucede en el pueblo.

Me quedé paralizado junto a la mesa. Con una pelota de baloncesto de chocolate a medio tragar en mi boca. Eran cazatalentos, y habían venido para conocer a Link.

Miré hacia el jardín. Link y Savannah estaban bailando, mientras Ridley daba vueltas a su alrededor como un tiburón. Rid efectuaría su movimiento de un momento a otro, golpeando con tanta rapidez que sólo quedaría sangre en el agua.

Salí de allí medio tropezando con el cuenco de ponche en el proceso.

—Lo siento, Savannah. Necesito hablar con Link un minuto. —Agarré a Link y tiré de él hasta la valla de la parte trasera.

—¿Qué demonios? —Link me miró como si estuviera loco.

—Hay unos cazatalentos ahí dentro, de la universidad. La señora Snow ha montado todo este tinglado para ti. Y si dejas que Ridley se acerque a Savannah esta noche lo vas a estropear todo.

—¿De qué estás hablando? —Parecía confuso.

—De baloncesto. De reclutadores de universidad. Tu billete para salir de aquí.

Sacudió la cabeza.

—No, tío. Lo has entendido mal. No quiero un billete para salir de este pueblo. Sólo quiero un billete para salir de esta fiesta.

—¿Que quieres qué?

Estaba sacudiendo la cabeza y regresando a la fiesta.

—No es Savannah. Nunca lo fue. Es Ridley, buena o mala. —Me miró como si me anunciara que tenía una enfermedad mortal o algo así—. No puedo quitármela.

—¿Quitarte qué, Encogido? —Ridley estaba con la espalda pegada a la valla. A diferencia del resto de las chicas del grupo, no vestía el uniforme de animadora. Su vestido verde era tan apretado en algunas partes y tan escotado en otras que no sabías muy bien a dónde mirar.

Link se acercó a ella.

—Vamos, Rid. Quiero hablar contigo.

—Eso no es lo que dice tu pequeña novia. Dice que no quieres hablar conmigo. De hecho, me ha dicho que me largue de su casa.

—Savannah no es mi novia.

Intenté fingir que no sabía lo que iba a pasar. Intenté no escuchar, ni preocuparme.

Pero podía sentir la desesperación en la voz del Link.

—Nunca ha habido nadie más que tú.

—¿De qué estás hablando? —Se paralizó, pero era demasiado tarde.

Link no ya podía detenerse.

—A veces pienso locuras como, por ejemplo, que me gustaría estar contigo para siempre. Podíamos vivir en una caravana y ver el mundo. Quiero decir, por sitios por los que se pueda ir en coche. Tú podrías escribir canciones y yo tocaría las melodías. ¿Es que no lo ves?

La cara de Ridley parecía que fuese a romperse en mil pedazos.

—Yo… no sé qué decir.

—Di que serás mi chica como solías serlo.

Vi cómo vacilaba y comprendí lo difícil que debía de ser para ella ahora. Porque ya no era la Ridley que solía ser, más de lo que él era el Link que solía ser. Nada era lo mismo. Para nadie.

Entonces vio a Lena y a Liv, observándola desde un lateral —y a mí, de pie al otro lado—. Su cara se nubló. Ridley no iba a romperse, y menos delante nuestro.

—¿Qué estas tramando, Encogido?

—Vamos, Rid. Eres mi chica. Deja de fingir que no sientes lo mismo por mí.

—Soy una Siren. La chica de nadie. No siento nada. Y tampoco me enamoro. No puedo. —Empezó a retroceder—. Siempre ha sido solamente un juego.

—Rid, ya no eres ninguna Siren. Y nunca volverás a serlo.

Se dio la vuelta, sus ojos azules enfurecidos.

—Ahí es donde te equivocas. No pienso quedarme atascada en este patético pueblo toda mi vida. De ningún modo pienso viajar por el mundo en un cochambroso remolque contigo. Tengo planes.

—Ridley… —Link parecía destrozado.

—Grandes planes. Y puedo asegurarte que no tienen nada que ver contigo. —Se volvió para mirarnos a todos—. Con ninguno de vosotros.

Link se quedó como si ella le hubiera dado una bofetada. Para un chico que se pasaba la mayor parte del tiempo bromeando, nunca le había visto declararse de ese modo a una chica.

Mientras Ridley caminaba hacia la puerta, Link propinó una patada a una silla cercana que salió volando.

Al otro lado del jardín, Savannah vio su oportunidad y la aprovechó. Se ahuecó su rubia melena y se abrió paso entre la multitud en dirección a Link. Deslizó sus brazos por su camiseta.

—Vamos, Link. Ven a bailar.

Un momento después estaban bailando, con Savannah pegada a él. Lena, Liv y yo mirábamos como si estuviéramos asistiendo a una colisión en cadena en la carretera 9 y no pudiéramos apartar la vista.

Liv se rascó la nariz.

—¿No deberíamos hacer algo?

Lena se encogió de hombros.

—No veo qué podemos hacer para detenerlo. A no ser que quieras ir hacia allí.

—No, gracias.

Fue el momento en que Savannah —que evidentemente no se había dado cuenta de que estaba bailando con un chico con el corazón destrozado cuyos sueños y esperanzas del verdadero amor, contratos millonarios con casas discográficas y viajes en caravana a través del país habían quedado destrozados— se puso manos a la obra para rematar su asesinato.

Los tres contuvimos la respiración al unísono.

Justo frente a nosotros, bajo las parpadeantes luces, Savannah tomó la cabeza de Link entre sus manos y la acercó a ella.

—Mierda. —Liv escondió la cara.

—Esto va mal. —Lena tampoco quiso mirar.

—Estamos jodidos. —Me preparé para lo que iba a suceder.

El beso duró unos buenos veinte segundos.

Hasta que a Ridley se le ocurrió mirar por encima del hombro.

Podía escucharse el sonido a un kilómetro de distancia. Ridley estaba detrás de la valla al final del jardín de Savannah, gritando tan fuerte que todo el mundo en la fiesta dejó de bailar. Mientras apretaba su cinturón escorpión, sus labios se movían como si estuviera pronunciando un Hechizo.

—No puede…—susurró Lena.

Cogí a Lena de la mano.

—Tenemos que detenerla. Se ha vuelto loca.

Pero era demasiado tarde.

Un minuto después, todo se tornó en un completo y absoluto caos.

Sentí cómo el Hechizo se extendía por la fiesta como una ola. Casi podía verse cómo alcanzaba a una persona y arrollaba a la siguiente. Podías adivinar dónde había golpeado por las expresiones furiosas y los gritos que dejaba a su paso. Un minuto antes las parejas estaban bailando y, al siguiente, se estaban peleando. Los chicos se empujaban entre ellos mientras unas víctimas confiadas trataban de apartarse del camino. Hasta que el Hechizo las azotaba, y entonces eran ellas las que empujaban y gritaban.

Oí cómo el cuenco de ponche estallaba contra el suelo, pero no pude verlo entre la multitud de animadoras que se tiraban del pelo unas a otras y jugadores de baloncesto haciéndose placajes entre sí. Incluso la señora Snow estaba gritando a los cazatalentos, soltando tantas barbaridades por su boca como para que no desearan cruzar las lindes del condado nunca más.

Los ojos de Lena se oscurecieron.

—Puedo sentirlo… un Furor. —Nos agarró a Liv y a mí arrastrándonos hasta la puerta, pero era demasiado tarde.

Lo supe en cuanto nos alcanzó porque Liv se volvió y abofeteó a Lena con todas sus fuerzas.

—¿Has perdido la cabeza? —Lena se tocó la mejilla, que empezaba a ponerse de un feo color rojizo.

Liv la señaló, el pesado selenómetro negro girando en su muñeca.

—Esto ha sido por todos tus lloriqueos, princesa.

—¿Qué? —El pelo de Lena empezó a rizarse, sus ojos verdes y dorados se estrecharon.

Liv continuó.

—¡Oh, pobre de mí! ¡Mi maravilloso Ethan tan enamorado de mí, pero mi corazón está roto porque, bueno, así es como las apasionadas chicas guapas como yo deben actuar!

—¡Cállate! —Lena parecía como si estuviera a punto de darle un puñetazo a Liv en la cara. Escuché el chasquido de truenos en el cielo.

—En lugar de ser feliz porque un chico estupendo me quiere, voy a ponerme un poco más de esmalte de uñas negro y a largarme con otro chico fabuloso.

—Eso no es lo que ocurrió. —Lena se abalanzó hacia Liv, pero la agarré del brazo. La lluvia había empezado a caer.

Liv continuó hablando.

—Y, espera a oír esto, soy la Caster más poderosa del universo. En caso de que vosotros, pobres Mortales, no os sintáis ya como una basura.

—¿Estás loca? —Lena la estaba gritando, pero era difícil oírla entre el caos—. Mi tío murió. Pensé que me estaba volviendo Oscura.

—¿Sabes lo que es estar al lado de un chico por el que sientes algo? ¿Ayudarle a buscar a su novia que no quiere ser encontrada? ¿Ver cómo se le rompe el corazón y el tuyo, por una estúpida chica Caster que no da un duro por él?

Los rayos rasgaron el cielo, la lluvia nos apedreaba como granizo. Lena se lanzó hacia Liv. Me puse delante de Lena, sujetándola.

—Liv. Ya basta. Estás equivocada. —No tenía ni idea de lo que Liv estaba haciendo, pero quería que se callara.

—¿Sentimientos por él? ¡Por fin lo admites! —Lena estaba gritando.

—No admito nada, excepto que eres una maldita bruja que piensa que el mundo gira alrededor de sus bonitos rizos.

Y eso fue todo. Lena se soltó y puso sus manos en los hombros de Liv, que se cayó de espaldas, golpeándose con el suelo. Lena no pensaba dejar que tuviera la última palabra. O el último golpe.

—Está bien, SEÑORITA-NO-ESTOY-AQUÍ-PARA-ROBARTE-EL NOVIO —dijo imitando la voz del Liv—. De verdad, somos sólo amigos, a pesar de que soy más lista y más rubia que tú. ¿Y he mencionado mi maravilloso acento británico?

Liv le lanzó barro, pero Lena se apartó justo a tiempo. Y no se detuvo ahí.

—Y por si eso no es bastante, déjame ser la mártir, para que puedas pasar el resto de tu vida sintiéndote culpable. O quizá pase todo mi tiempo con tu tío, para que pueda pensar en mí como la hija que nunca tuvo. Oh, pero espera, él ya tiene una. Pero a quién le importa. ¡Porque si Lena lo tiene, voy a tratar de quitárselo!

Liv consiguió ponerse en pie e intentó pasar por delante de mí. La agarré.

—Basta ya. Os estáis comportando como dos idiotas. ¡Es un hechizo! Ni siquiera os dais cuenta de a quién deberíais culpar.

—¿Y tú sí? —Lena gritó, tratando de extender los brazos detrás de mí para tirar del pelo de Liv.

—Por supuesto. Pero la única persona con la que estoy enfadado no está aquí. —Me agaché y recogí el cinturón de escorpión de Ridley del césped embarrado y se lo tendí a Lena—. Es de Ridley. Y se ha marchado. Así que no tengo a nadie a quien gritar.

Escuché el rugido del motor del Cacharro. Señalé hacia la puerta y observamos que el coche se alejaba de la acera.

—De hecho, creo que todavía hay alguien más furioso con ella que yo. Y parece como si estuviera yendo a buscarla.

—¿De verdad piensas que es algún tipo de Hechizo? —Lena miró a Liv.

—No. Pienso que siempre nos peleamos como perros callejeros cuando vamos a las fiestas. —Liv puso los ojos en blanco.

—¿Ves? Ya estás otra vez, siempre tienes que ser la más listilla de todos.

Lena trató de zafarse, pero la agarré aún más fuerte de los brazos.

—Es un Furor, imbécil —espetó Liv.

—¿Yo, imbécil? Dije que era un Furor antes de que todo esto empezara.

Las empujé hacia la puerta por delante de mí.

—Vosotras sois las que os estáis comportando como imbéciles. Y ahora vamos a meternos en el coche y regresar a Ravenwood. Y si no sois capaces de deciros algo amable, no digáis nada.

Pero no tenía por qué preocuparme, porque si había una cosa que sabía de las chicas, es que se cansarían rápidamente de echarse los trastos a la cabeza. Estarían demasiado ocupadas echándomelos a mí.

—Eso es porque le da miedo tomar una decisión —dijo Liv.

—No, es porque no quiere disgustar a nadie —repuso Lena.

—¿Cómo lo sabes? Nunca dice lo que piensa.

—No es exactamente así. Nunca piensa lo que dice —contestó Lena.

—¡Ya vale! —Atravesé las desvencijadas rejas de Ravenwood, furioso con las dos. Furioso con Ridley. Furioso por cómo se estaba desarrollando el año. Furor, ése era el nombre exacto para definirlo, fuera lo que fuera. Odiaba sentirme así, y lo odiaba todavía más porque sabía que los sentimientos eran reales, incluso si requerían un hechizo para hacerlos salir a la luz.

Lena y Liv aún seguían peleándose cuando nos bajamos del coche. Aunque sabían que estaban bajo la influencia de un Hechizo, no podían evitarlo. O tal vez no querían evitarlo. Me coloqué en medio mientras los tres caminamos hacia la entrada principal. Por si acaso.

—¿Por qué no nos das un poco de espacio? —Lena se colocó delante de Liv—. ¿Alguna vez se te ha ocurrido pensar que estás de más?

Liv la apartó.

—¿Como si quisiera venir aquí? ¿Para qué? ¿Para que una vez más tenga que arreglar tus desastres y que luego te olvides de mí hasta la próxima vez…?

Había dejado de escucharlas. Estaba mirando a la ventana de Ridley. Vi una sombra pasar por delante, detrás de las cortinas. Sólo pude ver una silueta, pero tuve claro que no era Ridley.

Link debía de haber llegado primero, salvo que no veía el Cacharro por ninguna parte.

—Creo que Link está aquí.

—No me importa. Ridley tiene mucho que explicar.

Lena estaba a medio camino de las escaleras cuando crucé el umbral. Inmediatamente percibí el cambio. El mismo aire era diferente. De alguna forma más ligero. Volví mi mirada a Liv.

Su expresión mostraba lo que yo sentía. Confusión. Desorientación.

—Ethan, ¿no notas algo extraño?

—Sí…

—Es el Furor —declaró—. Se ha roto. La magia no puede pasar las Vinculaciones.

—¡Ridley! ¿Dónde estás? —Lena estaba a pocos pasos de la habitación de su prima. Cuando la alcanzó, abrió la puerta de golpe sin llamar. No parecía importarle que Link pudiera estar o no ahí dentro. Pero no importaba.

El chico de la habitación de Ridley no era Link.

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