Read Hermoso Caos Online

Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (30 page)

¿Has intentado preguntarle alguna vez algo a Amma?

Vaya. No. Tal vez tengamos que ir a visitar a ese bokor por nuestra cuenta.

No es por ofender, L, pero no es la clase de persona a la que te gustaría llevar a tu novia. No estoy seguro de que una Caster estuviera a salvo allí.

El equipo de animadoras al completo pasó por delante de nosotros. Ridley iba con un tipo al que no conocía, y que tenía su mano metida en el bolsillo trasero de su apretada falda. No era del Jackson; tal vez de Summerville, supuse. Savannah iba colgada de Link, que, a su vez, no le quitaba ojo a Ridley mientras ella fingía ignorarlo. Emily iba tras ellos con Charlotte y Eden, y podía leerse la rabia en la cara de Savannah. Ya no era la que sostenía la pirámide.

—¿Os sentáis con nosotros? —preguntó Link al pasar.

Savannah sonrió y saludó con la mano. Lena los miró como si hubieran salido a la calle en ropa interior.

—Nunca me acostumbraré —murmuró.

—Yo tampoco.

—¿Le has contado a Rid lo de las cuatro últimas filas del cine?

—¡Oh, no…!

Así que acabamos encajonados entre Link y Savannah y Ridley y el tipo de Summerville, en las cuatro últimas filas. Los títulos de crédito apenas habían comenzado cuando Savannah empezó a susurrar y soltar pequeñas risitas en el cuello de Link, en lo que me pareció una burda excusa para llegar hasta su boca. Le metí un codazo a Link con todas mis fuerzas.

—¡Ayyy!

—Ridley está sentada justo ahí, tío.

—Sí. Con ese fulano.

—¿Y quieres que se arrastre sobre él así? —Ridley no era el tipo de chica que se volvía loca. Simplemente se ponía al mismo nivel.

Link se inclinó hacia delante, mirando más allá de Lena y yo hacia donde Ridley estaba sentada. El fulano de Summerville tenía su mano sobre su pierna. Cuando ella vio que Link los observaba, deslizó su brazo a través del chico y sacudió su melena rubia y rosa. Entonces sacó un chupachups y empezó a desenvolverlo.

Link se revolvió en su asiento.

—Sí. Tienes razón. Voy a tener que darle una patada en el…

Lena le agarró de la manga de la camiseta antes de que Link se levantara.

—No vas a hacer nada. Tú compórtate, y ella también lo hará, y entonces tal vez podáis empezar a salir como gente normal y dejar este estúpido juego.

—Chist. —Nos interrumpió el tipo de Summerville—. Callaos. Algunos de nosotros estamos intentando ver la película.

—Sí, claro. —Link le gritó—. Sé muy bien lo que estás intentando ver.

Link me lanzó una mirada suplicante.

—Por favor, déjame salir fuera y darle una buena tunda antes de que me pierda lo más emocionante. Sabes que de todas formas voy a acabar haciéndolo.

En eso tenía razón. Pero era un Línkcubo y ahora las reglas habían cambiado.

—¿Estás preparado para que Ridley le dé una paliza a Savannah? Porque sabes que eso es lo que hará.

Sacudió la cabeza.

—No sé cuánto más podré aguantar. Rid me está volviendo loco. —Durante un segundo volví a ver al viejo Link, colgado por una chica que siempre estaría fuera de su alcance. Tal vez fuera eso. Tal vez siempre creería que Ridley jugaba en otra liga, a pesar de que ahora eso había cambiado.

—Tienes que pedirle que vaya contigo a la fiesta de Savannah como tu pareja. —Era la única forma de desactivar esa bomba de relojería.

—¿Bromeas? Eso sería como declarar la guerra a todo el equipo. Savannah ya me ha encargado un montón de tareas, como llegar un poco antes para prepararlo todo.

—Sólo te digo lo que creo. —Hundí la mano en mis palomitas de tamales picantes. Mi boca ardía, lo que interpreté como una señal. Era hora de mantenerla cerrada.

No pensaba dar ningún consejo más.

Al final de la noche Link le había dado una paliza al fulano de Summerville en el aparcamiento. Ridley había llamado a Link todos los insultos posibles y Savannah había hecho su aparición. Durante un minuto pareció que se produciría una auténtica pelea de gatas, hasta que Savannah recordó que aún tenía el brazo en cabestrillo e hizo creer que todo el asunto no era más que un gran malentendido.

Cuando llegué a casa, había una nota pegada en la puerta principal. Era de Liv.

He cambiado de opinión. Te veré en la fiesta. XO Liv.

XO.

Eso era algo que las chicas escribían al final de las cartas, ¿verdad?

Verdad.

Era hombre muerto.

18 DE OCTUBRE
Una auténtica chica mala

M
e costó mucho convencer a Amma para que me dejara ir a la fiesta de Savannah Snow, pero no me quedó más remedio, porque sabía que si trataba de escaparme se iba a dar cuenta. Amma había dejado de salir. No había vuelto a su casa de Wader's Creek ni una sola vez desde que consultó las cartas del tarot que la enviaron a la cripta de una reina del vudú. Y aunque se negaba a admitirlo, cuando le pregunté por qué ya no iba nunca a su casa, se puso a la defensiva.

—¿Crees que puedo dejar a las Hermanas para que se cuiden ellas solas? Ya sabes que Thelma no ha vuelto a ser la misma desde el accidente.

—Oh, señorita Amma. No es para tanto. Sólo me siento un poco confusa de vez en cuando —declaró Thelma desde la habitación de al lado, donde estaba arreglando las camas. La tía Mercy quería una almohada y dos mantas. Tía Grace quería dos almohadas y una manta. A tía Mercy no le gustaban las mantas usadas, lo que significaba que había que lavarlas antes de que te permitiera acercárselas. A tía Grace no le gustaban las almohadas que olían a pelo, incluso si era el suyo. Y lo triste era que desde el «accidente», sabía más de sus preferencias por las almohadas y de sus escondites para el helado de café de lo que hubiera deseado.

El accidente.

«El accidente» solía referirse a cuando mi madre se estrelló en el coche. Ahora era la diplomática forma sureña de definir el estado de mi Tía Prue. No sé si eso me hacía sentir mejor o peor, pero en cuanto Amma empezó a invocar el «accidente», ya no hubo forma de hacerle cambiar de opinión.

Sin embargo, insistí.

—Nunca se acuestan más tarde de las ocho. ¿Qué te parece si me quedo por aquí, jugamos con ellas al Intelect y luego me voy cuando se hayan acostado?

Amma sacudió la cabeza mientras metía y sacaba bandejas de galletas del horno. Galletas de azúcar con crémor tártaro. Melaza. Mantecadas. Galletas y no tartas.

Las galletas eran para repartir. Ella nunca hacía galletas para los antepasados. No sé por qué, pero a los antepasados no les iban demasiado las galletas. Lo que significaba que no estaba hablando con ellos.

—¿Para quién estás horneando esta noche, Amma?

—¿Qué pasa? ¿Acaso te crees demasiado bueno para mis galletas?

—No, pero les has puesto blondas, lo que significa que no son para mí.

Amma se puso a colocar las galletas de la bandeja.

—Mira qué listo eres. Las voy a llevar a la Residencia del Condado. A esas encantadoras enfermeras les vendrán bien un par de galletas para hacerles compañía en esas largas noches.

—Bueno, ¿entonces puedo ir?

—Eres más simple de lo que pensaba si crees que Savannah Snow te quiere ver cerca de su casa.

—Es sólo la típica fiesta de alumnos de secundaria.

Ella bajó la voz.

—No hay tal cosa como una típica fiesta de alumnos de secundaria cuando llevas una Caster, un Íncubo y una antigua Siren contigo. —Resulta que Amma era muy capaz de soltarte una regañina incluso susurrando. Entonces cerró el horno de golpe y se quedó allí con una manopla en cada mano apoyada en la cadera.

—Sólo un cuarto de Íncubo —respondí entre susurros. Como si eso cambiara algo—. Es en casa de los Snow. Ya sabes cómo son. —Hice mi mejor imitación del reverendo Blackwell—. Gente agradable y temerosa de Dios. De los que tienen una Bi-bli-a en la mesilla. —Amma me miró fijamente. Me di por vencido—. No va a pasar nada.

—Si me hubieran pagado una moneda por cada vez que has dicho eso, ahora estaría viviendo en un castillo. —Amma cubrió las galletas con papel transparente—. Si la fiesta es en casa de los Snow, ¿por qué quieres ir? Creo recordar que ni siquiera te invitaron el año pasado.

—Lo sé. Pero pensé que sería divertido.

Me encontré con Lena en la esquina de Dove Street porque ella aún había tenido menos suerte con su tío y acabó escabullándose de su casa. Tenía tanto miedo de que Anima pudiera verla y la mandara de vuelta que aparcó el coche fúnebre a una manzana. Como si su coche no fuera fácil de reconocer.

Macon había dejado claro que nadie iría a ninguna fiesta, no mientras el Orden continuara roto —y menos aún a la de los Snow—. Ridley había dejado igual de claro que pensaba ir. ¿Cómo pretendían que encajara como una Mortal si no la dejaban hacer cosas normales con sus nuevos amigos Mortales? Se lanzaron cosas. Al final la tía Del capituló, a pesar de la negativa de Macon.

Así que Ridley había salido por la puerta principal, mientras que Lena se quedó tratando de buscar una forma de escabullirse.

—Cree que me he encerrado furiosa en mi habitación, porque no me deja salir —suspiró Lena—. Que es exactamente como estaba hasta que encontré la estrategia para fugarme.

—¿Cómo has conseguido salir? —pregunté —He tenido que usar alrededor de quince Hechizos diferentes: el de Escondite, Vinculación, Olvido, Insatisfacción, Duplicado.

—¿De Duplicado? ¿Quieres decir que te has clonado a ti misma? —Ése era nuevo.

—Sólo mi olor. Cualquiera que haga un Hechizo de Revelación puede quedar confundido durante un minuto o dos. —Suspiró—. Pero no hay forma de engañar al tío Macon. Estaré muerta cuando descubra que me he largado. ¿Crees que es malo vivir con una Vidente? Porque lo único que el tío Macon quiere es practicar sus dotes como Cazador de Mentes.

—Abrumador. Así que tenemos toda la noche. —La acerqué hacia mí y apoyó la espalda contra el coche.

—Hmm. Tal vez más. No creo que haya manera de poder entrar esta noche. El lugar está Vinculado unas mil veces.

—Si quieres te puedes quedar conmigo. —La besé en el cuello, abriéndome paso hasta su oreja. Mi boca ya estaba ardiendo, pero no me importó—. ¿Para qué ir a esa estúpida fiesta cuando tenemos un estupendo coche aquí mismo?

Ella se puso de puntillas y me besó hasta que mi cabeza empezó a palpitar tan fuerte como mi corazón. Entonces se apartó, poniendo distancia.

—A la tía Mercy y a la tía Grace les encantaría, ¿no crees? Creo que merecería la pena ver sus caras cuando bajara a desayunar por la mañana. Tal vez podría enfundarme en una de tus toallas. —Empezó a reírse, y me imaginé la escena, pero los gritos de mi cabeza eran tan agudos que renuncié.

—Digamos sólo que su lenguaje podría ser bastante más subido de tono que un simple «coño».

—Apuesto a que llamarían a la maldita
policía.
—Tenía razón.

—Sí, pero yo soy el único al que arrestarían por comprometer tu virtud.

—Entonces supongo que más vale que recojamos a Link antes de que tengas la oportunidad.

No podía recordar la última vez que había puesto el pie en casa de Savannah, pero empecé a sentirme incómodo en cuanto subimos las escaleras. Había fotos de ella por todas partes —luciendo brillantes diademas y con todo tipo de bandas de MISS SOY MEJOR QUE TÚ, posando con su uniforme de animadora y sus pompones— y toda una fila de lo que supuse serían poses de modelo, mostrando a Savannah en traje de baño con pestañas postizas y la boca demasiado pintada. Por el aspecto que tenían, debía de llevar usando lápiz de labios desde que se quitó los pañales.

Resultó que los Snow no necesitaban demasiados adornos de fiesta. Además de la mesa cubierta con cientos de pastelitos en forma de pelotas de baloncesto; además del cuenco con ponche con pequeñas pelotas de baloncesto de plástico congeladas en un anillo de hielo; además de los sándwiches de pollo servidos dentro de pelotas de baloncesto hechas con pequeños moldes redondos de galletas, Savannah era el mayor adorno de todos. Todavía vestía su uniforme de animadora, pero se había escrito el nombre de Link en una mejilla y dibujado un corazón rosa gigante en la otra. Estaba en mitad del jardín trasero, esperando sonriente y, por lo general, iluminando el lugar como si fuera un árbol de Navidad en una fiesta navideña. En el momento en que Savannah vio a Link fue como si alguien diera al interruptor para encender todas sus luces.

—¡Wesley Lincoln!

—Hola, Savannah.

Savannah ansiaba que saltaran chispas entre ellos, pero no tuvo la oportunidad. Cuando llegó hasta Link, sólo había una chica que podía causar esos chispazos, y era cuestión de minutos que apareciera para iluminar realmente el lugar.

Mejor dicho, de una hora.

Eso es lo que Ridley tardó en aparecer y en subir la temperatura un par de grados o doscientos.

—Buenas noches, chicos.

La cabeza de Link se retorció cuando la vio y mostró una sonrisa de un kilómetro de ancho confirmando lo que yo ya sabía: que todavía llevaba a Ridley bajo la piel y, me temo, que en algunas partes más. Sabía lo que era sentir esa clase de radar. Era lo mismo que yo sentía por Lena.

Huy, huy. Esto no va bien, L.

Lo
sé.

—Vamos. Creo que la cosa se va a poner fea. —Cogí la mano de Lena y me volví para marcharnos justo cuando apareció Liv. Lena me fulminó con la mirada.

Mierda.

Con todo lo que estaba pasando, me había olvidado completamente de lo de la invitación de Liv.

—Lena —sonrió Liv.

—Liv —trató de sonreír Lena—. No sabía que ibas a venir.

—¿En serio? Le dejé una nota a Ethan. —Sonrió señalándome.

—¿En serio? —Lena me miró advirtiéndome que ya hablaríamos de eso más tarde.

Liv se encogió de hombros.

—Bueno, ya conoces a Ethan. —
¿No es así?
Es lo que Lena escuchó.

—Sí, ya sé. —Lena había dejado de sonreír.

Me empezó a entrar el pánico y me fijé en la mesa con el ponche, a unos cinco metros de distancia. Al menos parecía una distancia segura.

—Voy a buscar algo de comer. ¿Queréis alguna cosa?

—No. —Liv me sonrió como si todo fuera bien.

—Nada. —Lena me sonrió como si estuviera a punto de matarme.

Me escapé lo más rápido que pude.

La señora Snow estaba junto al cuenco de ponche hablando con dos hombres a los que no había visto nunca. Ambos llevaban el bonete de la universidad y camisas de cuello duro.

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