Read Hermoso Caos Online

Authors: Kami García,Margaret Stohl

Tags: #Infantil y juvenil, #Fantástico, #Romántico

Hermoso Caos (45 page)

¿Era cierto? ¿Podía leerlo en su cara?

John aún seguía hablando.


Pero mi obligación es proteger a Lena. Incluso aunque sea de ti.

Amaba a Lena más de lo que la amaba a ella.

Estaba listo para marcharse y llevarse a su hija.

Y un día, Lena se cristalizaría a sí misma. John se aseguraría de que volviera su espalda a Sarafine.

Algo dentro de ella hizo clic, dos piezas encajando en el lugar que les correspondía. La rabia ya no ascendía. Estaba bajando por ella, ahogándola. Y pudo escuchar la voz.

Quema.

Las cortinas se prendieron extendiendo el fuego por las paredes detrás de John. El humo empezó a inundar la habitación, negro y oscuro, una sombra viviente que respiraba. El ruido era atronador mientras las llamas devoraban la pared y se extendían por el suelo. El fuego creó un círculo perfecto alrededor de John, siguiendo un sendero invisible que sólo ella podía ver.


¡Izabel, detente!

gritó. Su voz alterada por el rugido del fuego.

¿Qué había hecho?


¿Cómo has podido hacerme esto a mí? Me quedé contigo, incluso después de que te Desviaras.

Después de que me Desviara.

Él creía que era Oscura.

Siempre lo había creído.

Le miró a través de la nube de humo que rápidamente llenó la habitación. Sarafine observó indiferente las llamas. Ya no estaba en su casa, a punto de ver cómo su marido ardía hasta morir. No parecía el hombre al que amaba. Ni siquiera un hombre al que pudiera amar.

Es un traidor.
La voz sonaba ahora con claridad y sólo había una. Sarafine la reconoció al momento.

Porque era la suya.

Antes de alejarse de la casa y del humo, de su vida y de los recuerdos que ya se estaban desvaneciendo, recordó algo que John solía decirle. Le miró a los ojos verdes con los suyos amarillos.

«Te querré hasta el día después de para siempre».

Lena cayó de rodillas en el escalón a mi lado, llorando.

La rodeé con mis brazos, pero no dije nada. Acababa de ver a su madre matar a su padre y darla por muerta.

No había nada más que decir.

13 DE DICIEMBRE
El veredicto

U
nas horas más tarde, Lena estaba zarandeándome.

Despierta. Tienes que despertarte, Ethan.

Me senté de un salto.

—¡Estoy despierto! —Sólo que miré a mi alrededor, confuso, porque no era Lena la que me zarandeaba, era Liv. A pesar de que aún podía escuchar el eco de la voz de Lena resonando en mi cabeza.

—Ethan. Soy yo. Por favor… tienes que despertarte.

La miré con ojos entreabiertos.

—¿Estoy soñando?

Liv frunció el ceño.

—Me temo que no. Esto es real.

Me pasé la mano por el pelo, confundido. Fuera aún era de noche, y no podía recordar haber soñado. Sólo recordaba la voz de Lena y la sensación acuciante de que algo iba mal.

—¿Qué sucede?

—Es Marian. Se ha ido. Vamos.

Las cosas estaban empezando a encajar. Estaba en mi cama. Liv estaba en mi habitación. No estaba soñando. Lo que significaba…

—Espera. ¿Cómo has entrado aquí?

Liv parecía azorada.

—He hecho autoestop. —Señaló el cinturón con la hebilla de escorpión en su cintura y miró detrás de ella.

Un Íncubo estaba sentado en un rincón de mi habitación.

Genial.

John cogió mis vaqueros del suelo y me los lanzó.

—Date prisa, boy scout. —Para un tío que no tenía que dormir, parecía tan gruñón en mitad de la noche como yo.

Liv se sonrojó, dándose la vuelta, y unos segundos después escuché el familiar sonido del desgarro. Sólo que por primera vez era para mí.

—¿Dónde estamos?

Nadie contestó. Entonces escuché la voz de John en la oscuridad.

—Ni idea.

—¿No tienes que saber dónde se va a producir el desgarro? ¿No es así cómo funciona? —pregunté.

—¿Es ésa algún tipo de palabra Mortal para Viajar? Muy astuta. —Parecía molesto, algo a lo que ya me había acostumbrado—. Algo así. Normalmente.

Las sombras se movían y me froté los ojos tratando de entrever en la oscuridad. Alargué las manos, pero no pude sentir nada.

—¿Normalmente?

—Estaba siguiendo la señal.

—¿Qué señal?

Mis ojos se adaptaron de la oscuridad del Viaje a la oscuridad de donde habíamos Viajado. Cuando las borrosas sombras pasaron de negro a gris, advertí que estábamos hacinados en un pequeño espacio.

Liv miró a John.

—Un
Ad Auxilium Conciliatio.
Es un antiguo Hechizo de Búsqueda, como un SOS Caster. Pero sólo un Cypher puede detectarlo.

John se encogió de hombros.

—Me encontré con uno en el Exilio con Rid y… —no terminó, pero todos supimos de quién estaba hablando—. Absorbí algunas de las habilidades del Cypher.

Sacudí la cabeza.

—¿Cyphers? —Había un montón de cosas del mundo de Lena que nunca entendería, por mucho que lo intentara.

—Eres un tipo apañado —dije enojado.

—¿Quién envió el hechizo? —preguntó Liv.

—Fui yo. —Lena estaba detrás de nosotros en la penumbra. Apenas podía ver su cara, pero sus ojos verde y amarillo brillaban. Miró por encima de John—. Confiaba en que lo recibierais.

—Me alegro de servir para algo.

—El Custodio Lejano está juzgando a Marian por traición. Está sucediendo ahora mismo. —Lena parecía sombría—. El tío Macon ha ido en busca de Marian, pero no me ha dejado acompañarle. Ha dicho que era peligroso.

Marian estaba siendo juzgada. Estaba sucediendo de verdad, tal y como temí que pasaría, desde el día en que Liv y yo encontramos la
Temporis Porta.

Todo lo que había estado sintiendo —la duda, el pánico, el malestar— se cernió sobre mí como una ola virulenta que casi me llevó por delante. Como si me estuviera ahogando. O cayendo.

—No te preocupes. —Liv trató de reconfortarme—. Estoy segura de que está bien. Todo este asunto es culpa mía, no suya. El Consejo tendrá que admitirlo, tarde o temprano.

John levantó su mano.


Ignis.
—Una cálida llama amarilla titiló en el centro de su palma.

—¿Un nuevo truco para las fiestas? —pregunté.

Se encogió de hombros.

—El fuego nunca ha sido mi fuerte. Supongo que lo aprendí por salir con Lena. —Normalmente le habría dado un puñetazo. O al menos habría querido hacerlo.

Lena me cogió de la mano.

—Últimamente ni siquiera soy capaz de encender una vela sin quemar todo.

La luz inundó la habitación, y no tuve tiempo de pegarle, porque ahora sabía exactamente dónde estábamos. Otra vez.

Estaba al otro lado de la puerta de la despensa. Tres metros por debajo de mi cocina, en mi propia casa.

Agarré la vieja lámpara de latón y empezamos a bajar por el desmoronado túnel, hacia la puerta en el techo que nadie había abierto nunca, hasta el lugar donde las antiguas puertas estarían aguardándome.

—¡Esperad un momento! No sabéis dónde acaba este túnel —dijo John a mi espalda.

—No pasa nada. —Escuché decir a Liv—. Él sabe a dónde va.

Escuché sus pasos detrás de mí, pero me limité a correr más rápido.

Empecé a aporrear la
Temporis Porta
en cuanto llegué. Esta vez no se abrió. Las astillas se clavaron en mi piel, pero no dejé de golpear la gruesa madera.

Nada de eso importaba.

Apoyé mi cara contra la madera.

—¡Tía Marian, estoy aquí! Ya voy.

Lena apareció detrás de mí.

Ethan, no puede oírte.

Lo
sé.

John me apartó a un lado y tocó la superficie de las puertas con su mano. Entonces la retiró como si la madera quemara.

—Éste es un buen hechizo.

Liv le cogió la mano, pero no había ninguna marca en ella.

—Creo que no hay nada que podamos hacer para abrir estas puertas, salvo que quieran abrirse. —Se refería a la última vez que se abrieron, por mí. Pero esta vez no lo habían hecho.

Liv examinó el lateral de las puertas, donde los relieves eran más nítidos.

—Tiene que haber una forma. —Me abalancé contra las gruesas y talladas planchas. Nada—. Tenemos que pensar en algo. Quién sabe lo que estarán haciéndole a Marian.

Liv miró a otro lado.

—Puedo imaginarlo. Pero no podremos ayudarla si no entramos. Dadme un minuto. —Sacó su cuaderno rojo de su gastada mochila de cuero—. He estado intentando descifrar estos símbolos desde la primera vez que los vi.

Lena me lanzó una mirada.

—¿La primera vez?

Liv no levantó la vista.

—¿No te lo dijo Ethan? Encontró estas puertas hace varias semanas. Entonces le dejaron pasar, pero yo tuve que quedarme atrás. Y aunque no me contó casi nada de lo que vio al otro lado, he estado estudiando las puertas desde entonces.

—¿Hace semanas?

—No recuerdo el día exacto —contestó Liv.

¿Ethan?

Puedo explicarlo. Pensaba contártelo la noche del Cineplex, pero tú estabas muy enfadada porque había invitado a Liv a la fiesta.

¿Puertas secretas? ¿Con tu amiga secreta? ¿Y encontraste algo secreto detrás de ellas? ¿Por qué me iba a enfadar por eso?

Debería habértelo dicho. Ni que hubieras estado preocupada por Liv.

Pero no me iba a librar tan fácilmente. Traté de no mirar a Lena, concentrándome en la hoja con los dibujos del cuaderno rojo de Liv.

—Eso es. —Reconocí los símbolos de su cuaderno.

Liv sostuvo el papel junto a los símbolos tallados en las puertas, pasándolo de uno de los paneles de madera al siguiente, como si los comparara.

—¿Ves el dibujo que se repite en estos tres círculos?

—¿La Rueda? —contesté automáticamente—. Dijiste que era la Rueda de la Fortuna.

—Sí, pero tal vez no sea sólo la Rueda de la Fortuna. Creo que cada círculo puede representar uno de los Tres Guardianes. El Consejo del Custodio Lejano.

—¿Los que se presentaron en el archivo? —preguntó Lena.

Ella asintió.

—He leído todo lo que he podido encontrar sobre ellos, lo que no es mucho. Por lo que he podido dilucidar, los Tres Guardianes debieron ser los que nos visitaron.

Pensé en ello.

—Tiene sentido. La primera vez que pasé por esas puertas, acabé en el Custodio Lejano.

—¿Así que piensas que estos signos son por los tres? —John miró por encima de mí—. ¿Esos monstruos que querían llevarse a Liv?

Asentí.

—Y a Marian. —Parecía más preocupado por Liv que por Marian, lo que no me sorprendió, pero aun así no dejó de indignarme. Como cualquier cosa que salía de su boca.

Liv nos ignoró a ambos, señalando al primer círculo, el que tenía menos radios.

—Creo que éste representa lo que está pasando ahora, el presente. Y éste… —señaló el segundo círculo, el que estaba atravesado por más radios— simboliza lo que ha sido. El pasado.

—¿Entonces cuál es éste? —John señaló el último círculo, el que no tenía radios.

—Lo que nunca será, o lo que siempre será. —Liv siguió el contorno con el dedo—. En otras palabras, el futuro.

—Si cada uno de estos símbolos representa a uno de los Guardianes, entonces ¿cuál es cuál? —pregunté.

Lena estudió el círculo que tenía más radios.

—Creo que ese tipo enorme es el pasado. Llevaba un reloj de arena vacío cuando lo vimos en el archivo.

Liv asintió.

—Estoy de acuerdo.

Alargué la mano y toqué los círculos. Eran duros y fríos, con diferente textura que el resto de la puerta de madera. Desplacé la mano hasta el círculo vacío, sin radios.

—La mujer del Consejo, la que tenía aspecto albino. Ella es lo que aún no ha sucedido, ¿no es así? ¿El futuro? Porque no es nada. Quiero decir, que era prácticamente invisible.

Liv tocó el círculo que tenía menos radios.

—Lo que hace del más alto el presente.

La luz de la habitación parpadeó, y John pareció frustrado.

—Todo esto suena a un montón de mierda. ¿Lo que será? ¿Lo que no será? ¿De qué estáis hablando?

—Lo que será y lo que no será son igualmente lo posible y lo imposible —explicó Liv—. Supongo que podría decirse que son la ausencia de historia, el lugar que
Las Crónicas Caster
no pueden tocar. No puedes contar una historia o guardar un registro de lo que aún no ha sucedido. Ese es el Guardián 101. —Liv parecía estar divagando y me pregunté lo que sabría sobre
Las Crónicas Caster.

—¿Las crónicas qué? —John movió la luz de una mano a otra.

—Es un libro —contestó Lena, sin apartar los ojos de las puertas—. Los Guardianes lo llevaban encima cuando aparecieron para visitar a Marian.

—Lo que sea. —John parecía aburrido—. Si estáis hablando del futuro, ¿no podríais llamarlo así?

Liv asintió.

—Tienes que recordar que no hablamos sólo del futuro Mortal. Estamos hablando de todo lo desconocido, tanto para los Caster como para los Mortales. Incluyendo el reino desconocido, el lugar donde el mundo del Demonio se toca con el nuestro.

—¿El mundo del Demonio? —Sentí un chispazo de reconocimiento. Tenía que contárselo a Liv—. Sé cuál es el lugar en el que el mundo del Demonio se toca con el nuestro. Quiero decir, no lo conozco, pero la conozco a ella. La Lilum. La Reina Demonio.

Liv se puso lívida, pero fue John el que más pareció enloquecer.

—¿De qué estás hablando?

—De esa Lilum…

—Aquí no hay ninguna Lilum. —Liv estaba sacudiendo la cabeza—. La sola presencia de la Lilum en nuestro mundo significaría la destrucción total de la existencia en sí.

—¿Qué tiene eso que ver con ella? —pregunté.

—¿Ella? ¿Es ésa de la que estabas hablando? Esa
ella
que te contó lo de la Decimoctava Luna, ¿era la Lilum? ¿La Reina Demonio? —Liv sabía por mi mirada que estaba en lo cierto.

—Genial —murmuró John.

Liv se detuvo.

—¿Dónde está ese lugar, Ethan? —Cerró los ojos, lo que me hizo pensar que sabía lo que iba a decir.

—No estoy seguro. Pero puedo encontrarlo. Soy el Wayward. La misma Lilum lo dijo. —Toqué de nuevo los círculos con mis manos, una y otra vez, sintiendo la áspera madera bajo mis dedos.

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